«Contempla, espectador, una de las máquinas más perfectas construidas por los dioses infernales para la aniquilación matemática de un mortal»
(Jean Cocteau, «La máquina infernal»).
«La codicia, a falta de una palabra mejor, es buena» es una de las frases más memorables que pronunció Gordon Gekko, personaje interpretado en 1987 por Michael Douglas, en la película «Wall Street» de Oliver Stone. Esta sencilla frase resume la esencia del personaje así como el espíritu del mercado financiero. Sin embargo, en vez de ser tomada como una advertencia crítica, una llamada hecha hace casi 30 años para reconducir el funcionamiento del mercado bursátil, durante los años 90 y 00 parece haberse convertido en el lema y mantra del sistema financiero. Hasta que quebró. ¿Y por qué se vino abajo? La respuesta a esta pregunta no es tan sencilla de comprender para muchos de nosotros, neófitos en la materia que hemos asistido incrédulos al espectáculo de los límites de la codicia humana. «La gran apuesta», con una alta dosis de ironía negra, se adentra en la explicación.
Al llegar para ver la película, cualquier espectador viene ya con cierto conocimiento de la crisis y sus raíces. Los periódicos y revistas han dedicado páginas y páginas a la economía, la cual ha copado además las secciones de política, nacional, internacional y, desgraciadamente también, las de sociedad y sucesos. Hemos adquirido un nuevo vocabulario para poder entender lo que se decía y términos como prima de riesgo, subprime, agencias de calificación, bono basura, rescate financiero, venta corta, préstamos tóxicos, son de uso cada vez más habitual. En las páginas de espectáculos hemos visto reseñada alguna película de ficción que se adentraba en el tema, como «Margin Call», y documentales que hacían una exploración más profunda del sistema financiero como «Inside Job» y «La doctrina del shock». Es difícil adentrarse en el construcción de una máquina infernal recubierta por velos de tecnicismo, secretismo y, como muestra la película, que llega a bailar íntimamente con el fraude. El concepto de fraude es, en este campo, relativo puesto que solo es fraude lo que se define como tal y para estar dentro de la legalidad únicamente es necesario cambiar su definición. En una escena de la película «La gran apuesta», tras entrevistar a dos exitosos corredores de hipotecas basura, uno de los protagonistas le pregunta a sus compañeros: «No lo entiendo. ¿Por qué están confesando?», quienes le responden: «No están confesando. Están presumiendo».
«La gran apuesta» no está pensada para un público minoritario. Tiene el planteamiento y la ambición de llegar al gran público, y se presenta con una imagen, elenco y tono de película de entretenimiento. Cinco nominaciones a los BAFTA, cuatro más a los Globos de Oro y cinco a los Óscar dan una idea de las salas por las que quiere navegar esta película producida por Brad Pitt. Sin embargo, en múltiples ocasiones, el filme también satura escenas con información para condensar y divulgar en dos horas el funcionamiento bursátil e hipotecario. «La gran apuesta» logra ser enormemente entretenida y divertida, a la vez que explicativa y absolutamente terrorífica.
Su guión se basa en el libro de no ficción escrito por Michael Lewis donde se relata el colapso financiero de 2008 y cómo un grupo de individuos se hicieron millonarios al verlo venir. Para su ficcionalización, el director Adam McKay recurre a un vigoroso poso de estupefacción y rabia, un lujoso elenco hollywoodiense y una artificiosa construcción donde se rompe constantemente la cuarta pared y el pacto de ficción. Es una extraña mezcla que funciona a la perfección. Formalmente se aleja de un desarrollo narrativo tradicional empleando, por ejemplo, collage de imágenes, un narrador omnisciente que es además un personaje que interrumpe la acción, movimientos de cámara propios de la estética del documental, personajes hablando al espectador para corregir la propia acción ficcionalizada que están representando con datos reales, además de otras técnicas que, si bien pueden crean una disrupción en el ritmo de la historia, fomentan la aspiración del filme de poseer conciencia y cinismo, a la vez que de entretenimiento y estética. Uno termina riendo del absurdismo surrealista del castillo de naipes que es el mercado financiero antes del colapso, admira las destacables actuaciones de Christian Bale, Steve Carell y Ryan Gosling, se envigoriza con la dinámica e ingeniosa puesta en escena, disfruta con incredulidad cuando Selena Gómez o Margott Robbie se dirigen a la cámara para explicar en términos cotidianos y estética publicitaria un sistema financiero de una lógica insensata. Y uno termina riendo por no llorar.
Por pantalla se mueven brokers, banqueros, miembros de agencias de calificación, inversores y demás, y todos ellos se pueden dividir en tres categorías: los que se enriquecían moviendo el dinero de la gente sin realmente entender la burbuja que estaban manipulando e inflando, los que sí la entendían perfectamente pero seguían operando igual sin importarles las consecuencias (porque sabían que el corrupto sistema terminaría salvándoles a costa de los ciudadanos), y los que anticiparon su caída un par de años antes de que sucediese. Estos últimos son los protagonistas de la historia en «La gran apuesta». Las tres categorías tienen una característica en común y es que todos querían enriquecerse del sistema a cualquier precio. Únicamente el broker que odia el sistema, interpretado por Steve Carell, tiene cierto desarrollo de personaje y escrúpulos por todos los ciudadanos que serán afectados por el estallido de la burbuja hipotecaria, por la generación de tanta miseria, desempleo y desahucios. Pero, como todos los demás protagonistas, sus acciones las guía el dinero.
«La gran apuesta», al mostrar las causas y el funcionamiento de Wall Street y los mercados, también pregunta si aprendimos la lección para la próxima vez. Su mensaje no es optimista, acabando con una frase que muestra que la máquina infernal está repitiendo la misma lógica insensata. Volviendo a la actualidad, se empiezan a escuchar voces anunciando otra tormenta perfecta en los mercados, esta vez impulsada por los vientos de China y del petróleo, que estas semanas ya están haciendo temblar las bolsas de todo el planeta. Si arrecia, veremos a qué o quiénes se nos lleva por delante esta próxima crisis. De momento, «La gran apuesta» invita a reflexionar sobre las causas de la que aún estamos viviendo.
Ficha técnica:
Director: Adam McKay.
Intérpretes: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling y Brad Pitt.
Año: 2015.
Duración: 130 min.
Idioma: Inglés.
Título original: The Big Short.