Quizá fuera muy interesante, pero las reflexiones que desató en mi pétreo caletre aquel “nosotras” pronunciado con varonil timbre y tono me absorbieron hasta el punto de dejar de interesarme por el resto del discurso.
Recopilando información de aquí y de allá he llegado a saber que esa extraña transmutación gramatical empieza a ser frecuente en declaraciones hechas por políticos españoles de la izquierda llamada radical (adjetivo cuyo pródigo uso también me sorprende; pero de eso hablaré otro día). La cosa no se limita al pronombre personal de primera persona plural, sino que también se puede oír a portavoces de grupos mixtos de varones y féminas decir cosas como: “Todas estamos de acuerdo en que…”, o “Las que luchamos por los derechos de la mayoría”, etc.
Al parecer, la explicación de semejantes solecismos es que a ciertos grupos de personas particularmente sensibilizadas ante la inveterada discriminación padecida por las mujeres les parece que esa discriminación se manifiesta, entre otros ámbitos, en el del lenguaje. Concretamente, en el hecho de que la forma gramatical utilizada en castellano para referirse a un conjunto de individuos de ambos sexos sea igual a la masculina. Es decir, que cuando alguien se dirige a un grupo mixto con la expresión: “Venid todos”, está marginando a las féminas del grupo, hundiéndolas en el anonimato, desdeñando su presencia y contribuyendo, por tanto, a su discriminación social.
Me pregunto, a partir de ahí, si esa discriminación no alcanzará su máxima expresión en el vocabulario propio de la filosofía. En efecto, los filósofos que escriben en la lengua de Cervantes al Ser lo hacen macho y a la Nada, hembra. ¿Qué mayor discriminación se puede pedir que ésa, asociar la condición femenina, no ya a la subalternidad, sino a la pura y simple inexistencia? Terrible, en verdad.
En la lengua de mi juventud, en cambio, el refinado griego clásico, tanto el Ser como la Nada se nombraban con vocablos de género neutro. ¿Querrá eso decir que la sociedad griega de mi juventud era menos discriminatoria de la mujer que las sociedades de lengua hispana? Bueno, no conozco muy bien las sociedades hispanas (hay quien me consuela diciendo que a esas sociedades no hay ser humano ―ni sera humana― que las entienda), pero sí sé que, en muchas de las comunidades políticas de la antigua Grecia, las mujeres carecían de derechos políticos y ni siquiera heredaban (razón por la cual allí no podía funcionar el conocido lema “al patrimonio por el matrimonio”).
Por otro lado, me pregunto qué oscuras perversiones sexistas revela el hecho de que la mano sea femenina a pesar de tener una terminación masculina, que con los poetas ocurra exactamente lo contrario y que los derechos sean siempre masculinos, so pena de poner ese ámbito fundamental de la vida pública íntegramente en manos de los partidos políticos conservadores (las derechas).
Donde no puedo dejar de ver un indicio de contumaz machismo es en el empeño de la gran mayoría de periodistas (y periodistos) en hablar de la, por algunos añorada, moneda nacional griega llamándola “el dracma”, pese a que en este caso la terminación no engaña y en mi juventud todos los griegos (y griegas) se pirraban por “las dracmas”.
De modo que no tengo nada claro que reservar “nosotras” y “todas” exclusivamente para las mujeres sea más una discriminación que una muestra de respeto, en contraste con “nosotros” y “todos”, a los que se puede despojar de su masculinidad impunemente para usarlos de comodines gramaticales.
Finalmente, seguir por esa vía de presunto feminismo lingüístico me pondría a mí en un aprieto, pues dada mi heteróclita naturaleza, no sabría muy bien si debo aceptar que el género femenino que se me adjudica desde siempre expresa un sexo igualmente femenino o no. De momento estoy muy contenta con la terminación en “e”, y no en “a”, de mi nombre, pues me permite mantenerme en una postura de calculada ambigüedad al respecto (nada me horrorizaría más que verme un día correr la misma suerte que las mujeres que al alcanzar un puesto en la judicatura ven cómo, junto con la toga, se les endosa una “a” tontamente añadida a una palabra sin marca morfológica de género como es “juez”).
Por cierto, resulta curioso tan poco respeto por la Gramática, teniendo en cuenta que es femenina…