
Justo unas horas antes de que California y New Jersey votaran para elegir su candidato demócrata a la Presidencia, la agencia de noticias AP proclamó a Hillary Clinton como ganadora. El establishment mediático entraba a saco en campaña –aunque siempre había estado apoyando a Clinton– llamando a la abstención. Para qué votar si Clinton ya está nominada. Se había especulado con que si los californianos acudían en masa a las urnas Sanders podría revertir la carrera y ganar la nominación. Había más de 700 delegados en juego este martes en los cinco contextos en pugna, 450 de ellos solo en California, mientras la diferencia de delegados elegidos entre los dos candidatos no llegaba a los 300.
Para el establishment el candidato Sanders se había convertido en un estorbo y querían sacárselo de encima cuanto antes y como fuera. ¿Pero es posible? Los resultados electorales de este martes, aunque no espectaculares para Sanders, muestran que se equivocan ahora como se equivocaron en el verano, cuando dijeron que Donald Trump acabaría con los primeros fríos, y en abril cuando declararon la contienda demócrata acabada a favor de Clinton tras la batalla por Nueva York. Sanders no va a desaparecer de escena con una nominación cocinada y preparada por el establishment, como parece estar ocurriendo, porque ha conseguido crear un movimiento. Sanders es algo más que un candidato electoral. Por eso habla de hacer una revolución política. Es la punta de la insurgencia de una nación empobrecida contra sus elites representadas por la señora Clinton.
Estas no son unas elecciones ordinarias. Las viejas maneras y los malos modos no sirven. Nadie sabe qué va a a ocurrir ni tan siquiera de aquí a fines de julio, cuando se celebra la convención demócrata en Filadelfia. Clinton puede ser incluso acusada ante los tribunales de delitos contra la seguridad del Estado por usar sin permiso un e-mail privado cuando era Secretaria de Estado. Está bajo investigación del FBI. Mucho menos después de julio, cuando puede haber hasta cuatro candidatos presidenciales importantes.
Las elecciones del 2016 son especiales, se trata de manejar la ira de la mayoría contra el poder establecido. Algo que no ocurría quizá desde 1968, cuando una generación se sublevó contra la guerra de Vietnam y el racismo. Las “anomalías políticas” de estas elecciones son producto de esta rabia acumulada durante años contra un sistema que ha permitido a los intereses especiales apropiarse de la democracia, como muestra el exabrupto electoral de la agencia AP. Trump y Sanders, cada uno a su modo, son la expresión de una sociedad enferma del virus neoliberal; no son el producto de fuerzas desconocidas del destino, como parecen que sean para los medios.
La revista The Atlantic publicó en su número de mayo un artículo revelador de la realidad de la clase media de los Estados Unidos. Una clase que se reduce, se reduce y se reduce. Entre otras cosas se dice que cerca de la mitad de los ciudadanos, 47%, no puede reunir 400 dólares para pagar una emergencia. ¡¡352 euros!! A principios de junio el diario The New York Times publicó que la tasa de mortalidad subió en el año 2015 por primera vez en una década en los Estados Unidos, debido a muertes ocasionadas por sobredosis de drogas y suicidios entre blancos de mediana edad. En Chicago, el fin de semana del Memorial Day, cuando Estados Unidos honra a los muertos de sus guerras, 64 personas sufrieron heridas de bala. Seis murieron. Los 64 eran negros o hispanos. En Detroit, las autoridades conscientemente dejaron beber a las familias agua envenenada con plomo, algo que parece ocurrir en otras ciudades. En Oklahoma hay escuelas cerradas porque no hay presupuesto. Los suicidios de marines muestran a un ejército roto por tantas guerras ininterrumpidas libradas y perdidas. Nunca ha habido tanta pobreza. Todo esto ocurre a la vez que el país vive una monstruosa concentración de riqueza en una pequeña oligarquía, el famoso 1%.
Pero hay más. La crisis de los bancos ha acabado con el crédito, ese mago que ocultaba el estancamiento de los ingresos reales de los trabajadores desde los años sesenta. Como ahora camufla el mal estado de la economía la tasa “amañada” de desempleo. El paro disminuye porque cada vez menos trabajadores hastiados buscan empleo, no porque las empresas lo creen a la velocidad que se necesita. Las estadísticas muestran que los trabajadores estadounidenses trabajan más horas pero ganan menos. La precariedad estructural de los indocumentados ha llegado a los trabajadores blancos.
Las encuestas muestran que esta vez no son las minorías los que ocupan el centro de la rebelión. Quizá por eso Sanders está teniendo dificultades en convencer a los afroamericanos y latinos de su proyecto. Son trabajadores blancos los que han empezado a despertar de la pesadilla en que viven desde que estalló la crisis que conduce al aumento de las tasas de mortalidad debido a enfermedades sociales, como son la sobredosis y los suicidios entre la población blanca. Son estos trabajadores blancos varones empobrecidos, inseguros sobre su futuro, los que apoyan la insurgencia de Trump y Sanders. La diferencia entre estos trabajadores es que unos echan la culpa de su perra suerte al neoliberalismo y otros, alimentados ideológicamente por el racismo, el patriotismo o el fundamentalismo religioso, se la echan equivocadamente a los inmigrantes mexicanos, al Islam o a los negros; colectivos a los que Trump insulta sin parar.
Sanders se enfrenta ahora quizá al dilema más importante de su vasta carrera política, tras el anuncio de que Clinton tiene suficientes delegados para conseguir la nominación demócrata. ¿Cómo proceder para dar continuidad organizativa a este movimiento, ampliamente mayoritario entre los jóvenes, que se ha propuesto hacer una revolución política? ¿Qué es mejor para parar a Donald Trump? ¿Debe abandonar ahora la contienda o seguir la lucha hasta la convención donde será oficialmente nominado el candidato? ¿Cómo seguir la revolución política que está en marcha en caso de que elijan a Clinton como la candidata demócrata?
Sanders ha dicho en California, después de conocer los resultados, que va a continuar su campaña por la nominación hasta la convención, y tiene razones para hacerlo. La principal: ser el mejor candidato demócrata para ganar a Trump la Presidencia. Las últimas encuestas muestran que gana fácilmente al candidato republicano en todos los estados –los estados, no los ciudadanos, eligen al Presidente– mientras Clinton pierde en algunos estados y está empatada a nivel nacional con Trump. La segunda es que Sanders es el único de los tres candidatos mayoritarios con una opinión pública favorable. Tanto Clinton como Trump suspenden ante la opinión pública. La mayoría los ven como deshonestos, gente en la que no se puede confiar, al contrario que a Sanders, al que ven honesto y confiable. No hay que olvidar que Clinton está siendo investigada por el FBI y una bomba puede caer en cualquier momento. La tercera, las dificultades de Clinton para ser aceptada como candidato por los que apoyan a Sanders. Un tercio de los que votarían por él han dicho que no votarán por ella. Existe una percepción popular de que Clinton pertenece al establishment y gobierna para sus intereses.
¿Aceptará Sanders un acuerdo con Clinton como ella hizo con Obama? La dirección del partido ha incluido en el comité para redactar la plataforma del partido a Cornel West y Keith Ellison, gente del equipo de Sanders, conocidos por sus posiciones críticas contra el establishment. Ellos defienden valores progresistas y socialistas. Pero es muy difícil imaginar que los intereses especiales que dominan el partido entreguen la política económica y exterior a gente de Sanders, como hizo Obama con ella. Clinton es pro Wall Street y apoya a los halcones del Pentágono, mientras que Sanders se ha cansado de atacar a Wall Street durante la campaña y de defender soluciones políticas para afrontar las crisis. La guerra, ha dicho Sanders, solo debería ser el último recurso, no el primero.
Las próximas semanas se va a reunir en Chicago durante tres días un número importante de grupos independientes que han apoyado a Sanders durante la campaña para discutir el futuro del movimiento. Es pronto para tomar una decisión, pero puede que se discuta apoyar una candidatura independiente de Sanders. Una encuesta reciente de NBC/Wall Street Journal ha encontrado que el 47% de los votantes registrados considerarían votar a un candidato de un tercer partido si Trump y Clinton fueran los nominados.
La batalla entre Clinton y Sanders todavía no ha acabado.
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