La abstención de los Comunes ha posibilitado la aprobación de los obsoletos Presupuestos de la Generalitat. Una decisión que no solo ha desencadenado fuertes críticas internas, sino que podría derivar en una caída de sus expectativas electorales.
El pasado viernes se aprobaron, tras tres años de prórrogas y en un Parlament prácticamente vacío, los Presupuestos de la Generalitat. Unas cuentas que nacen obsoletas pues no contemplan los brutales efectos económicos del Covid-19 y tendrán que ser rehechos inmediatamente, aunque nadie sabe en qué sentido. Así parecía más lógico que el gobierno de la Generalitat y, en particular su artífice, el vicepresidente económico Pere Aragonés, de ERC, hubiese optado por posponer su presentación y elaborar unos nuevos que contemplasen la situación creada por la pandemia.
Los Presupuestos únicamente pudieron salir adelante con la benévola abstención de los ocho diputados de Catalunya en Comú (CeC) lo cual ha suscitado un agrio debate en el interior de esta formación. Miembros relevantes de la misma como Joan Boada o Lluís Rabell calificaron esta decisión de grave error; otros, especialmente, desde el ámbito de Comunes Federalistas, la tildaron de “suicidio político”. Además, se criticó que la decisión la tomase el núcleo dirigente de la formación sin consultar a las bases.
En efecto, la abstención de CeC resulta un aval político para el ejecutivo presidido por Quim Torra, cuya gestión de la crisis del coronavirus y su política de permanente enfrentamiento con el gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, en la línea del “España nos mata”, está exacerbando la indignación entre la ciudadanía contraria a la secesión.
Examinemos los motivos que han conducido a la dirección de los Comunes a otorgar este balón de oxígeno al maltrecho gobierno de coalición independentista de Junts per Catalunya-ERC, corroído por las tensiones internas, cuando estaba en su mano pedirles que presentaran unas nuevos Presupuestos para hacer frente a los efectos económicos de la pandemia y sabedores del coste político interno y externo de esta determinación. En primer lugar, podría aducirse que se trata del cumplimiento de un acuerdo sellado con ERC, pero no con JxCat, mediante el cual ERC desbloqueó los Presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona, presidido por Ada Colau, antes de la irrupción del coronavirus. En segundo lugar, pero por razones semejantes, la abstención de CeC a las cuentas de la Generalitat sería una suerte de prenda para que ERC haga lo propio con los Presupuestos Generales del Estado y de este modo garantizar la continuidad del gobierno de coalición PSOE-UP. En tercer lugar, el voto de los Comunes se explicaría para acelerar las elecciones en Catalunya, pues el president Torra prometió que las convocaría cuando se aprobasen los Presupuestos. Finalmente, permitir la aprobación de los Presupuestos de la Generalitat se configuraría como una especie de avance de un hipotético gobierno de coalición con ERC tras los comicios autonómicos avanzados y que podría contar con la benévola abstención del PSC, en la medida en que el PSOE depende de Esquerra para garantizar la estabilidad institucional en el gobierno de España.
Estas razones de táctica política de carácter trilateral en los gobiernos español, catalán y barcelonés, que acaso servían antes de la crisis del Covid-19, han quedado en gran medida obsoletas como los propios Presupuestos de la Generalitat. En primer término, Torra ya ha manifestado que la crisis del coronavirus justifica retractarse de su compromiso con la convocatoria electoral. Ahora el president vicario de la Generalitat subordinará esta decisión a sus intereses electores y a los dictados de Waterloo. La determinación de llamar a la ciudadanía a las urnas dependerá del éxito de su campaña política y mediática para atacar al gobierno de España, pero también para erosionar a ERC, acusada de falta de firmeza en sus convicciones independentistas y de complicidad con el pérfido ejecutivo español.
En segundo lugar, ERC ha dado sobradas muestras de ser una formación sumamente voluble y poco de fiar en el cumplimiento de sus compromisos y pactos políticos. La presión que está ejerciendo JxCat puede conducirle a modificar su intención de abstenerse en los Presupuestos Generales del Estado y elevar el listón de sus exigencias para contrarrestar la campaña de JxCat, especialmente cuando esta formación posee el control del calendario electoral, con condiciones difícilmente aceptables para el gobierno español.
¿Error de cálculo?
En otro orden de cosas, la magnitud de la crisis económica que se cierne como consecuencia del Covid-19, podría modificar la anterior correlación de fuerzas. Esto se aprecia con el cambio de postura de Cs, que muestra signos de apartarse del bloque de la derecha y la ultraderecha e incluso podría apoyar los Presupuestos Generales del Estado en el marco de un pacto por la “reconstrucción nacional”. También, el PP tendrá difícil no sumarse a esos acuerdos, aunque sin duda buscará todos los pretextos para no apoyarlos. No obstante, la presión de amplios sectores de la ciudadanía y dentro del partido a favor de la “unidad nacional” pueden complicar extraordinariamente no incorporarse a esta corriente de opinión, como han interpretado el alcalde Madrid, José Luis Martínez-Almeida y, en menor medida, Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia. Si esto fuera así, ERC perdería su condición de fuerza decisiva para configurar mayorías parlamentarias en el Congreso de los Diputados, lo cual a su vez debilitaría su posición en Catalunya.
Quizás los Comunes, apoyando los Presupuestos de la Generalitat, no hayan calibrado atinadamente los beneficios y perjuicios de esta decisión como corresponde a toda acción política. Todo parece apuntar a que los segundos pueden superar de largo a los primeros, pues se ha vuelto a plantear no solo la ambigüedad, sino su subordinación a las formaciones independentistas en un momento en que amplios sectores de su base social muestran un mayor rechazo hacia el repliegue identitario, hispanófobo y supremacista de la presidencia y los medios de comunicación de la Generalitat. Ello cuando ni siquiera puede esgrimir que han conseguido otorgar un mayor contenido social a unos Presupuestos que, como todo el mundo sabe, son papel mojado.
Esto no debe atribuirse a un mero error de cálculo, sino que es la resultante de una línea política que podría ser severamente castigada en las urnas cuando el president Torra, o mejor dicho, Carles Puigdemont, tengan a bien convocar a la ciudadanía a las urnas. De esta manera, en el marco de unos comicios que se prevén extremadamente polarizados, la parte minoritaria de su electorado que simpatiza con las tesis independentistas podría emigrar hacia ERC, incluso a la CUP, y la parte mayoritaria contraria a la secesión votar al PSC o engrosar las listas de la abstención. Todo lo cual podría tener un efecto decisivo de cara a configurar una nueva mayoría en Catalunya.