
Hace unas semanas un centenar de estudiantes de bachillerato de una prestigiosa escuela para chicas en Tshwane (Pretoria) se rebeló abiertamente contra la práctica habitual de la escuela de forzar a sus estudiantes negras a enderezar su pelo. Llegaron hasta poner vaselina a la fuerza en el cabello de una de ellas.
El peinado rizado es uno de los rasgos de la identidad africana. Durante el poderoso movimiento negro de finales de la década de 1960 fue uno de sus símbolos. En 2016, las imágenes de la protesta de las estudiantes defendiendo la estética y cultura negra corrieron como la pólvora en las redes sociales. En un par de días se recogieron 10.000 firmas contra la prohibición de la escuela. Los directores tuvieron que retroceder. ¿Cómo era posible que después de más de 20 años sin apartheid, gobernada Sudáfrica por el Congreso Nacional Africano, (ACN), se siguiera castigando la negritud en las escuelas?
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La fotografía de esta luchadora contra el alisado de pelo recorrió el mundo (o parte)
El año pasado en Ciudad del Cabo estudiantes universitarios lograron sacar de la Universidad de Cape Town una estatua de Rhodes. La consideraban un símbolo del colonialismo. Rhodes murió en 1902 después de hacerse famoso por formar un ejército y, con la bendición de Londres, robar las tierras que le interesaban de la población nativa. Los estudiantes de color que lograron sacar la estatua asociaban el colonialismo blanco con su postergación en las universidades frente a los jóvenes blancos, mayoritarios en ellas, aunque estos sean una minoría entre la población. En Johannesburgo el movimiento #FeesMustFall mantiene su lucha por conseguir una enseñanza de calidad y gratuita. Saben que la educación es la única arma que tienen los jóvenes negros para derribar la barrera histórica de su discriminación y postergación social.
Para estos estudiantes la llegada al poder del movimiento de liberación nacional con más prestigio en Africa, en 1994, no ha traído lo que esperaban. Dicen que el nuevo activismo que está naciendo en las aulas se debe a que las promesas hechas por el ACN no han sido cumplidas. Lo mismo está ocurriendo en Mozambique, donde el desengaño con el FRELIMO es cada vez mayor; o en Angola, o en Zimbawe.
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Barrio de Cap Town. Todavía buena parte de las mayorías negras viven en pésimas condiciones.
Mandela y sus camaradas supieron atraer a las masas negras a su lado al convertir el viejo ANC –en su fundación un movimiento liberal por los derechos políticos de los negros– en un movimiento de reivindicación social a favor de la población negra al dar cabida en su seno a los comunistas y los sindicatos. El fracaso de los gobiernos del ACN en su política social –los datos muestran que el desempleo, los bajos salarios, la pobreza continúan para la mayoría de la población negra–, es la levadura de la insatisfacción que crece entre las nuevas generaciones. La luz roja se encendió cuando el gobierno del ANC empezó a usar la violencia policial contra las protestas sociales. El asesinato de 34 mineros en Marikana en 2012, cuando se manifestaban reclamando un salario digno, fue el aviso de que algo extraño estaba ocurriendo. Las jóvenes generaciones veían con horror cómo las víctimas de antes se estaban convirtiendo en los verdugos de hoy.
El resultado de las elecciones locales celebradas en agosto ha expresado el desencanto que recorre el país. El Congreso Nacional Africano (ANC) que desde hace 22 años venía ganando fácilmente cualquier contienda electoral, perdió cuatro de las alcaldías de las seis ciudades más importantes del país, entre ellas Johannesburgo, donde está Soweto, el símbolo de la lucha urbana contra el apartheid. Es verdad, no obstante, que ha sido el partido más votado a nivel nacional y un claro ganador en las áreas rurales. Un 65% del voto frente al 56% obtenido a nivel nacional. La dotación de casas a precios simbólicos a pobres rurales y la traída de servicios ha compensado su parálisis en la devolución de la tierra a campesinos negros. Pero su éxito en las zonas rurales no puede compensar su fracaso en las grandes ciudades, sobre todo de cara a las elecciones generales del 2019, porque en Sudáfrica el 65 % de la población es urbana. El nerviosismo se está apoderado del partido.
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Jóvenes en Cap Town
El Presidente Zuma –en Sudáfrica el Presidente lo elige el parlamento– podría ser reemplazado por otro miembro del Congreso Nacional Africano. Su figura está ampliamente asociada con la corrupción. Una revocación nada fácil, porque Zuma cuenta con el apoyo de Umkhonto we Sizwe, la antigua ala militar del movimiento, donde se han refugiado los viejos cuadros de la lucha de liberación. Los viejos luchadores “revolucionarios” no ven mal que se saque alguna ventaja “especial” en beneficio propio por su vieja militancia en tiempos difíciles. Pero sus sacrificios de hace 30 años dice poco a los jóvenes de hoy. Su situación material –supuestamente por lo que dicen que lucharon los viejos– no mejora, mientras ven como sí mejora en cambio la de ellos.
El partido de los Luchadores por la Libertad Económica de Julius Malema (EFF) se ha pasado dos años intentando no dejar hablar a Zuma en el parlamento, sus diputados coreaban #PayBackTheMoney, por no devolver el dinero público que se gastó en su casa privada de Kwa-Zulu Natal. Ellos sabían que la corrupción de Zuma y sus allegados es lo que más está desgastando al ANC. Su protesta –ha conseguido finalmente que Zuma pague su deuda con el Estado– le ha dado votos. El EFF ha conseguido un inesperado 8% a nivel nacional (11% en Johannesburgo), un resultado que le ha permitido decidir las alcaldías de Pretoria y Johannesburgo. Los centros políticos del país.
El EFF es un partido formado hace solo tres años por las juventudes desencantadas del Congreso Nacional Africano. Las juventudes han sido históricamente quienes han regenerado al ANC. En 1944 fueron sus líderes, entre ellos Mandela y Tambo, los que lograron imponer una agenda social e indigenista. Julius Malema, un viejo aliado de Zuma, ex-secretario general de la Liga de La Juventud del ACN, condicionó su apoyo al ANC para gobernar las alcaldías a que “el corrupto Zuma dimita”.
Malema dijo que el EFF tenía que elegir entre dos diablos: entre el ACN y AD. AD (Alianza Democrática) es un partido reformado que tiene sus raíces en el apartheid, y que votado mayoritariamente por blancos consiguió un éxito histórico en Johannesburgo, donde presentó un candidato negro. Malema categorizó a Zuma como “un corrupto que protege a los capitalistas blancos”; y al AD como un partido “no corrupto que protege a los capitalistas blancos”. Al final el EFF se decidió por AD porque según Malema “es menos diabólico”.
El acuerdo es muy frágil porque AD es un partido claramente neoliberal y el EFF reivindica nacionalizaciones mineras y expropiaciones de las grandes propiedades rurales que siguen en manos de los blancos. Lo único que sella el acuerdo es que todos miran a las elecciones del 2019 sabiendo que la corrupción, la arrogancia y la ineptitud es lo que más irrita a las nuevas generaciones de sudafricanos.