Es muy propio de él. Sánchez muta periódicamente. Es algo más que un simple cambio de piel. Su objetivo es el de siempre: volver a convertir al PSOE en el eje del régimen del 78; es decir, volver a la centralidad de un PSOE con vocación de mayoría para un país que está cambiando. Iván Redondo ya ha sacado consecuencias de la victoria de Ayuso y empieza a girar. El humor social se está modificando aceleradamente. Hay un doble discurso. De resentimiento frente a la gestión de la pandemia, de odio organizado contra el gobierno “social-comunista” combinado con otro que emerge marcado por el deseo de pasar página, volver al pasado y ganar un presente de consumo, de alegría y relaciones. Muchos meses conviviendo con la muerte dejan una sociedad que necesita de buenas noticias, de esperanzas y que rechaza a los agoreros. Pedro Sánchez quiere gobernar los humores sociales y dejar a las derechas en la bronca, en la oposición sin futuro y fuera de la nueva realidad deseada.
Como siempre, expectativas y realidades se condicionan. Las gentes quieren buenas noticias y el gobierno se las da. La clave, que las variables económicas mejoren, que las cifras de desempleo y de afiliación a la seguridad social sean positivas. Su supuesto básico es que la Unión Europea ha cambiado de naturaleza y que las políticas de ajuste y austeridad no volverán. Pronto llegarán las primeras cantidades de los fondos europeos y se cree que a finales de 2022 se alcanzarán los niveles anteriores a la pandemia. Biden y la UE expresarían las grandes esperanzas de las ministras de Unidas Podemos: un capitalismo de nuevo keynesiano que apoyaría el reformismo de un gobierno duramente acosado por las derechas.
Estaríamos ante el Gran Reset, el gran reinicio de un capitalismo que quiere cambiar aprovechando la pandemia, el cambio tecnológico acelerado y, sobre todo, la gran transición geopolítica que va a modificar radicalmente el mundo que conocemos. Klaus Schwab, el patrón del Foro de Davos, lleva meses escribiendo y hablando de la necesidad de un plan que resetée el capitalismo. En agosto de este año, en Singapur, se reunirá de nuevo el Foro intentando converger con la agenda 2030 de la NNUU, su hoja de ruta. Lo que viene, es bueno señalarlo, es el intento de una nueva modernización de la economía y de la sociedad española de la mano, una vez más, del Partido Socialista que se reencuentra con el Felipe González de la Expo 92 y de los Juegos Olímpicos, con el Zapatero de los derechos y del republicanismo sin república. El nuevo Pedro Sánchez se reconstruye con un discurso que privilegia el cambio tecnológico y productivo en el marco de unas alianzas con las capas medias urbanas, las élites tecnocráticas y el empresariado disponible. La juventud como desafío y variable estratégica.
El presidente del Gobierno pretende realizar una de sus grandes aspiraciones: convertirse en el interlocutor privilegiado de los poderes económicos. Ser el partido del régimen obliga a representar los intereses del capital y obtener un amplio consenso entre las clases trabajadoras. La nueva modernización es el plan para construir un bloque político-electoral duradero. Con un Ciudadanos en proceso de desaparición y unas derechas fuertemente radicalizadas, Pedro Sánchez pretende ampliar su base electoral y ganar nuevos espacios. ¿Cuales son las condiciones previas de un movimiento como este? Realizar reformas verdaderas que afecten a la vida cotidiana de la mayoría social y no tener problemas a su izquierda; es decir, convertir a Unidas Podemos en fuerza complementaria del PSOE, en socio preferente y colaborador necesario.
El vacío político de Pablo Iglesias se nota cada vez más. No sabemos aún los motivos reales de su salida del Gobierno, aunque se puede intuir. Una cosa está clara: hoy por hoy, Unidas Podemos existe solo por y para el gobierno. Carece de agenda propia, de una estrategia definida, de una dinámica político-organizativa autónoma; al parecer, une su futuro al de un gobierno en la que es fuerza minoritaria. La foto del acuerdo de pensiones es significativa: patronal, sindicatos y Pedro Sánchez. Así será hasta las próximas elecciones. La táctica de Yolanda Díaz es la de dar tiempo al tiempo, hacerse olvidar que Pablo Iglesias la eligió y convertir su gestión como ministra de Trabajo en su principal activo político. Ione Belarra, obligada a combinar el Ministerio con la reconstrucción, prácticamente desde cero, de Podemos. Alberto Garzón en su Ministerio y con escaso perfil político y, por si fuera poco, Enrique Santiago, secretario general del PCE, que ha aceptado una secretaria de Estado. Los dirigentes principales de Unidas Podemos están todos en el gobierno y dependiendo de él. En los últimos tiempos Pablo Iglesias buscaba desesperadamente ser gobierno y oposición en los temas que afectaban las líneas rojas del Pacto de Gobierno. Es de imaginar que hay una nueva relación entre Yolanda Díaz y Pedro Sánchez basada en resolver internamente los conflictos y no hacerlos públicos. Está por ver si tiene o no contrapartidas.
La parábola puede terminar siendo una curiosa paradoja: de un 15M que venía a renovar sustancialmente la política española hemos pasado a una situación determinada, de nuevo, por la hegemonía del Partido Socialista y por unas Unidas Podemos que devienen en izquierda complementaria de la socialdemocracia, cuya mejor y mayor conquista -como ha repetido hasta la saciedad Pablo Iglesias- ha sido el gobierno de coalición con el PSOE. Todo ello con un Partido Popular escorado a la derecha extrema y un Vox -es el dato nuevo- que gana peso y hegemonía como fuerza nacionalista española con un fuerte componente autoritario, recogiendo las viejas tradiciones reaccionarias de la derecha española. La fuerza de Pedro Sánchez sigue estando relacionada con la tremenda presión de unas derechas que acariciaban el poder hace unos meses y que ahora temen que la compleja salida de la pandemia refuerce al Gobierno y a su presidente. ¿Dónde está lo nuevo? En que Iván Redondo pasa a la ofensiva, convirtiendo los indultos en una línea de demarcación y la recuperación en un proyecto de país capaz de organizar un nuevo consenso social en torno al Partido Socialista.
Comenzaba refiriéndome al cambio de humores sociales, a la emergencia heterogénea, contradictoria y conflictual de un país que quiere salir de la pandemia, liberarse del miedo y volver al pasado. Sánchez pretende gobernar estos impulsos conectando con ellos, ofreciendo una salida de progreso económico, desarrollo social y cambio de modelo productivo. No será fácil, pero es el único proyecto existente. No hay otro equivalente ni en las derechas ni a su izquierda y se adentra con audacia en el campo de eso que se llama la “cuestión territorial” sabiendo, como también lo sabe Esquerra Republicana, que las posibilidades de un acuerdo real son escasas y que todo serán maniobras, fintas y juegos electorales. Entramos en una fase preparatoria de unas elecciones generales que se atisban en el horizonte.
El tiempo apremia. Hay que definir una estrategia clara y distinta. Unidas Podemos no puede continuar sólo en la dinámica del gobierno y bajo el control de los tiempos de Iván Redondo. Lo que se avecina es un periodo preparatorio de unas elecciones generales que Pedro Sánchez convocará cuando le parezca oportuno. El escenario se puede prever: una enorme polarización entre las derechas y Pedro Sánchez. ¿Cuál será el espacio de UP? ¿una izquierda complementaria o una izquierda alternativa?