Los actores: Estados Unidos, la OTAN y la UE.
El equipo de Biden muestra sus flaquezas. Al frente del país un presidente que no gobierna, un hombre anciano e incapaz, un individuo que se duerme en las reuniones de alto nivel y que acabará siendo, si no lo es ya, una figura decorativa. La presidencia está en manos, cada día más, de ese “estado profundo” que no puede asumir que EEUU no es la potencia hegemónica que fue. Lo anunciamos en su momento, la administración demócrata sería incluso peor que la republicana de Trump en política internacional. Es bien sabido que el ex -presidente norteamericano no inició ninguna nueva guerra, el actual, cuando era vicepresidente, lo hizo en siete. Es posible que Biden no acabe su mandato, su sustituta, que ya lo ha sido durante hora y media, será Kamala Harris, considerada un halcón.
La situación de Biden tras la debacle de Afganistán es muy frágil. A los 9 meses de su elección tiene la popularidad por los suelos; sólo un 43% de la ciudadanía aprueba su gestión frente al 51% que la desaprueba. Es el tercer presidente más impopular de la historia. Acumula más rechazo que Trump o Gerald Ford. La presidencia necesita de algún logro en política internacional, ya que a nivel interno la situación se descontrola. Biden y sus consejeros son profundamente ignorantes. No saben que no podrán derrotar a Rusia porque, si hay conflicto, Moscú saldrá a ganar.
Los Neo-con estadounidenses, instalados en las inmediaciones del poder, calientan el escenario ucraniano; se busca un conflicto limitado con Rusia. Es una repetición de escenarios conocidos. Tanto en 2019 como en 2020 la firmeza de Moscú evitó la guerra. La movilización masiva y decidida del ejército ruso disuadió a las mentes más alocadas. La situación ahora es peor. EEUU ha sobrepasado las líneas rojas trazadas por Putin. Tropas de la OTAN aterrizan estos días en Ucrania. EEUU y sus aliados tienen bases en territorio ucraniano (supuestamente son campamentos provisionales). Miles de efectivos con la excusa de maniobras se acumulan en la zona. Desde finales de noviembre, de forma intermitente la artillería pesada ucraniana bombardea las zonas de contacto entre Ucrania y las repúblicas independientes de Lugansk y Donetsk, en especial la ciudad de Gorlovka. Los ataques con artillería se intensifican a la espera de la orden de Washington. Este armamento estaba específicamente prohibido en los acuerdos de Minsk que evidentemente Kiev no está dispuesto a cumplir.
Las Repúblicas independientes avisan que no podrán resistir el empujón del ejército ucraniano rearmado ahora por la OTAN (Turquía ha transferido drones de ataque a Kiev y EEUU artillería moderna, misiles anti-carro javelín, carros de combate….) Pero Moscú no puede permitir la caída de estas repúblicas porque perdería Crimea y por extensión se incrementarían las tensiones en el Cáucaso. Todo ello en medio de un silencio atronador en los medios de comunicación. La cortina de humo que se ha generado para ocultar el peligro de guerra, es la cuestión de los refugiados en la frontera de Polonia y Bielorrusia y también la nueva variante del covid-19.
EEUU considera la opción de la guerra. Hay indicios enormemente preocupantes. William Burns, director de la CIA, realizaba una visita no programada a Moscú a finales de noviembre. Los diarios norteamericanos especularon con una idea: Burns quería garantías de que, en caso de guerra, las tropas norteamericanas desplegadas en la frontera se salvarían, en caso de respuesta rusa. Tenía en mente lo sucedido en la bolsa de Debaltsevo, en febrero de 2015, cuando las tropas norteamericanas y ucranianas fueron cercadas. Rusia negoció la salida de los soldados norteamericanos que fueron evacuados por un pasillo abierto ex profeso mientras las tropas ucranianas colapsaron y se rindieron. Esta vez la respuesta rusa no fue tan complaciente como hace 6 años. Se conoce que se han producido contactos directos entre altos jefes militares rusos y estadounidenses sobre “reducción de riesgos y desconflicto operativo”. No han trascendido sus conclusiones.
Evidentemente a Biden le importa poco el sufrimiento que conllevaría un conflicto armado. Los factores que ahora definen el momento político parecen confluir en este tiempo y este momento. Un enfrentamiento militar indirecto con Rusia, utilizando a Ucrania como “sparring”, daría argumentos a la OTAN para volver a ser; y justificaría su propia existencia. Por otra parte, debilitaría aún más a la Unión Europea (y las veleidades de construir un ejército europeo propio quedarían como mera ensoñación). Es cada vez más evidente que la UE es el componente civil de la OTAN. El uso histérico de la pandemia es la cortina de humo perfecta para ocultar los pasos hacia la guerra; justo ahora se cierran los países por una variante que ya se ha denunciado que no es más ni menos contagiosa que las que teníamos.
La guerra en Ucrania permitiría disciplinar a Europa sumando mayor proyección de fuerza en el escenario chino puesto que contaría con el apoyo cerrado de toda la UE y sus recursos militares. Esta es la perspectiva que analiza Biden. EEUU es adicta al éxito efímero. Los presidentes norteamericanos sólo ven el cortísimo plazo, carecen de una visión estratégica como la que poseen Pequín y Moscú. Pasó con Hong Kong cuando EEUU y Reino Unido incitaron las revueltas contra China. Tras la intervención de Pequín, EEUU abandonó a los estudiantes a su suerte. Trump y Pompeo lo vendieron como una victoria aunque Norteamérica perdiera la oportunidad de influir en China y la oposición china pro -yanqui quedara devastada. A medio y largo plazo el ganador fue China.
Posición de Ucrania
Ucrania camina, si no se ha transformado ya, en un Estado fallido. Está calificado como uno de los más corruptos del mundo; según los “papeles de Panamá, su anterior presidente, Petró Poroshenko”, evadía fondos (incluso estatales) a través de empresas en paraísos fiscales. El actual presidente Volodymyr Zelensky ha sido señalado como evasor en los papeles de “Pandora”. Este mediocre actor ganó las elecciones prometiendo la mejora de las relaciones con Rusia y el respeto a los acuerdos de Minsk. Zelensky es en realidad una marioneta en manos de EEUU que no tuvo intención de cumplir los acuerdos electorales. La pulsión fascista crece entre la clase dirigente bajo el amparo también de la UE. El gobierno ucraniano ha llegado oficialmente a reivindicar a un nazi ( Stepan Bandera) como héroe nacional.
Ucrania vive en una ficción democrática. Zelensky acaba de cerrar televisiones y diarios favorables a sus enemigos políticos y ha detenido al jefe de la oposición por “alta traición”. El presidente ucraniano ha perdido la mayoría en el parlamento. Ha sufrido incluso una escisión en su propio partido. Su poder peligra, sabe que su integridad física está en juego: si abandona el poder, la tentación de una salida violenta se incrementa; lo arriesgará todo, si es preciso, para mantenerse; los elementos neofascistas en el parlamento como Sbovoda lo empujan a la guerra al igual que EEUU.
Washington, incapaz de detener la construcción del Gulf Stream 2 que proporcionará gas ruso a Europa, redobla la apuesta. El conflicto marroquí-argelino (incitado por Washington) y el corte de uno de los dos gaseoductos, aumentará la escasez energética en Europa. Europa podría tener un invierno muy frio y oscuro. Una guerra, utilizando a los medios para demonizar aún más a Putin, podría evitar que el Gulf Stream 2 se pusiera en marcha. Ucrania se enfrenta también a un invierno muy frío. Sin gas suficiente para autoabastecerse importa ahora carbón al alto precio, mientras en las repúblicas independientes existen importantes minas de carbón.
Zelensky está recibiendo mensajes equivocados de Washington y Bruselas que pueden hacerle creer que cuenta con su apoyo. La impunidad aparente de Kiev, cuyos bombardeos sobre población civil pasan desapercibidos para la prensa y los medio de comunicación occidentales, no hacen más que incrementar el peligro de conflicto. Es algo parecido a lo ocurrido en Georgia en 2008. Entonces M. Saakashvili atacó al personal de mantenimiento de la paz ruso y la población de Osetia del Sur. La lección que recibió fue muy dura.
El futuro de Ucrania se anuncia complejo. En las actuales circunstancias el país puede colapsar por el peso de su propia disfuncionalidad, colapso económico y una corrupción endémica, o bien al iniciar una guerra que obligaría a intervenir a Rusia aunque fuera a regañadientes.
Posición rusa
Rusia no quiere la guerra. Si ha de intervenir lo hará, de forma rápida y decidida. Putin nunca ha cruzado la línea roja expresamente, excepto en Georgia, y solo por pocos días.
Las líneas de comunicación directas entre la OTAN y el Kremlin hace meses que están rotas. A comienzos de octubre, sin mediar ningún conflicto, la OTAN expulsó a los diplomáticos rusos de su oficina en Bruselas; Moscú respondió rompiendo relaciones. Vladimir Putin, en la reunión ampliada del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, dijo: “En lo que respecta al Mar Negro, los últimos acontecimientos van más allá de ciertos límites. Los bombarderos estratégicos vuelan a una distancia de 20 kilómetros de nuestra frontera estatal y portan, como ustedes saben, armas muy peligrosas”. Se refería a que en las maniobras de la OTAN se estaban ensayando ataques nucleares con armas auténticas (no con simulaciones). A comienzos de mes, el presidente bielorruso Alexander Lukashenko insistía en que los países occidentales buscaban empeorar la situación. El líder bielorruso sabe que en caso de conflicto su país se vería inmerso desde el primer momento. Bielorrusia tiene un ejército pequeño pero muy bien armado y entrenado. La acumulación de cazas bombarderos de la OTAN en países limítrofes como Rumania, Polonia, Letonia o Lituania: el aumento continuo de los vuelos de reconocimiento recogiendo información de inteligencia no auguran nada bueno. El embajador ruso en Londres, Andrei Kelin afirmó a la emisora británica Times Radio: “existe el riesgo de guerra por errores de cálculo en nuestra frontera oriental, y esto es lo último que queremos. Necesitamos prevenir este tipo de escalada, si ocurre”
Claramente Moscú ha de realizar una nueva demostración de fuerza. Será necesario mostrar nuevamente músculo militar para que se enfríen las mentes calenturientas. Las simulaciones de ataque a la flota inglesa encabezada por el portaaviones Queen Elizabeth (más de 30 en una semana) realizados por bombarderos SU-25 es una de las respuestas. La aviación inglesa intentando contrarrestar estas maniobras ha perdido su primer aparato. Otros planes se han acelerado e intensificado estos días: los acuerdos alcanzados con China parecen indicar que los sistemas de misiles balísticos de uno y otro país se coordinarán. Aun no podemos hablar de un tratado de ayuda mutua militar pero la torpeza norteamericana empuja en ese sentido. Por otra parte, teniendo en cuenta la perspectiva futura, Rusia ha de incrementar la interacción con el eje soberanista latinoamericano, apoyando a los países que Washington quiere desestabilizar y que considera como su patio trasero. A la más que probable instalación de misiles nucleares en Polonia, Rusia podría responder haciendo lo mismo en Venezuela. Las maniobras militares conjuntas con esos países cerca de las fronteras norteamericanas y en Alaska se hacen ahora imprescindibles.
Además, Moscú es consciente de que el otro escenario es el Pacífico. Las acciones hostiles contra China e indirectamente contra Rusia hacen que Irán entre también en esta ecuación. Nuevas maniobras a gran escala se anuncian entre estas tres naciones. La crisis en Ucrania, de producirse, podría acelerar la crisis en Taiwán; por otra parte Bielorrusia con el apoyo ruso podría recuperar la conexión con la zona rusa de Kaliningrado (el llamado “corredor de Suwalki” una franja de terreno que no tiene más de 96Km de longitud y que aislaría a las repúblicas bálticas). Un conflicto serio implicaría a Lituania y Bielorrusia ya que las líneas de suministro del ejército bielorruso y de la OTAN confluirían en la ciudad lituana de de Kalvarija. Rusia lo ha advertido: en caso de un conflicto en Crimea el estado ucraniano como tal desparecerá. Hay más de un millón de rusos en las repúblicas independientes que Moscú no abandonará.
La posición turca[1]
El presidente turco es un gran aficionado a chapotear en todos los charcos. Ahora se ofrece como mediador entre unos y otros, mientras vende armas a la parte ucraniana y fomenta la milicia turco-tártara que, llegado el caso, combatirá con Kiev contra Moscú. El objetivo turco es expandir la influencia de Ankara en territorio de las ex repúblicas soviéticas. Ankara ya se inmiscuyó en el Transcáucaso apoyando militarmente a Azerbaiyán contra Armenia. Intenta extenderse a través de las minorías turcas en Kirguistán enfrentándose a los intereses de Rusia y China en la zona. Además su posición, al no reconocer a Crimea como parte de Rusia, le hace chocar con Moscú lo mismo que cuando da apoyo a los terroristas sirios en el Gran Idlib, en cambio compra carbón a las repúblicas independientes.
El derrumbamiento del viejo Orden Mundial proporciona nuevos espacios geoestratégicos vacios que Erdogan quiere ocupar. Es por ello que actúa en múltiples frentes: Siria, Irak, Libia, Azerbaiyán, Somalia, en el Mar Mediterráneo…; ahora intenta intervenir en Ucrania, en Afganistán, en Kirguistán…. Son bocados demasiado grandes para un país con tasas de inflación del más del 20% y una depreciación de su moneda superior al 230% que se calcula para los próximos meses. En estos momentos sus tropas se resienten. No es buena cosa en caso de guerra dejar de pagar a los soldados. Turquía se ofrece como mediador entre Rusia y EEUU, pero los dos países desconfían de Erdogan y rechazarán la propuesta. Occidente interpretaría la aceptación de una mediación como una debilidad rusa y buscaría nuevas concesiones.
La posición de España
Estamos inmersos en un conflicto donde sólo podemos perder. Rusia lo anunció hace muchos meses: las bases de procedencia de navíos o aviones de la OTAN serán tratadas como un objetivo legítimo. Ignoramos si en nuestro territorio se almacenan o sólo transitan armas nucleares, como se ha denunciado en Italia. Lo que sí sabemos es el despliegue de caza-bombarderos españoles en los aeródromos rumanos (en total participamos con dos escuadrillas y unos 150 efectivos) La operación iniciada este mismo año se denomina “Enhanced Air Policing” (una misión disuasoria en Rumanía). El gobierno de Pedro Sánchez ha decidido que tenemos que disuadir a Rusia para que no defienda sus intereses dentro de sus fronteras, mientras que nuestros aviones y barcos se desplazan a miles de km. de nuestro territorio. Así mientras que la situación militar escala, nuestros barcos penetran en el Mar Negro, violando la convención de Montreau, siendo perseguidos por navíos rusos (como ocurrió hace pocas fechas con la fragata “Rayo”). Mientras la situación se tensa hasta el paroxismo la “izquierda española” enmudece. Mientras el país ignora el peligro que corre, la oposición, profundamente atlantista, callará; lo mismo que hace el PSOE, UP, IU o el PCE (que hace tiempo aceptó y acató las directrices de la OTAN).
Las provocaciones militares
La acumulación de tropas por parte de la OTAN y Ucrania está alcanzando el punto de no retorno. La “militarización” de Ucrania se acelera. La portavoz del Kremlin anuncia que Kiev ha desplazado la mitad de sus efectivos a la zona de contacto con las repúblicas independientes. Canadá anuncia su disposición a transferir efectivos blindados y aviones a Ucrania. Otros países de la OTAN ya lo han hecho con anterioridad, por ejemplo, España. Kiev ha recibido nuevas patrulleras norteamericanas adaptadas a las condiciones del mar Negro.
Para Moscú la instalación de tropas de la OTAN en Ucrania es una línea roja. EEUU tiene 9 bases en estos momentos. Los acuerdos de Minsk (prohibición de armas pesadas y aviones de guerra sobre Crimea) están siendo ignorados. Los bombardeos ucranianos contra las repúblicas independientes se mantienen. La OSCE, como observadores interpuestos, menciona que los combates se han extendido a toda la zona de contacto, no se limitan a un punto en concreto. La marina norteamericana, violando la convención de Montreau, envía más y más barcos de guerra al Mar Negro e intenta identificar los sumergibles y las defensas costeras rusas en el Mar Negro y el Báltico. La OTAN pretende demonizar a Moscú y quiere que el primer movimiento lo haga este país.
¿Cómo salir del atolladero?
Se esperaba una cumbre decisiva entre Biden y Putin, una del tipo que sostuvieron el presidente norteamericano y el chino hace pocas semanas. En realidad el tiempo para realizar esa cumbre antes de las vacaciones de Navidad se está reduciendo peligrosamente. A finales del mes de noviembre se daba como probable; tras la cumbre “por la democracia” organizada por EEUU a comienzos de diciembre la posibilidad de un encuentro bilateral se aleja.
En la práctica, prolongar la situación es dar alas a los sectores fascistas ucranianos para incrementar sus provocaciones. Para Biden sería una forma de demostrar que todavía tiene el control. Aunque habría que recordarle que un mal acuerdo es mejor que una buena guerra.