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Yolanda González: ¿muerte o asesinato?

Las palabras sirven para aclarar o para confundir. Para sacar a la luz o para esconder. Para descubrir los rincones más apartados de la historia o para dejarlos como siempre estuvieron: a oscuras del todo o, como pasa muchas veces, medio a oscuras. Preguntas sobre lo que podemos hacer con las palabras me han surgido de nuevo después de escuchar un podcast sobre Yolanda González. Como vivo al margen de todo lo más moderno, tengo poca relación –ninguna– con lo que se mueve por mis alrededores: Instagram, X, TikTok, Facebook, ChatGPT, DeepSeek, La RazónEl MundoABCCuestión de llevar una vida más o menos sostenible. No sé cuántas veces he preguntado lo que es un algoritmo y tantas veces como me lo han aclarado no he conseguido quedarme con la copla. El caso es que ese podcast –supe muy tarde que un podcast es como un programa de radio, más o menos– me llegó desde diversos sitios en forma de mensajes al móvil. Todos esos mensajes eran para que no dejara de escucharlo. Y lo escuché. Lo he escuchado varias veces. Dos periodistas de la cadena SER se encargan de la realización: Víctor Olazábal escribe el guión y Aimar Bretos pone la voz. Me gustó mucho. 

Las dos partes en que se divide el podcast cubren el tiempo en que la vida de Yolanda González fue la de una estudiante que desde muy joven tuvo claro cuál era su sitio en el mundo. Formó parte de los colectivos que luchaban para que ese mundo no fuera una mierda. Militó en el PST (Partido Socialista de los Trabajadores). Llegó con su familia a Madrid en 1979 desde Euskadi, donde había nacido en Bilbao en 1961. Estudiaba electrónica en un instituto. El 1 de febrero de 1980, un grupo de pistoleros de extrema derecha la secuestraron en su casa, le pegaron tres tiros en un descampado y su cadáver fue descubierto al día siguiente por unos trabajadores camino del curro. Tenía 19 años. Los sigue teniendo en esa imagen suya que tantas veces hemos visto reproducida cuando recordamos la violencia represora y los crímenes del franquismo y de la transición. El podcast sobre su vida me ha devuelto a aquellos años, a los sueños que nos servían para vencer al miedo, al tiempo de las cerezas que era el tiempo de las ilusiones y las canciones revolucionarias. Al tiempo de Yolanda González y de sus asesinos.

Aquella noche del secuestro la torturaron en el coche y, ya fuera, Emilio Hellín Moro le pegó dos tiros en la cabeza y después la remató Ignacio Abad Velázquez con otro disparo. Los dos eran militantes del partido ultraderechista Fuerza Nueva. Otros nombres colaboraron, a distintos niveles, con los asesinos: José Ricardo PrietoFélix Pérez AjeroDavid Martínez Loza y el policía nacional Juan Carlos Rodas Crespo, que fue quien al día siguiente, al enterarse de lo sucedido la noche anterior, alertó a sus superiores. El grupo entero fue detenido y condenado a muchos años de prisión. Cuarenta y tres tenía que haberse chupado Emilio Hellín Moro y a su camarada Martínez Loza le cayeron veintiséis. Las sentencias de los otros eran de seis años, menos unos pocos meses que fueron para el policía, seguramente por la colaboración con sus colegas. En 1987 Hellín se fugó durante un permiso carcelario (¡qué bien ese permiso tan rapidito, ¿no?!) y se fue a Paraguay, donde abrió varios negocios y trabajó para la dictadura de Alfredo Stroessner. Un reportaje de los periodistas José Luis Morales y Antonio Catalán para Interviú hace que Hellín huya de Paraguay y es detenido en la frontera de este país con Argentina. Será extraditado a España en 1990. Cumple seis años de condena y en 1996 sale a la calle. Y se pierde su pista. Unos años después el periodista de El País José María Irujo lo encuentra y nos enteramos de que llevaba muchos años trabajando para el Ministerio del Interior, como perito entendido en todo lo relacionado con el ramo de la electrónica. Y de nuevo sale de la escena pública. Se sabe que sigue haciendo peritajes que tienen que ver con procesos judiciales, como el de la expresidenta del Parlament Laura Borràs, imputada por corrupción. El asesino Hellín cumplió en total menos de quince años de cárcel de los cuarenta y tres a los que fue condenado. Un chollo en nuestro país eso de ser ultraderechista.

La historia de Yolanda González es la historia de la transición española a la democracia. No entera, claro. Sólo una parte. La de la oscuridad, la de la violencia que no desapareció con la muerte del dictador, la de esas pequeñas biografías que se quedaron casi en la invisibilidad porque la historia que se escribe con H deja fuera demasiadas vidas que siempre se escribieron con h. Mucho de lo de aquellos años sirvió para abrir un nuevo tiempo hacia el futuro. Pero se quedaron sin abrir demasiados muros de contención que sirvieron para que el franquismo no desapareciera de nuestras vidas. La memoria democrática avanza lentamente, muy lentamente. La historia la quieren seguir escribiendo, ahora con la V de los vencedores, quienes heredaron del fascismo su pensamiento reaccionario y lanzan a todas horas y desde muchos medios llamadas a convertir la democracia en un juguete roto que no sirva para nada. Malos tiempos para la democracia. Lo sabemos. Pero también sabemos que esos malos tiempos vienen de muy atrás, seguramente de los deberes que esa democracia no hizo cuando tocaba y desde que los nuevos fascismos empezaron a ser casi solemnemente blanqueados dentro de las mismas democracias. Pero he empezado hablando de un podcast que se titula Yolanda González, vida y muerte de una demócrata. Y voy hacia el final.

Ya lo dije al principio: me ha gustado mucho. Claro que no está todo lo que podría estar. Pero hay bastante de lo que sí que no podía faltar en ese recorrido por la memoria de Yolanda González y los tiempos violentos de la transición. En ese recorrido intervienen voces de compañeros y compañeras de Yolanda, de periodistas, de su familia, de abogados que dejan claro lo difícil que resultaba sacar adelante las acusaciones… Todas esas voces coinciden en que fue uno de los asesinatos más crueles llevados a cabo en aquellos años contra gente de izquierdas. Todas esas voces nombran repetidamente una palabra: asesinato. Por eso si Víctor Olazábal y Aimar Bretos, dicho sea con el más absoluto respeto y admiración a su trabajo, me lo permiten, haría dos sugerencias. Las dos tienen que ver con el título del podcast. Creo que el título más apropiado, el que más se acerca a la realidad de lo que pasó aquella noche fatídica del 1 de febrero de 1980 y de quién fue Yolanda González, tendría que ser otro bien distinto. Porque las palabras dicen, esconden o lo dejan todo a medias. “Muerte” no es lo mismo que “asesinato”. Y “demócrata” debería incluir la condición de “antifascista”. Pero aquí, digo en este país, no se da esa relación entre una palabra y otra. Mucha gente dice que es demócrata pero el antifascismo le provoca sarpullidos. Yo creo que eso es difícil, que ser demócrata y no ser antifascista es imposible. Pero hay quien piensa que sí. Por eso lo aclaro: desde mi punto de vista, el título del podcast que estoy acabando de recomendar debería destacar el carácter antifascista de Yolanda González en su lucha por la libertad y la democracia. O sea: Yolanda González, vida y asesinato de una antifascista. Es una opinión, claro. Sólo una opinión. Y ya me callo.

Fuente: InfoLibre

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