Mientras las alternativas de las izquierdas al bloqueo institucional están condenadas al fracaso, UGT y CCOO se alinean con los independentistas. Un paisaje que puede perpetuar la hegemonía secesionista a pesar del fracaso de la vía unilateral.
La situación de bloqueo institucional en el Parlament de Catalunya, que mantiene en vigor el artículo 155 de la Constitución, ha derivado en que las dos formaciones de izquierda no independentista, PSC y Catalunya en Comú-Podem, hayan planteado sendas alternativas de dudosa viabilidad para romperlo.
El líder del PSC, Miquel Iceta, a pesar de su apoyo al 155, siempre se ha ofrecido para tender puentes entre los dos bloques antagónicos que dividen las instituciones y la sociedad catalana. Así su propuesta de indultar a los líderes independentistas, en el caso que fueran condenados, levantó fuertes críticas desde Ciudadanos, actual primera fuerza política del país, y según algunos analistas pudo costarle miles de votos que dudaban entre votar socialistas o C’s. Ahora ha propuesto un gobierno de concentración formado por miembros de ambos bloques. Una oferta difícilmente practicable que ha sido vetada por el PSOE pero que vuelve a expresar la voluntad del PSC de romper las dinámicas frentistas, recuperar las instituciones de autogobierno y volver a la senda del catalanismo, como se reveló con la inclusión en su candidatura del dirigente de Unió, Ramon Espadaler.
Xavier Domènech, cabeza de lista de CatComú-Podem, lanzó en el fallido debate de investidura de Jordi Turull una doble iniciativa. Por un lado, la formación de un frente democrático contra el 155 y la represión del Estado, de Òmnium Cultural a la CUP. Por otro lado, la constitución de un gobierno de independientes de todas las sensibilidades del catalanismo para recuperar las instituciones de autogobierno, dada la incapacidad de la mayoría independentista para elegir un president de la Generalitat viable y acabar con la intervención de la autonomía.
La primera propuesta de Domènech fue recogida inmediatamente por el presidente de la cámara catalana, Roger Torrent (ERC), quien rápidamente convocó a partidos, sindicatos, patronales y entidades cívicas para materializar dicho frente en torno a la plataforma denominada Espai Convivència i Democràcia, cuya presentación en sociedad se verificará el 15 de abril con una manifestación convocada por los sindicatos UGT y CCOO junto con las entidades secesionistas ANC y Òmnium Cultural.
Esta iniciativa ha generado numerosas críticas tanto entre los afiliados de estos sindicatos en Catalunya, que en bastantes casos han manifestado su rechazo dándose de baja, como de las secciones sindicales del resto de España. En efecto, ambos sindicatos no solo rompen con la neutralidad ideológica, al alinearse con el bloque independentista, sino que contribuyen a conferir verisimilitud a la línea argumental de los partidos secesionistas para quienes estas movilizaciones no están encaminadas a impulsar la independencia, sino a defender la democracia amenazada por el gobierno del PP. Una vez más se produce una fuerte disonancia entre las bases de estos sindicatos, mayoritariamente contrarias a la secesión, y el posicionamiento de sus dirigentes. No resulta fácil explicar esta postura, aunque pueden apuntarse dos factores; por un lado, la equiparación entre catalanismo y progresismo que arranca de la dictadura y que, ahora en otro contexto, continúan apoyando las cúpulas de las organizaciones de la izquierda política y sindical; por otro, el temor cerval a ser tachados de “fachas” por los poderosos medios de comunicación independentistas. Además, el apoyo a las reivindicaciones independentistas es para las cúpulas sindicales el corolario de su promoción social, si nos atenemos al carácter burgués y pequeñoburgués del movimiento nacionalista.
En cualquier caso, las imágenes de los líderes sindicales rodeados de estelades propinarán un golpe muy duro a su prestigio ya sumamente debilitado entre los trabajadores. Especialmente, cuando la propaganda secesionista los utilizará para proyectar la falsa tesis de que la clase trabajadora catalana, representada por sus sindicatos, apoya sus reivindicaciones.
De este modo, ni los sindicatos mayoritarios, ni los Comunes han aprendido la lección de las pasadas elecciones autonómicas cuando los barrios populares votaron masivamente a C’s, no tanto como una muestra de apoyo a este proyecto político, sino como expresión de su rechazo frontal al independentismo.
Federalismo versus confederalismo
Tampoco la propuesta de un gobierno de independientes catalanistas lanzada por Domènech tiene visos de viabilidad, ni la de un ejecutivo de izquierdas, alternativo al frente independentista, muy lejos de sumar mayorías en la cámara catalana.
Resulta lamentable que las formaciones de izquierda no independentista catalana hayan sido incapaces de articular una estrategia común para romper la dinámica frentista y presentar una alternativa propia. La ruptura del pacto de gobierno en el Ayuntamiento de Barcelona por parte de los Comunes a causa del apoyo del PSC al 155 evidenció que esta no era la estrategia de esta formación, más proclive a pactar con ERC que con los socialistas.
Los Comunes siempre acaban posicionándose con los secesionistas, cuando no les proporcionan balones de oxígeno como el referido frente común contra la represión. Una expresión grotesca de este alineamiento lo constituye el papel que están jugando los exdiputados de Podem, Albano Dante Fachín y Àngels Martínez, utilizados hasta la saciedad por los medios de comunicación independentistas como coartada para difundir su línea de defensa de la democracia frente a un Estado español supuestamente dictatorial.
Además, entre PSC y Comunes existe una diferencia doctrinal de fondo que dificulta estos acuerdos estratégicos. Mientras que los primeros propugnan la vía federal, los segundos defienden una propuesta confederal, aunque cada vez crecen las voces en sus filas para desmarcarse de las equidistancias y ambigüedades respecto al independentismo y apostar por la vía federal. Sin embargo, ni socialistas ni comunes han sido capaces de concretar estas propuestas alternativas a la secesión.
Las izquierdas políticas, sociales y sindicales en Catalunya deberían deshacerse de la equiparación entre nacionalismo y progresismo vigente desde la dictadura. Ciertamente, entonces tenía sentido apoyar las reivindicaciones del movimiento nacionalista en cuanto que la dictadura vulneraba derechos democráticos como la enseñanza en lengua materna catalana o la legítima aspiración al autogobierno. Ahora bien, una cosa es apoyar las justas reivindicaciones de un movimiento y otra bien distinta es asumir su programa, como ocurre por ejemplo con la inmersión lingüística, que vulnera los derechos lingüísticos de los niños castellanohablantes, y cuenta con el apoyo sin fisuras de PSC y Comunes. En cualquier caso, la hegemonía ideológica primero del nacionalismo y ahora del independentismo está condenando a la izquierda catalana a la irrelevancia.
Lamentablemente este vacío ideológico y político de las izquierdas está alimentando el crecimiento de una formación de centroderecha y nacionalista española como Ciudadanos cuando si la izquierda hubiera cumplido con sus funciones de oposición y alternativa al nacionalismo/independentismo probablemente esta formación quizás ni hubiese nacido. En realidad, C’s es un producto tanto de la hegemonía ideológica del nacionalismo como, sobre todo, de la inoperancia de las izquierdas.
Hasta que las izquierdas catalanas no extraigan las lecciones del desenlace del proceso independentista –entre ellas el ascenso de C’s– será muy difícil, por no decir imposible, que puedan aspirar a articular una mayoría política capaz de disputarle el poder al bloque secesionista. Ello a pesar de que el fracaso de la vía unilateral abre grandes posibilidades en este sentido. El primer paso sería un acuerdo, ahora inviable, entre socialistas y comunes para levantar esa alternativa de momento inexistente.
Imágenes: Labyrinth, del artista visual norteamericano JT Thompson
La inmersión lingüística no esta demostrado para nada que vulnere derechos de ningún niño castellanohablante. El sistema lingüístico educativo no es ejemplo de los malos resultados electorales del PSC o de catcomu.