
Hoy, 16 de septiembre, a las 6 de la mañana, terminaba la convocatoria de huelga general lanzada por los sindicatos franceses. Era la decimocuarta jornada de protesta contra la reforma laboral del gobierno de Hollande, que se vienen sucediendo en Francia desde hace meses, y que, pese a su promulgación por la Asamblea Nacional, continúa siendo rechazada de forma tajante por el movimiento sindical.
En más de cien ciudades francesas se han desarrollado manifestaciones contra esa “Loi Travail”, aprobada por el Parlamento a finales del mes de julio pasado: Marsella, Nantes y Rennes iniciaron las protestas a primeras horas del día 15, que fueron seguidas en muchas otras ciudades. El gobierno sigue respondiendo con dureza. En París, decenas de miles de personas atronaron las calles desde la Bastilla, donde, en enfrentamientos con la policía, al menos doce personas fueron detenidas y hubo una decena de heridos. Centenares de vuelos cancelados, cierre de estaciones de transporte, escenas de tensión, lanzamientos de gases lacrimógenos contra los manifestantes, violencia policial, así transcurrió la jornada de las calles francesas durante la huelga de ayer.
El gobierno de Valls y Hollande ha hecho todo lo posible por dificultar la huelga, insistiendo en que la ley ya está aprobada, sin prestar atención a las declaraciones de los dirigentes sindicales, como Phillippe Martínez, secretario general de la CGT, quien ha afirmado, con rigor, que, si una ley se aprueba, puede también derogarse. Sin embargo, el gobierno sigue negándose a cualquier derogación o anulación de los aspectos más lesivos de la ley, mientras mantiene contra toda evidencia que su aplicación permitirá crear millones de puestos de trabajo y contribuirá de forma decisiva a salir de la crisis. Los sindicatos llevan su oposición a la ley de reforma laboral también en el ámbito jurídico, y han previsto presentar sus demandas ante los tribunales europeos. Cuentan con que el gobierno de Valls debe presentar todavía decenas de leyes que desarrollan la Loi Travail, en aspectos como la jornada laboral, la negociación de los convenios colectivos, los órganos de representación, las modalidades de contratos de trabajo y otras cuestiones, y, por tanto, el escenario de los enfrentamientos y las diferencias va a continuar, en unos meses en que todas las fuerzas políticas toman posiciones para la dura batalla de las elecciones presidenciales francesas de abril y mayo de 2017, en primera y segunda vuelta.
En Francia, casi seis millones de trabajadores permanecen sin empleo, sin que el gobierno socialista haya sabido hacer frente a esa situación. La CGT plantea una jornada de 32 horas semanales para todos los trabajadores, algo que, según los estudios sindicales, permitiría crear 4’5 millones de puestos de trabajo. Las demandas sindicales se centran en la aplicación de la jornada semanal de 32 horas, manteniendo el mismo salario, jubilación a los sesenta años, aumento del salario mínimo hasta 1.800 euros brutos, como recurso para impulsar el crecimiento y el consumo; la aplicación de la escala salarial, así como otras medidas.
La agobiante debilidad del gobierno de Hollande y Valls, situado (en teoría) a la izquierda, su empeño en imponer una dura legislación neoliberal que favorece de una manera evidente a los empresarios y que ataca duramente a los trabajadores franceses, e incluso su desprestigio entre la población francesa, hace difícil entender los cálculos políticos de Hollande, un hombre desprestigiado, inmerso en un duro calendario para intentar la reelección, y cuyas medidas no hacen más que favorecer a la derecha dura de Sarkozy y a la extrema derecha de Le Pen. Hollande, que ha pretendido convertirse en el garante de la seguridad de los franceses ante los embates del terrorismo islamista, quiere derrotar a los sindicatos, al tiempo que pretende imponer unas duras condiciones a los trabajadores franceses, y juega ahora con el cansancio del movimiento obrero francés, que, tras largos meses de lucha y la convocatoria de varias huelgas generales, teme la conjunción de la traición de Hollande y de la mayoría del Partido Socialista, el temor de la población a un nuevo agravamiento de la crisis, la dispersión europea y el amenazante escenario de la irrupción de la extrema derecha de Le Pen, quien, además, utiliza un demagógico lenguaje para ganar audiencia entre los obreros y los empleados atemorizados por un futuro incierto.
Con una jornada de huelga más, la lucha de los trabajadores franceses continúa.