“¿Es usted o ha sido usted miembro del Partido Comunista?” Esta pregunta perseguiría a la sociedad estadounidense durante más de una generación. Desde 1947 hasta finales de los 50, una serie de audiencias legislativas celebradas en Washington, Nueva York y Los Angeles llevó a una caza de brujas de proporciones épicas.
Más de 20.000 trabajadores perdieron sus empleos, y decenas de miembros del Partido Comunista fueron encarcelados. Al ídolo cinematográfico Charlie Chaplin se le prohibió la entrada al país, y a Paul Robeson se le impidió abandonarlo. En un truculento clímax, Ethel y Julius Rosenberg fueron ejecutados por haber transmitido presuntamente secretos nucleares a los rusos. La caza de brujas y la lista negra proyectaron sobre la sociedad estadounidense una densa sombra, en cuyo centro se encontraba el Comité de Actividades Antiamericanas.
Para comprender el miedo de que era presa el país, deben entenderse en primer lugar los cambios experimentados por EE.UU. después de la Segunda Guerra Mundial. En 1946, la clase dirigente estadounidense se vio desbordada por una oleada de revueltas de la clase obrera lideradas por la federación sindical CIO. Pero sería la tensión creciente con Rusia la que daría forma a la década siguiente. Hacia 1948, el mundo estaba dividido en dos facciones, una bajo el control de la Unión Soviética de Stalin, y la otra bajo el manto de los EE.UU. y sus aliados occidentales. El gasto militar alcanzó niveles sin precedente, llegando a elevarse al 20% del PIB de EE.UU. y al 40% del ruso, al intentar Stalin no quedarse atrás. Las dos superpotencias organizaron alianzas militares rivales -la OTAN y el Pacto de Varsovia. Pese a que EE.UU. era militarmente superior a Rusia y sus aliados, ambas partes contaban con armas nucleares. Cuando comenzó la Guerra Fría, las tensiones estaban a la orden del día, Berlín se encontraba bloqueado y el control de China caía en manos de Mao y de su Partido Comunista. A su vez, EE.UU. se veía envuelto en la Guerra de Corea.
El establishment estadounidense empezó a emitir propaganda anticomunista, que caló hondo en la sociedad. La ley Taft-Harley exigía a los sindicatos que purgaran sus filas de dirigentes comunistas y prohibió las huelgas de seolidaridad. Por todo el país, los niños participaban en simulacros de ataque aéreo y nuclear, ya que como decía el Capitán América, famoso héroe de cómic, «¡Atención comunistas, espías, traidores y agentes externos! ¡El Capitán América, con todos sus leales hombres libres de su lado, os está buscando!». La atmósfera generada por la Guerra Fría facilitaba la tarea de ganarse a una parte de la población para que apoyara el rearme, y ayudaba a inhibir la militancia en la clase obrera.
La caza de brujas empezó en lo más alto, cuando el presidente demócrata Harry Truman despidió a los funcionarios del gobierno que pertenecían al Partido Comunista. Una serie de líderes demócratas que habían apoyado, o al menos tolerado, el Frente Popular, se volvieron ahora contra la izquierda. El director del FBI, J. Edgar Hoover, reveló nombres de comunistas y excomunistas al HUAC. No obstante, fue un senador republicano el que consiguió que su nombre se convirtiese en sinónimo de la caza de brujas. McCarthy y sus fanáticos de derechas libraron una guerra sin cuartel contra lo que él describía como «la infiltración comunista» en Hollywood y la industria del espectáculo. Dos de los principales adeptos de McCarthy en Hollywood fueron Walt Disney y Ronald Reagan.
En 1947, el HUAC cayó sobre Hollywood y empezaron los juicios públicos. Diecinueve guionistas y directores de Hollywood fueron convocados en Washington para responder a la pregunta, «¿Es usted o ha sido usted …?». Esto supuso el final del Frente Cultural; la alianza de comunistas, simpatizantes y progresistas se tambaleó, aunque muchos artistas lucharon en la retaguardia.
Sinatra se pronunció en apoyo de los 19 de Hollywood, y sumó su nombre a una larga lista de estrellas, entre las cuales se contaban Humphrey Bogart, John Huston, Gene Kelly, Katherine Hepburn, Burt Lancaster, Ava Gardner y Henry Fonda, que plantaron cara al HUAC. Formó con ellos parte de la creación de una organización llamada Committee for the First Amendment [Comité por la Primera Enmienda], que fue tachada de frente comunista por el FBI. Sinatra firmó una petición junto con más de 300 intelectuales hollywoodienses en la cual se argumentaba:
«Los abajo firmantes, como ciudadanos americanos que creen en el gobierno democrático constitucional, sentimos repugnancia e indignación ante el intento reiterado del Comité de Actividades Antiamericanas de calumniar a la industria cinematográfica.
Sostenemos que estas audiencias son moralmente inaceptables por los siguientes motivos:
Cualquier investigación de las creencias políticas de un individuo contraviene los principios básicos de nuestra democracia.
Cualquier intento de contener la libertad de expresión y de fijar referentes de Americanismo es per se infiel al espíritu y texto de la Constitución».
El 25 de octubre de 1947, Sinatra se unió a un grupo de famosos de Hollywood, entre ellos Humphrey Bogart, Lauren Bacall, Rita Hayworth, Groucho Marx y Gene Kelly, en casa de Ira Gershwin para organizar una campaña más llamativa. Gershwin proporcionaría más tarde al HUAC los nombres de los presentes en la reunión en su casa.
Sinatra, Judy Garland y otros famosos participaron en un programa de radio que se emitió de costa a costa con el título «Hollywood Contraataca». El gran director musical Artie Shaw cerró el programa diciendo: «El HUAC quiere supervisar las notas que tocamos y las palabras que decimos… Cuando desaparece la libertad, la mayor parte de las cosas buenas del estilo de vida americano desaparecen con ella. ¡Más vale que deje la batuta, Sr. Thomas; nadie está bailando!”. Thomas era el fanático de derechas que presidía el tribunal.
Sinatra voló a Washington para reunirse con Bogart, Bacall, Gene Kelly y Groucho Marx para apoyar a aquellos que iban siendo citados por el comité. Una de las más valientes y poderosas condenas del HUAC la realizó él:
“Una vez que consigan pisotear el mundo del cine, ¿cuánto va a tardar el comité en ocuparse de la libertad de las ondas? ¿Cuánto tiempo va a transcurrir antes de que se nos indique qué podemos y qué no podemos decir ante un micrófono de radio? Si uno hace una intervención en una emisora nacional en favor de los desvalidos, ¿lo tacharán de comunista? Me pregunto si van a conseguir asustarnos para que nos estemos callados”.
El juicio fue completamente escandaloso. Se trataba de una vista pública con todos los medios de comunicación del mundo a la expectativa. Once de los diecinueve fueron llamados a testificar. Diez se negaron a comentar sus convicciones políticas, invocando la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU. El dramaturgo alemán Bertolt Brecht fue el undécimo testigo. Dejó a sus interrogadores confundidos con sus respuestas y abandonó acto seguido el país. Con ocho testigos pendientes, el comité echó el cierre. Los diez que se habían acogido a la Primera Enmienda fueron acusados de desacato, declarados culpables y enviados a prisión. Eran Alvah Bessie, Herbert Biberman, Lester Cole, Edward Dmytryk, John Howard Lawson, Ring Lardner Jr., Albert Maltz, Samuel Ornitz, Adrian Scott y Dalton Trumbo. Pasarían a la posteridad como los Diez de Hollywood.
La resistencia de los famosos en Washington fue valerosa y consiguió animar a aquellos que se enfrentaban a la caza de brujas, pero no fue suficiente para impedir a la apisonadora McCarthy arrasar con una parte de Hollywood.
Lauren Bacall declaró al Washington Daily News: “Asistí a dos sesiones de las audiencias y me dieron miedo. No quisiera ser alarmista, pero creo que deberían ustedes ser conscientes del peligro. ¡Cuando empiezan a decirle a uno qué tipo de películas puede hacer, qué temas puede escoger, es el momento de resistirse y luchar! Han empezado por nosotros, pero siento mucho decirles que no se detendrán una vez que hayan terminado con nosotros”. Bacall tenía razón. El gobierno estaba utilizando los juicios al mundo del espectáculo para decirle a la gente corriente: “Si podemos cargarnos a la gente de Hollywood de esa forma, imagina lo que podemos hacerte a ti”.
El principal objetivo del HUAC no era en absoluto Hollywood. Los ataques a los artistas y guionistas eran una forma de acercarse al verdadero enemigo, los trabajadores organizados y militantes de la clase obrera. Las cifras oficiales muestran que más de 20.000 sindicalistas perdieron sus trabajos como resultado de la caza de brujas macarthista, pero la realidad es que el número fue mucho más elevado.
Fuente: Fragmentos del capítulo 5 del libro de Martin Smith: Frank Sinatra. El pasado rojo de La Voz»
Imagen de portada: Sinatra, fotografiado con Eleanor Roosevelt en 1960