Vijay Prashad y Zoe Alexandra
En X, la plataforma de medios sociales antes conocida como Twitter, el coronel Assimi Goïta, jefe del Gobierno de transición de Malí, escribió que la Carta Liptako-Gourma por la que se creaba la AES establecería “una arquitectura de defensa colectiva y asistencia mutua en beneficio de nuestras poblaciones”. El ansia de este tipo de cooperación regional se remonta al periodo en que Francia puso fin a su dominio colonial. Entre 1958 y 1963, Ghana y Guinea formaron parte de la Unión de Estados Africanos, que iba a ser el germen de una unidad panafricana más amplia. Malí también fue miembro entre 1961 y 1963.
Además, estos tres países (y otros de la región del Sahel, como Níger) han luchado recientemente contra problemas comunes, como el avance de las fuerzas islámicas radicales (desatado por la guerra de 2011 de la Organización del Tratado del Atlántico Norte –OTAN– contra Libia). La ira contra los franceses ha sido tan intensa que ha provocado al menos siete golpes de Estado en África (dos en Burkina Faso, dos en Malí, uno en Guinea, uno en Níger y uno en Gabón) y desatado manifestaciones masivas desde Argelia hasta el Congo y, más recientemente, en Benín. El grado de frustración con Francia es tal que sus tropas han sido expulsadas del Sahel, Mali ha retirado el estatus de lengua oficial al francés y el embajador de Francia en Níger (Sylvain Itté) ha sido tomado como “rehén” – como dijo el presidente francés Emmanuel Macron – por personas profundamente molestas por el comportamiento francés en la región.
Philippe Toyo Noudjenoume, presidente de la Organización de los Pueblos de África Occidental, explicó la base de este sentimiento antifrancés que avanza en la región. El colonialismo francés, dijo, “sigue vigente desde 1960”. Francia retiene los ingresos de sus antiguas colonias en la Banque de France de París. La política francesa –conocida como Françafrique– incluía la presencia de bases militares francesas desde Yibuti a Senegal, desde Costa de Marfil a Gabón. “De todas las antiguas potencias coloniales de África”, nos dijo Noudjenoume, “es Francia la que ha intervenido militarmente al menos sesenta veces para derrocar Gobiernos, como [el de] Modibo Keïta en Malí (1968), o asesinar a líderes patriotas, como Félix-Roland Moumié (1960) y Ernest Ouandié (1971) en Camerún, Sylvanus Olympio en Togo en 1963, Thomas Sankara en Burkina Faso en 1987 y otros”. Entre 1997 y 2002, durante la presidencia de Jacque Chirac, Francia intervino militarmente 33 veces en el continente africano (en comparación, entre 1962 y 1995, Francia intervino militarmente 19 veces en Estados africanos). Francia nunca suspendió realmente su dominio colonial ni sus ambiciones coloniales.
Romper el lomo del camello
Dos acontecimientos en la última década “rompieron el lomo del camello”, dijo Noudjenoume: la guerra de la OTAN en Libia, dirigida por Francia, en marzo de 2011, y la intervención francesa para destituir a Koudou Gbagbo Laurent de la presidencia de Costa de Marfil en abril de 2011. “Durante años”, dijo, “estos acontecimientos han forzado un fuerte sentimiento antifrancés, sobre todo entre los jóvenes. No es sólo en el Sahel donde se ha desarrollado este sentimiento, sino en toda el África francófona. Es cierto que es en el Sahel donde actualmente se expresa más abiertamente. Pero en toda el África francófona, este sentimiento es fuerte”.
Las protestas masivas contra la presencia francesa son ahora evidentes en todas las antiguas colonias francesas de África. Estas protestas civiles no han podido dar lugar a transiciones civiles de poder directas, en gran parte porque el aparato político de estos países había sido erosionado por cleptocracias de larga data respaldadas por Francia (ilustradas por la familia Bongo, que gobernó Gabón desde 1967 hasta 2023, y que saqueó la riqueza petrolera de Gabón para su propio beneficio personal; cuando Omar Bongo murió en 2009, la política francesa Eva Joly dijo que gobernaba en nombre de Francia y no de sus propios ciudadanos). A pesar de la represión apoyada por Francia en estos países, los sindicatos, las organizaciones campesinas y los partidos de izquierda no han sido capaces de impulsar el auge del patriotismo antifrancés, aunque sí de imponerse.
Francia intervino militarmente en Malí en 2013 para tratar de controlar las fuerzas que había desatado con la guerra de la OTAN en Libia dos años antes. Estas fuerzas islamistas radicales capturaron la mitad del territorio maliense y luego, en 2015, procedieron a asaltar Burkina Faso. Francia intervino, pero luego envió a los soldados de los ejércitos de estos países del Sahel a morir contra las fuerzas islamistas radicales que había respaldado en Libia. Esto creó una gran animadversión entre los soldados, nos dijo Noudjenoume, y por eso sectores patrióticos de los soldados se rebelaron contra los Gobiernos y los derrocaron.
Contra la intervención
Tras el Golpe en Níger, Occidente esperaba enviar una fuerza de apoyo – dirigida por la Comisión Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) –, pero los líderes militares africanos se negaron. En toda la región se crearon comités de solidaridad para defender al pueblo de Níger de cualquier ataque, y la amenaza provocó “revuelta e indignación entre las poblaciones”, explicó Noudjenoume. El presidente nigeriano, Bola Ahmed Tinubu, se vio incluso obligado a dar marcha atrás en la cruzada de la CEDEAO cuando el Congreso de su país rechazó la medida y se produjeron protestas masivas contra la intervención militar en el país vecino. Al expirar los ultimátums de la CEDEAO para restaurar al depuesto dirigente nigeriano Mohamed Bazoum, quedó claro que su amenaza era vana.
Mientras tanto, no sólo parecía que el pueblo de Níger se resistiría a cualquier intervención militar, sino que Burkina Faso y Mali prometieron inmediatamente defender a Níger contra cualquier intervención de este tipo. La nueva AES es producto de esta solidaridad mutua.
Pero el AES no es un mero pacto militar o de seguridad. En la ceremonia de la firma, el ministro de Defensa de Malí, Abdoulaye Diop, declaró a los periodistas: “Esta alianza será una combinación de esfuerzos militares y económicos [entre]… los tres países”. Se basará en el acuerdo de febrero de 2023 entre Burkina Faso, Guinea y Mali para colaborar en un intercambio de combustible y electricidad, construir redes de transporte, colaborar en la venta de recursos minerales, construir un proyecto de desarrollo agrícola regional y aumentar el comercio dentro del Sahel. Queda por ver si estos países serían capaces de desarrollar un programa económico en beneficio de sus pueblos y, por tanto, de garantizar que Francia no disponga de medios para ejercer su autoridad sobre la región.
Fuente: Globetrotter