Henry David Thoreau (Concord, Massachusetts, 1817-1862), fue un escritor, poeta y filósofo estadounidense ligado al movimiento trascendentalista, sobre todo a través de su amistad con Ralph Waldo Emerson. León Tolstói reprochaba a los estadounidenses que prestasen tanta atención a sus militares y empresarios, olvidando a un pensador tan sugerente como Thoreau. Décadas más tarde, sus obras serían retiradas de las bibliotecas públicas a raíz de la caza de brujas emprendida por el senador McCarthy en los años cincuenta contra todo lo que fuera sospechoso de poner en tela de juicio el Orden Establecido por el sistema capitalista.
“Tan sólo hay cinco o seis hombres en la historia de América que para mí tienen un significado. Uno de ellos es Thoreau. Pienso en él co mo en un verdadero representante de América, un carácter que, por desgracia, hemos dejado de forjar […]. Es lo que Lawrence llamaría un ‘aristócrata del espíritu’, o sea, lo más raro de encontrar sobre la faz de la tierra: un individuo”, afirmó el escritor Henry Miller en el prólogo a una edición de una de sus obras.
Henry David consideraba que el esfuerzo dedicado a la acumulación de riqueza es una solemne manera de perder el tiempo. Razón por la que él evitó desperdiciar el suyo en ocupaciones bastardas. Subsistía con magros recursos, ganándose el sustento con oficios tan dis pares como agrimensor o fabricante de lápices, procurando siempre dedicar al trabajo el mínimo tiempo posible. “Durante más de cinco años, me mantuve, pues, sólo con el trabajo de mis manos; y descubrí que podía atender a todos los gastos de mi subsistencia trabajando unas seis semanas al año”.
Esa elección le permite asegurar en Vida sin principios: “Si tuviera que vender mis mañanas y mis tardes a la sociedad, como hace la mayoría, estoy seguro de que no me quedaría nada por lo que vivir”. Una reflexión que dejó anotada en esta sentencia lapidaria:
Si un hombre pasea por los bosques, por amor a ellos, la mitad de cada día, corre el riesgo de que le consideren un holgazán; pero si se pasa todo el día especulando, cortando esos bosques y dejando la tierra desnuda antes de tiempo, se le aprecia como ciudadano laborioso y emprendedor. ¡Como si el único interés de una ciudad por sus bosques fuera talarlos!
Queriendo experimentar la vida en la naturaleza, Thoreau construyó con sus propias manos una cabaña en un bosque cerca de Walden Pond, en la que se retiró a vivir durante un par de años. Allí escribió Walden, una pieza literaria que constituye una celebración de la naturaleza y la vida sencilla. Y en cuyas páginas anticipa muchos de los planteamientos sostenidos actualmente por pacifistas y ecologistas respecto a la necesidad de encontrar un justo equilibrio entre las necesidades humanas y los recursos del medio natural.
El verdadero filósofo es aquel que a la capacidad de pensar añade la valentía necesaria para vivir de una manera coherente con lo que piensa. En este sentido, Thoreau opinaba que: “Ser un filósofo no consiste en tener pensamientos sutiles, ni siquiera en fundar una escuela, sino en amar la sabiduría hasta el punto de vivir conforme a sus dictados una vida sencilla, independiente, magnánima y confiada. Estriba en resolver algunos de los problemas de la vida no sólo desde el punto de vista teórico sino también práctico […]. El filósofo va por delante de su época incluso en su forma externa de vivir. No se alimenta, cobija, viste y calienta como sus contemporáneos ¿Cómo se puede ser filósofo sin mantener el propio calor vital por métodos mejores que los del resto de los hombres?”
¿En qué consistió la desobediencia de Thoreau?
En el verano de 1846, Thoreau fue detenido y encerrado en la cárcel local de Concord por negarse a pagar el poll tax, o contribución urbana. Adujo, entre otras razones, su negativa a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía guerras injustas. Refi riéndose en concreto a la que en aquel momento había declarado Estados Unidos a México. Su cautiverio se redujo a pasar una noche en la cárcel local de Concord, el tiempo que tardó su tía Mary, o tal vez el propio Emerson, en abonar el débito. A raíz de este breve episodio escribió Resistance to Civil Government, cuyo texto adaptaría más adelante a una conferencia Sobre el deber de la desobediencia civil.
Tras sucesivas correcciones, en 1866 se publicó como un ensayo con el título definitivo de Desobediencia Civil.
En dicha obra, Thoreau plantea el derecho a la desobediencia desde la perspectiva de un radicalismo democrático entendido “a la americana”, en la línea de Alexis de Tocqueville. En esa época los americanos del norte se sienten “progresistas” y orgullosos de su revolución, pionera en el establecimiento de los derechos civiles proclamados en su Constitución. Precisamente, uno de los reproches que Thoreau dirige a sus compatriotas será el haber dejado adormecer el espíritu en brazos del conformismo material, olvidando el ejercicio del derecho a rebelarse contra el Orden Establecido:
Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, a negar la obediencia y a oponerse al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia sean grandes e intolerables. Sin embargo casi todo el mundo dice que éste no es el caso ahora, pero que tal fue el caso, eso creen, en la re volución del 75.
Thoreau dibuja en Desobediencia Civil un re – tra to de las causas por las que se produce ese adormecimiento de las conciencias, esa dejación de la responsabilidad individual que desemboca en un Estado que acaba por con vertirse en opresor de aquellos a quienes se debe. Niega asimismo la virtualidad de las decisiones de la mayoría para prevalecer sobre la conciencia individual. La razón práctica por la que se le permite gobernar a una mayoría, dice, “no es que sean más idóneos para tener ese derecho ni que esto parezca lo más justo a la minoría, sino que son físicamente los más fuertes”. Así pues, el hecho de que las leyes ha yan sido aprobadas por una mayoría no puede, moralmente, vincular a una minoría. Por lo tanto, cuando la conciencia individual de una persona las considere injustas, su actitud de resistencia a las mismas es perfectamente legítima.
De una extensión no mayor que la de un panfleto, Desobediencia Civil no constituye un cuerpo doctrinal en el que, detallada y metódicamente, se exponga una teoría comprehensiva de esta materia. Este escrito no puede separarse del resto de las obras de Thoreau ni de su propia forma de vida, porque sólo de una manera global podrá apreciarse el sentido de anticipación con el que plantea la desobediencia civil basada en la autosuficiencia material del individuo.
Sólo aquellos que tienen pocas cosas materiales que perder se pueden permitir la gran libertad de no plegarse a las normas del Orden Establecido. Esa gran maquinaria ciega que convierte a las personas en simples servidores, en súbditos, en lugar de ciudadanos. “Toda maquinaria tiene su fricción, pero cuando es la fricción la que llega a tener su maquinaria y la opresión y la injusticia se organizan, no debe mantenerse por más tiempo una maquinaria de esta naturaleza”.
Entonces digo: transgrede la ley. Haz que tu vida sea un freno para parar la máquina. Lo que yo tengo que hacer es procurar por todos los medios no prestarme a servir al error que condeno.
Fuente: Capítulos del libro de Cive Pérez. ¿Qué es la Desobediencia Civil? Preguntas (y respuestas) más frecuentes