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Hemos recorrido un largo camino. Hubo un tiempo en que creíamos que el mundo descansaba sobre el caparazón de una tortuga y que el Sol era una bola de hierro fundido ‘no mucho mayor que Grecia’. Ahora tenemos una teoría sobre cosas pequeñas como los átomos –la teoría cuántica– que no solamente explica por qué brilla el Sol y por qué la Tierra se mantiene firme debajo de nuestros pies, sino que también nos ha dado el láser, los reactores nucleares y los iPod nanos. Tenemos, además, una teoría sobre cosas grandes como el conjunto del Universo –la teoría general de la relatividad de Einstein– que predice la existencia de los agujeros negros y que sugiere que el tiempo tuvo un comienzo.
Nadie sabe todavía cómo la teoría sobre las cosas pequeñas encaja con la teoría sobre las cosas grandes –en esto es en lo que trabajan actualmente los científicos–, pero no importa. Lo realmente importante es que las generaciones que nos precedieron habrían matado por tener el conocimiento del mundo que tenemos nosotros. Realmente es un privilegio estar vivo hoy. Por primera vez en la historia, tenemos una idea bastante buena de la vastedad del Universo –podemos ver hasta el borde mismo del ‘horizonte de luz’ que constituye el límite del espacio observable, podemos contar los bloques de construcción del cosmos, unos cien mil millones más o menos de galaxias como nuestra Vía Láctea. Y no solo tenemos una idea de la extensión y el contenido del Universo, sino que también tenemos sólidos indicios de cómo empezó. El Universo empezó hace unos trece mil setecientos millones de años con una titánica explosión –el Big Bang– y se ha estado expandiendo y enfriando desde entonces. Nuestra Vía Láctea –junto con las demás galaxias– se formó cuando los escombros de la enorme bola de fuego que provocó el Big Bang se enfrió y solidificó.
Hemos de reconocer que todavía no sabemos exactamente qué fue lo que produjo el Big Bang o qué sucedió antes de que se produjera (ni siquiera sabemos si esta pregunta tiene sentido). Lo más notable de todo, sin embargo, es que nosotros somos la primera generación que tiene posibilidades realistas de dar respuesta a estas ‘preguntas fundamentales’. Y no solamente a estas preguntas fundamentales sino a un montón de otras que también lo son, como:
- ¿Qué hay más allá del borde del Universo?
- ¿De dónde surge toda esa complejidad que vemos a nuestro alrededor?
- ¿Cuáles son los límites de lo que podemos ‘conocer’?
- ¿Tiene el cerebro humano una capacidad mayor que la de cual quier ordenador?
- ¿De dónde viene el mundo de cada día?
- ¿Por qué tenemos la experiencia de un pasado, un presente y un futuro?
- ¿Por qué es tan difícil mover de un lado a otro una nevera llena?
- ¿Encontraremos alguna vez a un ET en el Universo?
- ¿Podrá la vida en el Universo perdurar para siempre?
En este libro me planteo todas estas preguntas. Para contestarlas he conversado con algunos de los científicos más imaginativos y audaces del mundo. Oyendo sus extraordinarias respuestas, aprenderemos –entre otras cosas– que el Big Bang pudo tal vez generarlo una colisión entre ‘universos-isla’; que un solo número extraordinario contiene las respuestas a todas las preguntas que es posible formular; que la teoría sobre el origen del Universo que tiene una más amplia aceptación implica que Elvis Presley está vivo en un dominio espacial diferente (de hecho, en un número infinito de otros dominios espaciales); que nadie puede descartar la posibilidad de que las estrellas sean artefactos tecnológicos construidos por una inteligencia extraterrestre; que un programa de ordenador de tan solo cuatro líneas de extensión podría generarnos a usted, a mí y a todo lo que vemos a nuestro alrededor; y que todos nosotros tal vez podremos resucitar en una simulación de ordenador al final del tiempo. Esta última posibilidad es la que ha inspirado el título de este libro. Según un físico de ideas muy polémicas, cuando morimos somos lanzados al fin de los días del Universo, donde despertamos en el seno de la ciber-realidad fundamental. Desplegada frente a nosotros se extenderá una eternidad de existencia subjetiva –los interminables días de estar muerto.[1]
Las preguntas primordiales que abordaré no son en absoluto una selección definitiva; son simplemente las que más me han intrigado personalmente. Sin embargo, hay temas que relacionan a muchas de ellas. Por consiguiente, he agrupado las preguntas en diversas categorías. Primero abordo aquellas cuyas respuestas proyectan alguna luz sobre la ‘naturaleza del Universo’ –preguntas como ‘¿Qué hay más allá del borde del universo?’ y ‘¿De dónde proviene la complejidad del Universo?’. En segundo lugar abordo aquellas preguntas cuyas respuestas iluminan la ‘naturaleza de la realidad’ –‘¿De dónde viene el mundo de cada día’ y ‘¿Por qué tenemos la experiencia del presente?’. Y finalmente abordo cuestiones sobre el lugar de la vida (y sobre nuestro lugar) en el Universo, como ‘¿Conoceremos alguna vez a un extraterrestre?’ y ‘¿Podrá la vida en el Universo perdurar para siempre?’.
Algunas de las preguntas fundamentales que me planteo pueden parecer a primera vista abstractas y esotéricas. Pero uno de sus rasgos más notables es que invariablemente son importantes para nuestras vidas cotidianas. No hay pregunta más básica, en realidad, que la que inquiere por el origen de nuestro mundo. E incluso la más esotérica de las preguntas que formulo –‘¿Contiene un solo número el secreto del Universo?’– resulta estar relacionada con el origen de la creatividad y la imaginación humanas y con el hecho de si el cerebro está haciendo algo más que cualquier ordenador. Creo que esta es la naturaleza de lo más puntero de la ciencia, el aspecto de la misma que versa sobre aquellas cosas prácticas que a todos nos preocupan: ¿De dónde venimos? ¿De dónde viene el Universo? ¿Qué diablos estamos haciendo aquí?
Una última cosa. Las respuestas que propongo no están necesariamente relacionadas entre sí. Esta es una de las características de la ciencia más pionera, en la que las nuevas ideas son tan nuevas que aún no han tenido tiempo de incorporarse al gran tapiz de la ciencia aceptada. Algunas de estas ideas pasarán la prueba del tiempo y otras no. Algunas son incluso mutuamente excluyentes. Todas las preguntas fundamentales son preguntas difíciles. Y las preguntas más difíciles son siempre las más interesantes. Para contestarlas hay que viajar a las fronteras mismas de la ciencia, y en realidad algo más allá. ¡Diviértanse!
Prefacio del libro de Markus Chown Los días interminables de estar muerto. Ensayos sobre las ideas más especulativas de la física de vanguardia.
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Nota
[1] Debo esta línea a Jim Grace y a su brillante novela Being Dead [Estar muerto].