Trump e Israel pierden, Rusia, Siria e Irán ganan (I)

Si tenemos que usar la fuerza, es porque somos Estados Unidos.
Somos la nación indispensable. Vemos más allá en el futuro
(Madeleine Albright ex secretaria de Estado)

 

La estrategia de seguridad nacional de la administración Trump, hecha pública a comienzos de año, declaraba abiertamente que la lucha contra el terrorismo ya no era la prioridad principal. EEUU no teme especialmente al terrorismo, a fin de cuentas es uno de sus creadores. Su objetivo, ahora, es la competencia con los otros grandes poderes internacionales (Rusia y China)

Por otra parte Trump quiere cumplir una de sus promesas electorales: sacar sus tropas de Siria. La guerra fue uno de los legados que Obama dejó tras de sí. Trump sabe que el equilibrio estratégico en Oriente Medio bascula en favor de Rusia e Irán. Es consciente de que las tropas estadounidenses no alterarán esa nueva situación de poder. La solución era desde ese punto de vista, obvia. No ha sido, como se pretende, una resolución impulsiva. Incluso después del ataque a Damasco del mes de abril, Trump –como reconocen algunos de sus ex–asesores– planteó la retirada de sus tropas. El gobierno de Tel Aviv, así como el turco, habían sido avisados. Otros países aliados, descolocados por esta decisión según informan las agencias de noticias, han llamado insistentemente a Washington pidiendo aclaraciones. Las tropas kurdas de las Fuerzas Democráticas Sirias han sido abandonadas a su suerte. Están entre los grandes perdedores. Joost Hiltermann, director para Medio Oriente del International Crisis Group, afirmó que la decisión estadounidense era “un desastre” para las fuerzas kurdas. Las negociaciones entre los kurdos y el gobierno de Damasco estos días son frenéticas. Los kurdos están dispuestos a devolver los pozos de petróleo y gas que controlan a cambio de la protección del gobierno sirio frente a Turquía.

Las tropas italianas acantonadas en el este del país ¿qué es lo que defienden a no ser los intereses de la petrolífera ENI? Quedan abandonadas y no tendrán más remedio que abandonar la zona. El gobierno francés ha hecho el ridículo. Las tropas galas desplazadas en Siria han quedado absolutamente fuera de lugar (oficialmente no hay soldados franceses en Siria, aunque France 24 grababa a los soldados galos al norte del país). Trump no ha contado para nada con el presidente Macron, políticamente en horas muy bajas. La posición de Francia se diferenciaba de sus otros socios europeos. El 15 Abril, en una entrevista, aseguraba el presidente francés que había convencido a Trump para que permaneciera en la zona. En agosto volvió a plantearse la cuestión. París quería mantener la presión sobre Al-Assad. En octubre Francia participaba de la reunión cuatripartita sobre Siria con Alemania, Turquía y Rusia. Las conclusiones eran claras, el conflicto solo puede ser resuelto mediante un proceso político en el marco de la Resolución 2254 del Consejo de seguridad de la ONU. Ningún dirigente político presente propuso la destitución de Al-Assad. Francia se ve ahora aislada en el interior de Siria y sin un objetivo claro (en realidad nunca lo tuvo más allá de apoyar a los grupos islamistas). La reunión de octubre evidenció la soledad de Washington. La reunión marcó una vez más las discrepancias de los socios europeos con Trump, de alguna forma los europeos dijeron: “podemos actuar sin la tutela de EEUU”. Las grietas en el bloque occidental se abren cada vez más, ya no son grietas, son simas. La ruptura unilateral del tratado INF (misiles de alcance intermedio) por parte de EEUU sin consultarlo con sus socios acentúa la divergencia. Es un tratado que procedía de la Guerra Fría y que había frenado, en parte, la carrera armamentista. Para los europeos fue la confirmación de que no pueden fiarse de EEUU. Lo hemos dicho en otras ocasiones: Washington no quiere aliados, sino vasallos.

Según el New York Times, el presidente norteamericano se ha impuesto a los deseos del Pentágono y del propio Secretario de Defensa de EEUU, Jim Mattis (que ha anunciado su retirada en febrero). Las fuerzas militares de EEUU ocupaban ilegalmente partes de Siria desde hace ‎‎4 años, todo ello sin autorización del Consejo de Seguridad de la ONU. EEUU abandona la zona aunque es posible (siguiendo el modelo de Afganistán) que deje elementos de las fuerzas especiales y contratistas privados que “vigilen” sus intereses específicos.

‎Es desde el punto de vista militar y político una enorme derrota de Washington y de Israel. El último enviado de Trump a la zona había afirmado por activa y por pasiva que no se marcharían de Siria hasta que fueran eliminados los elementos armados pertenecientes al Emirato Islámico, (quedan 50.000 efectivos en la zona de Idlib) mientras hubiera tropas iraníes en la zona (es muy fácil ver a los oficiales iraníes en Damasco descansando) y mientras no existiese una solución política (según los intereses de EEUU). Ninguna de esas premisas se ha cumplido. Esos 50.000 efectivos eran el ejército de reserva que Trump necesitaba para desequilibrar Damasco, pero especialmente Yemen e Irán. Por otra parte, también se quería utilizar esos efectivos para trasladarlos a Afganistán y justificar la presencia estadounidense en el país. Los grupos terroristas afincados en Idlib colapsarán y serán eliminados en unos meses.

Los principales asesores de Donald Trump han quedado desautorizados. Mike Pompeo, Secretario de Estado, o Jhon Bolton, el asesor de seguridad nacional del presidente, y su equipo deseaban mantener la presencia en la zona. En septiembre, Bolton declaró como objetivo derrotar al Estado Islámico y garantizar que las fuerzas iraníes abandonaran el país. La declaración sonó a política oficial. Anteriormente, el 22 de agosto, amenazó al Gobierno sirio: “Si Damasco decide usar armas químicas, nosotros responderemos con tanta fuerza que ellos (los sirios) van a lamentarlo durante mucho tiempo”. Hace dos semanas el enviado especial de la Casa Blanca a la zona, James Jeffrey, pronosticaba que la retirada militar iba para muy largo. No se contemplaría hasta que Irán abandonara la zona. En realidad serán sólo dos meses. La retirada ordenada por Trum rompe con los esquemas de algunos dirigentes republicanos. Algunos han puesto el grito en el cielo. «Es un error grave», escribió en Twitter el senador republicano Marco Rubio. “Si no se revierte, perseguirá a esta administración y a América en los próximos años”. El senador Lindsey Graham, otro firme apoyo de Trump, dijo que él y otros en el establecimiento de seguridad nacional estaban “desconcertados” por el anuncio.

 

¿Pero contra quién luchó EEUU en Siria?

Trump ha mentido una vez más. Proclamaba que “la única razón” de la presencia militar estadounidense en Siria ha sido la lucha contra el EI. Las pruebas aportadas por Damasco, Moscú e incluso Iraq demuestran que Washington adiestraba a los terroristas del ejército islámico en la base de Al Tanf (fronteriza con Iraq). Por otro lado EEUU no ha dudado en detener los avances del ejército sirio, si era necesario utilizando la aviación. Otro ejemplo concluyente fue el ataque de Washington en abril del 2018, con el apoyo de Londres y París, que se saldó con un estruendoso fracaso. El secretario de Defensa de EEUU, James Mattis, dijo en aquella ocasión que el bombardeo había sido un “fuerte mensaje” al presidente sirio; en el fondo pretendía, como su antecesor en el cargo, Rex Tillerson, el derrocamiento de Al-Assad. Durante estos años Siria siempre ha acusado a EEUU de ocupar ilegalmente su territorio. Era a todas luces, desde el punto de vista militar y político, una situación insostenible para el ejército norteamericano. A finales de mayo del 2018 Al-Assad anunció en una entrevista que “EEUU tendrá que irse del país de una forma u otra”. Así ha sucedido.

La retórica norteamericana ha dejado paso al pragmatismo político, el enviado de EEUU para la zona, James Jeffrey, aseguraba el lunes pasado que Washington no buscaba “deshacerse” del presidente sirio. Muy lejos quedan los deseos de Trump de asesinar a Al-Assad si hemos de creer las revelaciones del libro Fear: Trump in the White House (Miedo: Trump en la Casa Blanca)

 

Rusia, la gran ganadora

La participación rusa en la lucha ha sido decisiva. Al-Assad pidió ayuda a Moscú. El 30 de septiembre del 2015 el senado ruso la autorizó. Es una acción legítima desde el punto de vista de la legalidad internacional. El gobierno sirio controlaba el 8,5% de su territorio y la mayor parte de la población, dominaba Damasco, así como gran parte de Alepo y las ciudades de Homs y Hama. Por otra parte las fuerzas sirias aliadas con Hezbola habían vencido en la batalla clave de Al-Qalamoun en 2014 (manteniendo abiertas las vías de comunicación con el Líbano, desde donde llegaba el petróleo argelino, vital para el esfuerzo de guerra). Dos años después del inicio de la ayuda rusa el gobierno sirio controla el 96,5% del territorio nacional (según los datos del Ministerio de Defensa ruso) y se han liberado 1.400 localidades. En este período la aviación rusa ha realizado 30.650 vuelos de combate contra más de 96.000 objetivos terroristas, incluidos campos de entrenamiento, puntos de apoyo y comando, depósitos de municiones y objetivos petrolíferos. Los terroristas sufrieron por estos bombardeos 53.707 bajas.

Una retirada estadounidense es un regalo de Navidad para Vladimir Putin. Durante años ha trabajado para limitar la influencia estadounidense en la zona y asegurar la salida de su flota al mar Mediterráneo. La acción se consolida con la construcción en el puerto de Tartus de un astillero que reparará los grandes navíos de guerra rusos.

 

Siria se queda en ruinas

Tras años de actividades militares en suelo sirio, dando apoyo al EI, EEUU se va y deja una Siria libre pero en ruinas. A principios de año Tillerson aseguró que EEUU y sus aliados no colaborarán en la reconstrucción. En septiembre pasado un documento interno de la ONU y redactado por funcionarios norteamericanos indicaba como objetivo evitar que la organización proporcionara ayuda humanitaria a la población civil siria, hasta que no hubiera un acuerdo de «transición política».

La reconstrucción costará la friolera de 300.000 millones de dólares y la implicación de una generación completa. Las pérdidas humanas aún por cuantificar pueden superar las 400.000 y en torno a 10.000.000 los desplazados. Siria, a pesar de la ayuda que recibirá de China, Rusia e Irán, así como otros países –incluidos los europeos ( que se aprestan estos días a reabrir embajadas y enviar delegaciones empresariales y políticas)– tardará una generación en levantarse.

¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?

1 Cor 15,54-58

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