No es preciso ser un nigromante ni un augur. No es necesario leer en las entrañas de las aves ni tirar de la cábala. Basta el sentido común y unos pocos datos.
Los grandes perjudicados por la espiral inflacionista que sufrimos son las clases populares y en especial los pensionistas. La intensa propaganda no puede ocultar el malestar social acumulado. Se quiere obviar la realidad o enmascararla. La inflación que nos atenaza y nos hace cada día más pobres no es solo fruto de la guerra. Con datos de febrero del 2022 más de la mitad de los pensionistas de este país cobran alrededor de 1.000€ netos. El mayor incremento en las pensiones de los últimos años (8,5% obtenido por la movilización), aunque positivo, no cambia la tendencia.
Las rentas más bajas: las grandes perjudicadas
Son las rentas más bajas las que más están sufriendo esta situación de inflación disparada. A menores recursos, mayor es el esfuerzo para llenar la nevera. La subida de precios se está concentrando en los productos fundamentales. Buena parte de los 9 millones de pensionistas y los grupos de bajos recursos que subsisten con menos de mil euros al mes dedican casi un 50% de su renta a la comida.
El proceso inflacionista tiene características estructurales. Lo señala entre otros el economista en jefe del BCE. Otros analistas, como Moisés Martín Carretero (Economistas Frente a la Crisis), dan otra explicación: el origen debemos buscarlo en los incrementos en los márgenes de beneficio. Según esta tesis serían las grandes empresas las que «han decidido recuperar los márgenes en un escenario de altos costes. No es tanto que sean beneficiarios sino causantes».
Los costos los pagan, como ya hemos dicho, las familias más pobres. La alta inflación arrastra un peligro económico añadido: ralentiza el consumo y deprime la demanda interna. La intervención del ejecutivo reduciendo el IVA de algunos productos básicos es insuficiente. Hay una falta de valentía para introducir medidas regulatorias que limiten los beneficios de los grandes grupos oligopólicos. El gobierno ha optado por la vía de la compensación: se subvenciona a estos grupos con dinero del presupuesto para que controlen supuestamente los precios. A estas alturas nadie sabe cómo se va a ejercer esa supervisión pero sí que las grandes corporaciones están utilizando la Reduflación como fórmula para incrementar sus márgenes comerciales. Se camufla la subida de precios y para ello se reducen las cantidades en los productos envasados manteniendo el mismo precio.
En nuestro país son múltiples los análisis coincidentes. El sindicato CCOO señala en su “Informe sobre la inflación” algunas variables a considerar. Es casi un ejercicio de prestidigitación intelectual. El documento, aunque señala problemas, no plantea soluciones más allá de algunos lugares comunes. Los sindicatos mayoritarios han decidido apuntalar al ejecutivo a cualquier precio. Apoyan los procesos de privatización del sistema público de pensiones. Callan sobre el incremento del costo de la vida. Firman convenios por debajo de la subida de los precios… Aunque el apoyo ciego puede minar su base social, están cómodos con el ejecutivo. Yolanda Díaz es su portavoz. La vicepresidenta segunda, Podemos o IU han conseguido pequeñas victorias pero sin abordar los problemas de fondo. Los avances, al ser meros parches, son rápidamente asimilados y neutralizados por el sistema. Las subidas del SMI, por ejemplo, fueron absorbidas inmediatamente por el aumento de la inflación. No hay una política de cambio estructural, solo remiendos.
El ejecutivo insiste en que la actual situación es coyuntural. Necesitan vender una imagen optimista frente a un ciclo electoral complicado. Pedro Sánchez, encumbrado en el Foro de Davos y en plena sintonía con Biden, culpabiliza al “villano” Putin y a la guerra en Ucrania. Para Pedro Sánchez la guerra está en el origen de la inflación. En realidad, la subida de precios se estaba cronificando mucho antes del 2022. En 2021 (cuando no había estallado el conflicto) el IPC interanual alcanzaba el 6,5% en el mes de noviembre, mientras la subyacente se situaba en el 6,3%. La conclusión que extraemos es obvia: la escalada de precios existía antes y al margen de la guerra. Son los movimientos especulativos sobre las materias primas los que están detrás de la crisis inflacionista. Son los grupos de distribución, a través de las centrales de compra y las grandes superficies, los que multiplican beneficios. El grupo Dia ha alcanzado los mejores números del último lustro. Carrefour ha elevado sus márgenes un 30% en los primeros meses del 2022. Lidl anuncia mayores beneficios al igual que Mercadona. Las grandes distribuidoras de alimentos se están haciendo de oro.
El informe de CCOO señala otra evidencia: los salarios y pensiones están pagando la alta tasa de inflación con un acusado descenso del nivel de vida. Será el tercer año consecutivo en el que las familias españolas pierdan poder adquisitivo. Las grandes corporaciones registran beneficios multimillonarios. Las energéticas, sin ir más lejos, ganaron 72 millones de euros limpios al día durante los últimos cinco años, incluyendo los tres de pandemia. No hay crisis para las grandes entidades financieras. No hay crisis para las eléctricas, cuya “solidaridad” consiste en el “bono eléctrico” que pagamos todos los consumidores a través de la factura. El gobierno ha permitido que se repercuta esa ayuda en la factura de todos para que estas empresas mantengan sus tasas de beneficio.
Si algo caracteriza al ejecutivo es su falta de coraje y su supeditación a los designios de la UE. Solo así se explica que parte de los beneficios de las eléctricas, unos 240 millones de euros, vayan directamente al estado italiano como accionista. La política de privatizaciones y venta de activos del PP en su momento no ha sido contrarrestada por el ejecutivo progresista. Se suple la inacción de fondo por proclamas en medio de una política de parches. Se utilizan como excusa las presiones de Bruselas. Pero, y a pesar de la coacción de la UE, el acuerdo sobre la prolongación de la vida laboral se pospone de momento. Esto demuestra que el ejecutivo tiene mucho margen de maniobra, más del que quiere reconocer. Se promete lo que no se cumple y, cuando se cumple, se ha de leer con mucha atención la letra pequeña. Los reglamentos que se suben al BOE en muchas ocasiones acaban desnaturalizando lo anunciado.
Mientras se esquilma y se regatea a los pensionistas (que no tendrán derecho a la ayuda) los 200€/año en concepto de compensación por inflación, el ejecutivo, en su afán electoralista, regala un cheque “cultural “de 400 euros a los jóvenes para que, si así lo desean, lo inviertan en cultura o en videojuegos. Estas medidas, meramente paliativas, ocultan la cantidad ingente de millones que las entidades financieras siguen recibiendo a cuenta del penoso rescate de la banca que sufrimos la pasada década. Mientras sus cuentas de resultados, gracias a la subida del precio del dinero, se inflan como nunca, sale a la luz que la gran banca podrá reducir, aún más, sus impuestos.
El método se denomina DTA. Es un artilugio contable puesto en marcha en 2013 (gobierno del PP) y que el ejecutivo progresista sigue manteniendo. Gracias a este método en 2022 se ahorraron 4.031 millones de euros a cuenta del ejercicio anterior. Los informes mensuales de recaudación de la Agencia Tributaria recogen estas cantidades. Hasta el mencionado decreto del 2013 las entidades podían compensar los años buenos y malos jugando con el Impuesto de Sociedades. El decreto que no ha sido modificado permite descontar tributos en caso que se registren “pérdidas contables”, que las empresas sean “objeto de liquidación“ (se fusionen), que se doten cantidades para prevenir la morosidad, que se aporten a Planes privados de empresa, o bien que el descuento sea por el coste de las llamadas prejubilaciones. Así la banca multiplicaba sus beneficios en 2021 mientras despedía a miles de trabajadores trasladando parte de los costos del despido por prejubilación a las cuentas públicas al ingresar menos de lo que debiera. Las prejubilaciones en la gran banca han salido casi gratis a estas instituciones.
La situación inflacionista tiende a cronificarse. Desde mayo del 2021, vemos como la inflación sube en un mes lo previsto para todo un año. Otros indicadores (inflación subyacente) mantienen una subida que ronda el 7%., el más elevado desde el 2008. Dicen los portavoces gubernamentales con voz engolada (estamos en época preelectoral) que la inflación en nuestro país es una de las menos malas de las economías occidentales. Olvidan intencionadamente que, en el capítulo de alimentación, sigue escalando hasta situarse en el 15,7% en diciembre del 2022.
Conclusión
La política del Banco Central Europeo hace recaer el costo de la inflación sobre las espaldas de la economía real. Las previsiones del organismo para los próximos años señalan un crecimiento sostenido del precio del dinero. Christine Lagarde anuncia para el mes de marzo nuevas subidas. En este momento, el Euribor ronda ya el 3%, las nuevas hipotecas se disparan y los créditos al consumo están en el 7,5% de media. Su ortodoxia monetarista es, en este momento, una opción casi criminal. El BCE no propone ninguna solución a la crisis más que ahogar la economía y trasladar los costos que provocan la subida de los tipos a las espaldas de los más pobres. La banca, que campa a sus anchas, ha institucionalizado un auténtico corralito financiero puesto que dificultan cambiar el tipo de hipoteca entre fija y variable dentro del mismo banco. En paralelo las hipotecas con tipos variables no cesan de subir. La banca exprime el limón todo lo que puede. La inacción del ejecutivo para introducir nuevas regulaciones que alivien la situación hace el resto. Desgraciadamente la inflación va a seguir escalando. El modelo neoliberal se enfrenta al fantasma de la estanflación. Altos precios con crecimiento negativo y aumento del desempleo. La Conferencia de Davos refrenda esta tesis. También lo advirtió en junio el Banco Mundial y la Reserva Federal.
El remedio en la crisis de los 70 fue contraer la economía encareciendo el precio del dinero. La consecuencia fue el incremento de la carga de la deuda en los países pobres y la desaceleración del crecimiento en el mundo industrial. La crisis de la deuda, consecuencia en gran parte de la subida de los tipos de interés, asolaron economías y continentes enteros. La crisis de los 80 se solventó en parte chutando la pelota hacia adelante: la “flexibilización cuantitativa” (fabricar dinero sin respaldo en la economía real). Aquella opción, impuesta por uno de los responsables de la crisis (Mario Draghi, nombrado presidente del BCE), está en el origen de los actuales problemas. La caída de la capacidad adquisitiva es la consecuencia.
Viviremos enormes procesos de agitación social, para los que el sistema se preparará recurriendo a la violencia si le es preciso y promoviendo guerras. ¿La organización de la resistencia se hace hoy más perentoria que nunca? ¿Cuándo amanecerá tovarich?