A medida que avanza la horrible guerra en Ucrania, con más vidas perdidas y (aparentes) atrocidades cometidas, los precios de la energía y los alimentos alcanzan niveles aún más altos. La Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) de las Naciones Unidas publica un índice de precios global mensual. El índice de precios de los alimentos de la FAO alcanzó otro máximo histórico de 159,3 puntos en marzo, un 12,6% más que en febrero.
Los precios del petróleo y el gas también están cerca de los niveles históricos más altos. En Europa, los precios del gas alcanzaron un récord de 335 € por megavatio hora y, a ese nivel, ahora es más barato para algunas centrales eléctricas quemar carbón en lugar de gas, incluso cuando se tiene en cuenta el coste de los permisos de carbono. Europa quiere seguir las órdenes de la OTAN y reducir las importaciones de energía rusa. La ironía es que algunos países, como Italia, dicen que necesitarán quemar más carbón para quemar menos gas ruso. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) plantea el dilema en relación con el calentamiento global y las necesidades energéticas, ante la guerra de Ucrania y las sanciones contra Rusia en un informe: “Cuanto más rápido busquen alejarse del suministro de gas ruso quienes diseñan las políticas de la UE, mayor será la implicación potencial, en términos de costes económicos y emisiones a corto plazo”.
¿Se puede cuadrar el círculo: es decir, obtener más suministro de energía para reducir los precios, al tiempo que se intenta reducir la producción de combustibles fósiles para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? “Estamos decididos a limitar la capacidad de [Vladimir] Putin de financiar su atroz guerra” , escribió Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, en Twitter. Y luego continuó diciendo: “La UE debe deshacerse de su dependencia de los combustibles fósiles”. A primera vista, estos dos objetivos podrían ser compatibles. Reducir la energía de combustibles fósiles de Rusia reduciría el uso de energía y las emisiones de carbono, ¿no? Después de todo, la energía limpia, dice Christian Lindner, ministro de Finanzas de Alemania, debe considerarse la “energía de la libertad”. Así que el gobierno alemán planea reducir su dependencia de las importaciones energéticas rusas acelerando las energías renovables y alcanzando el 100 % de «energía limpia» para 2035. Pero, al mismo tiempo, el canciller alemán Olaf Scholz ha aceptado que, a corto plazo, no tiene más remedio que seguir comprando gas y petroleo de Rusia.
La COP26 en Glasgow alcanzó un acuerdo para reducir la producción de combustibles fósiles, a pesar de que estalló una feroz discusión sobre si el carbón debería «reducirse gradualmente» o «eliminarse gradualmente». El presidente de la COP26, Alok Sharma aseguró que “los países le están dando la espalda al carbón” …“El fin del carbón está a la vista”. Y, sin embargo, incluso antes de la invasión rusa de Ucrania, lejos de disminuir, el uso de carbón a nivel mundial aumentó a niveles récord este último invierno, lo que provocó un aumento de las emisiones, mientras que las instalaciones de energía limpia cayeron por debajo de los niveles necesarios para alcanzar los objetivos climáticos. En los EEUU, la generación de energía con carbón fue mayor en 2021 bajo el presidente Joe Biden que en 2019 bajo el entonces presidente Donald Trump, quien se había presentado como el posible salvador de la industria del carbón de Estados Unidos. En Europa, la energía del carbón aumentó un 18 por ciento en 2021, su primer aumento en casi una década. El economista Dieter Helm, profesor de política energética en la Universidad de Oxford, dice que el alejamiento de los combustibles fósiles rara vez ha parecido más complicado. «La transición energética ya tenía problemas: el 80 por ciento de la energía del mundo todavía proviene de combustibles fósiles» asegura. “Espero que, a corto plazo, EEUU aumente la producción de petróleo y gas y el consumo de carbón de la UE podría aumentar”.
Este conflicto de objetivos de ‘Occidente’ llega en un momento en que el calentamiento global y el cambio climático están llegando a un punto de inflexión de ‘ahora o nunca’, en el que no se puede cumplir el objetivo de París de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C. Al presentar el último informe del IPCC sobre el cambio climático (que supuestamente describe ‘soluciones’ para mitigar el calentamiento global y cumplir los objetivos), el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, comentó: “Los hechos son innegables. Esta abdicación del liderazgo (por parte de los gobiernos) es criminal”. Con esto quiso decir que los 198 países que se habían reunido en Glasgow para la Conferencia sobre el Cambio Climático COP26 en noviembre pasado no lograban alcanzar ninguno de sus (ya inadecuados) objetivos de reducción de emisiones. Por lo tanto, parece que las temperaturas globales superarán el límite de 1,5 ºC por encima de los niveles industriales de 1850. Es más, el mundo se enfrenta a un aumento de temperatura de 2,7 °C en los planes climáticos actuales, advirtió la ONU. Las promesas actuales reducirían las emisiones de carbono en solo un 7,5 % para 2030, mucho menos que el recorte del 45 % que los científicos dicen que se necesita para limitar el aumento de la temperatura global 1,5 °C.
Y no solo es necesario reducir las emisiones actuales, sino también reducir los niveles ya acumulados de carbono en la atmósfera. Es un problema de stock porque muchos gases son de larga duración. El óxido nitroso puede permanecer en la atmósfera durante 121 años, el metano durante 12 años. La vida útil del dióxido de carbono no se puede representar con un valor único porque el gas no se destruye con el tiempo, sino que circula a través del sistema océano-atmósfera-tierra. Parte del dióxido de carbono permanecerá en la atmósfera durante miles de años y el derretimiento de los glaciares podría liberar a la atmósfera el carbono previamente atrapado.
Hoesung Lee, presidente del IPCC, explicó sin rodeos que: “el cambio climático inducido por el hombre, que incluye eventos extremos más frecuentes e intensos, ha causado impactos adversos generalizados, pérdidas y daños relacionados a la naturaleza y las personas, más allá de la variabilidad climática natural”. Si bien “algunos esfuerzos de desarrollo y adaptación han reducido la vulnerabilidad”, continuó, “el aumento de los extremos meteorológicos y climáticos ha provocado algunos impactos irreversibles a medida que los sistemas naturales y humanos se ven empujados más allá de su capacidad de adaptación”. El copresidente del grupo de trabajo del IPCC, Hans-Otto Portner, lo explicó en detalle:“La evidencia científica es inequívoca: el cambio climático es una amenaza al bienestar humano y la salud del planeta. Cualquier retraso adicional en la acción global concertada perderá una ventana de oportunidad breve y que se cerrará pronto para asegurar un futuro habitable”.
Lee dejó en claro lo que pensaba que debía hacerse de inmediato. “El momento de detener la exploración de combustibles fósiles, que están destruyendo nuestro planeta, ha llegado. Las medias tintas ya no son una opción”, pero solo detener la exploración de combustibles fósiles es precisamente eso: una media medida. Porque para cumplir con el acuerdo de París, el mundo tendría que eliminar 53.500 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono cada año durante los próximos 30 años.
El problema es que se trata de ‘Occidente’: las economías capitalistas maduras, que han producido el volumen acumulado de carbono y otros gases peligrosos en la atmósfera durante los últimos 100 años, son las que menos están haciendo para resolver la crisis climática. Alrededor de un tercio del stock actual de gases de efecto invernadero ha sido creado por Europa y un cuarto por EEUU. Sí, China e India son los primeros y terceros emisores en la actualidad. Pero en términos de emisiones por habitante, están entre el 40 y el 140, y medidos en términos de su stock per cápita, suponen una décima parte del nivel de Europa. E irónicamente, los principales contribuyentes al stock de emisiones de carbono se benefician del calentamiento global ya que estas economías capitalistas (imperialistas) maduras se encuentran principalmente en climas fríos.
Los países del ‘Norte global’ (Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Israel y Japón) son responsables del 92% del total de emisiones que están provocando el colapso climático. Mientras tanto, el Sur Global, todos los continentes de Asia, África y América Latina, son responsables de solo el 8% del ‘exceso de emisiones’. Y la mayoría de estos países todavía se encuentran dentro de su parte equitativa del límite de emisiones, incluidos India, Indonesia y Nigeria. Para empeorar las cosas, los impactos del cambio climático recaen de manera desproporcionada en los países del Sur global, que sufren la gran mayoría de los daños y la mortalidad inducidos por el cambio climático dentro de sus fronteras.
Pero un artículo de investigación reciente en la revista Nature descubrió que los países del G20 gastaron $ 14 billones en medidas de estímulo económico durante 2020 y 2021, pero solo el 6 por ciento de esta cantidad se asignó a áreas que reducirían las emisiones. El banco de inversión Morgan Stanley calcula que lograr una reducción suficiente de las emisiones costaría alrededor de 50 billones de dólares. Se requerirán alrededor de $ 20 billones de inversiones acumuladas para abandonar los combustibles fósiles. La energía solar, eólica e hidroeléctrica requerirán una inversión de 14 billones de dólares para generar el 80 % de la energía mundial para 2050 y la adopción de vehículos eléctricos requerirá 11 billones de dólares para construir las fábricas y la infraestructura y desarrollar tecnología de baterías. Los biocombustibles, como el etanol, podrían ser importantes para el futuro transporte global junto con el hidrógeno y eventualmente podrían extenderse a los aviones, pero desarrollar esto requeriría una inversión adicional de $ 2.7 billones. Compare el coste de 50 billones de dólares con los apenas 100.000 millones de dólares que les ha llevado seis años reunir a los países.
Sí, las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido en algunos países y hay soluciones técnicas disponibles. Los costes de las energías renovables alternativas se han reducido un 85 % en los últimos diez años. Pero la producción de carbón debe reducirse en un 76 % para 2030. Y los proyectos de infraestructura de petróleo/gas deben detenerse. El flujo actual de financiación es dramáticamente insuficiente para impulsar las energías renovables y gestionar la reducción de los combustibles fósiles. La financiación de todo este cambio es minúscula en comparación con la tarea.
Y un cambio a ‘energía limpia’ no será suficiente, especialmente porque la minería y el refinado de combustibles y sistemas alternativos también requieren más energía de combustibles fósiles. Todas las baterías, los paneles solares y los molinos de viento del mundo no reducirán la demanda de combustibles fósiles a corto plazo. Los vehículos de combustión interna, comerciales y de pasajeros, usan mucho acero, pero los vehículos eléctricos usan una variedad más amplia de metales más caros. Por ejemplo, el vehículo de pasajeros de combustión interna promedio usa menos de 50 libras de cobre, mientras que un Tesla usa alrededor de 180 libras de cobre en sus motores eléctricos. Además, las baterías esenciales para los vehículos eléctricos se basan en materiales como el litio y el níquel, que requieren intensos gastos eléctricos y químicos para su procesamiento. Todo esto significa más producción de combustibles fósiles para extraer más metales.
He discutido antes por qué las soluciones de mercado como la fijación de precios del carbono y los impuestos al carbono no generarán las reducciones necesarias de emisiones. Las soluciones de mercado no funcionarán porque simplemente no es rentable para el capital invertir en la mitigación del cambio climático: “La inversión privada en capital productivo e infraestructura enfrenta altos costes iniciales e incertidumbres significativas que no siempre pueden tener un precio. Las inversiones para la transición a una economía baja en carbono también están expuestas a importantes riesgos políticos, falta de liquidez y rendimientos inciertos, según los enfoques de las políticas para la mitigación, así como los avances tecnológicos impredecibles”.(FMI). Salvar el planeta y todas las especies que viven en él no se puede lograr a través de mecanismos de precios de mercado o incluso de tecnología más inteligente. Recuerde que la ciencia inteligente nos dio vacunas y medicamentos para salvar vidas en la pandemia de COVID, pero fueron el capitalismo y los gobiernos pro-capitalistas los que permitieron que ocurriera la pandemia y no pudieron detener alrededor de 20 millones de «muertes de más» en todo el mundo.
Para detener el calentamiento global, no solo necesitamos una tecnología nueva e inteligente, sino que debemos eliminar gradualmente la tecnología antigua de combustibles fósiles. Y necesitamos un plan global para dirigir las inversiones hacia las cosas que la sociedad necesita, como la energía renovable, la agricultura orgánica, el transporte público, los sistemas públicos de agua, la remediación ecológica, la salud pública, las escuelas de calidad y otras necesidades actualmente insatisfechas. Tal plan también podría nivelar el desarrollo en todo el mundo al transferir los recursos utilizados en la producción inútil y dañina en el Norte hacia el desarrollo del Sur, construyendo infraestructura básica, sistemas de saneamiento, escuelas públicas, atención médica. Al mismo tiempo, un plan global tendría como objetivo proporcionar trabajos equivalentes para los trabajadores desplazados por la reducción o el cierre de industrias innecesarias o dañinas. Pero tal plan requiere la propiedad y el control públicos de las empresas de combustibles fósiles y otros sectores clave de energía y alimentos. Sin eso, no puede haber ningún plan.
A medida que avanza la guerra en Ucrania, debemos recordar que los mayores emisores de gases de efecto invernadero son los militares. El ejército de EEUU es el mayor consumidor de petróleo del mundo y, como resultado, uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero del mundo. Las emisiones de gases de efecto invernadero del Pentágono ascienden anualmente a más de 59 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono equivalente. Si fuera un estado nación, el ejército de los EE. UU. sería el 47º emisor más grande del mundo, con emisiones más grandes que Portugal, Suecia o Dinamarca.
Y el ejército de EEUU se está expandiendo todo el tiempo para proteger los intereses de EEUU en relación con los recursos de petróleo y combustibles fósiles en todo el mundo. El Proyecto Cost of Wars encontró que las emisiones totales de la actividad relacionada con la guerra en Irak, Afganistán, Pakistán y Siria se estiman en más de 400 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono solo. Por lo tanto, el calentamiento global y la exploración, producción y refinación de combustibles fósiles están inextricablemente vinculados al gasto militar. Las guerras y el aumento del gasto en armas no solo están matando personas y destruyendo vidas y hogares, sino que también se suman al desastre climático que está sumergiendo a la humanidad en todo el mundo. La paz mundial no solo salvaría vidas y medios de subsistencia, sino que también contribuiría a salvar el planeta y la naturaleza.
Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts. Traducción de G. Buster en Sin Permiso.
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