La guerra económica entre los estados de la OTAN, liderados por Estados Unidos, y Rusia se está intensificando junto con la guerra real en la propia Ucrania. En respuesta a la invasión de Ucrania por parte de Rusia, EEUU y Europa han subido la apuesta al imponer sanciones económicas. El primer grupo de ellas fue la suspensión de cualquier relación comercial con varios de los principales bancos rusos, incluidos los dos más grandes, Sberbank y VTB. Sin embargo, fue significativo que las sanciones excluyeran a Gazprombank, el principal prestamista ruso para empresas exportadoras de energía. Claramente, Occidente no quiere interrumpir las exportaciones de petróleo y gas con las sanciones, cuando solo Alemania depende de las importaciones rusas para cubrir el 40% de sus necesidades energéticas.
Como resultado, el paquete de sanciones de la OTAN tiene excepciones sustanciales. En particular, si bien sanciona a las principales instituciones financieras rusas, exime ciertas transacciones con esas instituciones relacionadas con la energía y los productos básicos agrícolas, que representan casi dos tercios de las exportaciones totales. Significativamente, ¡Italia presionó con éxito para eximir la venta de bolsos Gucci italianos a los ricos de Rusia de la lista de exportaciones prohibidas!
La presidenta de la Comisión europea, Von der Leyen, y el Presidente Biden anunciaron que “trabajaremos para prohibir que los oligarcas rusos usen sus activos financieros en nuestros mercados”. Biden declaró que Estados Unidos «limitará la venta de ciudadanía, los llamados pasaportes dorados, que permiten a los rusos ricos conectados con el gobierno ruso convertirse en ciudadanos de nuestros países y obtener acceso a nuestros sistemas financieros». La UE y EEUU han organizado un grupo de trabajo para “identificar, perseguir y congelar los activos de las empresas y los oligarcas rusos sancionados, sus yates, sus mansiones y cualquier ganancia obtenida de forma ilícita que podamos encontrar y congelar”.
No debe perderse la ironía y la hipocresía de estas medidas. Durante décadas, los gobiernos occidentales se han alegrado de recibir este ‘dinero sucio’ e incluso permitido que los oligarcas obtuviesen su ciudadanía y tuvieran privilegios especiales para que ejercieran su influencia en la política de sus países de origen con el fin de reforzar en ellos los partidos pro-capitalistas. Ahora se van a retirar estos privilegios (aunque veremos hasta dónde llega esto).
Los súper ricos de Rusia (incluido Putin) han aumentado enormemente su riqueza durante la pandemia de COVID. Los multimillonarios de Rusia (nos gusta llamarlos ‘oligarcas’ en Occidente) tienen la mayor proporción de riqueza con respecto al PIB de todas las principales economías capitalistas, seguidos de cerca por la ‘socialdemócrata’ Suecia y luego por los Estados Unidos.
Al igual que otros multimillonarios, los rusos exportan y ocultan su riqueza en paraísos fiscales, y en la permisiva Suiza y en los bancos de otros países, y también compran propiedades y activos en el extranjero. Su riqueza ‘offshore’ es mucho mayor que la de otros grupos de multimillonarios.
Las prohibiciones de exportación y comercio, la suspensión de tratos con bancos seleccionados y el retiro de algunos privilegios para los oligarcas rusos tendrán poco efecto en Rusia. El comercio de energía continuará, con Rusia todavía proporcionando el 25-30% de los suministros de energía europeos. Y Rusia ya no depende de la financiación externa. El superávit en cuenta corriente de Rusia ha aumentado de menos del 2 % del PIB en 2014 a alrededor del 9 % del PIB en 2021, con reservas sustanciales de exceso de ahorro que pueden aprovecharse en caso de necesidad. El sector público en general, incluido el Banco Central de Rusia (CBR), el sector empresarial y el sector financiero son acreedores externos netos. El CBR tiene más de 630.000 millones de dólares en reservas, suficientes para respaldar las tres cuartas partes de la oferta monetaria nacional, por lo que no habría necesidad de imprimir rublos para financiar la actividad económica. Además, Rusia tiene un fondo soberano de 250.000 millones de dólares, que aunque carece de liquidez en buena medida, puede utilizarse para aumentar la inversión.
Las empresas rusas y el gobierno se han preparado para posibles impactos futuros, como la pérdida de acceso al dólar (USD) y su uso en transacciones comerciales y financieras ya ha disminuido drásticamente. El Ministerio de Finanzas ya no tiene activos denominados en USD en su fondo petrolero y el CBR también ha reducido la participación de USD en sus reservas a la mitad, a alrededor del 20 %; ya que el euro, y en menor medida el renminbi chino, se han convertido en las alternativas preferidas. Muchas empresas y bancos rusos incluyen ahora de forma rutinaria cláusulas en los contratos que estipulan el uso de otra divisa para los pagos en caso de que no se pueda usar el USD. Rusia también ha acelerado el uso de sus propias tarjetas de pago, como Mir, así como su propio servicio de mensajería System for Transfer of Financial Messages (SPFS) similar a SWIFT. Sin embargo, actualmente ambos solo operan a nivel nacional,
Por eso los gobiernos de EEUU y Europa han decidido ahora introducir sanciones mucho más fuertes. Planean sacar a los bancos rusos del sistema de transacciones internacionales SWIFT y congelar los activos del banco central ruso. La salida de SWIFT complicará drásticamente la capacidad de los bancos rusos para realizar operaciones internacionales. Se verán obligados a utilizar acuerdos bilaterales con bancos ‘amigos’ o tecnología antigua como los faxes.
Pero esto también podría dañar la banca y el comercio de Europa, en particular, si el prestamista de energía ruso Gazprombank también es eliminado de SWIFT (no es probable).
La medida más grave es la propuesta de congelar los activos en dólares del banco central ruso. Esto nunca le había sucedido antes a un estado miembro del G20. Solo los bancos centrales de Venezuela, Corea del Norte e Irán han corrido esa suerte. Si es efectivo, significaría que las reservas de divisas rusas en dólares no podrían usarse en absoluto para respaldar el rublo en los mercados internacionales de divisas o sostener el financiamiento en dólares de los bancos comerciales nacionales. El gobierno tendría que depender de la financiación en rublos (y el rublo se está desplomando en los mercados de divisas mundiales) y monedas no fiduciarias como el oro.
La mayor parte de las reservas de divisas de Rusia se mantienen en los bancos centrales occidentales. Rusia tiene alrededor del 23% de sus reservas en oro, pero no está claro dónde se encuentra físicamente. Si se aplica esta sanción, podría dañar seriamente los flujos monetarios y al rublo ruso, provocando una inflación acelerada e incluso corridas bancarias.
Luego están las sanciones de «combustión lenta» sobre el acceso de Rusia a tecnologías clave. Estados Unidos tiene como objetivo excluir a Rusia de los suministros globales de chips. La medida corta el suministro de los principales grupos estadounidenses como Intel y Nvidia. Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, el fabricante de chips por contrato más grande del mundo, que controla más de la mitad del mercado mundial de chips hechos a pedido, también se comprometió a cumplir plenamente con estos nuevos controles de exportación. A Rusia ahora se le niega efectivamente el acceso a semiconductores de alta gama y otras importaciones tecnológicas esenciales para su avance militar. Sin embargo, es posible que las empresas chinas, especialmente aquellas que han sido objeto de sanciones estadounidenses, puedan ayudar a Rusia a eludir los controles de exportación. Huawei podría intervenir para desarrollar el mercado ruso de equipos de telecomunicaciones.
En definitiva, la invasión de Ucrania por parte de Putin es una gran apuesta que, si no logra ‘neutralizar’ a Ucrania y obligar a la OTAN a firmar un acuerdo internacional, debilitará gravemente la economía rusa. Y Rusia no es una superpotencia, ni económica ni políticamente. Su riqueza total (incluida la mano de obra y los recursos naturales) está muy por debajo en comparación con los EEUU y el G7.
Tras el colapso de la Unión Soviética en 1990, Yeltsin y el gobierno pro-capitalista ruso aceptaron las políticas de «terapia de choque» de los economistas occidentales para privatizar los bienes del Estado y desmantelar los servicios públicos y el sistema de bienestar. Una pequeña élite, principalmente exfuncionarios del gobierno soviético, pudo comprar activos estatales masivos en energía y minerales a bajo precio y mediante sobornos y la ayuda de matones. Surgieron los oligarcas de Rusia, junto con un régimen cada vez más autocrático personificado por Putin. El PIB de Rusia se desplomó y el nivel de vida promedio cayó drásticamente. La economía capitalista rusa finalmente se recuperó con el auge mundial de los precios de las materias primas después de 1998, pero en 2014, el crecimiento anual promedio del PIB de Rusia seguía siendo solo del 1,0%.
La esperanza de vida en la Rusia capitalista ahora ha sido superada por China.
Y cuando observamos el Índice de Desarrollo Humano del Banco Mundial, que mide las dimensiones clave del desarrollo humano (una vida larga y saludable, estar bien informado y tener un nivel de vida digno), encontramos que desde 1990 Rusia ha tenido uno de los peores resultados entre las principales economías emergentes y en comparación con la media mundial.
La economía rusa es una economía monosectorial, que depende principalmente de las exportaciones de energía y recursos naturales. Después de un breve auge por el aumento de los precios de la energía entre 1998 y 2010, la economía básicamente se estancó. Aunque la economía de Rusia es más grande que en 2014 en términos reales, la demanda interna final aún se encuentra en su nivel anterior a 2014. Y el crecimiento acumulado del PIB durante este período solo fue positivo porque las exportaciones fueron un 17% más altas en términos reales en 2019 que en 2014. El stock de capital de Rusia es aún más bajo en términos reales en comparación con 1990, mientras que la rentabilidad promedio de ese capital sigue siendo muy baja.
El Banco Mundial calcula que la tasa de crecimiento del PIB real potencial a largo plazo para Rusia es solo del 1,8% anual, e incluso eso es más rápido de lo que ha logrado en la última década. Esta guerra va a ser muy cara para Rusia y su población. Oxford Economics calcula que recortará al menos un 1% anual de crecimiento del PIB real durante los próximos años. Si eso sucede, básicamente Rusia estará en recesión económica durante varios años.
Por supuesto, mucho depende de cómo se desarrolle la guerra. Si Putin puede obtener el control de Ucrania, eso pondrá a su disposición importantes riquezas para ser explotadas. Ucrania es rica en recursos naturales, particularmente en depósitos minerales. Posee las reservas más grandes del mundo de mineral de hierro de grado comercial: 30 mil millones de toneladas de mineral o alrededor de una quinta parte del total mundial. Ucrania ocupa el segundo lugar en términos de reservas conocidas de gas natural en Europa, que hoy en día permanecen en gran parte sin explotar. La geografía mayormente plana de Ucrania y la composición del suelo de alta calidad hacen del país un gran productor agrícola regional. El país es el quinto mayor exportador mundial de trigo y el mayor exportador mundial de aceites de semillas como el girasol y la colza. La minería de carbón, los productos químicos, los productos mecánicos (aeronaves, turbinas, locomotoras y tractores) y los astilleros son sectores importantes de la economía ucraniana.
Todo esto está por explotar plenamente. La UE y los EEUU también han estado babeando ante la perspectiva de apoderarse de estos recursos. Como mostré en mi última nota, el gobierno de Ucrania planea vender enormes extensiones de tierra a inversionistas extranjeros y nacionales para que las desarrollen. Eso podría generar enormes dividendos para cualquier poder que controle el país. De cualquier manera, una vez que termine la guerra y después de que miles hayan muerto o hayan resultado heridos, el pueblo de Ucrania verá pocos beneficios.