Mediante procedimientos de guerra asimétrica, y movilizando múltiples recursos (desde efectivos terrestres hasta paracaidistas en parapentes, pasando por drones que atacaron objetivos selectivos y una lluvia de cohetes que abrió amplias fisuras en la Cúpula de Hierro israelí), Hamás protagonizó, el pasado sábado 7 de octubre, un ataque relámpago sobre el sur de Israel, infiltrándose en ciudades y llegando a tomar instalaciones de seguridad israelíes.
Operación Tormenta Al-Aqsa. Se trata de una acometida insólita, tanto por su excelente planificación y ejecución, como por el elevado número de bajas mortales causadas. Sin contar otras nacionalidades, son más de 900 los israelíes muertos (personal militar, colonos, civiles…), y superan el centenar los rehenes (entre ellos oficiales del Ejército) custodiados por Hamás. La respuesta israelí, por su parte, ya se ha cobrado la vida de más de 700 palestinos (milicianos de Hamás y civiles), mientras que una última información habla de que Israel ya ha contabilizado los cadáveres de 1.500 combatientes palestinos. Son cifras que, por supuesto, aumentarán con el transcurrir de las horas.
Ante esta situación, podríamos hacernos algunas preguntas… ¿Por qué Israel no advirtió y se anticipó a este ataque? ¿No es el Mosad una agencia de inteligencia eficaz? Asimismo, siendo que la frontera entre Israel y Gaza es quizá la línea divisoria más caliente y militarizada del mundo, ¿por qué Israel no detectó la penetración de contingentes armados dentro de su perímetro fronterizo? ¿Por qué fallaron los sofisticados sistemas de alerta israelíes? ¿A qué se debe la aparente lentitud en la respuesta y neutralización de la fuerza de choque de los milicianos de Hamás?
Más cuestiones. ¿Ha contado Hamás con asesoramiento e instrucción de mandos militares de otro Estado? ¿Ha habido transferencias de equipo procedentes de un país aliado a la Causa Palestina? ¿El armamento utilizado procede, como afirman algunas voces, de esa parte del arsenal occidental enviado a Ucrania que ha acabado en el mercado negro? Si fuera el caso, ¿cómo se ha financiado la compra de ese armamento? ¿Es este ataque una respuesta desesperada al régimen de ocupación y apartheid implementado por Israel? ¿O prevé un alcance mayor, y busca escalar el conflicto implicando a otras potencias regionales?
Las tropas regulares israelíes han recuperado el control sobre las poblaciones en las que se han infiltrado los milicianos de Hamás. Los oficiales militares israelíes pretenden asegurar el control de la frontera como paso previo para lanzar una contraofensiva masiva. En este sentido, el Ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, ha ordenado “un asedio completo de la Franja de Gaza”. Y afirma: “No habrá electricidad, no habrá comida, no habrá combustible. Nada entrará y nada saldrá. Estamos luchando contra animales y actuaremos de manera acorde”.
Actualizamos. La aviación israelí está atacando objetivos de Gaza, y se espera una incursión sobre el terreno. El Gobierno liderado por Netanyahu ha movilizado a sus 300.000 reservistas. El secretario del gabinete israelí, Yossi Fuchs, manifestó que “la primera guerra de Gaza será también la última”. ¿Hasta qué punto será demoledor el castigo que pretende imponer Israel? ¿Israel piensa destruir Hamás o, lo que es distinto, piensa aniquilar a los más de 2 millones de gazatíes? Recordemos que desde 2007 la Franja de Gaza sufre un bloqueo terrestre, aéreo y marítimo.
¿Nos encontramos ante las puertas de una nueva Intifada o, siendo éste un punto de inflexión, se alterará el curso que durante las últimas décadas ha seguido el conflicto israelí-palestino? ¿Es este un conflicto que está condenado a enquistarse? ¿O incluso agravarse ante la hipotética reacción de otras milicias palestinas que operan en Cisjordania? No obstante, si lo miramos desde otro ángulo… ¿Podría cesar la ocupación sionista y disiparse el odio del pueblo palestino hacia Israel? ¿Sería posible recuperar los acuerdos de Oslo de 1993, y que Israel cumpliera las resoluciones de la ONU en materia de fronteras, asentamientos, refugiados, capitalidad…?
Así como los muyahidines afganos fueron la respuesta angloamericana a la Revolución de Saur liderada por Taraki, los Hermanos Musulmanes egipcios fueron aupados por el Reino Unido como contrapeso al socialismo panarabista de Gamal Abdel Nasser. Y como una escisión de esa hermandad islámica es que surgió Hamás. De igual manera, Hamás fue inicialmente apoyado por Israel con la intención de restarle apoyo social a los movimientos políticos, de corte secular e izquierdista, que integraban la OLP : la Organización para la Liberación de Palestina, entonces presidida por un Yasser Arafat fallecido por envenenamiento en 2004.
Quienes sean escépticos con respecto a lo que se acaba de afirmar pueden consultar el artículo de Andrew Higgins (“How Israel Helped to Spawn Hamas”, publicado en The Washington Post el 24 de enero de 2009), donde se recogen declaraciones de funcionarios israelíes. Pero no debiera causar sorpresa que el capitalismo angloamericano se haya apoyado en organizaciones islamistas incluso yihadistas como Hamás, a fin de combatir a los movimientos nacionalistas y revolucionarios que, frente al colonialismo europeo y al imperialismo estadounidense, podían aliarse con el bloque socialista.
Si hablamos de política, y en mayor medida de política internacional, no podemos confundir las alianzas con las amistades, pese a que algunas sean tan sólidas como la alianza estadounidense-israelí. Y de ahí se sigue que nuestros gobernantes europeos, bajo la férula de Washington, sean incapaces de pronunciarse al respecto del sufrimiento que Israel viene causándole a los palestinos (véase la base de datos de B’Tselem). El Estado de Sión se sabe con absoluta impunidad. Ante el ataque de Hamás, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, afirma “Israel tiene derecho a defenderse […]. La Unión Europea apoya a Israel”.
Ante lo cual, preguntémonos… ¿Por qué el invocado derecho a la resistencia incluye a Israel, al tiempo que excluye a Palestina? ¿Por qué la Unión Europea, así como sus países miembros, no condenan las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas por Israel, ni exigen el cumplimiento de las numerosas resoluciones de la ONU sobre el conflicto árabe-israelí? ¿Por qué los palestinos deberían actuar conforme al Derecho Internacional si el Derecho Internacional se ha revelado inútil, no ya sólo para resolver el conflicto entre Israel y Palestina, sino, además, para impedir las muertes que regularmente las fuerzas israelíes causan entre la población civil palestina?
Y, aunque sea entre paréntesis, no está de más mencionar que Israel es ese Estado que le proporciona armamento a Marruecos, un país con aspiraciones declaradas sobre territorios españoles. De igual manera, Israel, además de reconocer formalmente la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, le ha proporcionado a Rabat el programa Pegasus con el que la inteligencia marroquí ha estado espiando al Gobierno de España, y lo mismo pretendió hacer con el Gobierno de Francia. Por cierto, España y Francia son miembros de la Unión Europea, pero quien manda en ella son los Estados Unidos.
A estas horas, la Armada de los Estados Unidos está trasladando hacia el Mediterráneo Oriental el Grupo de Ataque del Portaaviones USS Gerald R. Ford, compuesta por seis buques de guerra, y reforzando los escuadrones de aviones de combate con capacidad de operar en la región. Según el comunicado emitido por el Departamento de Defensa, se trata de una medida destinada a fortalecer las posiciones estadounidenses. El comunicado, firmado por el Secretario Lloyd Austin, finaliza subrayando el “apoyo férreo de Estados Unidos a las Fuerzas de Defensa de Israel y al pueblo israelí”.
¿Es necesario el respaldo militar estadounidense para que Israel disponga de capacidad de respuesta a posibles ataques, ahora desde el flanco norte, realizados por Hezbolá? ¿Necesita Israel de esta capacidad de disuasión para asegurarse de que Irán no asumirá la osadía de involucrarse en el conflicto? O, por el contrario, ¿cabría pensar que, con el pretexto del ataque de Hamás, Estados Unidos está movilizando una plataforma militar cuyos propósitos eventuales exceden el marco de seguridad israelí? ¿Nos hallamos en la antesala de un conflicto de gran envergadura en el inestable escenario geopolítico de Oriente Próximo? Y, de ser el caso, ¿podría pensarse como la aparición de una nueva caldera volcánica que expulsase la lava que ya se derrama en el este de Ucrania? ¿Y si acabase por producirse una erupción descontrolada?
Nos encontramos, ni qué decir tiene, ante más preguntas que respuestas. Seguiremos atentos. Y también seguiremos comprometidos, ya sea reprobando la ocupación sionista sobre territorios palestinos, ya sea condenando los abusos y crímenes de guerra vengan de donde vengan.