Entrevista sobre Manuel Sacristán

“Ambos fuimos detenidos en 1963, en la manifestación contra el asesinato de Julián Grimau”

Enrique Irazoqui (Barcelona 5 de julio de 1944) es actor, ajedrecista, economista y profesor de literatura española radicado en Llancà (Gerona). Alcanzó la fama en 1964 con el papel de Jesús en El Evangelio según San Mateo (el San fue un añadido de la versión castellana) de Pier Paolo Pasolini. Tras estudiar economía en Barcelona, se trasladó a Estados Unidos donde cursó estudios de literatura española dado el hastío que le producía el mundo de la empresa. En 2002 fue el árbitro del torneo de ajedrez Brains in Bahrain entre el entonces campeón del mundo Vladímir Krámnik y la computadora Deep Fritz (el torneo que finalizó en empate). En 2011 recibió la Ciudadanía Honoraria de la ciudad de Matera, Italia; en septiembre de 2014 recibió un homenaje por parte de la Mostra de Venecia.

Creo que fue alumno de Manuel Sacristán, en la Facultad de Económicas de la UB, durante el curso 1962-63.

Efectivamente, fui alumno de Sacristán ese curso. Los primeros meses nos explicó historia de la filosofía; luego, lógica y metodología.

Ese año, 1963, fue también el momento en que empecé a militar en el PSUC. No voy a negar la influencia que tuvo Sacristán en mi decisión.

Si no ando errado, creo que hubo una apuesta entre Xavier Folch y Sacristán sobre usted.

Sí, sí. Me contaron después que habían hecho una apuesta sobre si mi entrada en el partido sería antes de final de curso. No se equivocaron. Entré a militar en el PSUC en marzo de 1963. Antoni Montserrat fue quien me dio la entrada.

Y usted se la dio más tarde a Francisco Fernández Buey.

Efectivamente. Yo di la entrada en el partido a Francisco Fernández Buey, uno de los líderes estudiantiles más destacados en la formación del SDEUB, el Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Barcelona.

¿Y usted estuvo en la que suele (mal) llamarse “Capuchinada”?

Eso fue en 1966. Yo ya no estaba entonces en el PSUC. Me había alejado políticamente. La revolución no estaba en el orden del día del partido. Yo me mantenía en ella.

También se manifestó contra el asesinato de Julián Grimau.

Sí, sí, claro. En mayo de 1963, dos semanas después del asesinato. Éramos muy pocos. Había que dejar testimonio contra aquel auténtico acto de barbarie.

¿Le detuvieron?

Me detuvieron, detuvieron a unas 30 personas. Allí, en la Jefatura Superior de Barcelona, en la vía Laietana, coincidí con Sacristán. Hay aquí una anécdota que tal vez convendría explicar.

Adelante con ella.

Cuando salimos de Jefatura, Sacristán me vino a saludar y me dijo que yo ya sabía, ya había aprendido lo que él había tratado de explicarnos durante el curso. Que no era necesario que fuera a examinarme. Si no recuerdo mal, me puso un 10.

¿Se vieron en alguna otra ocasión?

En el verano del 63 fui a Madrid para contactar con el sindicato democrático (clandestino, no quedaba otra) de los estudiantes madrileños. Allí, a través de Dolors y Xavier Folch, me vi con Javier Pradera. Me dio un sobre para Sacristán. No llegué a saber lo que contenía.

¿Se lo entregó?

Sí, sí, por supuesto. Sacristán y su familia veraneaban en una casa que alquilaban en Puigcerdà. Alquilé una vespa y me presenté en su casa. Allí conocí a Giulia Adinolfi. Congeniamos. Yo también tengo ascendencia italiana. En aquella visita hubo algo que recuerdo muy bien y que fue muy importante para mí.

¿Qué fue?

Cuando cogí el tren de regreso a Barcelona, Sacristán me acompañó a la estación. En el camino me explicó por qué la Huelga Nacional Pacífica, la famosa HGP, una de las consignas centrales del PSUC en aquellos años, también del PCE, llevaba unos siete años preparándose sin resultado final. Me comentó que el partido seguía hablando de la HGP para que los militantes no perdieran la moral, para que no desistieran, para que no pensaran que la lucha contra el fascismo era imposible.

Lo que dijo fue importante para mí, me lo cambió todo. No había revolución, no habría revolución.

Luego usted se fue a Italia.

Sí, en febrero de 1964. Allí participé como actor en una película de Pasolini, El evangelio según Mateo.

¿Se volvieron a ver?

En dos ocasiones. Finalizada la película, Pasolini vino una vez a Barcelona. Estuvimos cenando juntos los tres en un restaurante al final de Las Ramblas.

Sacristán y Pasolini estuvieron discutiendo sobre un asunto lingüístico que ahora no puedo precisar. Recuerdo, eso sí, que, al acabar la cena, en un aparte, Pasolini me comentó que profesores así, con esa preparación, no había en Italia.

¿Cuándo fue la segunda vez?

Cuando el consejo de guerra de Burgos, en el encierro de Montserrat. Allí estuvimos los dos. Luego también en las manifestaciones contra las penas de muerte que se pedían contra aquellos luchadores antifascistas.

¿Algo más que quiera añadir?

No volví a ver a Sacristán pero seguí leyéndole, seguí leyendo sus escritos y sus libros. No es alguien que haya olvidado. Desde luego que no.

 

Entrevista realizada por Salvador López Arnal.

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