Los 80. Volver al futuro

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Cuenta la leyenda que el 20 de junio de 1980, en aquel lamentable y muy recordado concierto de Lou Reed en el estadio Ramón Valero en Madrid, varias bandas de rock españolas surgieron por cuenta del robo de instrumentos a los músicos de Reed, por lo menos eso ha dicho el escritor Ray Loriga en varios relatos sobre la Madrid suburbana. Lo que debió ser una noche de gala, una fiesta inolvidable con la leyenda de los Velvet Underground, terminó en un lío sin precedentes –al que se le conoce como “Motín del Mosca”– por cuenta de la furia de los seguidores de Reed que no le perdonaron la hora y pico de retraso para iniciar el recital. Lou Reed y su banda no llevaban ni veinte minutos tocando cuando algo impactó en el rostro del cantante, que como llegó, se fue, avivando la furia descontrolada de los cinco mil asistentes al evento. Ese suceso es parte fundamental del gran anecdotario de la música de inicios de los ochenta en España, especialmente en Madrid, una ciudad que vivía rezagada en lo cultural respecto de Barcelona y de algunas ciudades andaluzas como Sevilla y Granada. A pesar del proceso de transición hacia la democracia, a finales de la década del setenta Madrid estaba lejos del nivel cosmopolita de Barcelona, capital del Boom Latinoamericano, por donde pasaban los más grandes artistas del rock contemporáneo como Elvis Costello gracias a la visión e insistencia del promotor de conciertos Gay Mercader –gran responsable del primer concierto de los Rolling Stones en Barcelona en 1976–.

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Cuentan los que vivieron esa época que por la capital solo se veía a viejas leyendas o a pioneros del heavy metal español como Barricada, Obús y Ñu. Madrid buscaba hacerse visible como Londres, Berlín o Nueva York; la juventud buscaba a gritos que su voz se oyera con el rock como vehículo y medio para lograrlo. La apertura a la democracia trajo consigo nuevos bienes culturales en la capital, que durante el franquismo eran inviables o imposibles. El punk y el postpunk británico se fueron colando en la sociedad madrileña con sonidos rebeldes, contestatarios, con nuevas estéticas, modas, poses, mensajes y formas de vivir la música. Los jóvenes madrileños por fin tenían referentes, faros a quien seguir, ideas en el aire para tomarlas y adaptarlas. El joven Pedro Almodóvar, por ejemplo, paralelo a sus inicios como director de cine fue pionero en tomar, adaptar y consolidar influencias musicales para crear, entrados los ochenta, vanguardia con su banda icónica Almodóvar y McNamara. En cuanto a Madrid, a inicios de los años ochenta se puede decir que aún se notaba adormecida sobre los viejos cimientos de la dictadura y necesitaba a gritos un revolcón y un lugar emblemático como lo tuvo Londres, Buenos Aires, Berlín, Nueva York y Liverpool, donde todo ese deseo reprimido por alzar la voz tuviera cabida y sentido y que diera origen a nuevas corrientes y estilos musicales. Madrid estaba a punto de cambiar, no solo con la música de fondo, el teatro, la pintura, la danza, el cine, cambiarían, renacerían. Si la década del ochenta en el Reino Unido empezó con el sencillo debut de los Sex Pistols, en España, o mejor en Madrid, empezó con el accidentado concierto de Lou Reed, se fortaleció con la tunda de los Ramones en septiembre de ese mismo año en la plaza de toros de Vista Alegre y se consolidó y cobró sentido cuando apareció el bar Rock-Ola, espacio que empoderó a toda una juventud a vivir en pleno el camino de la música rock. El circuito del rock no funcionaba si todas las piezas no estaban engranadas. En Madrid, esas piezas se fueron agrupando por momentos específicos hasta la llegada de los primeros bares que le permitieron a nuevos grupos, que querían ser como los Sex Pistols, The Cure, The Clash, Joy Division, Siouxsie y Echo and The Bunnymen, un espacio en donde tocar, en donde mostrarse y reflejar sus influencias. El bar Rock-Ola fue clave para visibilizar a Kaka de Luxe, Radio Futura, Nacha Pop, Alaska y los Pegamoides, Parálisis Permanente, Siniestro Total, Las Chinas, además de artistas de renombre internacional como Iggy Pop, Spandau Ballet, The Sound, Simple Minds, Siouxsie and the Banshees, U.K. Subs, Thomas Dolby, The Damned entre otros. Por fin Madrid tenía su Marquee, su Neues Ufer Cafe, su Crawdaddy, su Perla, su cbgb o su Caverna, un sitio que haría historia y que reescribiría la Historia de la música. Por fin la juventud era testigo del tráfico de influencias y su adaptación. Y en eso Madrid y Buenos Aires vivieron procesos similares en cuanto a la necesidad de crear una corriente musical con identidad, una corriente que tomara lo mejor que venía del Reino Unido y que hablara un lenguaje propio, un lenguaje local que trascendiera más allá de sus fronteras como pasó con La Movida Madrileña.

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El renacer del rock en Argentina a inicios de los ochenta con Serú Girán, Virus, Los Abuelos de la Nada, Fricción y Soda Stereo, el caso chileno con Los Prisioneros, que se abrieron camino con la sombra de la dictadura de Pinochet, además de casos interesantes en México, Colombia y Venezuela con grupos de imitadores de toda esa corriente británica, son el resultado de saber tomar y adaptar las influencias del Reino Unido, de ese gran movimiento que, aunque no conquistó de lleno los Estados Unidos, vía España y Argentina logró colarse por el resto de países de América Latina. Porque no me cabe duda que la música más inquietante de la década del ochenta no era la que se programaba en el American Top 40 en Estados Unidos. La música mejor lograda, la más arriesgada, visionaria, trascendental y creativa fue justamente la de la legión británica e irlandesa que no conquistó el mercado de Estados Unidos ni las emisoras de todo el mundo. En España y Argentina se vivieron procesos similares cuando los artistas decidieron adaptar a sus costumbres e influencias internas esos sonidos británicos. En la Movida el humor jugó un papel fundamental (Los Toreros Muertos, La Trinka) para crear una identidad propia, para desmarcarse de la seriedad inglesa. Sin todos los referentes que llegaron desde Inglaterra, ni España, ni Argentina, Chile o Colombia hubieran dado para la historia de la música su versión y su interpretación del pop-rock en español. A mediados de la década del ochenta España y Argentina se convirtieron en exportadores de su música rock, de su interpretación de la evolución del pop. Así gran parte de Iberoamérica supo de Soda Stereo, Charly García, Andrés Calamaro, Los Hombres G, Duncan Dhu, El Último de la Fila, Alaska y Dinarama, La Unión y Héroes del Silencio. Volver al futuro es un viaje circular, transcontinental, que busca analizar sonidos, ritmos, géneros, conceptos, estéticas, imágenes, personajes, dispositivos, tecnologías y momentos que hicieron de la música británica de la década del ochenta uno de los periodos más prolíficos e influyentes de la historia del pop rock mundial.

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