Las esteladas y las máquinas nacionalitarias

Esteladas
 La prohibición decretada por Concepción Dancausa, delegada del gobierno en Madrid, debe interpretarse como un acto de la precampaña del PP que, asediado por los casos de corrupción, utiliza el argumento de la unidad de España como banderín de enganche electoral.

Desde diversos sectores se ha valorado esta decisión no sólo como un ataque a la libertad de expresión, sino como una torpeza política pues resulta evidente que la prohibición alimentaría los atávicos impulsos victimistas del nacionalismo catalán, suministrándole argumentos, justamente cuando el movimiento soberanista no pasa por sus mejores momentos. Tanto es así que, incluso los portavoces del PP catalán y Ciudadanos, han evaluado negativamente esa medida, mientras que el president de la Generalitat Carles Puigdemont y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anunciaron su intención de no acudir al partido como medida de protesta por la prohibición. Ahora bien, da la impresión que al PP no le importa perder apoyos en Catalunya, para ganar votos en el resto de España y presentarse como el campeón de la españolidad ante sus competidores de Ciudadanos, pero también del PSOE.

Una de las características de los movimientos nacionalistas radica precisamente en la “movilización permanente” de sus bases sociales. Hannah Arendt

Las esteladas y las máquinas nacionalitarias

La filósofa Hannah Arendt

En Catalunya, la desafortunada prohibición ha puesto en marcha el poderoso aparato mediático y propagandístico nacionalista y ha incendiado las redes sociales. Como analizó Hannah Arendt, una de las características de los movimientos nacionalistas radica precisamente en la “movilización permanente” de sus bases sociales. De este modo, la medida adoptada por Concepción Dancausa ofrece un excelente pretexto para poner en marcha el citado mecanismo. El leitmotiv de la campaña es amalgamar el PP, con el Estado español y a ambos con España. Se trataría de un Estado y un país que no respetan un principio básico de los sistemas democráticos como la libertad de expresión por lo que lo mejor es abandonarlo y proclamar la independencia.

La decisión del juez Torres, vertida en un auto de nueve páginas, cuestiona este argumentario con una resolución judicial impecablemente democrática. En efecto, el magistrado argumenta que la prohibición de la delegada del gobierno en Madrid, sostenida por la fiscalía, supone una limitación a un derecho fundamental como la libertad de expresión que sólo puede restringirse en circunstancias excepcionales y con una sólida motivación. El magistrado considera que no está probado que la estelada incite a la “violencia o al terrorismo o que incluyan mensajes de carácter racista, xenófobo o intolerante”. La única causa que podría motivar su prohibición. A su juicio, la bandera independentista es uno de los múltiples medios de la libertad de expresar “pensamientos, ideas y opiniones.”

Banderas y deporte

Desde la eclosión del movimiento soberanista en 2011, tras la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, la estelada ha ido substituyendo a la senyera como la bandera del movimiento catalanista. Una sustitución que indica, en el terreno iconográfico y simbólico, el pasaje del autonomismo al independentismo del nacionalismo catalán.

Además, desde entonces, muchos ciudadanos de ideología independentista han colgado en sus balcones la estelada como una muestra de su apoyo a la secesión, cosa que no ocurría con la senyera que sólo se exhibía en días señalados como Sant Jordi o con motivo de la Diada Nacional del Onze de Setembre. Se trata no sólo de manifestar la adhesión a la causa secesionista, sino la voluntad de mantenerla hasta que no se consiga el objetivo del Estado propio. Un comportamiento que permite visualizar el apoyo a la independencia en los municipios y barrios del país. Así, en las localidades de la Catalunya interior y en los distritos habitados por las clases medias y altas proliferan las esteladas, mientras que los barrios y municipios del Área Metropolitana de Barcelona apenas pueden verse.

Si esto sucede en el espacio privado de los domicilios particulares, los estadios de fútbol, particularmente el del Barça, se ha convertido en el lugar por excelencia para mostrar públicamente la estelada como expresión de la voluntad de construir un Estado independiente y como caja de resonancia mediática.

El Futbol Club Barcelona tiene un papel específico en el imaginario del nacionalismo catalán. Históricamente ha sido el último refugio de la catalanidad en las duras épocas de las dictaduras de Primo de Rivera y Franco, cuando la exhibición de los símbolos nacionales era objeto de prohibiciones y sanciones. Esto contribuye a explicar la oleada de indignación que ha provocado la medida de Dancausa al evocar esos nefastos tiempos y reabrir una profunda herida narcisista, aun no cicatrizada.

Los deportes están profundamente vinculados a la expresión de los sentimientos nacionalistas al proporcionar un “mecanismo para unir a personas de categoría social equivalente que, de no ser por ella, carecían de vínculos sociales o económicos orgánicos”.   Eric Hobsbawn

 

Las esteladas y las máquinas nacionalitarias

El historiador Eric Hobsbawm

Por otro lado, el Barça ha ejercido simbólicamente el papel de selección nacional catalana que la ausencia de Estado impedía poseer. Como ha tematizado Eric Hobsbawm los deportes están profundamente vinculados a la expresión de los sentimientos nacionalistas al proporcionar un “mecanismo para unir a personas de categoría social equivalente que, de no ser por ella, carecían de vínculos sociales o económicos orgánicos”. Tanto el deporte de masas como el de clase media combinaban la invención de tradiciones políticas y sociales proporcionando un “medio para la identificación nacional y la comunidad ficticia”. Vínculos que unen a todos los habitantes: masificados espontánea o comercialmente y expresados en competencias internacionales donde los equipos representan a las naciones en lucha simbólica contra las otras naciones. El papel del Barça en el nacionalismo catalán resulta un ejemplo de manual de las tesis del historiador británico.

El huracán mediático sobre la prohibición de las esteladas coincidió con la noticia de que, según el Ayuntamiento de Barcelona, casi 3.000 personas no tienen vivienda, un tercio de las cuales duerme en la calle y el resto en equipamientos municipales o de otras entidades. Respecto a anteriores recuentos la cifra se ha incrementado, el primero de los cuales realizado en 2008 contabilizó a 2.113 personas en esta situación. Unas cifras que indican el aumento de la pobreza y las desigualdades sociales en Barcelona. Lamentablemente, esta noticia quedó relegada de las portadas de los medios de comunicación por el asunto de las esteladas. Toda una demostración de cómo funcionan las cosas en este país, donde las pasiones nacionalitarias sirven, a menudo, para esconder los graves problemas sociales que le atenazan.

Efectos colaterales

La resolución del episodio de las esteladas cuestiona el argumentario de los independentistas al demostrar que en España existen mecanismos democráticos para detener las decisiones arbitrarias del gobierno del PP que afectan a derechos fundamentales. En su fuero interno, esta resolución no habrá sido valorada positivamente por muchos nacionalistas catalanes que hubieran preferido un auto judicial que avalara la prohibición, lo cual habría apuntalado sus tesis sobre la naturaleza antidemocrática del Estado español.

Otro probable efecto colateral será que tras la torpeza del gobierno el estadio Vicente Calderón se vea literalmente inundado de esteladas.