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DOSSIER.- Los comunes eran derechos consuetudinarios sobre los usos del agua, bosques, tierras… Las necesidades básicas de la gente común son hoy semejantes. Los debates actuales sobre los comunes abarcan muchos campos. Aportamos cuatro textos que los ilustran.
Entrevista a Peter Linebaugh
El historiador habla de sus investigaciones sobre los bienes comunes, las formas de acceso a bienes y servicios necesarios para la vida. Linebaugh es autor del libro El Manifiesto de la Carta Magna.
Su investigación se centra en la Carta Magna y la Carta del Bosque, dos documentos del siglo XIII. ¿Qué tienen que ver estas Cartas con los comunes?
Los comunes eran derechos consuetudinarios, no escritos, sobre los usos del agua, el bosque, las tierras. El rey Juan sin Tierra intentó quitar esos derechos a los campesinos ingleses y se produjo una rebelión; al perder, tuvo que ponerlos por escrito. Eso es la Carta del Bosque, la primera carta de derechos en relación con los comunes. La Carta Magna sería su homónima respecto a los derechos civiles. El artículo VII de la Carta Magna protege los estovers de las viudas, es decir, su acceso a la madera para procurarse calor. La Carta del Bosque contiene 16 artículos que regulan los bienes del bosque; por ejemplo, el derecho de pannage, que autoriza que los cerdos se alimenten en el bosque. La madera sigue siendo en nuestros días la principal fuente de calor para muchas personas, aunque otros productos derivados del carbono, como el carbón y el petróleo se han extendido. Ha habido muchos cambios desde el siglo XIII, pero las necesidades de las viudas, las mujeres y la gente común son muy semejantes. Ya no dependemos tanto de los cerdos, pero sí de las proteínas en general. Las Cartas limitaban la propiedad privada sobre los recursos necesarios para la subsistencia.
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El historiador Peter Linebaugh
¿Por qué Midnight Notes Collective compara el momento actual con los cercamientos de las tierras comunes de los siglos XVI-XVIII?
Entender cómo hemos llegado a una situación puede ayudarnos a salir de ella. Como explicamos en nuestro artículo sobre los “nuevos cercamientos”, la clase dirigente, mediante la desposesión y la expropiación de millones de personas en América Latina, en África, en Oriente Próximo y en Asia, estaba preparando el camino a la explotación y a la inmigración forzada, al ataque que vivimos sobre el bienestar humano que se ganó en las luchas de los años ‘60. Queríamos aprender de las luchas de antes de los ‘60: hemos descubierto la importancia de la redistribución de las tierras y de la abolición de la esclavitud y hemos descubierto la centralidad del terror en la instauración del patriarcado. Empezamos a entender que el cercamiento de los comunes fue un ataque a las mujeres.
¿Qué aportan estas Cartas y su historia a las luchas actuales?
En primer lugar, la Carta Magna ha resultado fundamental durante siglos para restringir el poder de las autoridades en Inglaterra y en EE UU. En segundo lugar, estas Cartas de Libertades protegen los derechos de subsistencia de los comuneros. Tienen que ser actualizadas. Por supuesto, hay muchas corrientes en los actuales debates sobre los comunes. En Sudamérica, en particular, con las luchas indígenas en Bolivia, México y Venezuela, la discusión sobre los comunes se ha convertido en una cuestión constitucional. En África, los comunes de los poblados tradicionales han resistido al asalto, también en China. Los movimientos ecologistas surgen de la defensa de los comunes planetarios. En EE UU, la oposición a la llamada “Guerra contra el Terror” cita la Carta Magna en sus informes legales.
En esta coyuntura, ¿qué aporta la hipótesis de los comunes?
Los comunes no solo tienen que ver con los recursos naturales o con internet. Los comunes hablan de importantes principios de organización política y económica. Cuando el revolucionario chino Chou En Lai fue preguntado en los años ‘50 sobre su opinión sobre la Revolución Francesa, contestó que era demasiado pronto para valorarla. Lo mismo podría decirse de las Cartas de Libertades del siglo XIII. Los principios de los comunes mantienen parte de las exigencias francesas de “igualdad, libertad y fraternidad”.
La Carta Magna exigía el retorno de recursos robados, en ese caso, de los recursos del bosque que el rey había usurpado. En nuestros días, el-Estado-y-las-corporaciones han tomado el lugar del rey, pero la exigencia de justicia y devolución permanece. Quizá esta es la razón por la que se llamó “Occupy” el movimiento. Los comunes combinan prácticas e ideales. Son parte de la auto-organización, horizontal y prefigurativa, que tuvo lugar en las plazas de El Cairo, Atenas, Madrid, Nueva York, Oakland. Los comunes no son lo mismo que “lo público” que siempre se ha asociado a nociones de ciudadanía, propiedad y representación política, elementos a los que se enfrenta el hacer-común [commoning]. En nuestros tiempos, dos eslóganes resumen estos debates: “Un no y muchos síes” y “Ni Estado ni mercado”. Cómo combinar democracia directa y los comunes con la igualdad y la justicia es la tarea histórica que nos aguarda.
Artículo publicado originalmente en 2013 en Diagonal
Comunes: una vieja idea muy actual
Para imponerse, el capitalismo tuvo que destruir la autonomía de la reproducción social de las comunidades campesinas; así fue en la Europa medieval, en la América moderna y en el África contemporánea. Pero los comunes han sobrevivido y amenazan con contraatacar al neoliberalismo actual.
Las empresas y mercados capitalistas demuestran una y otra vez que no están pensadas para una gestión sostenible de la vida en el planeta. Los Estados del bienestar absorbieron algunas de las tareas de la reproducción social (pensiones, sanidad, educación, derechos laborales) pero hoy las privatizan y eliminan sin pestañear. Se extiende la idea de que hay que construir nuevas bases para nuestras sociedades: bases más democráticas y sostenibles. Aquí aparecen los comunes, una suerte de derechos económicos que garantizaban y garantizan en muchas partes del mundo el acceso a recursos necesarios para la vida (agua, bosques, tierras) pero también su gestión comunitaria, es decir, la participación y la responsabilidad de la comunidad en su reparto y sostén.
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Extracto Carta Magna original de 1215. British Library.
La usurpación de estos derechos por parte del naciente capitalismo en la Europa tardomedieval supuso la primera expropiación de los medios de producción y reproducción: sin tierras y sin bosques los campesinos se convirtieron en proletarios. Digamos que no nacimos proletarios, sino que el capitalismo nos hizo proletarios al privatizar lo que era de todos. Así ocurrió en todo el mundo, con la conquista de América y la colonización de África y Asia, y así ocurre continuamente, cuando el capitalismo nos proletariza al quitarnos nuestro acceso a la sanidad, a la educación o al conocimiento, recursos construidos entre todos y que nos hacen más fuertes ante la dependencia salarial.
La lucha por los comunes es por tanto una lucha antigua, anticapitalista y democrática, que podemos ver actualizada hoy en día en la lucha por una educación no mercantilizada, que puedan gestionar de forma directa profesores, padres y alumnos, o en la lucha por un internet de libre e igual acceso, construido cada día por la comunidad online. Estos ejemplos son especialmente relevantes, porque el quid de la propuesta es esta construcción colectiva de asuntos comunes y de las normas que rigen su uso y disfrute, lo que a su vez genera y asienta comunidades diversas. No solo bienes gestionados de forma comunitaria sino construcción de comunidad (y democracia) en torno a la gestión de los recursos necesarios para la vida. De forma sintética podemos decir:
1. Los comunes no son un intento de regreso nostálgico a un pasado bucólico y feliz. Son experiencias vivas en muchas partes del mundo, no exentas de conflictos y negociaciones, que pretenden garantizar de forma democrática el acceso universal a y la sostenibilidad de los recursos; por lo tanto, desbordan la lógica de acumulación y superan la sociedad capitalista.
2. Los comunes no son “lo que es de todas y de nadie a la vez”, campos abiertos sin regulación. Son procesos organizados de (re)producción que precisan de comunidades (porosas, inclusivas, diversas y superpuestas) que garanticen esta sostenibilidad y este acceso universal a los recursos.
3. La lucha por los comunes está en marcha: no deben ser una forma más eficaz de gestionar recursos para su integración en el sistema capitalista, como pretende el Banco Mundial; ni deben servir para la externalización de los costes de reproducción social que hace posible la producción capitalista, sino para construir autonomía, igualdad y democracia económica.
En las luchas en marcha por la democracia y por nuestros derechos económicos, la hipótesis de los comunes nos puede resultar tremendamente útil. Si quieres bajarla todavía más a tierra, descárgate nuestra Carta de los Comunes.
Artículo publicado originalmente en 2013 en Diagonal
Cataluña: ¡Adelante con Un País en Comú!
El sábado 8 de abril se ha constituido en Barcelona un nuevo movimiento político con la ambición de cambiar Catalunya, de generar nuevas mayorías sociales y políticas, de dar la voz al pueblo, de proponer medidas rupturistas en lo social y decidido a ejercer todas las soberanías, también la nacional. Se le conoce con el nombre de Un País en Comú.
La asamblea ha reunido a unas 2.000 personas. El nuevo partido nace con 9.279 personas registradas, 6.803 se verificaron para confirmar su decisión y 5.540 votaron electrónicamente las candidaturas para dirigir provisionalmente el nuevo partido. Es un acontecimiento de gran importancia política para Catalunya.
Este nuevo movimiento político es el resultado de diversas y variadas confluencias: del impulso municipalista que llevó a Ada Colau a ser alcaldesa de Barcelona; del reflejo político del 15-M y de numerosos movimientos sociales que al calor de la crisis han luchado y luchan; de la experiencia del movimiento sindical y sus huelgas generales contra las repercusiones de la crisis; de sectores movilizados por la independencia y la república catalana; de experiencias municipalistas en pueblos y ciudades y del hartazgo de muchísima gente frente a la desigualdad y la corrupción. También es una confluencia política de diversas fuerzas de las izquierdas, las que representan Barcelona en Comú, Iniciativa per Catalunya, Esquerra Unida i Alternativa, Equo, Pirates, y muchas personas sin afiliación política que han decidido incorporarse a este proceso. Finalmente, Podem decidió excluirse de este proceso, aunque mucha gente de Podem se haya inscrito y personas a título individual han presentado sus candidaturas para formar parte de los equipos de dirección.
Un País en Comú abre una situación inédita e innovadora que incorpora una representación amplia del pueblo de Catalunya y de sus diferentes ideologías y tradiciones.
Movilización y participación
En un tiempo record se configuraron los contenidos políticos y organizaron amplios debates. En los primeros días de noviembre de 2016, Xavier Doménech, diputado en Madrid de En Comú Podem, pronunciaba una conferencia en el Ateneo barcelonés dando el pistoletazo de salida. Con personas reconocidas de movimientos políticos y sociales se formó un Grupo Impulsor que ha pilotado el proceso. Se conformaron diversos grupos abiertos, en los que participaron 375 personas, para redactar lo que se llamó Ponencia Cero. Los seis ejes que lo definen son:
- Un nuevo modelo económico y ecológico basado en el bien común.
- Un nuevo modelo de bienestar para una sociedad justa e igualitaria.
- Un país fraternal y soberano en todos los ámbitos.
- Una revolución democrática y feminista.
- Un país inclusivo donde quepa todo el mundo.
- Un proyecto de país desde todos los territorios
Para que el debate y la participación fuera lo más amplia posible se organizaron más de 70 talleres abiertos por toda Catalunya. Más de 3.000 personas asistieron e hicieron sus comentarios y aportaciones. A través de una plataforma web 1.244 personas pudieron debatir y hacer propuestas, y tuvo más de 125.000 accesos. Del conjunto de esos trabajos surgieron alrededor de 2.000 aportaciones. Toda esa movilización y participación ha permitido conformar el ideario político que se ha aprobado en la asamblea.
Las y los activistas respondieron excelentemente. En el plazo de dos semanas se organizaron centenares de puestos, en locales, en la calle, donde las personas registradas debían pasar físicamente para verificarse y confirmar su decisión de participar en la constitución de este nuevo sujeto político. La fórmula participativa de una persona un voto, un ideario político y un código ético son la base identificativa de este nuevo movimiento.
La crisis con Podem
Que Podem no se haya incorporado es un lastre que habrá que resolver en el futuro. Su aportación es necesaria para cambiar las cosas en Catalunya. Habrá que restablecer los puentes que se hayan roto para que el nuevo partido sea más fuerte, más amplio y más radicalmente democrático. La asamblea acogió con gritos de “unidad, unidad” la presencia de Pablo Echenique. “No hay ninguna otra opción que la confluencia” –declaró el dirigente de Podemos-. La asamblea visionó un saludó de Pablo Iglesias. Personas de Podem han sido elegidas para los órganos de dirección política de Un País en Comú.
Pero Podem tendrá también que aceptar que Un País en Comú es una nueva formación política que tiene que superar las organizaciones actualmente existentes, que la participación en el nuevo partido debe ser la que representa una persona un voto y que garantizar todas las condiciones democráticas, que decía que no se garantizaban, es una tarea de todas y todos y deber ser construida en común. Pero hay, también, una razón política importante, con la formación de este nuevo partido “en común”, se recorta enormemente el espacio político y se reduce la posibilidad de que Podem pueda volar por sí solo. Tampoco es aceptable que Podem lo apueste todo a una futura coalición electoral.
No existen razones políticas para que Podem se quede al margen. Durante todo el proceso de construcción de las ponencias políticas no hubo ninguna propuesta o diferencia de importancia que pueda separar a la gente de Podem del resto de actores políticos y activistas.
Referéndum y soberanía nacional
Sin ninguna duda, la definición sobre la cuestión nacional era uno de los temas más importantes de la asamblea. La situación en Catalunya así lo exigía. Las masivas movilizaciones independentistas, las prohibiciones y condenas de dirigentes políticos democráticamente elegidos, la continua intromisión del Tribunal Constitucional en las decisiones del Parlament, el anuncio de convocatoria de un referéndum en los próximos meses (sea pactado o unilateral) obligaba a tomar una decisión política lo más clara posible. Una nueva mayoría social, un cambio de hegemonía a favor de las izquierdas, es imposible hoy en día en Catalunya sin responder positiva y prácticamente a la exigencia democrática de ejercer el derecho de autodeterminación. En la preparación de la asamblea fue también el tema estrella: se recibieron 592 aportaciones.
Al inicio de la asamblea, Gerardo Pisarello, primer teniente de la alcaldía de Barcelona, lo dejó claro: “Estamos aquí para construir un espacio catalanista y soberanista que defiende el referéndum y que quiere ejercer el derecho a decidir sin pedir permiso”. La asamblea votó dos enmiendas al texto del Grupo Impulsor, una de carácter más independentista y otra de carácter federalista, que fueron rechazadas muy mayoritariamente. El texto que finalmente se acordó dice lo siguiente: “República y Estado plurinacional. Consideramos como nuestra y queremos actualizar la tradición mayoritaria del republicanismo catalanista y de las clases populares catalanas a partir de la defensa de soberanías plenas y libremente compartidas. En este sentido, apostamos por la creación en Catalunya de una República social, democrática y ambientalmente justa, como máxima expresión y realización de su soberanía nacional. Este República quiere compartir soberanías con un Estado de carácter plurinacional.”.
O sea, Un País en Comú se declara partidaria de una república en Catalunya (o catalana), la defiende como un ejercicio de soberanía plena, de decidir su futuro, y de separarse si así el pueblo lo decide mediante un referéndum (por el que lucha activamente). Al mismo tiempo, defiende y lucha por el conjunto de las soberanías que dan capacidad a un pueblo para construir su futuro, soberanía económica, de los grandes oligopolios, soberanía alimentaria, etc. Y también se considera solidaria y fraterna del resto de los pueblos de España en la lucha republicana y en la lucha por el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español. El periódico La Vanguardia lo ha interpretado así: “Nace Un País en Comú, la confluencia de la izquierda que defiende una “república en Catalunya””
Hay que destacar, que este debate sobre república, soberanía, referéndum, independencia, fue muy correcta, tranquila y con razones legítimas, que finalmente se resolvió hacia la radicalidad democrática y de ruptura con la Monarquía.
Retos
La conformación del nuevo partido modifica el panorama político catalán. El gobierno de Junts pel Si es inestable, hay que tener en cuenta que la CUP (Candidaturas de Unidad Popular) es quien le otorga mayoría parlamentaria, que, aunque le ha permitido aprobar los Presupuestos, está supeditada a la convocatoria de un referéndum. La fuerza del movimiento soberanista catalán ha ido creando las condiciones para un cambio de hegemonía hacia las izquierdas (la representada por Esquerra Republicana de Catalunya, Un País en Comú y la CUP) frente a la derecha del PDCat (antigua Convergencia) sumida en una profunda crisis por su retroceso electoral y porque está sumida en diversos procesos de corrupción. Las alianzas y complicidades, tanto en la movilización social como nacional, serán imprescindibles para que realmente pueda existir un cambio político.
Tras la presentación de las votaciones para los equipos de dirección, Xavi Doménech, el más votado para la Ejecutiva, presentó a la nueva fuerza política como una expresión “de lo mejor de la historia de la Catalunya popular, la gente común y soberanista” y expresó que “no queremos sólo ganar elecciones, queremos ganar un país”, por lo que hay que organizarse por todo el país, “desde la capital hasta el pueblo más pequeño”.
La asamblea contó también con la presencia de numerosos representantes del cambio municipalista, la alcaldesa de Badalona, los alcaldes de Zaragoza y A Coruña, un mensaje grabado del alcalde de Santiago, Martiño Noriega, que envió “una felicitación desde el espacio de las ciudades por el bien común, que estamos cambiando la realidad”. Tomó también la palabra Alberto Garzón, de Izquierda Unida, que defendió el camino de la unidad, “construida desde la radicalidad democrática, sabemos que muchas cabezas –dijo- piensan mejor que unas pocas, por eso somos demócratas y republicanos”. Estuvo presente una representación del mundo soberanista e independentista, Jordi Sánchez, de la Asamblea Nacional de Catalunya (ANC), Jordi Cuixart, de Omnium Cultural, Joan Ignasi Elena, del Pacto Nacional por el Referéndum, del Acord d’Esquerres per la República Catalana.
La fundación de Un País en Comú representa un impulso importante para quien lucha por un cambio social, que no se quede en palabras bonitas ni solo en actividad institucional. Es una herramienta en construcción, de hecho todavía tiene que decidir su nombre, ya que el actual es provisional. Tiene que ser una herramienta colectiva para enfrentarse a los desahucios, a las eléctricas, al agua privatizada, al urbanismo que arrebata el espacio público, a la falta de trabajo y vivienda, a los recortes en salud y educación. Reúne también la conciencia de conseguir una hegemonía de izquierdas para el cambio social y revolucionario republicano catalán, y que de lograrlo sería una contribución enorme a la causa democrática española.
Tiene por delante el reto de superar y/o absorber las organizaciones que le han dado apoyo, de construir un nuevo ideario y experiencias comunes, de lograr una sana relación con los movimientos sindicales y de organizar a muchas miles de personas. En la asamblea, Gerardo Pisarello lo concentró en tres ideas: instruirnos, para aprender y no dejarnos engañar por otros; organizarnos, porque las ideas no pueden vivir sin organización y querernos, para seguir luchando sin perder la ternura y ser capaces de debatir y reconocernos como hermanos del mismo proyecto.
Artículo publicado originalmente en Sin Permiso por Miguel Salas
Comunes
El viejo Aristóteles (no tan viejo como yo, desde luego, pero el año pasado se cumplieron 2.400 años de su nacimiento, ¡casi nada!, aunque muchos profesores de filosofía ni se hayan enterado) decía que el ser humano solo llega a serlo de verdad como parte de una comunidad. Y no una comunidad cualquiera, sino una lo bastante desarrollada como para cubrir todas sus necesidades. Él la llamó “ciudad”, en griego polis (de ahí lo de política). Si hemos de creer al viejo, habremos de concluir que esto del individualismo, que tan de moda está desde hace un tiempo, no lleva a ninguna parte. (Bueno, sí: lleva a la guerra de todos contra todos, que sólo pueden ganar cuatro, y de manera bien efímera, por cierto.)
Por eso es de agradecer que haya gente que se dedique a enaltecer lo común como valor supremo de la “ciudad”, cosa que parece ocurrir desde hace algún tiempo en el triángulo nororiental de la península ibérica.
Lástima que los que últimamente más llevan esa palabra en la boca (hasta el extremo de autodenominarse –o dejarse denominar– “comunes”) demuestren tener un concepto tan peculiar de lo común y la comunidad.
Para empezar, llamarse “comunes” invita a pensar que: a) Se consideran gente corriente (el “común”, como se decía cuando la gente aún sabía hablar). b) Se ponen a disposición de todo el mundo, como las calles, las plazas, el aire, etc. (el agua, ya no, claro: que le pregunten a Agbar). c) Se oponen a la creciente privatización de la economía. d) Se oponen a los particularismos excluyentes.
En cuanto al punto a): No parece que una pléyade de titulados superiores (con alguna excepción notable, aunque no porque no intentara en su momento titularse) sea demasiado representativa del “común” de las gentes, por mucho que el porcentaje de universitarios haya aumentado considerablemente entre el final del franquismo y la adopción de las nefastas “directrices de Bolonia”; ahora bien, eso no es ninguna excepción dentro del panorama de las organizaciones políticas existentes, incluidas las consideradas de izquierda: diga lo que diga la letra de la gloriosa “Internacional”, puede que dioses y reyes vayan a menos, pero los tribunos, ni por asomo. En cualquier caso, conviene llamar a las cosas por su nombre y no confundir demagógicamente un desiderátum (“el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”) con la mucho más modesta realidad de una limitada representación (con suerte) del pueblo en el gobierno (realidad, por otro lado, que difícilmente se superará nunca en una comunidad tan compleja como la sociedad industrial, por mucha informática que se le eche al asunto; de hecho, me parece que aún está por inventar algo mejor que la vieja asamblea del pueblo reunido físicamente en un mismo espacio).
El punto b), si refleja un deseo sincero de hacerse eco del sentir popular, bienvenido sea. Pero también se presta a desviaciones demagógicas: es imposible que quien se dedica a gestionar asuntos tan complejos como los que ocupan a los gobernantes pueda estar con un pie en el despacho y otro en la calle. Más realista sería que quienes están habitualmente con los dos pies en la calle tuvieran un acceso lo más libre y frecuente posible a los despachos.
Nada que objetar al punto c), aunque expresiones como “economía democrática” precisan de una concreción mucho mayor si no quieren quedarse en meros brindis al sol. Y puestos a concretar, ya que antes hemos hablado del agua, ¿qué tal un plan de desprivatización de su suministro? Hic Rhodus, hic salta.
Pero donde los “comuneros” (¿no sería más exacto llamarlos así, visto que la ciudad en la que ha nacido su invento político tiene ya una calle dedicada a Padilla?) pierden aceite es en lo tocante al punto d). ¿Por qué, si no, limitan la comunidad que propugnan al mencionado triángulo de la península ibérica? ¿Es propio del celo por lo común pretender decidir solitos sobre lo que afecta a muchos más? ¿Basta acaso como prueba de estar en contra de la excluyente particularidad aspirar al control de la Generalidad?
Alguien lo tenía que decir.
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