La Corte de los Milagros y otros motes de la OEA

Ernesto Che Guevara y la OEA
Ernesto Che Guevara y la OEA

La Corte de los Milagros, es un nombre de leyenda y es también el símbolo de algo donde todas las cosas se transforman, es decir, donde se confunden los conceptos. Y el extraordinario engendro llamado OEA, es precisamente una Corte de los Milagros. Esta Corte de los Milagros, hace valgan igual Chapitas o Tachito, que los gobernantes de los países democráticos; esa Corte de los Milagros hace que los traidores a sus pueblos valgan mucho más que los defensores de la libertad de los suyos.

La Corte de los Milagros tiene tales características que nunca deja sin transformar en buena gente a la mala, y en mala a la buena; para ella vale igual también el voto de una minúscula isla o el de un representante de un país de 60 millones de habitantes. No se confundan, no es democracia; para ella vale igual, porque todo está dominado por ese padre generoso y espiritual que es señor de la América: los Estados Unidos. Papá Estados Unidos mueve sus dedos ágiles y, abajo, las marionetas Frondizi, las marionetas Beltrán, se mueven graciosamente con unos movimientos muy bonitos, muy armónicos, que hacen creer que caminaron y hablaron solas. Por eso también a la OEA se le llama “el gran teatro”.

Pero, a veces el artista principal, el Señor monopolio, se enoja y entonces las marionetas adquieren una apariencia temblorosa como incoordinadas y se les nota que son nada más que marionetas.

No pueden romper con Cuba, por ejemplo, con el mismo desplante y el donaire con que rompen con Santo Domingo, pero esa reunión de preclaros ciudadanos, de las preclaras cuasinaciones de nuestra América, se reúne solícitamente y votan veintitantos contra cero cada vez que el pastorcito palmotea sus manos, a todos los corderos a seguir su paso. Por eso también se suele llamar nuestra institución “El Gran Rebaño”.

Pero, naturalmente, que este rebaño inocente, cuando se reúne para disponer de vidas y haciendas de un puñado de hombres convertidos en pueblo libre por su voluntad soberana se vuelve a veces prepotente y absurdo, a veces profundamente preocupado por la penetración soviética.

Ellos defienden la Doctrina Monroe. ¿Qué dijo Monroe? Bueno, Monroe dijo: “América para los americanos”, es decir, América, nuestra “india virgen y hermosa”, para el gigante del Norte, pero además dijo: “Nosotros no intervendremos en Europa, pero ninguna potencia extracontinental puede intervenir en América”. Y ¿qué quedó de aquella fanfarria verbal de Mr. Monroe? Si tanto se invoca su doctrina de no intervención, nunca se han puesto a pensar los que la invocan en que lejano país de Marte quedarán las bases inglesas o bases griegas o las bases italianas o alemanas o dinamarquesas o suecas o francesas o españolas. ¿A dónde botaron la tremenda frase admonitoria, “en Europa no intervendremos? Se han olvidado de ella, los preciosos títeres que bailan al son del titiritero conocen el olvido pero se prestan con tanto deleite a esta maraña tejida contra nuestra democracia olvidando los verdaderos lazos de solidaridad que habría que bautizarlas con el nombre del puro y delicado lugar cuyo perfume azota las narices de todos los que pasan por la Vía Blanca, el lugar donde va toda la basura de La Habana, Cayo Cruz, y sería tan poético y mucho más ceñido a la verdad que las tres vocales de su nombre actual.

Publicado en la revista Verde Olivo el 31 de Julio de 1960.

 

La acusación ante la OEA, las Naciones Unidas y otras fintas.

Dicen que las hábiles aves del campo ponen los huevos en un lado y gritan en otro; quieren así evitar que los enemigos pongan en peligro su descendencia; tal ocurre con las aves de rapiña llamadas monopolios. Ellos ya han decidido el ataque a Cuba, quizás estén pensando los medios que utilizarán o ya los tengan pensado; quizás sea una tenebrosa acción de Allen Dulles mezclada con el Departamento de Estado, o sea una prístina intervención de todo el Pentágono con sus rígidos generalotes de cinco estrellas calculándolo todo en base a fórmulas matemáticas.

Ernesto Che Guevara y la OEA Lo único cierto es que están haciendo lo mismo que las aves del campo. Van a la OEA y emiten allí sus griticos y todo el mundo marcha hacia la OEA a defender ese “bastión de Libertad de América”. Allí hay que hablar, allí hay que gritar, allí hay que ponerse lívido, mientras los huevitos se van empollando del lado de Cuba.

Los legalistas norteamericanos, en la Cámara de Representantes, en la OEA, hablan de cosas, pero el Pentágono trabaja en silencio haciendo fórmulas y algún día vendrán a buscar sus polluelos, que piensan ya grandecitos entre las tierras cálidas y acogedoras de Cuba, y vendrán precedidos de sus aviones multimotores, de sus bombas multitoneládicas, de sus múltiples divisiones, de los cañones de sus acorazados, navegando sobre sus fórmulas.

Y vendrán matemáticamente a ocupar sus lugares con precisión de mecanismo de relojería. Qué lástima, qué lástima tan grande que después de tanto trabajo esmerado, después de tanto cálculo llevado hasta el décimo decimal, después de tanta decisión de afrontar las iras de la opinión pública mundial, vayan a encontrar que todas sus fórmulas fallan, se tambalean, se vienen al suelo, porque habían olvidado en la resolución del esquema cubano un pequeño factorcito, insignificante, sin valor alguno, pero que será el que cambiará los sueños del imperio y convertirá en derrota una fórmula: SU PUEBLO.

Publicado en la revista Verde Olivo el 10 de Julio de 1960

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