En 1948, el historiador sirio Constantin Zurayk utilizó la palabra árabe Nakba (Catástrofe) para referirse al desalojo forzoso de palestinos de sus tierras y hogares por parte del recién formado Estado israelí (en su libro Ma’na al-Nakba o El significado de la Nakba, publicado en agosto de 1948). Hace una década, en Beirut, me reuní con el novelista libanés Elias Khoury –entonces editor de la Revista de Estudios Palestinos en lengua árabe–, quien me dijo que la Nakba de 1948 no fue un acontecimiento sino parte de un proceso. “Lo que tenemos es una Nakba permanente, lo que significa que esta catástrofe ha sido continua para los palestinos”, afirmó. Desde 1948, los movimientos políticos y los intelectuales palestinos han sostenido que la lógica del Estado israelí ha sido expulsar a los palestinos de la región comprendida entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Esta política de expulsión para crear un Estado judío etnorreligioso de Israel es a lo que Khoury se refería con la Nakba permanente.
El 11 de noviembre de 2023, el ministro de Agricultura de Israel, Avi Dichter, declaró algo sorprendente a la prensa. “Ahora estamos poniendo en marcha la Nakba de Gaza”, enunció. “Gaza Nakba 2023. Así es como acabará”, dijo el antiguo director del servicio de seguridad interior israelí Shin Bet. En la primera semana de noviembre, el ministro de Patrimonio de Israel, Amihai Eliyahu, estuvo en Radio Kol BaRama, cuyo entrevistador rumiaba la posibilidad de lanzar “algún tipo de bomba nuclear sobre toda Gaza, arrasándola, eliminando a todo el mundo allí”. Eliyahu respondió: “Esa es una forma. La segunda es averiguar qué es importante para ellos, qué les asusta, qué les disuade… No les asusta la muerte”. Israel, dijo el ministro, debería tomar toda Gaza. ¿Y los palestinos? “Pueden irse a Irlanda o a los desiertos”, dijo. “Los monstruos de Gaza deberían encontrar una solución por sí mismos”. Este lenguaje de aniquilación y deshumanización se ha convertido en algo normal entre el gabinete del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu. Netanyahu suspendió a Eliyahu de su gabinete, pero no reprendió a su ministro de Defensa, Yoav Gallant, que llamó a los palestinos “animales humanos”. Esta es la actitud generalizada de los altos cargos israelíes, que ahora constan en acta con este tipo de lenguaje.
El ejército de Israel ha avanzado en la ejecución de la “Nakba de Gaza”. En la fase inicial del ataque, Israel dijo a los civiles palestinos que se desplazaran hacia el sur dentro de la Franja, a lo largo de la carretera de Salah al-Din, el eje norte-sur en esta zona de Palestina de 40 kilómetros de longitud en la que viven 2,3 millones de palestinos. Los israelíes dijeron que atacarían en gran medida el norte de Gaza, en particular la ciudad de Gaza. Alrededor de 1,5 millones de palestinos se trasladaron del norte de Gaza al sur, ya que los israelíes les habían dicho en repetidas ocasiones que sería una zona segura. Los que se quedaron sufrieron un nivel de bombardeos nunca visto en Gaza en el pasado, que ha sido bombardeada por los israelíes de forma puntual desde 2006 (la guerra actual incluye mortíferos ataques aéreos contra campos de refugiados muy congestionados, como Jabalia). A finales de noviembre, cinco semanas después de sus brutales bombardeos en el norte, la aviación israelí intensificó los bombardeos sobre la segunda ciudad más grande de Gaza, Jan Yunis, e inició operaciones terrestres en las zonas donde había dicho a los civiles que se refugiaran. En la primera semana de diciembre, los tanques israelíes rodearon Jan Yunis y la aviación israelí empezó a bombardear pequeñas ciudades del sur de Gaza. Tras haber empujado a 1,8 palestinos hacia el sur, los israelíes empezaron ahora a bombardear esa parte de Gaza. Mientras tanto, la negativa de Israel a permitir la entrada de suficiente ayuda humanitaria en Gaza hizo que nueve de cada 10 palestinos vivieran sin alimentos durante días y días (algunos dijeron al Programa Mundial de Alimentos de la ONU que llevaban 10 días sin comer). Esta guerra total de Israel ha empujado a la mayoría de los palestinos de Gaza hacia la frontera egipcia. Al amparo de esta guerra, los israelíes también se han adentrado agresivamente en Cisjordania para profundizar la Nakba Permanente en esa parte del Territorio Palestino Ocupado.
Ya el 18 de octubre, mucho antes de que las fuerzas israelíes avanzaran hacia Jan Yunis, el ejército israelí tuiteó que “ordena a los residentes de Gaza que se trasladen a la zona humanitaria en el área de al-Mawasi”. Tres días después, el ejército israelí dijo que los palestinos debían trasladarse “al sur de Wadi Gaza” e ir a la “zona humanitaria de Mawasi”. Los que fueron a este pequeño enclave (3,3 millas cuadradas) lo encontraron sin ningún servicio – incluido Internet – y comprobaron que incluso aquí los israelíes disparaban sus armas cerca. Mohammed Ghanem, que había vivido cerca del Hospital al-Shifa en el norte de Gaza, dijo que al-Mawasi no era “ni humano ni seguro”. Los palestinos del sur de Gaza esperan ahora poder salir antes de que los encuentren las bombas israelíes. El número de víctimas supera ya los 18.000 muertos. Como escribió un amigo palestino en un mensaje de texto: “Si no abandonamos nuestros hogares y nos exiliamos, nos matarán aquí”. Envió este texto justo cuando llegaba la confirmación de que desde el 7 de octubre han sido expulsados de sus hogares y asesinados más palestinos que en la Nakba de 1948. “Esta es la Segunda Nakba”, me dijo desde cerca de la frontera entre Gaza y Egipto.
Un voto por la aniquilación
El espantoso ataque israelí contra los palestinos de Gaza provocó un llamamiento al alto el fuego desde la segunda semana de octubre. La inmensa potencia de fuego de Israel –proporcionada por países occidentales (especialmente Reino Unido y los Estados Unidos)– se utilizó indiscriminadamente contra un pueblo que vive en zonas congestionadas de Gaza. Las imágenes de esa violencia inundaron las redes sociales e incluso los telediarios, que no pudieron ignorar lo que estaba ocurriendo. Estas imágenes superaron todos los intentos del Gobierno israelí y de sus patrocinadores occidentales de justificar sus acciones. Decenas de millones de personas se unieron a diversas formas de protesta en todo el mundo, pero sobre todo en los Estados occidentales que respaldan a Israel, enfrentándose valientemente a Gobiernos que intentaron presentar su solidaridad con los palestinos –sin éxito– como antisemitismo. Este ataque fue un cínico intento de utilizar la existencia real y horrible del antisemitismo para difamar las protestas. No funcionó. El llamamiento a un alto el fuego a gran escala aumentó, presionando a los Gobiernos de todo el mundo para que actuaran.
El 8 de diciembre de 2023, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) presentaron una resolución “breve, sencilla y crucial” para un alto el fuego (las palabras son del embajador de los EAU ante la ONU, Mohamed Issa Abushahab). El Secretario General de la ONU, António Guterres, invocó el artículo 99 de la Carta, que le permite subrayar la importancia de un acontecimiento mediante la “diplomacia preventiva” (el artículo sólo se ha utilizado tres veces anteriormente, en los conflictos de la República del Congo en 1960, Irán en 1979 y Líbano en 1989). Casi un centenar de Estados miembros de la ONU respaldaron la resolución de EAU. “A la población de Gaza se le pide que se mueva como una bola de pinball humana, rebotando entre franjas cada vez más pequeñas del sur, sin ninguno de los elementos básicos para la supervivencia”, dijo Guterres al Consejo de Seguridad de la ONU. “Ningún lugar de Gaza es seguro”. Trece miembros del Consejo de Seguridad votaron a favor, entre ellos Francia, mientras que el Reino Unido se abstuvo. Sólo el embajador adjunto de los Estados Unidos, Robert Wood, levantó la mano para vetar la resolución.
Cuatro días después, el 12 de diciembre, los egipcios presentaron prácticamente la misma resolución en la Asamblea General de la ONU, donde el Presidente de la Asamblea, Dennis Francis (de Trinidad y Tobago), declaró: “Tenemos una única prioridad: salvar vidas. Detener esta violencia ahora”. La votación fue abrumadora: 153 países votaron a favor de la resolución, 10 votaron en contra y 23 se abstuvieron. Resulta instructivo ver qué países votaron en contra del alto el fuego: Austria, Chequia, los Estados Unidos, Guatemala, Israel, Liberia, Micronesia, Nauru, Papúa Nueva Guinea y Paraguay. Muchos países europeos, desde Bulgaria hasta el Reino Unido, se abstuvieron. Pero las cosas son complejas. Ni siquiera Ucrania votó con Israel en esta resolución. Se abstuvieron.
El veto de los Estados Unidos en el Consejo de Seguridad y los votos en contra en la Asamblea General son efectivamente votos a favor de la Nakba Permanente del pueblo palestino, la Solución del No-Estado. Al menos, así es como se leerán en todo el mundo, no sólo en al-Mawasi, a medida que se acerquen las bombas, sino también en las manifestaciones desde Nueva York hasta Yakarta.