La pandemia ha abierto una caja de Pandora en relación con el futuro del trabajo. La crisis ha provocado una gran pérdida de puestos de trabajo, horas y ganancias, especialmente para aquellos que se encuentran en todo tipo de sectores de servicios, como comercio minorista, entretenimiento, ocio, eventos, preparación de alimentos, etc. y está obligando a miles de pequeñas empresas a sobrevivir con pequeños márgenes y con grandes cargas de deuda a sus espaldas.
Pero es más que eso. La recesión brindará y está brindando una oportunidad para que las empresas, particularmente las grandes, eliminen partes sustanciales de su fuerza laboral y las reemplacen con máquinas, robots, tele-trabajo en el hogar y algoritmos. El resultado es que habrá una mayor concentración de empresas por sectores, ya que las empresas más grandes devoran los mercados de las más pequeñas. Por supuesto, este no es un fenómeno nuevo, pero es parte integrante de las recesiones del capitalismo. Friedrich Engels detectó este proceso ya en la década de 1840 en la Inglaterra industrial: «Los antiguos estratos bajos de la clase media – los pequeños comerciantes, tenderos, jubilados, artesanos y campesinos – todos ellos se hunden gradualmente en el proletariado, en parte porque su capital diminuto no es suficiente para la escala en que se desarrolla la industria moderna, y se hunden en la competencia con los grandes capitalistas, en parte porque su especializada capacidad pierde valor con los nuevos métodos de producción”.
Es probable que despegue la tan comentada revolución de la automatización, al menos en algunos sectores de crecimiento importantes. Bajo el capitalismo, el sistema de producción con fines de lucro, esto no significará menos horas de trabajo para los asalariados; un trabajo más interesante en vez de un trabajo rutinario; o ingresos crecientes. Por el contrario, la revolución de la automatización bajo el capitalismo tendrá como objetivo reducir la fuerza de trabajo, aumentar las horas de los que aún sigan empleados y evitar que aumenten los salarios, todo para incrementar la rentabilidad de los más eficientes a expensas de los menos eficientes.
Hay muchos pronósticos sobre la pérdida de puestos de trabajo a medida que los robots reemplacen a los trabajadores. Los consultores de gestión, McKinsey, pronosticaron que la automatización podría desplazar 53 millones de puestos solo en el continente europeo hasta 2030, el equivalente a aproximadamente el 20% de la fuerza laboral actual. Las mayores reducciones de puestos de trabajo se producirán en la venta al por menor, la manufactura y los servicios de alimentación y alojamiento. Y los más afectados serán los que tengan menos «capacitación» y se les pague menos.
Una vez más, no hay nada nuevo en la historia de la sustitución del trabajo por máquinas. Es la esencia del capitalismo industrial. La llamada «revolución industrial» de principios del siglo XIX sustituyó a millones de gestes de oficios y artesanos expertos por máquinas. Los salarios reales se estancaron o incluso cayeron cuando los ingresos de los artesanos desaparecieron y las ganancias de las nuevas industrias fueron a parar a sus propietarios. Engels señaló este proceso en su brillante libro, La condición de la clase obrera en Inglaterra (1844). Los industriales propietarios de máquinas se hicieron “ricos con la miseria de la masa de asalariados”. La recesión pandémica está creando en la actualidad las condiciones para la eliminación de puestos de trabajo en todos los ámbitos, como sucedió después de la recesión de la tercera década del siglo XIX. En la tercera década de este siglo podría ocurrir lo mismo.
En su libro, Engels señaló que la mecanización condujo a una caída de la participación del trabajo en el ingreso nacional, incluso si algunos trabajadores obtuvieron empleo en las nuevas industrias a medida que morían las antiguas. Este proceso se repetirá también esta década tras la pandemia. En los EEUU, los salarios de los hombres en su edad más productiva con un diploma de escuela secundaria han disminuido desde 1980 y las tasas de participación en la fuerza laboral de los hombres de 25 a 55 años también han disminuido. En parte, fue debido a su sustitución por mano de obra femenina más barata y el desplazamiento de la industria manufacturera de las economías capitalistas avanzadas al «sur global» para utilizar mano de obra incluso más barata con plantas industriales modernas. Una vez más, Engels señaló que la tendencia en la década de 1840 a industrializar Inglaterra: “cuanto más se desarrolla la industria moderna, más se reemplaza el trabajo de los hombres por el de las mujeres y los niños … Las diferencias de edad y sexo ya no tienen ningún valor social distintivo para la clase trabajadora. Todos son instrumentos de trabajo, más o menos costosos de usar, según su edad y sexo”.
Pero el cambio tecnológico que reemplazó a la mano de obra también fue una razón importante. Las estimaciones muestran que cada robot multipropósito ha reemplazado alrededor de 3.3 puestos de trabajo en la economía estadounidense y ha reducido los salarios reales. Y las previsiones de expansión de los robots en la década de 2020 predicen un crecimiento exponencial. El número de robots industriales ya se ha multiplicado por tres en el transcurso de la última década, pasando de poco más de un millón de unidades operativas en 2010 a unas 3.15 millones de unidades previstas en 2020. Mientras tanto, los robots supuestamente se han vuelto capaces de sustituir, o incluso superar, a los humanos en muchas tareas, como producir piezas personalizadas e implantes médicos utilizando tecnologías de impresión 3D, diagnosticar enfermedades y ayudar a la toma de decisiones, por ejemplo, por parte de ‘robots con capacidad de juicio’.
El auge de los robots: robots millones de unidades
Las tareas rutinarias y más simples siguen siendo más fáciles de realizar para los robots que las tareas no rutinarias y muy complejas. Esto implica que el aumento del número de robots o las mejoras en su productividad tienden a afectar a los trabajadores poco calificados de manera mucho más adversa que a los trabajadores altamente calificados. Además, los trabajadores altamente cualificados tienden a especializarse en tareas para las que la automatización es complementaria, como el diseño y mantenimiento de robots, la supervisión y la gestión. El impacto diferencial de la automatización implica que los salarios de los trabajadores poco calificados podrían estancarse e incluso disminuir a causa de la automatización; tal y como describió Engels en la década de 1840.
Cuando los robots constituyen un sustituto perfecto del trabajo, los trabajadores y los robots compiten directamente en el mercado laboral, manteniendo bajos los salarios. Como consecuencia, la automatización conduce a una disminución de la participación de los ingresos laborales. En los EEUU, la participación del trabajo en el ingreso dentro de los sectores productivos cayó durante la década de 1970 cuando las empresas intentaron compensar la caída de la rentabilidad mediante la reducción de su fuerza laboral, gracias a dos grandes recesiones en 1974-5 y 1908-2. La participación del trabajo se estabilizó durante los años ochenta y noventa a un nivel más bajo, ya que la rentabilidad empresarial mejoró algo en el período neoliberal. Claramente, hubo otros factores además de la mecanización que provocaron una caída en la participación del trabajo (destrucción de los sindicatos, congelación de salarios, etc.), pero se estima que de la caída del 3% de la participación del trabajo desde la década de 1990 hasta 2010, aproximadamente el 1% se puede atribuir a la automatización.
Participación laboral en el PIB de EEUU (%)
Pero como también señaló Engels, la mecanización funciona en ambos sentidos. Por un lado, la introducción de nueva maquinaria o tecnología conllevará la pérdida de puestos de trabajo para aquellos trabajadores que utilizan tecnología obsoleta. Por otro lado, las nuevas industrias y técnicas pueden crear nuevos puestos de trabajo. Pero sólo en los sectores de la industria que requieren alta cualificación y / o están bajo protección sindical se mantiene la tendencia a crecer de salarios y empleos: “Los obreros conocidos por «hilanderos finos» (los que hacen el hilado fino en la Mule) perciben, desde luego, un salario elevado, de 30 a 40 chelines por semana, porque poseen una asociación poderosa que lucha por mantener su salario, y su oficio exige un penoso aprendizaje, pero los hilanderos de hilo grueso, que tienen que competir con las máquinas automáticas (self-actors), —inutilizables para el hilo fino— y cuyo sindicato ha sido debilitado por la introducción de esas máquinas, reciben en cambio un salario muy bajo.” (Engels). En general, sin embargo, “la afirmación unánime de los obreros es que los perfeccionamientos mecánicos han hecho generalmente bajar los salarios; y en todas las reuniones de obreros de los distritos industriales, se puede oír decir claramente que la afirmación de la burguesía industrial, según la cual la situación de la clase trabajadora ha mejorado gracias a la fabricación mecánica es considerada por esa propia clase como pura mentira.».
La mecanización, los robots y la automatización reducirán el tiempo de trabajo. Eso debería significar menos horas de trabajo, ya que la mano de obra crea más valores de uso en menos tiempo. Pero bajo el capitalismo, los valores de uso adicionales solo realizan más valor a través de la venta de esos valores de uso y ese valor solo se paga a los trabajadores, ya sea en menos horas, salarios más altos o ambos a través de una lucha de clases entre los propietarios del capital y la fuerza de trabajo. Por lo tanto, bajo el capitalismo, la mecanización no conduce «automáticamente» a menos horas y menos esfuerzo.
En un nuevo libro, El trabajo: una historia de cómo pasamos nuestro tiempo, James Suzman explica que, contrariamente a las esperanzas y predicciones de Adam Smith o John Maynard Keynes, la tecnología no ofrece una «vida feliz» (Smith) o » abundante ocio ”(Keynes). Como demostró el recientemente fallecido (y añorado) David Graeber, la mecanización bajo el capitalismo en realidad ha llevado a más ‘trabajos de mierda’ que destruyen la creatividad y el trabajo con sentido, al tiempo que aumentan el esfuerzo.
Como mostró la consultora Gallup en una encuesta reciente sobre la vida laboral en 155 países, publicada en 2017, solo uno de cada 10 europeos occidentales se describió a sí mismo como ‘comprometido’ con su trabajo. En otra encuesta realizada por YouGov en 2015, el 37 por ciento de los adultos británicos que trabajan dijeron que sus trabajos no hacian ninguna contribución significativa al mundo.
Es cierto que la jornada laboral media en la mayoría de las economías capitalistas avanzadas se ha reducido desde la época de Engels, pero no ha sido por la mecanización, sino por las luchas sindicales por mejorar las condiciones de trabajo y por las luchas políticas por la legislación laboral y por la reducción de la jornada de trabajo, etc. De hecho, dado que los sindicatos fueron diezmados a finales del siglo XX en la mayoría de los países, ha habido poca reducción en la semana laboral media (que todavía ronda las 40 horas) a pesar de la aceleración de la introducción de los robots y la automatización.
Cuando los sindicatos de Finlandia propusieron recientemente una jornada de 6 horas, respaldada verbalmente por el primer ministro finlandés, la idea se trasladó a un comité debido a la “ resistencia de los empleadores, que tienen interés en pagar (lo menos posible) por las horas trabajadas, no según la productividad. Una jornada de seis horas con salarios equivalentes a ocho horas significa un salario por hora más alto. También significa una pérdida de control sobre los trabajadores, no solo en términos de una parte más pequeña de cada día en la que los empleadores controlan las actividades de los empleados, sino también a través del reconocimiento implícito de que los trabajadores deberían tener más voz en la organización de la vida laboral». El sueño de Keynes hace casi 100 años de una semana de 15 horas sigue siendo solo eso: un sueño.
La recesión pandémica parece ser un nuevo catalizador para un cambio en las condiciones laborales. ‘Trabajar desde casa’ es la nueva moda. Pero eso solo se aplicará a una minoría, principalmente a aquellos con trabajos de oficina mejor remunerados.
Y no hay garantía de que «trabajar desde casa» mejore la satisfacción laboral o haga que la gente sea «más feliz”, como esperaba Adam Smith. Los empleadores ya están desarrollando nuevos métodos para controlar al personal en sus hogares y, de hecho, se aseguran de que trabajen aún más horas ya que no tienen que trasladarse. Y para la gran mayoría, salir a trabajar en trabajos que no ofrecen creatividad, pagan mal y son cada vez más inseguros seguirá siendo la norma. Más esfuerzo, no menos trabajo.