Verano en Brooklyn

Little Men

Con un gran peso interpretativo de dos jóvenes actores, el realizador Ira Sachs vuelve a emplear su mirada cargada de afecto para narrar un pequeño drama entre dos familias, un retrato íntimo lleno de connotaciones humanas y sociales que se acumulan para crear un filme cautivador.

«Verano en Brooklyn», casi siguiendo su título original de «Little Men», tiene una apariencia de película pequeña. Es un drama familiar rodado con suavidad y ternura, donde el protagonismo recae sobre dos chicos de 13 años, una edad donde se mezcla el ser niños con los sueños de querer ser adulto, mientras la realidad de sus padres y el mundo real discurren para ellos en un segundo plano. No hay grandes escenas ni, una vez más en apariencia, grandes dramas, pero ésta es una película dirigida por Ira Sachs, un realizador que sabe dar a cada detalle una significación y a cada vacío un eco que resuena. Como declaró el veterano actor Greg Kinnear tras leer el guión, «sinceramente, no acababa de ver cómo un cineasta podría convertirlo en algo persuasivo y absorbente. Entonces me di cuenta de que Ira Sachs era el director de «El amor es extraño», una película de la que estoy enamorado, y lo entendí».

Verano en Brooklyn

«El amor es extraño» es justo su anterior y destacada película, un filme que merece ser recordado y que contó con John Lithgow y Alfred Molina interpretando a una pareja que lleva más de 40 años junta y que tiene que mudarse al perder uno de ellos su empleo poco después de casarse. De «40 Shades of Blue» hace más de una década y merece ser rescatada del olvido de la distribución española, al igual que «Keep the Lights On», otra película del director que, aunque ésta sí fue estrenada en España, su paso por la cartelera fue poco visto. Para quienes se perdieron sus películas, al menos en EE. UU., hace pocos meses el MoMA de Nueva York le dedicó a Sachs un ciclo que calificó como una retrospectiva a media carrera. Lo tituló, muy acertadamente y empleando una frase de su última película, «Gracias por ser honesto».

Honestidad y Nueva York son dos sustantivos imposibles de desasociar de su cine. Ira Sachs es un director cuyo plano panorámico predilecto es Nueva York y, como indicó un crítico estadounidense, Bilge Ebiri, va camino de sustituir a Martin Scorsese y Spike Lee como el cineasta contemporáneo de la ciudad. Sin embargo, su guionista habitual, y con quien repite aquí, es brasileño y a su director de fotografía de «Verano en Brooklyn», Óscar Durán, algunos habrán tenido la suerte de tenerlo como profesor en el Instituto del Cine de Madrid. Si su cine y esta película son completamente neoyorkinos, su visión, enfoque y sutileza siempre poseen un poso mucho más universal.

Verano en Brooklyn

En «Verano en Brooklyn» dos jóvenes de 13 años, Tony y Jake, uno aspirante a actor y el otro con ilusiones de ser pintor, se conocen y se vuelven grandes amigos cuando la familia de Jake se muda a la casa de su recién fallecido abuelo. La casa, situada en Brooklyn, tiene una tienda abajo que su familia también hereda y que es alquilada por la madre chilena de Tony. Ella lleva años en la tienda, le unía una gran amistad con el recién fallecido abuelo y paga un alquiler más bajo de lo que manda el mercado, manteniendo con dificultad un negocio que no pasa por el mejor momento. La familia de Jake, quien comparte la propiedad con otro miembro familiar, quiere aumentar el alquiler a una cantidad que creen justa, ahora que el barrio está en auge.

Ésta es una historia para adultos pero llevada por dos jóvenes adolescentes donde su bella y platónica amistad vibra con verdad emocional, una amistad marcada por la casualidad de conocerse y que resalta la importancia de estos encuentros fortuitos para soñar con el futuro. Sin embargo, la película esconde muchas capas más de narración. Se encuentran poco exaltadas, y muchas veces transcurren entre bastidores, como mucha de la acción de «La gaviota» de Chejov, pieza teatral que aparece también en «Verano en Brooklyn» y con la que mantiene una fuerte relación intertextual. La película habla de la gentrificación y el aburguesamiento de un barrio y de cómo desplaza a una parte de su población, habla de desahucios, de sueños rotos tanto en la juventud como en la madurez, habla del poder que alguien puede ejercer gracias a poseer la propiedad sin creer que está haciendo nada moralmente erróneo. Todo está aquí dentro, en esta pequeña película.

Verano en Brooklyn

En «La gaviota», Chejov muestra al final de la obra que este pájaro, símbolo de la creación, terminará muerto y corrompido. Es una escena que el padre de uno de los jóvenes ensaya e interpreta. Al ejercer como padres, ellos son quienes les enseñan a sus hijos qué mecanismos tiene la realidad para crear esta corrupción. Ira Sachs crea esta situación sin grandes discursos ni parlamentos, lo logra con silencios, vacios, sutilezas y, algo muy difícil de lograr, con ternura y empatía hacia todos los personajes. El desarrollo de los acontecimientos y la protesta que genera en los jóvenes es visto siempre a través de ellos dos. La película se vendría abajo sin una interpretación de peso por su parte, y tanto Theo Taplitz como Michael Barbieri son dos nombres que sonarán fuerte en el futuro.

Los chicos, al final, reciben una lección sobre cómo funciona el mundo dentro del libre mercado. Dicen que nunca es bueno mezclar amistad y negocios, pero eso tardarán en aprenderlo. Lo que sí ven en el conflicto que enfrenta a sus dos familias sobre dinero, sueños y necesidad, es que el primero paga a los otros dos. Ven que nadie quiere regalar nada, a menos que uno conserve esa mirada honesta por la que hay que darle las gracias a Ira Sachs, esa mirada que también tienen sus personajes de trece años, capaces de ver el mundo adulto y sentir la inocencia de la infancia al mismo tiempo.

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Ficha técnica:

Dirección: Ira Sachs.
Intérpretes: Theo Taplitz, Michael Barbieri, Greg Kinnear, Jennifer Ehle, Paulina García, Alfred Molina.
Año: 2016.
Duración: 85 min.
Idioma original: Inglés.

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