Los Estados Unidos declaran la guerra a casi todo el mundo

EEUU declara la guerra económica
Estados Unidos, en boca de su presidente, ha declarado la guerra a casi todo el mundo. Sin saberlo, seguramente, ha hecho suyas las palabras de Lord Palmerston a quien se le atribuye la frase: “Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses…» El discurso pronunciado por el señor Trump en la Asamblea General de Naciones Unidas, sitúa al conjunto de los países del mundo en la disyuntiva: o doblar la rodilla, o enfrentarse al poderío militar y económico de esa potencia.

Su discurso, entre el cinismo y la amenaza, va a conducir a las políticas de la administración norteamericana hacia el enfrentamiento político, económico y posiblemente militar contra sus rivales. El paisaje que se dibuja conduce al mundo a nuevas cuotas de tensión y de caos aumentando el riesgo de confrontación directa entre las superpotencias. Ante todo las palabras de Donald Trump iban dirigidas a sus votantes en época preelectoral. Su defensa del unilateralismo imperial pretendía contentar a un electorado que en las últimas décadas ha visto cómo la globalización destruía irremisiblemente aquello que se dio en llamar el “sueño americano”. En realidad se pretenden ocultar las enormes debilidades de una potencia en decadencia, pero que se aferra a su poderío militar para contrarrestarla.

Las risas que surgieron de los miembros de la Asamblea General cuando el Presidente hablaba de su «compromiso con la humanidad» y «la prosperidad y estabilidad mundial» son el ejemplo más evidente del  doble lenguaje que se ha instalado en las relaciones internacionales. Con Donald Trump ningún acuerdo es seguro, ni permanente. Las relaciones internacionales han entrado en una especie de «ley de la selva».

Donald Trump ha declarado la guerra económica contra Rusia, Europa y especialmente contra Pekín. Todo ello irá acompañado de un aumento en la presión militar en Oriente Medio y en el mar de la China. Washington está dispuesto a saltarse las instituciones internacionales. Lo hemos visto en el caso de Irán, donde ha roto unilateralmente el acuerdo de desnuclearización; lo estamos viendo en la presión sostenida contra Siria y en la guerra híbrida en Libia, donde Occidente actuó sin permiso de las Naciones Unidas. Todo ello forma parte de la nueva estrategia de Washington que implica el inmediato abandono u olvido  de sus obligaciones internacionales. Washington ha decidido que no precisa de una mediación internacional. Impondrá sus propios criterios si puede. Por tanto puede prescindir del Tribunal Penal Internacional y el Consejo de Derechos Humanos (ACNUR) entre otros organismos internacionales de mediación. El aumento de la presión económica y militar contra Irán (a través de atentados y sanciones) y finalmente una guerra de precios contra la OPEP (está exigiendo la reducción del precio del petróleo) serán sus acciones más inmediatas. La amenaza curiosamente va contra sus aliados en la zona, a saber: Kuwait, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos. El objetivo geoestratégico central de Washington es evitar la expansión de China a través de la «nueva ruta de la seda» y la sumisión de Rusia. El cerco militar y las sanciones económicas serán el medio. Estas acciones generarán un mayor grado de polarización político y militar entre países como seguramente no habremos conocido desde la Guerra Fría. Trump no tiene amigos, solo vasallos.

Bajo esta premisa se definen varios objetivos centrales en este periodo: el primero es crear una alianza estratégica (la OTAN de Oriente Medio) que incluiría a los estados del golfo más Jordania y Egipto. Su finalidad sería enfrentarse con Irán e indirectamente contra China, puesto que el objetivo estratégico es limitar la expansión china a través de la denominada «nueva ruta de la seda». Algunos ramales de esta ruta pasan por esos territorios, especialmente por Siria e Irán. Estamos posiblemente reviviendo el pacto de Bagdad de la década de los 50, aunque entonces su objetivo era contener a la URSS y ahora es cercar a Irán.

Curiosamente Marruecos no fue invitado a unirse a esta alianza, aunque ha roto sus relaciones con Irán y cortado todo contacto con ese país. Por otra parte la inclusión de Qatar en este eje es cuando menos bastante irreal, puesto que este país mantiene un importante contencioso contra su vecino saudita (que ha amenazado con invadirlo). El apoyo turco e iraní ha enfriado el ardor guerrero de Riad. Por otro lado Kuwait está dando señales de un cierto apoyo explícito al gobierno de Teherán. Asimismo, la arrogancia en las declaraciones del presidente norteamericano no deja de granjearle conflictos con sus «aliados». Humillar a Arabia Saudita o Egipto no es la mejor forma de granjearse y fortalecer «amistades políticas». La derrota militar que está sufriendo Arabia Saudita en Yemen hace que la posición del actual gobernante sea cada vez más débil y la base de la alianza que quiere construir Washington sea en realidad muy frágil.

Donald Trump junto a su esposa Melania, el rey Salman de Arabia Saudí, en Riad, el 21 de mayo de 2017. (EFE)

La bestia negra en la zona sigue siendo Irán, al que dedicó gran parte de su discurso. Ha prometido un aumento de las sanciones contra ese país. Sin embargo estamos viendo cómo la política iraní consigue ampliar sus zonas de influencia, llegando a acuerdos muy importantes en el suministro de petróleo en China, hacia Rusia, Pakistán y la India. Todo ello a pesar de la amenaza de sanciones económicas para los países que comercian con Teherán. La sustitución del dólar como moneda de intercambio es una respuesta importante a las sanciones económicas que quiere imponer el presidente norteamericano.

El discurso de Trump, nada sorprendente por otra parte, muestra una arrogancia sin límite, no tiene ningún empacho en extorsionar a los países del Golfo para que compren armas y se enreden en conflictos con Irán.

Derrotado nuevamente en territorio sirio, Trump amenazó con declarar la guerra nuevamente (la declaración es más retórica que real)  si el ejército sirio usara armas químicas. Nuevamente toda acción que busque la seguridad y estabilidad de la zona queda ligada al cese completo de la presencia militar iraní.

El segundo gran objetivo estadounidense es presionar a Rusia tanto militar como económicamente. Aunque la presión sobre Moscú es intensa y dañina para la economía de este país, Moscú continua rompiendo el embargo financiero, consiguiendo acuerdos comerciales, especialmente en la venta de armamento y energía con  Turquía, Pakistán, India, China o con la expansión de las petroleras rusas por Latinoamérica. La UE, resentida con EEUU, aunque aún dependiente de Washington, comienza a marcar una ruta propia, como se percibe en el acuerdo firmado con Irán que intenta sortear las sanciones que Donald Trump promueve contra este país.

Pero sin duda, el gran enemigo sigue siendo China. Es el tercer objetivo de la política inmediata de Trump. La declaración de que Pekín estaba interviniendo en las elecciones presidenciales no deja de ser un auténtico chiste. El escenario de la confrontación será evidentemente el mar de la China oriental. Estados Unidos no dudará en  utilizar la guerra híbrida contra Pekín, alentando el independentismo Uigur (una zona clave en el tránsito de la «ruta de la seda» hacia occidente). Algunos líderes de estos independentistas de origen turcumano han estado combatiendo en Siria con Al Qaeda, mientras otros  políticos de esta etnia  son acogidos, como exiliados, por EEUU  y Alemania.

El cuarto espacio de intervención será Latinoamérica, donde la injerencia de los EEUU pretende reeditar el pensamiento estratégico del presidente Theodore Roosevelt, cuando en 1904 declaró que los Estados Unidos tenían el derecho de intervenir en los asuntos internos de América Latina. Dijo: «Si algún país de América del Sur se comporta mal debía ser castigado». Venezuela y la posible intervención militar, Ecuador, el golpe de estado (legislativo) en Brasil, la variante de guerra híbrida iniciada contra Nicaragua, el intento de defenestrar a Evo Morales… Norteamérica ha puesto nuevamente sus ojos en las riquezas petrolíferas de Venezuela y sus minerales raros, pretende saquear la selva ecuatoriana y apropiarse de los minerales estratégicos que atesora Bolivia, en especial el litio, del cual ha comprado China 150 Tm en 2017 (prácticamente toda la producción). Todos estos conflicto fijan un gran escenario, que, por otra parte, se está encontrando con una dura resistencia.

En esta carrera sin sentido hacia ninguna parte, EEUU acabará, más temprano que tarde, saliendo del Tratado de Fuerzas Nucleares de distancia intermedia (INF) firmado en 1987. Estados Unidos ha sido el único país en utilizar armas nucleares contra otro. Los documentos desclasificados hace tiempo nos mostraron cómo en la guerra de Corea había planes detallados para hacer estallar más de dos docenas de armas atómicas y crear una zona «muerta» cercana a la frontera china. Documentos desclasificados hace muy poco señalan cómo el general William C. Westmoreland, máximo responsable de las operaciones norteamericanas, activó un plan similar para enviar armamento nuclear a Vietnam del Sur prácticamente a espaldas del Presidente Johnson. El uso del arma nuclear está siempre presente en toda acción bélica en la que alguno de los contendientes posee ese artefacto. No es, como se pretende hacer creer, una acción en escalada que se pueda detener, sino que será utilizada de forma preventiva, como anunciaba el 2 de octubre el embajador de EEUU ante la OTAN, Kay Bailey Hutchinson. Por primera vez desde la guerra fría un funcionario de alto nivel estadounidense amenaza a Rusia con la guerra. El funcionario norteamericano  estaba justificando así la renuncia al INF. Es un salto importante en la preparación de la guerra, puesto que permitiría colocar cabezas nucleares de alcance medio prácticamente en las mismas fronteras de Rusia.

Trump lleva el camino de convertir a su país en el más odiado del mundo. La creencia en su destino manifiesto como nación salvadora del orden mundial, se está reflejando en acciones políticas que aumentan su soledad.

Su discurso es el preámbulo de nuevas guerras políticas, económicas y militares que indudablemente obligarán a otros estados a unirse contra él. Trump es un personaje histriónico, con una visión limitada del conjunto, impulsivo y contradictorio. Posiblemente incapaz de entender los graves retos estratégicos que enfrenta su propio país.  El “establishment” al que él decía denunciar está ganando la partida. Su discurso ante las Naciones Unidas lo desnuda. Es el prolegómeno de nuevas acciones y amenazas que concitarán más odio y resquemor contra ese país. EEUU va camino de convertirse en el enemigo de  la humanidad.

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