¿Revertir la austeridad acabará con la depresión?

Austeridad y Gran Recesión

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¿Han sido las llamadas políticas de austeridad la causa de la Gran Recesión? ¿Sin austeridad no habría habido la consiguiente depresión o estancamiento en las economías capitalistas? Si es así, ¿significa que las políticas de los gobiernos ‘austeritarios’ fueron pura locura, totalmente ideológica y mala teoría económica?

Para los keynesianos, la respuesta es ‘sí’ a todas estas preguntas. Y son los keynesianos los que dominan el pensamiento de la izquierda y el movimiento obrero como alternativa a las políticas pro-capitalistas. Si los keynesianos tienen razón, entonces la Gran Recesión y la consiguiente Larga Depresión podrían haberse evitado con el suficiente ‘estímulo fiscal’ a la economía capitalista mediante un mayor gasto gubernamental y déficits presupuestarios (es decir, sin cuadrar las cuentas del gobierno y sin tener que preocuparse por el aumento de la deuda pública).

Esta es sin duda la conclusión de un nuevo artículo en el periódico de centro-izquierda británico, The Guardian. El autor, Phil McDuff argumenta que las políticas de congelación de los salarios y la reducción del gasto público adoptadas por los gobiernos de Estados Unidos y el Reino Unido, entre otros, han sido una ‘política económica zombi’, “ideas que han sido desacreditadas una y otra vez, pero que insisten en volver a la vida y dar bandazos en nuestro discurso público”. La austeridad ha sido absurda económicamente y el artículo desgrana una lista de keynesianos prominentes (Simon Wren-Lewis, Paul Krugman, Joseph Stigltiz, John Quiggin) que sostienen que la ‘política económica de la austeridad’ estaba equivocada (era mala economía) y en realidad mera ideología. Por el contrario, los keynesianos creen que “el gobierno ayuda a todos ejecutando déficits y dando a los ahorradores frustrados la oportunidad de poner su dinero a trabajar … el gasto deficitario que expande la economía da lugar, en todo caso, a una mayor inversión privada que de lo contrario se hubiera materializado”(Paul Krugman).

Pero, ¿es correcto decir que la teoría económica de la austeridad es simplemente un absurdo y mera ideología? ¿Hubieran podido los estímulos fiscales al estilo keynesiano evitar la Larga Depresión experimentada por la mayoría de las economías capitalistas desde 2009?

Sin duda, hay ideología. El gasto público en la mayoría de las economías capitalistas no se utiliza para satisfacer las necesidades de las personas mediante asistencia sanitaria, educación y pensiones. Gran parte está dedicado a las necesidades de las grandes empresas: gasto de defensa y seguridad; subvenciones y créditos a las empresas; reducciones de impuestos empresariales (mientras que se aumentan los impuestos directos a los hogares); construcción de carreteras y otros subsidios. Así que cuando se hace necesaria la ‘austeridad’, los recortes en el gasto público afectan a los servicios públicos (y los puestos de trabajo), las prestaciones sociales, etc – ya que estos son los “costes innecesarios» para el sector capitalista. Y sí, mantener un sector público pequeño y reducir la intervención gubernamental al mínimo es la ideología del capital. Pero incluso todo esto tiene una razón de ser económica.

Es una ideología que tiene sentido desde el punto de vista del capital. El análisis keynesiano niega o ignora la naturaleza de clase de la economía capitalista y la ley del valor bajo la cual opera mediante la creación de beneficios a partir de la explotación del trabajo. Si el gasto público se concentra en transferencias sociales y el bienestar, se reducirá la rentabilidad, ya que es un coste para el sector capitalista y no añade nuevo valor a la economía. Si se dedica a servicios públicos como educación y sanidad (capital humano), puede ayudar a aumentar la productividad del trabajo con el tiempo, pero no a ayudar a la rentabilidad. Si es para inversión pública en infraestructura puede aumentar la rentabilidad de los sectores capitalistas que consiguen los contratos, pero si se paga con más impuestos sobre las ganancias, no hay ganancia en su conjunto. Si se financia con endeudamiento, la rentabilidad se verá limitada por un eventual aumento del coste del capital y de una deuda mayor.

¿Fue la austeridad la causa de la Gran Recesión? Claramente no. Antes de la crisis financiera global en 2008 y la posterior crisis económica mundial, los salarios y el consumo de los hogares estaban subiendo, no cayendo. Y el crecimiento del gasto público se estaba acelerando hasta 2007 en muchos países. Como he demostrado en muchas ocasiones, fue la inversión empresarial la que se desplomó.

Para ser justos, los keynesianos en realidad no han argumentado que la Gran Recesión ha sido consecuencia de las políticas de austeridad. Porque la economía keynesiana nunca predijo antes o explicó después la Gran Recesión. Como Krugman escribió en su libro ¡Acabar ya con la depresión! en 2012, no había ninguna razón para tratar de analizar por qué ocurrió la crisis, excepto para decir que “estamos sufriendo una grave falta de demanda global” – es decir, la caída de la demanda fue ‘causada’ por una caída de la demanda …. Para Krugman, nada le ocurría realmente al “motor [capitalista] económico, que es tan poderoso como siempre. De lo que estamos hablando es básicamente de un problema técnico, un problema de organización y coordinación – un ‘desorden colosal’ como Keynes lo describió. Si se resuelve este problema técnico la economía rugirá de nuevo con vida”.  Si el problema es un “pensamiento confuso” y una falta de demanda, hay que crear más demanda.

Esto nos lleva al meollo del argumento keynesiano sobre la ‘austeridad’. Si las economías sufren de falta de demanda, es una locura reducir el gasto público y equilibrar las cuentas públicas cuando los capitalistas no invierten y los hogares no pueden consumir. Aunque la teoría económica keynesiana no puede explicar la Gran Recesión ,si puede explicar la Larga Depresión que ha seguido: ha sido causada por la austeridad.

Es evidente que hay algo en el argumento de que cuando la producción y la inversión capitalista han colapsado, aumentando el desempleo y reduciendo los ingresos de los consumidores, recortar el gasto público solo empeorará las cosas. Y hay un creciente cuerpo de evidencia empírica de que las políticas de austeridad en varias (pero no todas) las grandes economías empeoraron las cosas.  Uno de los trabajos, por ejemplo, muestra que si los países no hubieran experimentado ‘choques de austeridad’, la producción total de los UE-10 sería más o menos igual a su nivel anterior a la crisis, en lugar de mostrar una pérdida del 3%. Para las economías de la zona euro deprimidas y débiles de Irlanda, Grecia, Portugal, etc., en lugar de experimentar una reducción de la producción de casi un 18% inferior a la tendencia, las pérdidas de producción se habrían limitado al 1%.

El economista keynesiano británico Simon Wren-Lewis ha argumentado recientemente que la Gran Recesión, combinada con las políticas fiscales de austeridad en los EEUU y el Reino Unido, ha tenido un efecto permanente en la producción. “Un largo período de demanda deficiente puede disuadir a los trabajadores. También puede frenar la inversión: un nuevo proyecto puede ser rentable, pero si no hay demanda no va a ser financiado … La idea básica es que en una recesión la innovación es menos rentable, por lo que las empresas innovan menos, lo que conduce a un menor crecimiento de la productividad y, por lo tanto, de la oferta”.  Esto se llama histéresis por la teoría economíica dominante.

Pero ¿es esta falta de demanda que ha afectado al crecimiento de la productividad, la innovación y la rentabilidad en la Larga Depresión resultado de la austeridad, o simplemente el fracaso del sector capitalista a la hora de restaurar la rentabilidad y la inversión? La forma habitual de tratar de responder a esta pregunta es mirar el efecto multiplicador de  las políticas económicas; a saber, el probable aumento o disminución en el crecimiento económico logrado a partir de un aumento o disminución en el gasto fiscal. El problema es que el tamaño de este multiplicador ha sido ampliamente discutido. Por ejemplo, la Comisión Europea encontró que el multiplicador keynesiano era claramente inferior a 1 en el periodo posterior a la Gran Recesión. El coste de producción promedio de un ajuste fiscal equivalente al 1% del PIB es del 0,5% del PIB de la UE en su conjunto, de acuerdo con el tamaño de los multiplicadores asumidos antes de la crisis, a pesar del hecho de que aproximadamente tres cuartas partes de los episodios de consolidación que estudiaron ocurrieron después de 2009. Por lo tanto, no es decisiva como explicación para la continuación de la Larga Depresión después de 2009.

Así, Wren-Lewis ha tratado de alejarse del argumento del multiplicador. Wren-Lewis define la austeridad como “todo impacto agregado negativo sobre la producción que una consolidación fiscal puede tener. Como resultado, la medida apropiada de la austeridad es la medida de ese impacto. Así que no es el nivel de gasto público o los impuestos lo que importa, sino la forma en que cambia”.   Eso parece una definición razonable y un criterio de juicio.

En cuanto a la economía de Estados Unidos, Wren-Lewis se basa en el Modelo de Impacto fiscal del centro Hutchins, que pretende mostrar el impacto de la política fiscal del gobierno sobre el crecimiento del PIB real. Admite que la medición es difícil, pero al menos el modelo compara los cambios en el gasto público neto en relación con el crecimiento. Demuestra que hubo un giro hacia la austeridad desde 2011 hasta 2015 y esto, argumenta, explica por qué la economía estadounidense tuvo un crecimiento y ‘recuperación’ tan lentos después del final de la Gran Recesión. Si no se hubiera aplicado la austeridad, la economía estadounidense se hubiera recuperado por completo en 2013.

Bueno, lo que me llama la atención en primer lugar de este gráfico es que, según el Centro Hutchins, la austeridad fiscal en los EE.UU. terminó en 2015. Pero no ha habido un repunte del crecimiento del PIB real en los Estados Unidos. De hecho, en los Estados Unidos el crecimiento del PIB real en 2016, el 1,6%, ha sido la tasa anual más baja desde el fin de la Gran Recesión. Pero como tal vez Wren-Lewis diría, es porque la histéresis está operando para mantener la productividad y el crecimiento de la producción bajas de forma permanente. Pero incluso si esto es correcto, el estímulo fiscal es probable que tenga poco efecto a partir de ahora a la hora de conseguir reactivar estas economías capitalistas.

Por otra parte, hay muchas pruebas de que el estímulo fiscal tendrá poco efecto para acabar con la depresión. Al igual que Wren-Lewis, he comparado los cambios en el gasto público en relación con la tasa media del PIB real desde el año 2009 para las economías de la OCDE. Me pareció que había una correlación positiva muy débil y ninguna si se elimina el valor atípico de Grecia.

Otro caso de estudio es Japón desde 1998. He comparado el déficit presupuestario medio del PIB de Japón, los EEUU y la zona euro en relación con el crecimiento del PIB real desde 1998. 1998 es la fecha en que la mayoría de los economistas defienden que fue el momento en que las autoridades japonesas fueron a por todas con las políticas de gasto público keynesianoas diseñadas para restaurar el crecimiento económico. ¿Funcionó?

Entre 1998 y 2007, el déficit presupuestario medio de Japón fue del 6,1% del PIB, mientras que el crecimiento del PIB real promedio fue de sólo 1%. En el mismo período, el déficit presupuestario de Estados Unidos era sólo del 2% del PIB, menos de un tercio del de Japón, pero el crecimiento del PIB real fue del 3% anual, o tres veces más rápido que Japón. En la zona euro, el déficit presupuestario fue aún menor, el 1,9% del PIB, pero el crecimiento del PIB real siguió siendo de 2,3% medio anual, o más de dos veces el de Japón. Así que no parece que el multiplicador keynesiano sirviera para mucho en Japón durante un período de diez años. Una vez más, en el período de auge del crédito de 2002-07, el promedio de crecimiento del PIB real de Japón fue el más bajo, a pesar de que su déficit presupuestario era mucho más alto que en de los EE.UU. o la zona euro.

He comparado, especialmente para esta nota, el crecimiento del gasto público (como lo define Wren-Lewis: consumo público más inversión, excluyendo así las transferencias) con el crecimiento real del PIB en las principales economías. De 2010 a 2016, la tasa media de crecimiento real del PIB en Alemania, el Reino Unido y los EEUU fue prácticamente la misma, en torno al 2% anual, pero el crecimiento del gasto público ha variado considerablemente, desde el 3,4% anual en Alemania (‘no-austeridad’) hasta solo 1,4% anual en los Estados Unidos que aplicaban la austeridad. El Reino Unido ha aplicado tanto la austeridad como Francia, pero creció más rápido. Ahora bien, es cierto que tanto Italia como España han recortado el gasto público durante el período y también sufrieron un crecimiento nulo, pero me atrevería a sostener que esto es debido sobre todo al fracaso de la integración fiscal de la zona euro.  Los principales países de la eurozona se han negado a ayudar a los estados miembros capitalistas más débiles de la zona Euro.

Aún más convincente es el trabajo realizado por Jose Tapia comparando los gastos del gobierno en la economía de Estados Unidos desde 1929 en relación con el crecimiento de la inversión empresarial y los beneficios. Su sofisticado análisis de regresión no encontró ninguna conexión causal significativa o correlación entre el gasto público y la inversión privada y las ganancias. De hecho, Tapia encontró que “la visión keynesiana de que el gasto público puede impulsar la economía mediante la estimulación de la inversión privada también es incompatible con el hallazgo de que el efecto neto del aplazamiento de las inversiones públicas en la inversión privada es más bien nulo o incluso negativo significativamente en las últimas décadas”.

Así, en el mejor de los casos, el jurado está deliberando sobre si un estímulo keynesiano permitiría a las economías capitalistas salir de esta depresión. En el peor de los casos, podría retrasar la recuperación en una economía capitalista.

Hay un impulsor mucho más convincente de la inversión y el crecimiento en una economía capitalista, a saber, la rentabilidad del capital, algo completamente ignorado por la teoría keynesiana. He demostrado en el pasado que el crecimiento del PIB real está fuertemente correlacionado con los cambios en la rentabilidad del capital (el multiplicador marxista, si se quiere). El multiplicador marxista era considerablemente más alto que el multiplicador del gasto público keynesiano en tres de las cinco décadas, y particularmente en el período de la Gran Recesión. Y en las otros dos décadas, el multiplicador keynesiano fue sólo ligeramente superior y no pudo sobrepasar el 1. Por lo tanto, hay una evidencia más fuerte de que el multiplicador marxista es más relevante para la recuperación económica en el capitalismo que el multiplicador keynesiano.

De hecho, ¿ha sido el bajo crecimiento de la productividad en esta Larga Depresión causada por la falta permanente de demanda o histéresis o la baja rentabilidad?  El reciente informe anual del Banco de Pagos Internacionales(la agencia de estudios de los bancos centrales del mundo) encontró que el crecimiento de la productividad se ha ralentizado debido a “una mala asignación persistente de capital y trabajo, como se refleja en la creciente proporción de empresas no rentables. De hecho, la proporción de empresas zombi – cuyos gastos en intereses son superiores a las ganancias antes de intereses e impuestos – se ha incrementado de manera significativa a pesar de los niveles inusualmente bajos de las tasas de interés”.

Los economistas del BIS provienen de la escuela austriaca que culpa al ‘exceso de crédito’ y ‘una política monetaria del banco central sin rigor’ de las depresiones causadas por la crisis de crédito. Pero sí reconocen, desde el punto de vista del capital, que la rentabilidad es un factor determinante para la inversión, la innovación y el crecimiento, en lugar de la ‘falta de demanda’.

Las políticas de austeridad tienen un motivo ideológico: debilitar el Estado y reducir su ‘interferencia’ en el capital. Pero la base económica de la austeridad no fue una teoría económica enloquecida o mala, desde el punto de vista del capital. Su objetivo era reducir los costes de los servicios púbicos, las tasas de interés y los impuestos a las empresas con el fin de aumentar su rentabilidad. El punto de vista keynesiano ignora el movimiento de la rentabilidad como una causa de las crisis. Y al depender de la ‘demanda’ para juzgar el estado de salud de una economía capitalista, las políticas keynesianas de estímulo fiscal son incapaces de resolver el “problema técnico” de conseguir que la economía “ruja de nuevo con vida”.

Publicado originalmente en el blog de Michael RobertsTraducción de G. Buster en Sin Permiso

Imagen de portada: Last Round de Sam Rabin, 1953. Pintura encargada por la cadena de tes y cafés Lyons Tea Shops, el encargo de obra a varios artistas fue una medida que se tomó para hacer frente a la austeridad de después de la guerra.

Libros relacionados:

 El fin del capitalismo La crisis, Samir Amin

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