Con el discurso televisado de año nuevo, Mahmoud Abbas quería reavivar el entusiasmo de los militantes de Fatah en el quincuagésimo primer aniversario del nacimiento del partido; en cambio, ha agravado aún más una crisis que no tiene precedentes, y sigue generando confusión en el pueblo palestino. Abbas apareció a la defensiva y carente de argumentos, sin proyectos reales, más centrado en su propia supervivencia política que en cualquier otra cosa.
El discurso del 31 de diciembre fue un revoltijo de viejos clichés: aquí y allá, criticó a Israel teniendo cuidado al escoger las palabras adecuadas, y reiteró que cualquier decisión sobre “el futuro de la tierra, la gente y los derechos nacionales” debe estar “sujeta a elecciones generales y aprobada por el Consejo Nacional (PNC), porque nuestro pueblo ha sufrido enormes sacrificios y él es la fuente de todo poder.”
Afirmación sorprendente, ya que Abbas preside la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en virtud de un mandato que expiró en enero de 2009, y su partido, Fatah, que se negó a aceptar el resultado de las elecciones democráticas en los territorios ocupados en 2006, sigue actuando como el “partido de la mayoría” sin haber recibido un mandato, si excluimos la legitimidad política que recibe de Israel, los EE.UU. y sus aliados.
En cuanto al Consejo Nacional, este actuaba como órgano legislativo de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), hasta el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en 1994. Financiada por actores internacionales, la Autoridad Palestina debía ser un medio, no un fin, para concluir las negociaciones y fundar un Estado palestino. En su lugar se transformó en el mantenimiento de un statu quo, y sus instituciones, que reflejan principalmente los intereses políticos de una corriente específica dentro de Fatah, han sustituido de hecho a la OLP, el PNC, y a cualquier otro organismo que sea expresión de democracia y participación.
Lo que queda simbólicamente de la OLP, después del golpe de la Autoridad Nacional Palestina, ha sido reducido a una marioneta que refleja los intereses de un partido, Fatah (que perdió la confianza de los palestinos en 2006), o más bien a una rica elite dentro de ese partido que en un tiempo fue mayoritario. En cierto modo, el papel de Abbas parece ser el de servir a los intereses de este grupo, y no el de trazar un camino de liberación para toda la comunidad palestina, la que está en su patria, en los campos de refugiados o en la diáspora.
Las intenciones de Abbas nunca habían sido expuestas con mayor claridad que en su discurso del 31 de diciembre, cuando sustancialmente excluyó el desmantelamiento de la Autoridad Palestina, que ha fracasado en su misión, aunque ya existe una compleja estructura política de la OLP que puede reemplazarla. Abbas ha descrito extrañamente a la Autoridad Palestina como uno de los principales objetivos del pueblo palestino.
Utilizo el adverbio “extrañamente” porque la ANP es el fruto del “proceso de paz” de Oslo, ahora en gran parte ya difunto, llevado adelante con Israel por Abbas y un pequeño grupo de personas a las órdenes del que fue líder de Fatah, Yasser Arafat. Todas las negociaciones se llevaron a cabo en secreto y no tuvieron en cuenta al pueblo palestino. De hecho, cuando se intentó, por medio del voto desafiar el statu quo impuesto por Oslo, el resultado electoral no fue reconocido por Fatah, y se desató la guerra civil de 2007, con centenares de víctimas palestinas.
Pero aparte del lapsus sobre la historia del ahora octogenario Abbas, el asunto es que sus palabras, en lugar de tranquilizar a los militantes, han puesto de manifiesto dramáticamente que el pueblo palestino, protagonista en octubre de un violento levantamiento, no tiene quien lo guíe.
Abbas dijo que las razones de la “habba” o “insurrección”, términos que describen la actual intifada, se encuentran en las continuas violaciones israelíes y en los asentamientos ilegales, pero se abstiene de legitimar la revuelta o de tomar las riendas de esta movilización. Él sigue poniendo velas a dios y al diablo, por no dar rienda suelta a la ira de su pueblo ni a la de Israel.
Como político curtido que es, de hecho busca sacar ventaja poniéndose de vez en cuando al lado del pueblo, como un líder revolucionario, para recordarles a Israel y los Estados Unidos su importancia como representante de la componente no violenta de la política palestina y para cabalgar la ola de la Intifada hasta que se haya restaurado el viejo orden. De hecho, los signos de este viejo orden, las negociaciones interminables, siguen siendo evidentes. El responsable de las negociaciones de la ANP, Saeb Erekat, dijo recientemente que las negociaciones con Israel están todavía en curso: un terrible presagio, en un momento en que los palestinos necesitan la completa superación del enfoque sobre la política y la liberación nacional, que ahora parece haber fracasado.
Sin embargo, el problema es más vasto y no sólo afecta a Mahmoud Abbas. Atribuir los fracasos a una sola figura representativa es corriente en muchos análisis falaces de la política palestina (más evidente en los medios de comunicación occidentales que los árabes, para ser justos). Desafortunadamente, incluso cuando el anciano Abbas ya no esté en la escena política, el problema seguirá persistiendo si no es afrontado y resuelto.
Fatah ha hecho enormes contribuciones a la Resistencia, el más importante, liberar a la causa palestina, en la medida de lo posible, de los límites de la política y la manipulación del mundo árabe. Gracias a una generación de jóvenes líderes, que incluía representantes del FLP y otros grupos socialistas, nació, por primera vez, una plataforma unida que representaba una parte importante de las prioridades y objetivos de los palestinos.
Pero esa unidad fue destrozada bajo la presión de los impulsos sectarios: primero en su seno, y después fuera de la OLP, nacieron corrientes y ríos subterráneos que tomaron diferentes direcciones ideológicas; muchos fueron financiados por los regímenes árabes, que han explotado la lucha palestina por intereses nacionales o regionales. El fracaso nacional fue seguido por un trágico suceso: cuando la Resistencia Palestina estaba exiliada en el Líbano en 1982, tras la invasión israelí del país, la OLP y todas sus instituciones estaban en manos de un único partido. Fatah, desde entonces, se ha convertido cada vez más en obsoleto y corrupto y ha comenzado a tomar decisiones en ámbitos geográficos distantes de Palestina. Asumió el control de la OLP, que se transformó gradualmente en una organización centrada en el tribalismo político y la corrupción financiera.
Sin lugar a dudas, Abbas ha sido una figura central en los tristes acontecimientos que llevaron al fracaso de Oslo en 1993; pero las tendencias de la cultura política que ha alentado continuarán separándose de las aspiraciones del pueblo palestino, con o sin él.
Es toda la clase política, sostenida por el dinero de Occidente y Estados Unidos, y claramente tolerada por Israel, la que ha de ser cuestionada por los palestinos, si se quiere tener de nuevo la oportunidad de reivindicar sus objetivos nacionales.
La opinión de algunos de que la Intifada sentará las condiciones para derrocar a la Autoridad Palestina, no tiene sentido. Una movilización popular nunca tendrá éxito si se ve obstaculizada por grupos poderosos como los involucrados en la ANP, unidos por intereses comunes.
Así pues, es absolutamente inútil y contraproducente esperar que Abbas articule un mensaje fuerte y convincente, porque su problema no tiene que ver con el léxico: la verdad es que su grupo de poder se niega a ceder ni un milímetro de los inmerecidos privilegios de que goza para abrir un espacio más democrático, en el que todos los palestinos (laicos, islamistas y socialistas) puedan tener algo que decir en la lucha por su país.
El primer paso debería ser la creación de un liderazgo de unidad en los Territorios Ocupados, que pueda manejar la Intifada más allá de los límites de las distintas facciones; también se debería llevar a cabo una reestructuración de las instituciones de la OLP, que la haga más inclusiva y la transforme en un espacio común para los palestinos.
Pronto Abbas abandonará la arena política, por la dinámica interna de Fatah o por su avanzada edad. Pero el futuro de los palestinos no puede dejarse a merced de sus secuaces, empeñados solo en la protección de sus intereses. Lo que está en juego es el futuro de la nación entera.