Una simple carta al presidente, Franklin D. Roosevelt [FDR], en 1944, abrió una nueva etapa en la vida de Sinatra. Durante el resto de la década, Sinatra salió frecuentemente en defensa de los pobres y los oprimidos. La nota que envió era corta, pero llena de sentimiento:
Querido Sr. Presidente
¿Nos están tomando el pelo? Estamos ganando la guerra.
Atentamente,
Frank Sinatra
La carta respondía a los ataques que estaba recibiendo Roosevelt por parte del Partido Republicano y la prensa. Unos días después de mandar la carta, Frank fue invitado a tomar el té en la Casa Blanca. Al entrar les dijo a los periodistas, “Quiero hablar con el presidente sobre su campaña electoral, porque me gustaría hacer todo lo que pueda para echarle una mano”. Y vaya si se la echó. Se unió al Comité de Acción Política (PAC, en sus siglas en inglés) creado por la confederación sindical Congress of Industrial Organizations (CIO). El secretario del comité era Sydney Hillman, dirigente de la Amalgamated Clothing Workers of America (ACWA) y uno de los fundadores de la confederación. El PAC organizaba campañas de registro de votantes durante el periodo previo a las elecciones. Su lema era “Cada trabajador es un votante”.
Sinatra aportó su grano de arena en la campaña electoral de 1944. Donó 5.000 dólares a los demócratas, suma que equivaldría hoy a 50.000. Animó a sus fans a llevar chapas con el lema “Frankie está por Roosevelt, y nosotros también”, e intervino en un gran mitin del Partido Demócrata celebrado en el Madison Square Garden. Sinatra le dijo al público que los jóvenes estadounidenses tenían derecho a la paz, pero añadió que “esta paz dependerá de los votos de vuestros padres”. También participó en campañas radiofónicas a favor de Roosevelt. En los últimos días de la campaña, llegó a hacer acto de presencia en dos o tres actos cada día. Al mismo tiempo, Bing Crosby anunciaba su apoyo al Partido Republicano.
La noche en que Roosevelt ganó las elecciones, Sinatra y el actor y director Orson Welles estuvieron de gira por varios bares de Nueva York, acabando la noche en las oficinas centrales del sindicato de trabajadores del textil, que estaba en el mismo edificio que la sede del Partido Comunista.
Sinatra había apoyado en privado a los demócratas y a Roosevelt desde muy joven. Pero hacerlo público en ese momento fue un acto de valentía. Fue una de las primeras estrellas que declaró abiertamente su filiación política. La prensa conservadora se volvió en su contra, y un periodista le advirtió de que aquello iba a perjudicar su carrera. Sinatra le respondió “Bueno, qué más da todo eso. Me interesa más un buen gobierno que mi propio futuro”.
Después de las elecciones, las opiniones políticas de Sinatra viraron más a la izquierda. Fue como si la victoria de Roosevelt le envalentonara. Habló en muchos mítines de izquierdas, apoyó activamente la lucha contra el racismo y por los derechos civiles, y mostró de forma muy elocuente su oposición al fascismo. Para entender por qué iba una gran estrella a posicionarse y arriesgar su carrera hay que entender la radicalización política que vivió Estados Unidos en los años 30 y principios de los 40.
Los 30 fueron años de desesperanza en muchos sentidos. Hitler y el Partido Nazi llegaron al poder en Alemania en 1933, Franco y sus fascistas se hicieron con España, y el desempleo masivo acechaba al mundo. Pero fue también un periodo de resistencia. En España, los trabajadores se levantaron para defender la República y mantuvieron a Franco a raya durante tres años. Hubo huelgas masivas en Francia contra la amenaza del fascismo, y en toda Europa los desempleados defendieron el derecho a trabajar.
Los trabajadores estadounidenses no eran inmunes a este espíritu de resistencia. Se forjó en Estados Unidos un poderoso movimiento social alrededor de tres campañas clave: el anti-fascismo, la lucha contra los linchamientos y el sindicalismo obrero de la CIO. Los mítines de apoyo a la República Española sumaron miles de personas a la lucha contra el fascismo. Veinte años antes del movimiento por los derechos civiles de Martin Luther King, organizaciones como el Partido Comunista y la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) empezaron a desafiar el racismo del sur del país, con su segregación estilo Jim Crow y el terror de los linchamientos.
Esta militancia obrera pasó por un periodo de ataques y repliegue generalizado. Pero 1943 fue el año clave. Huelgas masivas lideradas por socialistas, trotskistas y miembros del Partido Comunista en ciudades como Toledo, Minneapolis y San Francisco tomaron el relevo y derrotaron a los patronos. Y la radicalización no se quedó ahí. Centenares de miles de trabajadores en las nuevas fábricas de producción en masa, que anteriormente habían sido ignorados por los sindicatos manuales de la American Federation of Labor (AFL), empezaron a organizarse. John L. Lewis, del sindicato de mineros, y Sidney Hillman de la Amalgamated Clothing Workers Union, junto con otros sindicatos más pequeños, se separaron de la AFL y formaron una nueva confederación, el Congress for Industrial Organizations (CIO). El CIO no se organizaba por oficios, sino que organizaba a todos los trabajadores de una misma planta. Apareció así un nuevo tipo de huelga, la ocupación. En lugar de salir de la fábrica y montar piquetes, los trabajadores empezaron a ocupar sus lugares de trabajo. En 1936 hubo 48 huelgas con ocupación. En 1937, 477.35
La derrota final de la República Española, el pacto Hitler-Stalin y el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939 hicieron de 1939 un año de derrotas para la izquierda. Pero ése fue también el momento de una de las oleadas huelguísticas más importantes de la historia de los Estados Unidos. A su vez, Philip Randolph lideraba el movimiento organizador de la Marcha sobre Washington que iba a conseguir la entrada de los trabajadores negros en la industria armamentística. El primer concejal negro, Adam Clayton Powell, fue elegido en Nueva York, así como el primer concejal del Partido Comunista, Pete Cacchione.
A finales de 1945 y principios de 1946 hubo una nueva explosión de resistencia, cuando el CIO convocó una gran oleada de huelgas, durante la cual una cuarta parte de su afiliación se declaró en huelga, y hubo huelgas generales en seis ciudades importantes.
El Partido Comunista jugó un papel central en este periodo de militancia, a pesar de ser una organización relativamente pequeña. En 1938 afirmaba tener 75.000 miembros, pero la mitad vivían en Nueva York y alrededores. Además, estaba plagado de contradicciones. Por una parte, contaba entre sus miembros con algunos de los militantes sindicales y activistas anti-racistas más influyentes del país. Por otro lado, secundaba las políticas de Stalin y todas las idas y venidas de la política exterior rusa, que a su vez determinaba la línea política y la dirección del partido.
Entre 1928 y 1935 el Partido Comunista postulaba que los socialdemócratas, como el Partido Laborista británico y el SPD alemán, eran una amenaza tan importante para la lucha por el socialismo como podían serlo los fascistas. Esta línea, establecida por Moscú, se conoce hoy como el tercer periodo del estalinismo, y fue una política que aisló a los militantes del Partido Comunista de grandes sectores de trabajadores e intelectuales. En 1935, sin embargo, el partido dio un giro de 180 grados. Delegados de 65 partidos comunistas se reunieron en Moscú y adoptaron una nueva línea promovida por Stalin, que finalmente se había dado cuenta de la amenaza que Hitler suponía para Rusia y quería aliarse con Francia y Gran Bretaña. Ahora los comunistas debían distinguir entre las democracias burguesas, como la de Estados Unidos, y las dictaduras reaccionarias. Debían buscar el pacto con las secciones “progresistas” de la clase dirigente de sus respectivos países. Estas alianzas se conocieron con el nombre de Frentes Populares. Como consecuencia, entre 1936 y 1938 el PCUSA pasó a apoyar a Roosevelt.
El Frente Popular de los Estados Unidos obtuvo grandes apoyos y prestigio durante la Segunda Guerra Mundial, ya que la Unión Soviética y la URSS colaboraron para derrotar a Hitler. El Partido Comunista afirmaba que si todo el mundo se unía, más allá de la filiación política y de la clase social, la amenaza fascista podría ser derrotada. Henry Wallace, vicepresidente del PCUSA, recogió el sentimiento general del momento en un discurso pronunciado en 1942, cuando afirmó que el mundo estaba entrando en “el siglo del hombre de a pie”. Pero la estrategia del Frente Popular planteaba como mínimo tres problemas políticos importantes. En primer lugar, aunque la izquierda y ciertas secciones de la clase dirigente estaban de acuerdo en la necesidad de acabar con Hitler, no coincidían en la mayoría de otras cosas. El impacto del Frente Popular consiguió la desactivación de las críticas a las políticas anti-obreras de Roosevelt tanto en casa como en el extranjero.38 En segundo lugar, la estrategia frente-populista de mantener la unidad con el gobierno llevó al partido comunista a contener algunas luchas obreras. En tercer lugar, algunos sectores de la clase dirigente estaban dispuestos a apoyar la estrategia del Frente Popular mientras les fuera bien, pero iban a dejar la izquierda tan pronto como se acabara la guerra, dejando a muchos militantes confundidos y desorientados.
A pesar de todo ello, este florecimiento de la protesta radical tuvo un impacto masivo sobre la cultura. Estos dos mundos quedaron entrelazados. Hubo una explosión de movimientos artísticos sin parangón ni antes ni después. El poeta Langston Hughes, los escritores Richard Wright y John Dos Passos, músicos como Duke Ellington, Billie Holiday y Woody Guthrie, el cantante y actor Paul Robeson, Orson Welles y un sinnúmero de artistas, pintores, escritores y poetas menos conocidos utilizaron su talento para apoyar las causas radicales del momento. Esta reactivación de lo artístico se vio impulsada también por el apoyo económico del gobierno a este tipo de proyectos previsto en el New Deal. Miles de actores, escritores y músicos en paro fueron empleados por el Federal Arts Project. Se montaban obras de teatro para públicos obreros, se pintaban murales en edificios públicos, y se publicaron centenares de panfletos.
Este movimiento tuvo dos fases clave. En los años 30, el arte se centró en la representación de la vida y las luchas de la clase trabajadora, como en la obra The Craddle Will Rock (1937) de Marc Blitzstein, y el musical del sindicato de trabajadores del textil Pins and Needles (1937). Estos temas aparecieron también en la novela USA de John Dos Passos (1930-36) y en el best seller de John Steinbeck, Las uvas de la ira (1939). Las Dust Bowl Ballads (1940) de Woody Guthrie es otro buen ejemplo.
En cambio, gran parte del arte posterior estuvo influenciado por la política del Frente Popular, como el “Fanfare For The Common Man” (1942), la “Ballad for Americans” (1939) de Paul Robeson y las películas de Frank Capra Mr. Smith Goes to Washington (1939) y It’s A Wonderful Life (1946).
A su vez, a medida que la cultura se fue industrializando, se convirtió en campo de batalla entre los que creaban el arte y los que lo compraban y lo vendían. Durante los años 30 y 40 hubo importantes campañas por el reconocimiento sindical entre guionistas, trabajadores de los estudios cinematográficos, dibujantes y músicos. Hubo también luchas para poner fin a la discriminación y a las prácticas racistas en las industrias culturales. Hollywood daba trabajo a muy pocos actores negros, la mayoría de orquestas no contrataban a músicos negros, y las salas de concierto y los clubes nocturnos no dejaban tocar a los músicos negros. Había incluso algunos sindicatos que segregaban según el color de la piel.
Al florecimiento de la cultura radical en Estados Unidos durante este período se le conoce como el Frente Cultural. Como afirma el historiador Michael Denning, “El Frente Cultural era una metáfora común en esa época, que combinaba dos de los sentidos del término ‘frente’: la metáfora militar que designaba un lugar, un espacio de combate o un frente de batalla; y la metáfora política que definía a un grupo o coalición con un propósito común”. En parte, esto era el resultado del encuentro entre un poderoso movimiento social democrático y el desarrollo del entretenimiento de masas. Algunos de los artistas implicados en el Frente Cultural eran miembros del Partido Comunista, otros eran simpatizantes, pero muchos eran sencillamente progresistas que se sentían inspirados por la excitación de la época.
Sinatra fue hijo de este movimiento. Muchos de los que formaron parte del Frente Cultural influenciaron sus ideas políticas y artísticas. Puede que Sinatra fuera un recién llegado, pero su contribución política y musical dio forma al movimiento. Al principio, sus declaraciones eran eficaces pero ingenuas. Incluso antes de que el país entrara en la Segunda Guerra Mundial, Sinatra ya quería enfrentarse a los nazis estadounidenses. Un artículo en Look Magazine poco después del estallido de la guerra dejó constancia de una temprana idea de Sinatra:
“Sinatra no llega aún a los 30 años, y es evidente que tiene ante sí muchos enérgicos años. Así que es probable que dé más pruebas de su fe en la acción directa como medio para mostrar su aprobación o desaprobación de las creencias de los demás. He aquí un plan al que su fantasía le da vueltas; aún no ha tenido oportunidad de ponerlo en práctica. Se trata de interrumpir, o desbaratar, los mítines políticos que organizan los pro-fascistas estadounidenses. Como todo el mundo sabe, éstas son personas entre las que Sinatra provoca aversión debido al sesgo progresista de sus opiniones sobre asuntos públicos. Propone asistir a estos mítines de derechas en persona, acompañado por un séquito de 50 bobbysoxers escogidas por su capacidad pulmonar, sentarse delante, cerca de la tarima del orador y, a la que éste empiece a expresar alguna idea que Sinatra considere no adecuada para el consumo público, el cantante se tocará la mejilla derecha con el dedo índice derecho. A partir de esta indicación, su coro de 50 mujeres empezará a soltar un grito tan clamoroso que ningún otro sonido llegará a oídos del público”.
“‘Jamás oirían al tío intentando hablar’, dijo una vez Sinatra, al describir la posible escena. Y debe saberlo bien, ya que muchos de sus conciudadanos no han podido oírle cantar debido al griterío que provoca.”
“Se ha criticado mucho a Sinatra por su disposición a expresar sus creencias políticas en público. Pero, igual que muchos otros artistas patrióticos, no ve por qué su opción profesional debería limitar sus derechos ciudadanos. Le gusta expresarse, y lo justifica diciendo, ‘Hasta un cantante de baladas puede gritar cuando le apetece’”.
Sinatra se sumergió en las luchas e ideas radicales del momento. Justo después de las elecciones de 1944, les contaba a los periodistas que estaba leyendo vorazmente libros de izquierdas. A un reportero le dijo “Empecé por los libros más prolíficos, quiero decir los que son fáciles de entender por alguien como yo, que acabo de descubrir una nueva vocación.” Dijo haber leído The History of Bigotry in the United States de Gustavus Myers, The American Dilemma, de Gunnar Myrdal, un estudio sobre los negros en Estados Unidos, y Freedom Road de Howard Fast. El actor Lionel Stander, víctima de la caza de brujas, dijo de Sinatra: “Fue uno de los pocos actores que tenía capacidad y ganas de leer a Marx”.
Frank también apoyó muchas organizaciones radicales asociadas al Frente Popular. Fue vicepresidente del Independent Citizens Committee of the Arts, Sciences and Professions en 1946, y miembro tanto de American Youth for Democracy como de Progressive Citizens of America. Se unió al Committee for the First Amendment (CFA), de corta vida, que pretendía recabar apoyos para los guionistas y directores citados por el Comité de Actividades Antiamericanas (HUAC, en sus siglas en inglés). Y apoyó, y a veces financió, el Joint Anti-Fascist Refugee Committee, la American Crusade to End Lynching y publicaciones frentepopulistas como The New Masses y PM. Años después, la HUAC consideró a muchas de estas organizaciones como frentes comunistas.
En 1945, Sinatra intervino en una serie de huelgas en escuelas en las que los padres y maestros se oponían a la integración. También fue a un instituto del Bronx para hablar con los estudiantes sobre la delincuencia juvenil, bajo la atenta mirada de su progresista agente George Evans.