Puigdemont en Madrid

La conferencia del president de la Generalitat, precedida por la filtración a El País del borrador de la Ley de Transitoriedad, aporta elementos de juicio para pulsar la temperatura en la fase final del largo proceso soberanista.

La esperada conferencia de Raül Romeva, Oriol Junqueras y Carles Puigdemont en la sala alquilada por el Ayuntamiento de Madrid, conocida como la “caja de música”, estuvo condicionada por la publicación por El País del borrador de la clandestina Ley de Transitoriedad que el Parlament de Catalunya pretende aprobar sin debate y por el procedimiento de máxima urgencia. El portavoz del Junts pel Sí, Jordi Turull, se apresuró a afirmar que se trata de un texto “desfasado”, pero sin desmentir que fuera efectivamente un documento de trabajo. En cualquier caso, el objetivo político de los representantes de la Generalitat fue cargarse de razones para mostrar su voluntad de diálogo, frente a la cerrazón antidemocrática del ejecutivo español.

Inevitablemente el discurso de Puigdemont, que enfatizó el carácter democrático del proceso soberanista y el respeto a la pluralidad lingüística y cultural del nacionalismo catalán, se vio contradicho por el contenido del citado borrador. Nada extraño, pues el catalanismo nos tiene acostumbrados a un doble discurso, políticamente correcto de cara al público y rabiosamente identitario para los iniciados, como solo por ilustrarlo mostraron las declaraciones del exjuez y exsenador Santiago Vidal.

Puigdemont en MadridEn efecto, el método de aprobación de la Ley de Transitoriedad no solo contraviene los mínimos requisitos de un debate parlamentario democrático en un tema de tanta trascendencia, sino que vulnera la propia normativa de las instituciones catalanas que estipulan mayorías reforzadas de dos tercios de la cámara para reformar el Estatut d’Autonomia o para aprobar leyes orgánicas como la ley electoral. Nos tropezamos, una vez más, ante el uso instrumental de los principios democráticos: se invocan cuando son útiles al movimiento secesionista y se desechan cuando constituyen un obstáculo. Solo por poner dos ejemplos. Vicent Sanchís, designado presidente de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals, fue reprobado por el Parlament de Catalunya por su manifiesta parcialidad a favor Junts pel Sí, pero esto no ha sido óbice para que continúe en el cargo; precisamente por quienes invocan al Parlament de Catalunya como el depositario de la voluntad popular y la única autoridad a quien deben obediencia. Lluís Llach, que propugna la desobediencia a la legislación española, se mostró implacable con aquellos que se atrevan a desobedecer las leyes de la República catalana.

Además, el borrador muestra el carácter autoritario y presidencialista de la autodenominada República catalana, que suprime de facto la separación de poderes al subordinar el poder judicial al ejecutivo. Los mismos que critican con dureza la politización de la justica y la deficiente separación de poderes del ordenamiento constitucional español plantean un sistema institucional mucho peor y que refuerza aún más la dependencia de justicia respecto al gobierno.

Por otro lado, el citado borrador releva la mendacidad de las altisonantes declaraciones de respeto a la pluralidad cultural y lingüística de la Generalitat de Catalunya al instaurar la oficialidad única de la lengua catalana, a despecho de los ya muy menoscabados derechos lingüísticos de la mitad de la población del país, en plena sintonía con el Manifiesto Koyné, pieza maestra del esencialismo etnolingüístico.

El aspecto más inquietante del texto radica en que la Ley de Transitoriedad resulta en la práctica una Declaración Unilateral de Independencia (DUI) en diferido, al sustituir de un plumazo la legalidad española por la catalana, que entraría en pleno vigor en el caso que el gobierno español impidiese la celebración del referéndum. Llegados a este punto se evidencia que la apuesta del movimiento secesionista por el referéndum es puramente instrumental. En realidad, se está buscando el procedimiento para proclamar la soberanía sin tener que someterla a la consulta de la ciudadanía de Catalunya. Así figuraba en el programa de Junts pel Sí, que preveía la elaboración de una Constitución catalana que, después de 18 meses (que ya han transcurrido), sería refrendada por la ciudadanía. Entonces, se argumentaba que las elecciones plebiscitarias habían sido el referéndum y que, en abierta contradicción con los resultados, éste se había ganado. Ahora, se invoca el pretexto de la negativa del ejecutivo estatal de permitir la consulta para intentar soslayar este requisito y proclamar la DUI. Los líderes del movimiento secesionista saben que no existe una mayoría social a favor de la independencia y se pretende orillar este obstáculo con métodos espurios.

Es más, incluso en el improbable caso de que el referéndum pudiese celebrarse, ni se establece un mínimo quórum de participación, ni una mayoría reforzada, contraviniendo las prescripciones de la Comisión de Venecia que, en el caso de Kosovo, estipulaba una participación del 50% y un apoyo del 55% a la secesión.

 

Cartas sobre la mesa

Nos hallamos al final de una larga partida de naipes donde los jugadores han de enseñar sus cartas. La filtración de El País ha permitido mostrar algunos de los naipes del bloque soberanista que revelan un proyecto de República étnica y autoritaria concebida para uso y disfrute del sector independentista de la ciudadanía.

Por ello, los dirigentes de la izquierda catalana y española deberían combatir este proyecto en vez de mostrar una blanda complicidad bajo los auspicios de los cantos de sirena del concepto-fetiche de “derecho a decidir”. Ciertamente, debe encontrarse una solución democrática al conflicto político planteado por el independentismo catalán, pero desde luego no desde las claves en que se plantea actualmente. No será la primera vez ni la última que señalemos la importancia de estudiar la legislación canadiense sobre el tema, pues puede proporcionar elementos sumamente valiosos para enfocar, desde un punto de vista democrático, la manera correcta de encarrilar el contencioso.

Desde la otra punta de la mesa juego, la filtración de El País suministra argumentos a un PP en horas bajas, asediado por la corrupción y atribulado por la victoria de Pedro Sánchez que puede complicar extraordinariamente un mandato que se preveía plácido. Al PP la defensa de la “unidad nacional” frente al independentismo le ha proporcionado una gran rentabilidad política y electoral. A nadie se le escapa que envolverse en la bandera se ha demostrado como el mejor antídoto contra la corrupción a ambos lados del Ebro. Todo ello, no obstante, contiene el peligro de que el gobierno del Rajoy apueste por una línea dura respecto al “desafío soberanista”, como parecen indicar sus recientes acusaciones de “golpe de Estado” al gobierno de la Generalitat, a modo de medicina contra su creciente desgaste político y electoral.

Por debajo de la mesa de juego se han apreciado cambios de cartas en la vieja tradición de entendimiento entre las derechas españolas y catalana, como ha revelado la abstención del PDeCat en el tema de la estiba y la ausencia de los representantes del gobierno central en el Palau de la Música para facilitar que su patronato no se viese obligado a reclamar el dinero saqueado a la antigua Convergència.

Los réditos extraídos por el PNV de la debilidad parlamentaria del PP están siendo percibidos con envidia y nostalgia por amplios sectores del catalanismo conservador a quienes el giro soberanista les impide aprovecharse, como hacía Jordi Pujol, de la necesidad de apoyos parlamentarios de los gobiernos de UCD, PSOE y PP, deviniendo el auténtico árbitro de la política española.

Resulta, pues, muy complicado realizar previsiones fiables sobre el desenlace del proceso soberanista. Una partida donde ambos jugadores parecen querer exasperar el conflicto hasta el tantas veces anunciado choque de trenes. En cualquier caso, todas las fuerzas políticas catalanas trabajan con la hipótesis de elecciones autonómicas anticipadas antes de acabar el año.

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6 comments on “Puigdemont en Madrid

  1. Josep Maria Font Purtí on

    El Sr. Santamaria olvida en su artículo lo que en forma sistemática
    viene olvidando el nacionalismo español respecto del proceso independentista de
    Catalunya. Se limita a describir en su artículo lo que considera
    contradicciones del proceso y, con ello, intenta justificar su no procedencia.

    La situación en que se encuentra el proceso independentista,
    es una situación provocada por la negativa del nacionalismo español para
    aceptar una realidad histórica, el hecho que España es un estado en el que conviven
    diferentes naciones. El nacionalismo español es, desde siempre, un nacionalismo
    uniformista que tiene como objetivo asimilar, en una sola nación castellana, la
    realidad del estado español. Entendiendo cualquier manifestación de diferencia
    como un ataque al que se debe responder con
    todos los medios. España nunca ha aceptado Catalunya y no hablo del
    independentismo catalán, hablo de las múltiples personas catalanas que han
    defendido la permanencia de Catalunya dentro de España y que han sido
    reiteradamente despreciadas. Proyectos políticos como el de Prat de la Riba,
    Cambó, Pujol, Roca, Duran i Lleida y un largo etcétera, proyectos políticos
    claramente defensores de España como estado, no han sido incorporados ni en la
    más mínima expresión dentro del ideario político español. España no respeta
    Catalunya y en múltiples ocasiones ha trabajado para conseguir su aniquilación.

    Catalunya es una nación, negar esta realidad es posible de la
    misma forma que es posible negar que la nieve es blanca y la hierba verde, pero
    cerrar los ojos ante una realidad no implica que deje de existir. España niega
    esta realidad y construye un entramado jurídico conforme a esta negación, pero
    la realidad persiste y su negación no provoca más que rebeldía entre las
    personas que formamos parte de ella.

    El independentismo catalán, después de constatar que España
    no nos respeta, pide un referéndum acordado con el estado español. El estado
    español niega la posibilidad de una consulta con el argumento de que la
    legalidad española no lo permite y que es antidemocrático ir contra esta
    legalidad. La realidad es que la ley, sea la que sea, es un instrumento al servicio
    de unos principios, de unos intereses políticos y que de la misma forma que los
    principios y los intereses varían, la ley también puede variar. Por lo tanto si
    es que no hay referéndum es por el hecho de que no hay voluntad política y si
    no hay voluntad política es por lo mismo que decía anteriormente, España no
    entiende otro estado que no sea un estado uniforme bajo el imperio del
    nacionalismo castellano.

    Más concretamente respecto a alguna frases del artículo,
    afirmar como hace el Sr. Santamaria que los derechos lingüísticos del
    castellano en Catalunya están en retroceso, es mentir descaradamente. Afirmar
    que el nacionalismo catalán tiene un carácter “étnico”, cosa que si ocurre en
    el vasco y el castellano, es desconocer absolutamente los principios éticos y políticos
    en que se manifiesta.

    Sr. Santamaria, si a usted y a la izquierda española que, según
    parece representan sus opiniones , no ven correcta la Ley de transitoriedad u
    otros procedimientos del proceso independentista catalán, lo tienen muy fácil. Trabajen
    para que el estado español tenga voluntad política para poder celebrar un referéndum
    que, al fin y al cabo no es más que un instrumento que permite conocer la opinión,
    sin ningún tipo de mediación, del pueblo y, le recuerdo que democracia es el gobierno
    del pueblo y que la ley, como la constitución española, no es más que una
    herramienta.

    Como dijo en su momento el presidente del gobierno español,
    Sr. Cánovas del Castillo: “Cuba nunca será independiente”.

    Responder
  2. Josep Maria Font Purtí on

    El Sr. Santamaria olvida en su artículo lo que en forma sistemática
    viene olvidando el nacionalismo español respecto del proceso independentista de
    Catalunya. Se limita a describir en su artículo lo que considera
    contradicciones del proceso y, con ello, intenta justificar su no procedencia.

    La situación en que se encuentra el proceso independentista,
    es una situación provocada por la negativa del nacionalismo español para
    aceptar una realidad histórica, el hecho que España es un estado en el que conviven
    diferentes naciones. El nacionalismo español es, desde siempre, un nacionalismo
    uniformista que tiene como objetivo asimilar, en una sola nación castellana, la
    realidad del estado español. Entendiendo cualquier manifestación de diferencia
    como un ataque al que se debe responder con
    todos los medios. España nunca ha aceptado Catalunya y no hablo del
    independentismo catalán, hablo de las múltiples personas catalanas que han
    defendido la permanencia de Catalunya dentro de España y que han sido
    reiteradamente despreciadas. Proyectos políticos como el de Prat de la Riba,
    Cambó, Pujol, Roca, Duran i Lleida y un largo etcétera, proyectos políticos
    claramente defensores de España como estado, no han sido incorporados ni en la
    más mínima expresión dentro del ideario político español. España no respeta
    Catalunya y en múltiples ocasiones ha trabajado para conseguir su aniquilación.

    Catalunya es una nación, negar esta realidad es posible de la
    misma forma que es posible negar que la nieve es blanca y la hierba verde, pero
    cerrar los ojos ante una realidad no implica que deje de existir. España niega
    esta realidad y construye un entramado jurídico conforme a esta negación, pero
    la realidad persiste y su negación no provoca más que rebeldía entre las
    personas que formamos parte de ella.

    El independentismo catalán, después de constatar que España
    no nos respeta, pide un referéndum acordado con el estado español. El estado
    español niega la posibilidad de una consulta con el argumento de que la
    legalidad española no lo permite y que es antidemocrático ir contra esta
    legalidad. La realidad es que la ley, sea la que sea, es un instrumento al servicio
    de unos principios, de unos intereses políticos y que de la misma forma que los
    principios y los intereses varían, la ley también puede variar. Por lo tanto si
    es que no hay referéndum es por el hecho de que no hay voluntad política y si
    no hay voluntad política es por lo mismo que decía anteriormente, España no
    entiende otro estado que no sea un estado uniforme bajo el imperio del
    nacionalismo castellano.

    Más concretamente respecto a alguna frases del artículo,
    afirmar como hace el Sr. Santamaria que los derechos lingüísticos del
    castellano en Catalunya están en retroceso, es mentir descaradamente. Afirmar
    que el nacionalismo catalán tiene un carácter “étnico”, coso que si ocurre en
    el vasco y el castellano, es desconocer absolutamente los principios éticos y políticos
    en que se manifiesta.

    Sr. Santamaria, si a usted y a la izquierda española que, según
    parece, representan sus opiniones no ven correcta al Ley de transitoriedad u
    otros procedimientos del proceso independentista catalán, lo tienen muy fácil.
    Trabajen para que el estado español tenga voluntad política para poder celebrar
    un referéndum que, al fin y al cabo no es más que un instrumento que permite
    conocer la opinión, sin ningún tipo de mediación, del pueblo y, le recuerdo que
    democracia es el gobierno del pueblo y que la ley, como la constitución
    española, no es más que una herramienta.

    Como dijo en su momento el presidente del gobierno español,
    Sr. Cánovas del Castillo: “Cuba nunca será independiente”.

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  3. Josep Maria Font Purtí on

    El Sr. Santamaria olvida en su artículo lo que en forma sistemática
    viene olvidando el nacionalismo español respecto del proceso independentista de
    Catalunya. Se limita a describir en su artículo lo que considera
    contradicciones del proceso y, con ello, intenta justificar su no procedencia.

    La situación en que se encuentra el proceso independentista,
    es una situación provocada por la negativa del nacionalismo español para
    aceptar una realidad histórica, el hecho que España es un estado en el que conviven
    diferentes naciones. El nacionalismo español es, desde siempre, un nacionalismo
    uniformista que tiene como objetivo asimilar, en una sola nación castellana, la
    realidad del estado español. Entendiendo cualquier manifestación de diferencia
    como un ataque al que se debe responder con
    todos los medios. España nunca ha aceptado Catalunya y no hablo del
    independentismo catalán, hablo de las múltiples personas catalanas que han
    defendido la permanencia de Catalunya dentro de España y que han sido
    reiteradamente despreciadas. Proyectos políticos como el de Prat de la Riba,
    Cambó, Pujol, Roca, Duran i Lleida y un largo etcétera, proyectos políticos
    claramente defensores de España como estado, no han sido incorporados ni en la
    más mínima expresión dentro del ideario político español. España no respeta
    Catalunya y en múltiples ocasiones ha trabajado para conseguir su aniquilación.

    Catalunya es una nación, negar esta realidad es posible de la
    misma forma que es posible negar que la nieve es blanca y la hierba verde, pero
    cerrar los ojos ante una realidad no implica que deje de existir. España niega
    esta realidad y construye un entramado jurídico conforme a esta negación, pero
    la realidad persiste y su negación no provoca más que rebeldía entre las
    personas que formamos parte de ella.

    El independentismo catalán, después de constatar que España
    no nos respeta, pide un referéndum acordado con el estado español. El estado
    español niega la posibilidad de una consulta con el argumento de que la
    legalidad española no lo permite y que es antidemocrático ir contra esta
    legalidad. La realidad es que la ley, sea la que sea, es un instrumento al servicio
    de unos principios, de unos intereses políticos y que de la misma forma que los
    principios y los intereses varían, la ley también puede variar. Por lo tanto si
    es que no hay referéndum es por el hecho de que no hay voluntad política y si
    no hay voluntad política es por lo mismo que decía anteriormente, España no
    entiende otro estado que no sea un estado uniforme bajo el imperio del
    nacionalismo castellano.

    Más concretamente respecto a alguna frases del artículo,
    afirmar como hace el Sr. Santamaria que los derechos lingüísticos del
    castellano en Catalunya están en retroceso, es mentir descaradamente. Afirmar
    que el nacionalismo catalán tiene un carácter “étnico”, coso que si ocurre en
    el vasco y el castellano, es desconocer absolutamente los principios éticos y políticos
    en que se manifiesta.

    Sr. Santamaria, si a usted y a la izquierda española que, según
    parece, representan sus opiniones no ven correcta al Ley de transitoriedad u
    otros procedimientos del proceso independentista catalán, lo tienen muy fácil.
    Trabajen para que el estado español tenga voluntad política para poder celebrar
    un referéndum que, al fin y al cabo no es más que un instrumento que permite
    conocer la opinión, sin ningún tipo de mediación, del pueblo y, le recuerdo que
    democracia es el gobierno del pueblo y que la ley, como la constitución
    española, no es más que una herramienta.

    Como dijo en su momento el presidente del gobierno español,
    Sr. Cánovas del Castillo: “Cuba nunca será independiente”.

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  4. Josep Maria Font Purtí on

    El Sr. Santamaria olvida en su artículo lo que en forma sistemática
    viene olvidando el nacionalismo español respecto del proceso independentista de
    Catalunya. Se limita a describir en su artículo lo que considera
    contradicciones del proceso y, con ello, intenta justificar su no procedencia.

    La situación en que se encuentra el proceso independentista,
    es una situación provocada por la negativa del nacionalismo español para
    aceptar una realidad histórica, el hecho que España es un estado en el que conviven
    diferentes naciones. El nacionalismo español es, desde siempre, un nacionalismo
    uniformista que tiene como objetivo asimilar, en una sola nación castellana, la
    realidad del estado español. Entendiendo cualquier manifestación de diferencia
    como un ataque al que se debe responder con
    todos los medios. España nunca ha aceptado Catalunya y no hablo del
    independentismo catalán, hablo de las múltiples personas catalanas que han
    defendido la permanencia de Catalunya dentro de España y que han sido
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    Cambó, Pujol, Roca, Duran i Lleida y un largo etcétera, proyectos políticos
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    más mínima expresión dentro del ideario político español. España no respeta
    Catalunya y en múltiples ocasiones ha trabajado para conseguir su aniquilación.

    Catalunya es una nación, negar esta realidad es posible de la
    misma forma que es posible negar que la nieve es blanca y la hierba verde, pero
    cerrar los ojos ante una realidad no implica que deje de existir. España niega
    esta realidad y construye un entramado jurídico conforme a esta negación, pero
    la realidad persiste y su negación no provoca más que rebeldía entre las
    personas que formamos parte de ella.

    El independentismo catalán, después de constatar que España
    no nos respeta, pide un referéndum acordado con el estado español. El estado
    español niega la posibilidad de una consulta con el argumento de que la
    legalidad española no lo permite y que es antidemocrático ir contra esta
    legalidad. La realidad es que la ley, sea la que sea, es un instrumento al servicio
    de unos principios, de unos intereses políticos y que de la misma forma que los
    principios y los intereses varían, la ley también puede variar. Por lo tanto si
    es que no hay referéndum es por el hecho de que no hay voluntad política y si
    no hay voluntad política es por lo mismo que decía anteriormente, España no
    entiende otro estado que no sea un estado uniforme bajo el imperio del
    nacionalismo castellano.

    Más concretamente respecto a alguna frases del artículo,
    afirmar como hace el Sr. Santamaria que los derechos lingüísticos del
    castellano en Catalunya están en retroceso, es mentir descaradamente. Afirmar
    que el nacionalismo catalán tiene un carácter “étnico”, coso que si ocurre en
    el vasco y el castellano, es desconocer absolutamente los principios éticos y políticos
    en que se manifiesta.

    Sr. Santamaria, si a usted y a la izquierda española que, según
    parece, representan sus opiniones no ven correcta al Ley de transitoriedad u
    otros procedimientos del proceso independentista catalán, lo tienen muy fácil.
    Trabajen para que el estado español tenga voluntad política para poder celebrar
    un referéndum que, al fin y al cabo no es más que un instrumento que permite
    conocer la opinión, sin ningún tipo de mediación, del pueblo y, le recuerdo que
    democracia es el gobierno del pueblo y que la ley, como la constitución
    española, no es más que una herramienta.

    Como dijo en su momento el Sr. Cánovas del Castillo, presidente
    del gobierno español:

    Cuba nunca será independiente.

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