Una nueva fase

Una nueva fase

La investidura de Illa ha eliminado la muy real posibilidad de repetición electoral en Cataluña y ha cerrado, para los próximos tres años (salvo acontecimientos muy improbables, pero nunca descartables en la inestable situación política española), la etapa de importantes consultas electorales celebradas, tras el 23 de julio del año pasado, en Galicia, País Vasco, Cataluña y en toda España (9 de junio).

Como decimos la situación política sigue y seguirá siendo tremendamente inestable, pues continuará determinada por el uso de todo tipo de maniobras por parte del Presidente del Gobierno, para aferrarse a su posición y por el uso de todo tipo de maniobras por parte del PP, para eliminarle de ella. Sin embargo el escenario ya no es el mismo, se han producido cambios y se van a producir más aún, lo que significa que ambos contendientes deberán examinar con más cuidado el tipo de maniobras a utilizar, además de prestar atención al resto de protagonistas de la escena política española, cuyos particulares intereses también juegan, si bien sea más secundariamente.

En el último año ha sido precisamente el Presidente del Gobierno quien se ha mostrado más hábil a la hora de atender algunos de esos intereses. La muestra más clara de ello, ni de lejos la única, ha sido la amnistía. El PP y sus afines han centrado en esto sus ataques, en el Congreso, en sus medios de comunicación y en la calle. Han descrito al Presidente del Gobierno como una especie de marioneta de fuerzas y personajes que odian a España (en realidad odian a cierta clase de españoles, la más humilde, ya que España no deja de ser principalmente un constructo). Han clamado que la amnistía significa acabar con la igualdad de los españoles ante la ley (lo que es cierto, pero que no impresiona mucho a la mayoría de los españoles, ya que estos saben por experiencia que lo de la igualdad ante la ley depende del dinero y las relaciones, como muestra una famosísima escena de Los Intereses Creados benaventianos). A estas alturas ya debería estar claro que, aparte de emponzoñar1 la atmósfera política, nada de esto va a terminar con el actual Gobierno.

En efecto, los resultados electorales de los últimos meses no han mostrado variaciones significativas. En las elecciones territoriales se reprodujeron los anteriores (luego comentaremos los catalanes) y en los del 9 de junio hubo un 31 (los contrarios al Gobierno) a 30 (los que apoyaron la investidura última de Sánchez). Es decir, casi igual que el 23 de julio, pues hay que recordar que la diferencia estriba en el sistema electoral y no en el número de votos (el 9 de junio, al ser elección en circunscripción única, todos los votos valían igual, mientras que en las elecciones generales no es así, sobre todo en el Senado, razón por la cual en este hay una mayoría absoluta del PP).

Las elecciones catalanas del 12 de mayo sí mostraron algunos cambios. Singularmente el de aumentar la fuerza de quienes representan directamente al Gobierno y al propio PP, al tiempo que disminuían las de quienes participaron activamente en el intento de golpe de estado de 2017. Además, en el interior de estas últimas, se produjo una alteración importante del equilibrio de fuerzas. Esta alteración es la que ha retrasado tres meses la formación del nuevo gobierno regional, pues también era capaz de forzar la repetición electoral. En realidad, la forma en que se ha producido la investidura de Illa ya se evidenciaba, por los números y las formas, la misma noche de las elecciones. No obstante, la extrema separación en bandos irreconciliables de las fuerzas políticas catalanas y la ventaja electoral obtenida en el suyo por quien más interés tenía en esa repetición hacía pensar (por lo menos a quien suscribe esto) que la manifiesta suma de 42+20+6=68 podría no producirse. El gran número de abstencionistas habido el 12 de mayo, que se hubiera incrementado más en el caso de repetirse las elecciones, ya deslegitima bastante las instituciones catalanas. Pero eso nunca ha preocupado mucho a quienes las usufructúan. Lo que sí les preocupa es que quede claro, aunque sea a nivel protocolario, su papel de mando. Y casi todos han obtenido algo en este sentido, aunque sólo uno ha sido quien ha repartido las dádivas, lo que aclara quién manda de verdad.

Lejos de ser una marioneta, el Presidente del Gobierno ha conseguido que ERC y Junts pasen de aborrecerse íntimamente a hacerlo abiertamente. Y por más que sigan siendo de la misma banda golpista se les ha obligado a pasar por las horcas caudinas del “divide et impera”. ERC, que corría un riesgo cierto de dividirse, ha permanecido unida sobre la base de que su división les hacía desaparecer al instante, mientras que ahora tienen tiempo por delante sin citas electorales, lo que permitirá que se acuchillen con sordina. Junts ha visto cómo se permitía (como ha escrito el académico Pérez-Reverte no hubo ningún fallo, todo salió como estaba previsto) que Puigdemont se transmutara en Pimpinela Escarlata, una vez que estaba claro que su (sin duda rapidísimo) paso por la prisión no iba a servir para romper a ERC. Por si fuera poco, todo esto lo ha logrado Sánchez con el apoyo unánime de la cúspide dirigente de la oligarquía catalana, como muestran todas las editoriales que La Vanguardia ha venido consagrando al tema. Y lo de tener de su parte al poder económico catalán (por más que hoy esté lejos de ser lo que fue) no es moco de pavo, sobre todo por cuanto le puede servir para “disciplinar” al resto, pues hay que recordar que, por debajo de las grandes empresas, todos le odian. Y en la gran patronal, por más que les guste arrullarse con el poder político, también tiene muchos díscolos.

Es cierto que la coartada para lograr esto ha sido la promesa de la financiación singular y exclusiva para Cataluña. Pero ahora falta transformar eso en realidad y ello no es tan sencillo. No lo decimos por la constatada infidelidad de Sánchez a sus promesas. Lo decimos porque este asunto, a diferencia de la amnistía, sí tiene consecuencias directas y muy perjudiciales para el futuro del voto del PSOE. Algunos dirigentes ya han dicho en voz alta lo que muchos otros piensan: Lo que se ha prometido dar a uno saldrá de la bolsa de todos los demás y eso afectará a los votantes directos de esos dirigentes. Es verdad que otros han hablado en otro sentido, pero esos son de los prescindibles, los que tienen problemas a la hora de calcular sumas y restas y que han llegado donde están por la fidelidad al mando supremo. Seguramente a quienes tienen apoyos propios y saben utilizar las cuatro reglas, se les estará diciendo que todo eso es un futurible y que pueden pasar muchas cosas. Claro que una de las cosas que no pueden pasar es que quienes han recibido el cheque de la promesa se la pasen al cobro al PSOE y este es otro de los argumentos que se están utilizando para aquietar las aguas internas en el partido. Y es que ni Illa, ni el propio Sánchez, pueden ser derribados sin que se presente otro candidato. Y los números indican que eso es imposible hoy por hoy. No es que la política no haga extraños compañeros de cama, que los hace, ni que no pueda haber alianzas antinaturales. Lo que sucede es que cualquier tipo de alianzas tiene que implicar alguna satisfacción para todos los partícipes y esa satisfacción ha de ser visible de alguna manera y esto no se puede dar en este momento en España más que desde ese eje que, hoy, controla Sánchez.

Siendo así las cosas, ya ha llegado la hora de que quienes aspiran a eliminar de la política al actual Presidente del Gobierno empiecen a pensar en otros medios para hacerlo. Como hemos dicho las próximas elecciones están lejos, el Gobierno no necesita legislar y es perfectamente capaz de continuar sin Presupuestos, pues ya hace años que estos pasaron a tener muy poca relación con el gasto real y este, el gasto real, es el único que interesa a Sánchez mantener en sus manos. Por lo demás, por más que mienta su política publicitaria, la realidad de este Gobierno es que está fielmente posicionado en favor de todo lo que ordenan en Washington y Bruselas. No sólo manda tropas a acosar a la Federación Rusa en los países bálticos y Rumanía, sino que acaba de enviar un portahelicópteros a Oriente Próximo para colaborar con las genocidas, atacando a quienes defienden a los palestinos. A la par que vota, junto al PP, todo cuanto desea U. von der Leyen en Bruselas. Así pues ¿por qué oponerse a Sánchez desde una posición reaccionaria? La administración de Justicia es el último sector de oposición que se mantiene en pie, pero lo hace más por espíritu de cuerpo que por servir al PP. Y hasta esta resistencia puede cesar si se les da curso para seguir con su acendrado corporativismo.

En cuanto a la izquierda, la seudoizquierda “woke” hace tiempo que está cautiva y desarmada y la poca verdadera que subsiste está políticamente desarticulada y socialmente muy dividida. También hay que tener en cuenta que la desmoralización causada por la política gubernamental y el descrédito que esta produce en los principios democráticos, hace que las movilizaciones sean muy dispersas y poco numerosas.

La realidad es que nos encontramos ante una sociedad profundamente enojada consigo misma y falta de ilusiones a corto y largo plazo. Una sociedad cuyos últimos intentos de salir del pozo (el 15-M y lo que trajo en política) han fracasado ignominiosamente. Una sociedad en declive. Y el reconocimiento de esta evidencia, por arriba y por abajo, significa que cada día veremos más cosas insólitas en los antiguos tiempos.

Naturalmente esto no es una cosa que afecte únicamente a España. Es la realidad de todo eso que se conoce como Comunidad Internacional y que no es otra cosa que EE.UU. y la cincuentena de sus estados satélites. Lo que ocurre es que el mundo fuera de esta sedicente Comunidad, es cada vez más amplio y fuerte y ya no hay “softpower” capaz de contenerlo. Sólo queda la fuerza militar y todos los peligros que esto trae aparejado. De aquí que pronto veamos por nuestros lares esas cosas insólitas que sólo acostumbraban suceder en países muy alejados. De aquí que pronto los parámetros de nuestra vida política (corrupta y antipopular, pero de la que podíamos mantenernos ajenos) también empezarán a parecerse a los de esos otros países. ¡Ya veremos si entonces volveremos a tener una izquierda auténtica!

 

Nota
  1. Usamos este término en razón de que los odios que se agitan no sirven más que a los señores del Poder y no tienen nada que ver con la realidad material de la lucha de clases. Pese a cuanto algunos digan esto no tiene nada que ver con la primavera de 1936, cuando sí existía esa realidad material como base de los enfrentamientos. Además de una gran esperanza.

 

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Fuente: Crónica Popular

 

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