1. Voy a empezar con un par de precisiones que tal vez sean útiles por lo que oí aquí el lunes pasado y por lo que me han contado y he leído sobre las jornadas de los días siguientes:
La primera precisión se refiere al uso del término “cultura”. Usaré el término en un sentido amplio; en la acepción que se ha hecho habitual entre etnólogos y antropólogos de lengua inglesa para quienes “cultura” es un conjunto de comportamientos socialmente adquiridos y que se transmiten con igual carácter por medio de símbolos; conjunto que incluye conocimiento, creencia, hábitos, costumbres y valores vinculados a aquéllos.
Resalto lo de la lengua inglesa, porque en esa acepción no se establece una contraposición entre “cultura” y “civilización”, como ha sido habitual durante algún tiempo entre los alemanes.
2. Esa precisión no se debe a ningún interés especial por fastidiar a nadie: ni tampoco debe oírse como una pedantería. Seguramente será inútil y nos la podíamos ahorrar si no fuera porque he encontrado aquí -y fuera de aquí, en la mayor parte de los medios de comunicación- una tendencia muy general a hablar casi exclusivamente de la cultura “superior” cuando no de la cultura de los letratenientes, de los radiotenientes y de los teletenientes[1]. Y esta última es sólo una parte de la “cultura” de la actividad cultural que aquí puede interesarnos y, desde luego, la que menos me interesa a mí.
3. El uso amplio, antropológico, del término “cultura” me lleva directamente a la segunda precisión. Esta se refiere a la afirmación que hizo Subirós[2] el primer día sobre la inexistencia de la cultura española y su justificación en el hecho de que la expresión cultura española es de origen militar porque tiene que ver con las fronteras militarmente establecidas.
Comprendo las razones por las cuales algunos intelectuales catalanes, vascos o gallegos se sienten incómodos ante el término cultura española. Pues es cierto que ha existido y existe una acepción militarista de ese concepto que hiere la sensibilidad de muchos, entre los que me encuentro. Una acepción militarista que tiene bastante que ver con una cierta vocación testicular recuperada no hace mucho por las señoras del barrio de Salamanca, inmediatamente después del golpe de Tejero, y desgraciadamente invocada también por el Sr. Rodríguez de la Borbolla[3] en ocasión del debate en el XXX Congreso del PSOE. Visto desde Cataluña, el “por cojones” es parte de la cultura española.
4. Comparto también el concepto más amplio de “culturas hispánicas” y la orientación federalista[4] del mismo. Pero en ese marco considero un disparate negar el pan y la sal a la cultura española; y un dislate aún mayor identificar la cultura española con lo militar o con lo testicular. Esa identificación, que conduce directamente a la negación de la existencia de la cultura española, es una concesión de la izquierda a nacionalismos tan criticables como el españolista. Y una injusticia para con los castellanohablantes antifranquistas que se opusieron al militarismo en las nacionalidades históricas con igual fuerza durante los años malos. Dicho sea entre paréntesis, esa es la razón de que yo mismo, para poner el ejemplo que tengo más cerca y que no compromete a otros, prefiere hoy vivir en Valladolid[5] después de haber vivido y trabajado en Barcelona durante veinte años. Digo esto sin acritud ni melancolía. Solo como un ejemplo -insisto el que tengo más a mano- de la esquizofrenia pacífica a la que está conduciendo barbaridades como la negación de la existencia de una cultura española.
5. Individualismo: el buey solo bien se lame + americanismo.
6. La cultura científico-técnica y sus exageraciones.
La obnubilación de la consciencia excedente y la manipulación del ocio.
Neo y post.
Repetición de la aceptación acrítica de lo que hay y de la añoranza neorromántica.
7. La crisis de la cultura burguesa:
El burgués insatisfecho:
- Todo vale.
- El final de las ideologías en versión tecnopop.
8. La cultura como espectáculo/ la cultura como educación.
9. Pero ¿hay una nueva cultura?
- Lo que no es tradición es plagio[6].
- El sentido multinacional de lo neo.
- Nueva cultura como renovación de tradiciones.
En los márgenes de la aceptación positivista de lo dado, de las compatibilidades con el sistema, y en los márgenes de las añoranzas neorrománticas se esboza una cultura relativamente nueva:
- Diálogo de tradiciones: revisión autocrítica de las mismas[7] y alejamiento de sus formas institucionalizadas en poderes.
- Pensar globalmente, actuar localmente como principio.
- Cultivo de la sensibilidad-relaciones interpersonales.
- Respecto a la naturaleza-relación con la naturaleza.
- Valor de la paz, de la no-violencia, de la desobediencia civil[8], de la resistencia no resignada.
- Donde está el mal puede estar también la salvación[9]: crítica y uso de las tecnologías y de la ciencia contemporánea.
- Política alternativa, no alternativa política.