Las fotografías poseen, como es sabido, una gran relevancia política. De este modo, la imagen de Ada Colau en la presidencia del Pacto por el referéndum junto a los líderes independentistas está siendo explotada hasta la saciedad por el movimiento secesionista como la prueba fehaciente de que su carácter democrático y transversal sobrepasa sus fronteras ideológicas.
No es la primera vez que la exportavoz de la PAH y alcaldesa de Barcelona se suma a las movilizaciones del movimiento independentista. Así votó Sí/Sí en la consulta del 9N y asistió a la pasada manifestación secesionista del 11 de septiembre. Todo ello manteniendo una ambigüedad estructural sobre su posición sobre la independencia de Catalunya. La asistencia de Colau a la cumbre independentista adquiere más importancia si se tiene en cuenta que casi coincidió con el anuncio de la próxima constitución de un nuevo partido en el que se había dicho que se disolverian ICV-EUiA, Podemos y En Comú Podem, bajo el liderazgo de la alcaldesa y su equipo, aunque esta posibilidad ha sido posteriormente desmentida.
Desde el punto de vista ideológico, en el eje nacional, la nueva formación se define como “soberanista” y defensora del denominado “catalanismo popular”. La adscripción soberanista resulta una especie de paraguas que permite sostener la ambigüedad estructural respecto al secesionismo. En efecto, se postula que Catalunya es una nación soberana y acreedora del derecho a la autodeterminación (derecho a decidir en la neolengua nacionalista), pero no se acaba de concretar la fórmula de ejercerlo.
Por otro lado, se rescata la vieja tesis del PSUC respecto a un supuesto catalanismo popular que habría sido secuestrado por la burguesía, cuando ni la razón histórica, ni la realidad sociológica respaldan esta pretensión. En realidad, las clases populares catalanas nunca han apostado por el nacionalismo, sino más bien al contrario, han apoyado propuestas de corte republicano federal o confederal, como fue el caso de Pi y Margall, la CNT o el POUM. Ahora la reivindicación independentista, como demuestra un somero análisis de los datos electorales, es un asunto de las clases medias –formateadas ideológicamente durante el pujolismo– para quienes la secesión se ha convertido en una suerte de religión laica y un factor esencial de homogenización doctrinal. De hecho, en las elecciones dichas plebiscitarias del 27S los barrios obreros votaron mayoritariamente por opciones contrarias a la independencia y otorgaron a Ciudadanos un ascenso espectacular que lo convirtió en la segunda fuerza parlamentaria del país y primera de la oposición.
Viejos errores
Esta perspectiva parece conducir al espacio de los Comunes a repetir los viejos errores de la izquierda catalana. Así, la convivencia entre españolistas y catalanistas en el PSC e ICV les condenó al estallido y la irrelevancia respectivamente, cuando el movimiento nacionalista catalán apretó las tuercas y apostó con la secesión. Del mismo modo, los Comunes pretenden construir un espacio donde puedan convivir federalistas, confederalistas e independentistas, lo cual resulta manifiestamente imposible en un contexto de extrema polarización, dominado por el proyecto de separación donde no caben estas ambigüedades, sino que por el contrario reclama un posicionamiento claro y sin ambigüedades.
Una contradicción agravada por el hecho de que sus bases sociales y electorales no se muestran favorables a la secesión. Ciertamente existe un espacio intermedio, aunque no equidistante, entre el neocentralismo del PP y el separatismo de Junts pel Sí y la CUP, pero los posicionamientos de los Comunes están descompensados hacia el vector secesionista. Así, cuando desde la izquierda se debería esperar una severa crítica al movimiento independentista y abanderar un proyecto alternativo a la secesión, los Comunes no pierden oportunidad para mostrar su connivencia con un proyecto que deberían combatir ideológica y políticamente.
El referéndum como trampa
En esta correlación de fuerzas, el referéndum se configura como la trampa perfecta para someter el espacio de los Comunes al proyecto secesionista. En efecto, cuando previsiblemente el Estado español se niegue a aceptar la convocatoria de una consulta pactada y vinculante, les será muy difícil no apoyar un referéndum unilateral que, en realidad, es el objetivo del movimiento independentista. De este modo, al renunciar a disputarle la hegemonía ideológica al nacionalismo catalán, los Comunes están condenados a someterse a él en términos políticos.
Respecto al referéndum debe matizarse que, en abstracto, no parece una mala solución al conflicto planteado en Catalunya. Sin embargo, en concreto, no se dan las mínimas garantías de equidad democrática esperable en una consulta de estas características; por ejemplo, la inexistente neutralidad de los medios públicos de la Generalitat que operan como una poderosa máquina mediática de propaganda a favor de la secesión. Además, la cuestión del referéndum debería ser una reivindicación propia de los independentistas. Ciertamente, la izquierda no debería oponerse a la consulta, pero tampoco operar como sus principales patrocinadores, pues las prioridades políticas habrían de situarse en el eje social. De hecho, la insistencia de los Comunes respecto al referéndum de autodeterminación ha servido de tabla de salvación a Junts pel Sí, cuando su hoja de ruta, que originalmente pasaba por la elaboración de la Constitución catalana y la convocatoria de un referéndum sobre la misma, ha sido desechada.
Lamentablemente, los Comunes están defraudando las esperanzas de construir un espacio de izquierda transformadora y no nacionalista que podría aspirar a disputar la hegemonía ideológica y política al nacionalismo burgués y pequeñoburgués.
En artículos anteriores, el Sr. Santamaria había manifestado su rechazo al
hecho de que, según su punto de vista, se produjo una apropiación, por parte
del independentismo, de los votos que la coalición «Catalunya Si que es Pot» CSQP
obtuvo en la últimas elecciones al Parlamento de Catalunya, elecciones a las
que, el independentismo, otorgó un carácter plebiscitario.
En el artículo que precede a este comentario, el Sr. Santamaria, advierte a
la misma izquierda de la posibilidad de cometer el error de dar apoyo al
proceso secesionista catalán.
Por un lado el independentismo se apropia vilmente de los votos de la
izquierda que representa CSQP. Por otro lado se admite que votantes de esta
misma coalición, empezando por la misma Ada Colau, votaron Si/Si en el referéndum
del 9N. La conclusión que en la que creo coincidimos el Sr. Santamaria i yo es
que una parte importante de los votantes de CSQP votaría SI puestos ante una
urna donde la opción fuera clara SI o NO a la independencia de Catalunya. En lo
que no coincidimos es en que el Sr. Santamaria percibe esta realidad como negativa, ya que
estos votos son los que pueden decantar definitivamente la votación a favor de
la separación, opción que ya valoro positiva.
Señor Josep Maria Font percibo que estamos de acuerdo, en términos generales con el análisis de las relaciones entre el bloque independentista y la coalición izquierdista Catalunya Sí que es Pot (CSQP). Se trata de un agrupamiento donde ciertamente, como ocurría en ICV, conviven confederalistas, federalistas e independentistas. Ahora bien, no comparto su apreciación que una parte importante de sus votantes se decantaría por el Sí a la secesión en un referéndum sobre el tema. Creo que sería una parte más bien pequeña de sus electores, pues la oferta del independentismo de izquierdas en gran medida está cubierta por la CUP. Su originalidad radica, justamente, en plantear una postura de izquierda anticapitalista pero, a pesar de sus ambigüedades, no independentista. Me da la impresión que el apoyo a la secesión proviene más bien de algunos sectores de sus dirigentes que no de su base electoral. Me baso en ello en el análisis de sus resultados electorales en los que se puede comprobar que la mayoría de sus sufragios provienen de barrios y localidades donde las fuerzas independentistas logran escasos resultados. No podemos saber, como usted supone, que esos votos sean suficientes para decantar la balanza en el caso improbable que pudiese celebrarse un referéndum vinculante, pactado con el Estado español y reconocido internacionalmente.
Harina de otro costal es la valoración negativa o positiva de la eventual separación de Catalunya del Estado espanyol que, como usted acierta a comprender, considero negativa desde el punto del punto de vista de los intereses de las clases trabajadoras catalanas, pero también españolas.
No se si respondiendo al Sr Sacristan estoy entrando en un debate no deseado , más que nada por falta de tiempo, pero, en fin, me arriesgo.
El debate sobre la cantidad de votantes de “Catalunya Si que es Pot” CSQP votaria afirmativamente en un referéndum sobre la independencia de Catalunya, puede ser un debate interesante pero, desde mi punto de vista, no trascendente ya que ninguna opinión puede ser realmente contrastada hasta que la consulta sea efectiva. Creo sinceramente que al Sr. Sacristan este tema le preocupa más de lo que intenta reflejar en su respuesta ya que, si no fuera así ¿Qué sentido tendría su artículo ¿. Personalmente creo que habría votantes de CSQP que votarían SI de la misma forma que habría votantes independentistas que votarían NO por aquello de que una cosa es la teoría y otra la práctica y, en el fondo, lo desconocido produce temor .
Estoy más en desacuerdo, con el Sr. Sacristan, en su afirmación de que una
separación de Catalunya sería perjudicial para la clase trabajadora. Des de mi punto de vista esto no es así. Podría entrar en la discusión económica de el agravio comparativo en el trato que sufre la clase trabajadora catalana, si
interesa podemos hablar en otro momento. Me limitaré a una consideración de tipo político o si quiere, moral. Des de mi punto de vista, si la separación de Catalunya es fruto de un ejercicio de la democracia,( no se puede decir lo mismo respecto de la annexión de Catalunya por parte de España) nunca puede ser perjudicial y, en el caso de que esta separación fuera perjudicial en el ámbito, económico, social, político, etc. Este perjuicio seria fruto de una decisión democràtica que generaría un nuevo espacio político libre, Catalunya, des del que poder luchar democráticamente para subsanarlo y aplicar el modelo político que la mayoría de catalanes deseen. Es decir en la peor de las hipótesis, la clase trabajadora catalana estaría exactamente igual, en lo que respecta a la lucha social, como está ahora en España, luchando para mantener unos derechos que la derecha le deniega, con una ventaja, no estaría discriminada por el mero hecho de ser classe trabajadora residente en Catalunya. No sufriria una doble discriminación. por el hecho de ser trabajador y por residir en Catalunya.
No se si respondiendo al Sr Santamaria estoy entrando en un debate no deseado, más que nada por falta de tiempo, pero, en fin, me arriesgo.
El debate sobre la cantidad de votantes de “Catalunya Si que es Pot” CSQP votaria afirmativamente en un referéndum sobre la independencia de Catalunya, puede ser un debate interesante pero, desde mi punto de vista, no trascendente ya que ninguna opinión puede ser realmente contrastada hasta que la consulta sea efectiva. Creo sinceramente que al Sr. Santamaria este tema le preocupa más de lo que intenta reflejar en su respuesta ya que, si no fuera así ¿Qué sentido tendría su artículo ¿. Personalmente creo que habría votantes de CSQP que votarían SI de la misma forma que habría votantes independentistas que votarían NO por aquello de que una cosa es la teoría y otra la práctica y, en el fondo, lo desconocido produce temor .
Estoy más en desacuerdo, con el Sr. Santamaria, en su afirmación de que una separación de Catalunya sería perjudicial para la clase trabajadora. Des de mi punto de vista esto no es así. Podría entrar en la discusión económica de el agravio comparativo en el trato que sufre la clase trabajadora catalana, si interesa podemos hablar en otro momento. Me limitaré a una consideración de tipo político o si quiere, moral. Des de mi punto de vista, si la separación de Catalunya es fruto de un ejercicio de la democracia, nunca puede ser perjudicial y, en el caso de que esta separación fuera perjudicial en el ámbito, económico, social, político, etc. Este perjuicio seria fruto de una decisión democràtica que generaría un nuevo espacio político libre, Catalunya, des del que poder luchar democráticamente para subsanarlo y aplicar el modelo político que la mayoría de catalanes deseen. Es decir en la peor de las hipótesis, la clase trabajadora catalana estaría exactamente igual, en lo que respecta a la lucha social, como está ahora en España, luchando para mantener unos derechos que la derecha le deniega, con una ventaja, no estaría discriminada por el mero hecho de ser classe trabajadora residente en Catalunya.