Los ganadores de las elecciones generales italianas celebrada el domingo 4 de marzo fueron los llamados partidos ‘populistas’. El Movimiento Cinco Estrellas fundado por el ex comediante de televisión Beppo Grillo y ahora dirigido por Luigi Di Maio, obtuvo el 30% de los votos y será el partido más grande en el nuevo parlamento. Se presentó como un partido anti-establishment y anti-corrupción. Anteriormente había defendido un referéndum para salir de la UE, pero hace poco abandonó esta propuesta y ha hecho un giro hacia la defensa de políticas sociales. En las elecciones, propuso una renta básica universal (RBU), lo que le ha proporcionado muchos votos de jóvenes parados y pobres, particularmente en el Sur.
El otro vencedor fue la Liga Norte, que, como su nombre indica, solía ser un partido regionalista favorable a la autonomía de las partes más ricas del norte de Italia y contrario a las transferencias gubernamentales al sur pobre y ‘perezoso’. Bajo su nuevo líder, Matteo Silvini, se ha convertido en un partido anti-inmigrantes y anti-UE como el Frente Nacional en Francia o UKIP en Gran Bretaña. Lo que le ha permitido un fuerte aumento de su cuota de votos, alrededor del 18%. Italia tiene actualmente la mayor opinión pública anti-UE de la zona euro (aunque sigue siendo un punto de vista minoritario).
Los perdedores de estas elecciones han sido los principales partidos tradicionales de centro-izquierda y centro-derecha. El Partido Demócrata, que ocupa el centro-izquierda, fue humillado en las elecciones. Resultado de una fusión entre comunistas y socialistas en la década de 1990, ha girado constantemente hacia la derecha para convertirse en un partido pro-capitalista ‘Blairista’. Su cuota de voto con Matteo Renzi, el ex primer ministro, cayó a menos del 20%, la mitad de hace sólo cinco años.
El partido de centro-derecha, Forza Italia, es una criatura del multimillonario de los medios de comunicación y ex primer ministro, Silvio Berlusconi. Se esperaba que obtuviera mejores resultados en las elecciones, pero finalmente consiguió sólo el 13%, mucho menos que su socio de coalición electoral, la Liga Norte.
El otro ganador fue el ‘partido de la abstención’. El aumento del número de los abstencionistas ha sido una característica electoral en las principales economías capitalistas en el período neoliberal y en este Larga Depresión. Desde que Italia abolió el voto obligatorio en 1993, el número de votantes ha disminuido constantemente. En estas elecciones la participación alcanzó un nuevo mínimo. El ‘partido de la abstención’ alcanzó el 28% (todavía relativamente baja para los estándares de participación electoral en los EEUU o el Reino Unido).
Ninguno de los partidos o coaliciones electorales tienen suficientes escaños para formar una mayoría de gobierno en el parlamento, así que ¿qué ocurrirá? Me parece que hay tres posibilidades. La primera es que, a pesar de perder las elecciones, el centro-derecha y centro-izquierda formen una coalición, posiblemente con la Liga Norte. Tal coalición ha sido la solución en Alemania, donde en las elecciones del pasado mes de septiembre se produjo una caída de los dos partidos mayoritarios. Esta sería la opción preferida del capital italiano y europeo. Sin embargo, una coalición de este tipo será difícil de gestionar, dado que la Liga Norte ha obtenido mejores resultados que Forza Italia en su coalición y los demócratas han sido aplastados.
La segunda posibilidad es la peor para el capital italiano, a saber, que el Movimiento Cinco Estrellas y la Liga Norte formen un gobierno. Eso significaría romper con las políticas de austeridad en las finanzas públicas, posibles ataques contra los grandes intereses comerciales y una mayor presión para salir de la zona euro. Pero es poco probable porque la Liga Norte no querrá ser un socio menor en una coalición con un partido cuyo principal apoyo está en el sur pobre.
La tercera posibilidad, en el supuesto de que el Movimiento Cinco Estrellas se siga negando a formar una coalición, es que el presidente italiano nombre un gobierno provisional ‘tecnocrático’ para unos seis meses y convoqué nuevas elecciones en septiembre.
Es un desastre político. Pero refleja el caos que es la economía italiana. La economía de la zona euro ha experimentado una recuperación modesta en los últimos 18 meses y la zona euro en su conjunto está creciendo más rápido incluso que los EE.UU. y el Reino Unido. Pero Italia no. Todavía es miembro del G7 de las economías capitalistas avanzadas, pero su población activa está disminuyendo, a pesar de la llegada de inmigrantes en los últimos años, y la productividad de la fuerza de trabajo se ha estancado.
El desempleo sigue siendo alto en comparación con otras economías de la UE.
Si de suma el bajo crecimiento de empleo con el bajo crecimiento de la productividad de la fuerza de trabajo, la economía italiana tiene una tasa de crecimiento potencial a largo plazo baja, de no más de un 1% anual.
El crecimiento de la productividad se ha estancado porque el capital italianao no está invirtiendo productivamente lo suficiente.
¿Y por qué ocurre? Porque la rentabilidad del capital es baja. La rentabilidad del capital italiano alcanzó un mínimo histórico a principios de los años 1980, como en la mayoría de las economías capitalistas. Durante el período neoliberal, la rentabilidad aumentó de manera significativa y con el desarrollo completo de la Unión Europea, la rentabilidad italiana volvió a los máximos de la década de 1960. Pero al unirse a la zona euro sufrió una brusca caída.
Las empresas italianas tuvieron que competir directamente con el capital franco-alemán. Italia tiene una alta proporción de empresas pequeñas y medianas con mercados particulares y éstas tuvieron problemas. La Gran Recesión y la consiguiente Larga Depresión agravaron esta debilidad y muchas empresas italianas acumularon enormes deudas con los bancos cada vez más difíciles de pagar. Los bancos italianos empezaron a quebrar y, pese a los recientes rescates del gobierno, los bancos italianos tienen todavía más «malas deudas» en sus libros que el resto de la zona euro en su conjunto.
La actual reactivación de las economías de la zona euro puede ayudar a mantener justo a flote la economía italiana, pero el ingreso per capita sigue cayendo y el desempleo sigue siendo alto.
La deuda pública en relación con el PIB es la más alta de Europa después de Grecia y la carga de la deuda empresarial privada sigue siendo enorme. Una nueva crisis mundial supondría serios problemas para el capital italiano. La parálisis política actual muestra que los políticos no tienen hasta el momento soluciones. Se acercan los idus de marzo.
Artículo publicado en el blog de Michael Roberts y traducido por G. Buster en Sin Permiso