Autores: E. Luque y Bashar Barazi
Tal y como hemos venido sosteniendo a lo largo de estos seis años, la situación militar es el elemento determinante de la acción política. Evidentemente, otros factores influyen: la correlación interna de las fuerzas políticas, el apoyo social, la situación internacional… En varias ocasiones hemos utilizado el análisis del general prusiano Kark von Klausewitz para entender los procesos políticos que se sucedían en la guerra siria. Klausewitz y su visión de la guerra han impregnado hasta nuestros días los estados mayores de los ejércitos, de Ludendorff a Kriege, y la política, de Marx y Engels a Lenin (que lo consideraba como el texto más importante de la filosofía de la guerra). El general prusiano sostenía en su obra “De la Guerra” que: “la guerra es la prolongación de la política por otros medios, pero sin dejar de ser parte de ella. Es un medio, y su finalidad es siempre política”
La batalla de Alepo, tal y como la hemos calificado, fue el punto de inflexión, el fiel de la balanza en esta guerra de agresión; la recuperación de esta ciudad a manos del ejército sirio y la derrota de las fuerzas mercenarias, fue la antesala del colapso de los grupos terroristas. Sus valedores (EEUU, Turquía, Francia, Inglaterra Arabia Saudita y Qatar) vieron en esa victoria cómo la correlación militar caía del bando sirio. Las provocaciones, los esfuerzos para rearmar a los grupos terroristas, la presión internacional y la amenaza de la internacionalización (¡aún más!) del conflicto fueron vanas. El cambio de postura de los contendientes tuvo que ir parejo al avance sostenido del ejército sirio.
El último en reconocer la realidad sobre el terreno ha sido Arabia Saudita. A finales de agosto el canciller saudí Adel al-Yubeir, dirigía una carta al principal grupo opositor sirio apoyado por Riad, el Alto Comité de Negociaciones (HNC, en inglés) señalando una obviedad: la desastrosa situación militar sobre el terreno obliga a un realineamiento político. La derrota y la salida del poder de Bashar al-Assad se antoja imposible. La discusión política sólo se centra ahora en cuánto tiempo quiere permanecer en el poder al-Assad.
El diario libanés Al-Ahed News ha informado de que la monarquía saudí iniciará una ronda de informaciones con los grupos opositores a Damasco para indicarles de sus intenciones. En este momento, la oposición siria y Arabia Saudí aceptan que Al-Assad pueda permanecer en el poder durante 18 meses más, hasta la formación de un gobierno de transición, y el derecho del actual presidente a postularse nuevamente como candidato en las futuras presidenciales. Se garantizaría la seguridad de las instituciones sirias, la participación de todos los grupos étnicos en las elecciones presidenciales y, por último, se asegura el fin de los combates en particular en Idlib, aumentando la cooperación entre el ejército Libre de Siria (ELS) y el ejército nacional contra las fuerzas terroristas. Por su parte el portal de noticias israelí DEBKAFILE, cercano a la inteligencia israelí, reconocía el fracaso de la política saudí. El título del artículo no puede ser más evidente: “El juego saudí en Siria fracasó y Al-Assad es el ganador”
Desde el inicio de la crisis en marzo del 2011, Arabia Saudita se convirtió en el gran financiador del terrorismo en Siria. Riad financió también un denominado “Alto Comité de Negociaciones” cuya cabeza más visible era Riad Hiyab (ex primer ministro que desertó en julio de 2012, tras un mes en el cargo y cuando los medios aseguraban la caída inminente de Al-Assad). Este cuerpo opositor había sido la cara “amable” de la oposición. Marginado en la escena siria, sin influencia en el interior del país, sin poder real más allá de los intereses de Riad, servía para proporcionar imagen “política” a los grupos terroristas que cometían actos abominables contra la población civil. El encuentro entre el canciller saudí y este grupo opositor traía un mensaje añadido:
“el presidente sirio, Bashar Al Assad, permanecerá en el poder y los integrantes del Comité tienen que presentar una nueva visión o se alcanzará una solución siria sin la oposición”.
Para el grupo opositor, que había focalizado su política en la salida rápida de Al Assad del poder, ha sido un golpe demoledor. En realidad la situación sobre el terreno es el elemento central. La decisión de Donald Trump de suspender el programa de formación y armamento de unidades del “Ejército Libre de Siria” marca las negociaciones y las nuevas propuestas políticas. Los grupos terroristas, cada vez más arrinconados en la frontera iraquí, sin perspectiva de victoria, han acumulado recursos para presentar una última batalla defensiva en Deir Erzzor y Al-Raqa. El eje que se dibuja en estos momentos (que incluye a Hizbolá, Bagdad, Teherán, Damasco y Moscú) hace insostenible la situación de estos grupos, aunque aún provocarán mucho sufrimiento. La única esperanza para el DAESH es que Washington utilice a los supervivientes para crear nuevos conflictos en Asia Central, intentando desestabilizar tanto a Rusia como China.
El jefe de la diplomacia saudí muestra una “nueva visión “para la oposición que no es otra que negociar con Al Assad. Pretenden volver a Damasco en el marco de una reconciliación integral y tener alguna baza negociadora antes del colapso final de los grupos armados.
Siria ha cambiado desde el inicio de la crisis; a día de hoy no es la misma y eso se aplica también para Arabia Saudita. Desde comienzos de año cerca de 600.000 personas han regresado a sus casas después de convertirse en desplazados internos según informes de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Siria va recuperando poco a poco su población desplazada. Si titánico ha sido el esfuerzo militar aún por acabar, no será menor el esfuerzo por la reconstrucción.