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Artículo en abierto de la Revista El Viejo Topo, nº445, de febrero de 2025
Además, en la revista de este mes: el colapso del país del sol naciente por Higinio Polo; Carlos Formenti inicia su recorrido sobre las luchas africanas contra el Imperialismo; repensamos la izquierda con la entrevista de Miguel Riera a Héctor Illueca; analizamos la táctica y estrategia en Marx con Eduard Ibáñez Jofre; y Miguel Candel nos habla del contraataque del imperio estadounidense.
CINE/ Sobre la adicción y el amor no correspondido: Queer de Luca Guadagnino (2024)
Por Javier Enríquez Román
– Sinopsis –
1950. William Lee, un estadounidense expatriado en Ciudad de México, pasa sus días casi completamente solo, excepto por unos pocos contactos con otros miembros de la comunidad gay de la ciudad. Su encuentro con Eugene Allerton, un exsoldado, le muestra que finalmente podría llegar a establecer una conexión íntima.
– Ficha Técnica –
Dirección: Luca Guadagnino; Producción: Luca Guadagnino y Lorenzo Mieli; Guion: Justin Kuritzkes (Basada en Queer de William Burroughs); Fotografía: Sayombhu Mukdeeprom; Montaje: Marco Costa; Música: Trent Reznor y Atticus Ross.
– Reparto –
Daniel Craig (William Lee); Daan de Wit (Karl Steinberg); Jason Schwartzman (Joe Guidry); Colin Bates (Tom Wiliams); Drew Starkey (Eugene Allerton); Drew Droege (John Dumé); Ariel Schulman (Tom Weston); Omar Apollo (Chimu Bar Guy).
“¿Cómo puede un hombre que ve y siente no estar triste?”, se preguntaba el escritor William Burroughs en la última entrada de su diario antes de morir de un ataque cardíaco a los 83 años. El autor de El almuerzo desnudo (1959), para muchos críticos el escritor más brillante de la generación Beat, siempre ha explorado las aristas (y contradicciones) del deseo, en muchas ocasiones a través de crudas (y desafiantes) metáforas sobre la adicción. Y nada puede ser tan adictivo (y devastador) como el conocimiento que la persona amada nunca lo hará cómo quieres que lo haga, y nada puede ayudarte a comprender sus razones.
Buena parte de la filmografía del italiano Luca Guadagnino comparte con la obra Burroughs la dolorosa exploración del amor no correspondido y la necesidad de nuevos estados de consciencia que sublimen este sentimiento, muchas veces a través de las adicciones (drogas, alcohol, canibalismo – imposible olvidar la extraña, y hermosísima, Bones and All (2022) donde una joven pareja se “devora” literalmente como máxima expresión de su amor). En Queer el personaje de Daniel Craig (Lee) le hace una confesión a Allerton mientras está borracho: «Quiero hablar contigo sin hablar», sentencia que, sin duda, resume maravillosamente el espíritu de la película.
Como adaptación de la breve novela de William Burroughs, Queer (escrita en 1952 aunque publicada en 1985) cuenta la historia de William Lee, un expatriado de mediana edad que vive en Ciudad de México, en la década de los 50, cuya existencia monótona y solitaria se ve perturbada por la presencia de un hombre mucho más joven llamado Allerton. Si bien Guadagnino es un maestro en expresar la angustia y sufrimiento que conlleva “estar” en una relación, Queer se centra en la soledad del amor no correspondido de alguien homosexual, quien anhela una intimidad que no puede expresarse abiertamente.
Lee pasa su tiempo en bares y clubes sórdidos, sentado en rincones desiertos mientras busca a otros hombres (cuerpos) en buscar de validación y fugaces retazos de amor que puedan liberarlo (aunque sea temporalmente) de las ataduras de ser invisible. Como alguien que ha construido una carrera sobre la imagen de la hipermasculinidad, no podría haber mejor actor que Daniel Craig (protagonista en las últimas películas de James Bond) para interpretar a William Lee; completamente transformado en un personaje inquietante y lastimosamente desesperado, mientras merodea por las calles en busca de algún tipo de conexión humana y todo lo que se encuentra entre las grietas del deseo.
El protagonista de The Girl with the Dragon Tattoo (2011) construye un personaje desesperado que intenta, torpemente, encontrar en la mirada de los extraños que le rodean un reconocimiento tácito de atracción, anhelando cualquier cosa que se parezca vagamente a la atención, en busca de algo (o alguien) que finalmente lo salve. Y todo ello en la sofocante soledad de un lugar (y una época) donde la identidad homosexual debe ser discreta, tratando de comunicar tu “condición” a través de toques sutiles, esperando que alguien “comprenda” en silencio mientras la mayoría retrocede y se siente repelida por las implicaciones de tu existencia.
Queer toma un texto que a menudo resulta deliberadamente repulsivo y lo convierte en una fantasía trágica sobre la soledad del amor homosexual no correspondido. Salvar este abismo es una tarea difícil, lograda en gran medida por un brillante Daniel Craig, que interpreta a Bill Lee (el avatar autoficcional de Burroughs), un viejo sudoroso con un traje de lino raído que ha llegado a la Ciudad de México, donde bebe y se droga durante todo el día, entre sórdidos encuentros sexuales. Esto cambia la primera vez que ve a Allerton, brillante, pulcro y sexualmente ambivalente (Drew Starkey). Lee se enamora de él, a pesar de que sus conocidos le advierten que no lo haga (incluido un irreconocible Jason Schwartzman en una suerte de Allen Ginsberg), y desarrolla una fijación con Allerton que durará mucho más que su primera noche juntos.
Hacia una nueva consciencia (cinematográfica)
Mientras que la primera mitad de la proyección es una película de amor sensual y (hasta cierto punto) convencional de Guadagnino, la segunda es la conquista cinematográfica visualmente más audaz del autor de Call Me by Your Name (2017) hasta el momento, un desvío que no forma parte del libro de Burroughs (aquí, el guionista de Challengers (2024), Justin Kuritzkes, se encarga de la adaptación, otorgando una nueva dimensión a la novela). Guadagnino no sólo quiere expandir nuestra conciencia como espectadores, sino reflexionar sobre los límites de la creación artística y su capacidad de conmover al público a través de la imagen, algo que entronca con otros cineastas como Andréi Tarkovski o Stanley Kubrick.
En la primera parte de Queer los dos protagonistas pasan tiempo juntos y se produce un cierto enamoramiento sincero entre ambos, incluso cuando está claro que Allerton no tiene los mismos sentimientos por Lee (o no tan intensos). El actor Drew Starkey resulta hipnótico en el papel, atrayendo al espectador con su comportamiento estoico y su silencio siniestro, dejándonos tan hipnotizados y frenéticos como a Lee, cuyo enamoramiento febril crece cuanto más tiempo pasa sin ser correspondido. Su obsesión se convierte lentamente en una adicción, incapaz de distinguir entre deseos saludables o destructivos, y se pierde en una esperanza delirante que lo envuelve por completo. A través del uso de secuencias de sueños aterradores, vemos el mundo interior de Lee a medida que se desvanece la línea entre la fantasía y la realidad, soñando con una mano que rozará su rodilla o tocará suavemente su pecho, deseando algo tan puro y simple que, como espectadores, sufrimos al sentir que no es posible.
La segunda parte del largometraje se centra en el viaje de Allerton y Lee a la selva amazónica, en busca de una droga llamada «yagé», que Lee cree proporciona la capacidad de comunicarse telepáticamente. Independientemente de la veracidad de esta conjetura, el proyecto habla de la soledad en el corazón del personaje de Lee. Aunque el sexo es una constante en su vida, lo que realmente anhela es una conexión más profunda y definitoria, y está decidido a encontrarla con Allerton, aunque sea gracias a una supuesta droga “mágica y telepática”.
William Burroughs y Daniel Craig
En comparación con Call Me By Your Name (2017), con su delicado plano panorámico hacia la ventana, las escenas de sexo en Queer son francas y frontales. Pero eso sólo ocurre dentro de la realidad construida de la película: la Ciudad de México de Queer es punzantemente artificial, un escenario sonoro pintado en tonos pastel que es más una creación de la imaginación febril de Lee que una recreación de un lugar real. Este enfoque permite a Guadagnino y a su director de fotografía, Sayombhu Mukdeeprom, algunos momentos de estremecedora belleza, como las flores que “caen” detrás de Lee y Allerton o cuando el anhelo de intimidad de Lee se traduce en una caricia imaginada o un abrazo fantasma.
Aunque Queer es una novela ya mítica sobre el deseo homosexual, los mayores aciertos de la película se encuentran cuando Guadagnino se aleja del texto original y añade detalles anacrónicos, como varios temas de Nirvana y Prince maravillosamente bien seleccionados, filmando una desasosegante (y fascinante) versión cinematográfica de la novela, totalmente impregnada de una suerte de anhelo amoroso, desesperado y existencial, que ni las drogas ni el sexo parecen satisfacer.
En los últimos momentos, la película se deshace de cualquier pretensión de moderación o control y se adentra deliberadamente en el absurdo, mostrando a sus protagonistas perdiéndose el uno en el otro (y en las drogas). Finalmente, terminan en los rincones más oscuros de la selva tropical en busca de una experiencia con la ayahuasca como “un espejo, no un portal, y puede que no te guste lo que veas”. Guadagnino (como en casi todas sus películas) quiere ir “demasiado” lejos, y no se pone límites ni siquiera en cuanto al tono o el gusto. Es divertido ver cómo Queer se esfuerza, cada vez más, en ser ridícula y góticamente excesiva a medida que avanza, con prótesis, marionetas y efectos especiales generados por ordenador (voluntariamente bastante deficientes), hasta que la película comienza a resquebrajarse y a deconstruirse, en su parte final, convirtiéndose un estrambótico homenaje a 2001: Odisea del espacio (1968) de Kubrick, sobre todo cuando la narración fílmica abandona “nuestro mundo” y se aferra a lo cósmico como un adicto que intenta sacar una bolsa de heroína del retrete, como en la estupenda Trainspotting (1996) del inglés Danny Boyle.
Película compleja, difícil, simbólica, con momentos donde la propia realización cinematográfica parece haber tomado la droga ayahuasca, con una danza surrealista, que desafía constantemente nuestros límites y percepciones como espectadores. En el fondo, Queer es otra (triste) historia de amor (y desamor) con un maravilloso Daniel Craig (al que desde estas líneas deseamos una nominación al Oscar como mejor protagonista) y una de las propuestas cinematográficas más interesantes de la temporada.