
La propuesta independentista de CiU y ERC ha producido un efecto colateral beneficioso: el debate ha saltado a la calle. En muchos casos, con cierta virulencia. No hay que asustarse: tal como están las cosas, se trata de una discusión necesaria. Aquí, el veterano activista Jaume Botey expone sus razones.
I. Lo ocurrido
Cuatro meses después de la manifestación de la Diada es tiempo suficiente para valorar lo ocurrido y ver las reacciones de los principales actores ante la propuesta de Referéndum. Tanto la derecha como la izquierda quedaron descolocadas ante la fuerza de lo ocurrido.
Creo que hoy puede haber un amplio consenso en relación a algunos hechos, por ejemplo:
1º. Que, al margen del desarrollo de los acontecimientos que puedan venir a partir de ahora, la propuesta de Referéndum ha puesto sobre la mesa el debate sobre las insuficiencias del modelo de Estado pactado en la transición. Las aspiraciones de Catalunya en el campo económico y en el de la identidad no son compatibles con la filosofía del “café para todos”. La pronta aparición de cuatro “Manifiestos” de tendencias diferentes con sus respectivas y numerosas firmas da cuenta del debate abierto.
Además la crisis ha puesto de manifiesto que este Estado de las Autonomías es ineficiente y caro. Poco antes de su dimisión Esperanza Aguirre lo expresó con su especial locuacidad: “diseñamos este modelo para diluir las reivindicaciones de catalanes y vascos, pero hemos fracasado, sus ansias son insaciables”. Pero ahora ya no es posible volver al centralismo anterior. Aquel modelo de estado está en crisis. Y la solución del problema a base de la negación del mismo haciendo oídos sordos, dando largas o repartiendo anatemas no hace más que complicarlo.
2º. Que el resultado de las elecciones ha puesto de manifiesto que el soberanismo es un sentimiento amplio, difuso y transversal. Mas y CiU se equivocaron apropiándose en exclusiva de la manifestación para liderar un proyecto que creían poder gestionar en solitario. La manifestación fue “muchas manifestaciones a la vez”, y en concreto fue también la expresión de un malestar general resultado de la crisis. Allí confluyeron muchos otros sectores de indignados por los recortes, del 15M o sectores de inmigrados o de hijos de inmigrados, genéricamente de izquierda pero no identificados con la estelada. El resultado electoral ha sido el crecimiento de la expresión política del soberanismo. Hoy el mapa parlamentario catalán es más plural.
3º. Que es obvio que Mas y CiU han aprovechado la ola soberanista como cortina de humo enfatizando sus tintes de romanticismo identitario para esconder sus graves problemas de gestión, y como balón de oxígeno para esconder el carácter beligerante de su política neoliberal y privatizadora, que en dos años ha desmantelado del estado de bienestar lo que había costado décadas en levantar. La Generalitat de Mas, pactando con el PP, ha sido pionera en demoler el sistema público de salud, de enseñanza, de universidades, de protección social, etc. manteniendo una política fiscal regresiva y sin resolver casos emblemáticos de corrupción.
4º. Que en todas las opciones había una escandalosa indefinición respecto del tema central, el modelo de Estado. Si conceptos como Federalismo, Independentismo, Nacionalismo, Confederalismo, Europa, Soberanismo etc.. no se llenan de contenido en el modelo que se propone es imposible el debate. Por ejemplo, ¿el Federalismo del PSOE, inventado anteayer por Rubalcaba, es lo mismo que el de Pi y Margall de hace 140 años? ¿El modelo federal o confederal se propone como aplicable a todas las autonomías? etc. Vivimos en una ambigüedad esencial. De ahí el reproche de carácter plebiscitario que tenían las elecciones.
Puede haber consenso también en algunas valoraciones, por ejemplo:
1ª. Que la ola soberanista no es una creación de CiU o una simple operación del nacionalismo conservador. Leer lo ocurrido sólo bajo esta perspectiva impide comprenderlo. El sentimiento de identidad en Catalunya es un fenómeno antiguo que puede describirse desde la sociología o la antropología, profundo y presente tanto en las zonas rurales como urbanas, vinculado a un diseminado movimiento asociativo, como movimientos de renovación pedagógica, de colectivos en multitud de centros culturales de base, clubs excursionistas, parroquias o movimientos sociales, interclasista e intercultural y de un amplio abanico político aunque la mayoría de ellos comprometidos con la defensa del catalán, con importantes expresiones de las tradiciones, el folklore o el arte. Fue uno de los factores que de manera más decisiva ayudó a la integración de la población inmigrada en Catalunya en el período de los 60-90, tan repetidamente puesta como modelo de integración. Esta riqueza es la que en Catalunya dio cohesión a la lucha antifranquista, y que hoy tiene conciencia de que si el franquismo no pudo disolverla o descomponerla no podrán tampoco ahora. Es un grave error de perspectiva el no-reconocimiento o desconocimiento de aquel esfuerzo o interpretar exactamente lo contrario de lo que se hizo. De este amplio tejido social han nacido expresiones plurales y amplias como el movimiento del “No a la Guerra” o las Consultas por la Independencia realizadas en 630 Municipios (de los 980 que hay).
2º. Que la beligerancia del nacionalismo español contra este sentimiento de identidad catalán, además de incomprensible, es un grave error político, alimento continuo para el nacionalismo, “la mayor fábrica de independentistas son el PP y el PSOE”. Desde la LOAPA de 1982 la lista de agravios es interminable e incuestionable. Y en tiempo relativamente reciente baste recordar los continuos recursos del PP contra las aplicaciones a la Ley de Normalización Lingüística bajo el pretexto de que el castellano está perseguido; la campaña “boicot a los productos catalanes” (que, efectivamente, tuvo importantes efectos económicos) o la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de 2010. Después de múltiples redacciones, fue aprobado por el Parlament, aprobado por referéndum, pasó por la comisión Constitucional presidida por Alfonso Guerra que comenzó sus trabajos diciendo “no lo conocerá ni la madre que lo parió”, convenientemente “afeitado”, según la misma expresión de Guerra, y aprobado por las Cortes. Para tener que ver finalmente el 31 de enero de 2006 la desgraciada imagen de un Rajoy recogiendo firmas (se recogieron 4 millones) contra un texto que, paradójicamente, el propio PP proponía textos idénticos para otras comunidades. Se acabó con la sentencia del Constitucional en 2010. Sentencia obviamente legal, pero sin lugar a dudas antidemocrática y de menosprecio de la voluntad popular, que la mayor parte de la sociedad catalana vivió como un insulto y lo dijo en una gran manifestación el 10 de julio del 2010.
A esto hay que añadir la beligerante actitud de la Conferencia Episcopal Española desde el 2000, en sus documentos, desde la COPE sembrando odio, convocando y asistiendo a manifestaciones “por la unidad de España” 1
Poco después de la sentencia, a pesar del desaire, se decía que la interpretación de la sentencia dejaba margen de maniobra y con buena voluntad era posible buscar rendijas de entendimiento. Pero no fue así. PP y PSOE hicieron caso omiso. Una inexplicable actitud de ambos dio lugar a regateos, a la interpretación restrictiva y las provocaciones continuaron en el incumplimiento incluso de lo acordado con el estatuto recortado. Se atizó la desconfianza en el conjunto de España hacia Catalunya sembrando el mensaje de la Catalunya insolidaria. El ataque frontal o los despropósitos de Wert y de la mayoría de los actuales ministros, indicadores de un desconocimiento de la realidad de Catalunya o de una suma imprudencia política, no son casos aislados, son la continuidad de una línea de partido y de gobierno. Mientras tanto, ante la versión apocalíptica o de enfrentamiento que los medios oficiales ofrecen al resto de España de la convivencia en Catalunya difundiendo la idea del castellano perseguido, cualquier visitante se extraña de la normalidad existente. Al final el resultado es “Si durante tanto tiempo se han probado tantas formas de encaje entre Catalunya y España y no han dado resultado, hay que pensar en otra cosa. Es ofensivo que cada dos años tengamos que estar defendiendo lo que somos y hemos sido”. Se ha jugado con fuego. Algún día el PP tendrá que aceptar que las amenazas y los insultos tienen consecuencias políticas.
Por otra parte el PP ha aprovechado la crisis para iniciar un proceso sin precedentes de recentralización del Estado en contra de las autonomías bajo el pretexto de la obligación de cumplir las exigencias de reducción del déficit impuestas por la UE. Se obliga a las Autonomías a recortar políticas sociales en educación, salud y servicios sociales, bajo la amenaza de intervención del Estado.
3º. Que no se trata, pues, sólo de la dimensión económica, aunque también. Tanto la derecha como la izquierda han propagado ante el resto de España el mensaje del egoísmo catalán, cargado de estereotipos: “Catalunya vive una situación de privilegio, recibe más que nadie, es una gente rica pero insolidaria y avara”, por consiguiente “no ha lugar para la revisión fiscal”. El mensaje ha sido proclamado reiteradamente por el Gobierno, por el PP, por el PSOE, por la Conferencia Episcopal con la COPE en un mensaje que ha calado. Sin embargo, algo de razón debe haber cuando, después de haberlo negado reiteradamente, hasta con el portazo en la entrevista Rajoy-Mas, hoy el propio PP reconoce que la situación de retorno fiscal en Catalunya es injusta, que hay deudas reconocidas y pendientes de la época de Zapatero que el gobierno actual se niega a pagar y que el agravio en inversiones del Estado en infraestructuras respecto de otras comunidades no resiste la comparación. Hasta el rabiosamente anti-independentista “Manifiesto de los 300” con firmas como las de Mario Vargas Llosa, Carlos Solchaga o Pío Cabanillas reconocen la necesidad “de una financiación más justa” para Catalunya.
4º. Que la izquierda históricamente ha visto la cuestión nacional como algo que sería superado con la derrota del capitalismo y la victoria del internacionalismo proletario. La consigna “Los obreros no tienen patria”, se leía también al revés “el capital y la burguesía no tienen patria”. Lenin y Trotski defendieron el derecho de autodeterminación de los pueblos sometidos al imperio ruso pero Rosa Luxemburgo en Polonia siguió defendiendo la centralidad de la lucha de clases. Esto dificultó que el socialismo español desde el comienzo pudiera tomar una posición coherente. Su evolución ha pasado de unas tímidas declaraciones a favor del derecho de autodeterminación a que se asumiera casi como ADN de la identidad socialista y comunista la desconfianza respecto de las proclamas nacionalistas de la burguesía. La relación en España entre centro-periferia a lo largo del s. XIX confirmaba que los intereses económicos de las burguesías de los nacionalismos periféricos encontraron su apoyo en el entendimiento con los sectores de poder político y económico que desde el centro controlaban el aparato de Estado, y viceversa. Pacto implícito que se ha reproducido desde la transición en los acuerdos en política económica y laboral entre CiU y PP. El PCE defendió el Federalismo, excepto un sector del POUM con Maurín que defendía el derecho de autodeterminación.
5º. Finalmente, que no deben ponerse en un mismo saco las diferentes sensibilidades acerca del nacionalismo. Hay un nacionalismo conservador para el cual la nación posee una existencia objetiva que está por encima del deseo particular de los individuos, considera la identidad colectiva y la identidad patria como algo metafísico fundamentado en la etnia, religión, lengua, raza, supone una especie de “carga genética” heredada de la que no es posible sustraerse. Pero hay otro nacionalismo, procedente del liberalismo político del XIX, de raíces republicanas, sin esencias inmutables, multilingüe, que no renuncia a la identidad pero que el respeto que exige a la misma no se fundamenta en razones étnicas sino en los principios de la democracia. Fichte y Mazzini serian los lejanos inspiradores respectivos. Pues bien, una parte importante de los que asistieron a la manifestación, confirmado por el resultado de las elecciones, se siente más próxima al segundo que al primero, es de un nacionalismo no fundamentalista, no etnicista.
Así es en el arco político de la izquierda. Los fundadores de ERC no establecieron su propuesta nacionalista sobre la inmutabilidad de la etnia sino en la posibilidad política de la independencia y en la identificación entre nación y república. Así sienten también una parte del PSC, de ICV-EUiA, de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista, de las CUP (Candidaturas de Unidad Popular) y amplios sectores populares procedentes de barrios de inmigración, que han seguido los altibajos del 15M o participan de la plataforma contra las hipotecas, indignados tanto contra el nacionalismo conservador causante de los recortes sociales (el cabeza de lista de las CUP, David Fernández, declaraba “no me identifico con la propuesta del nacionalismo económico ni con lemas como “España nos roba”, ¡también nos roba nuestra burguesía! Son discursos independentistas vacíos de contenido social”), como contra aquellos que impiden el derecho democrático a la autodeterminación. Se trata de un nacionalismo laico.
II. Condiciones básicas para recomponer el diálogo. Nacionalismo laico
Efectivamente, esta es la palabra. La laicidad es, por un lado, una expresión de los procesos de secularización de las sociedades modernas que se traduce en una forma concreta de entender y de organizar la presencia publica de lo religioso, y por otra, supone un espacio de libertad pública, neutral, abierto a todos en igualdad de condiciones y cada uno. Por eso el nacionalismo fundamentalista, que sacraliza la Nación y exalta los “valores calientes” de que hablaba Norberto Bobbio, en contraposición a un “valor frío” como el Estado, es un enemigo de la laicidad. Intentaré poner sobre la mesa algunas consideraciones en el ámbito cultural dejando las que corresponden al ámbito económico o político 2.
1 – El principio democrático
Pero aun deshaciéndonos de prejuicios esencialistas, en cualquier confrontación cotidiana de culturas, la cultura económicamente o militarmente más fuerte tiende a eliminar las otras, por asimilación, manu militari, por descrédito, como ocurrió con las culturas precolombinas en la conquista de América. Éstas, con menos medios, en ocasiones sin instituciones o espacios propios, tienen que defenderse del uniformismo extranjerizante que se les impone. No se trata por consiguiente de la defensa de lo identitario a partir de principios esencialistas sino desde las más elementales consideraciones de democracia y de la protección de las minorías. Hoy nos valdría aquella reflexión de Samir Amin: “El principio democrático de base, que implica el respeto real de la diversidad nacional, étnica, religiosa, cultural, ideológica, no sabe enfrentar los entuertos. La diversidad solo puede ser bien administrada a través de la práctica sincera de la democracia. En este plano, las izquierdas históricas han sido frágiles” 3.
2 – Necesidad de revisar la Constitución
La voluntad real de diálogo debe expresarse desde el respeto y tratando al interlocutor desde la igualdad considerando que la diversidad no sólo es un derecho sino una riqueza a conservar. Sin embargo, en la relación entre las culturas castellana y las demás del estado ha prevalecido la voluntad del uniformismo y la subalternidad.
Esto es lo que parece que consagra la Constitución desde sus primeros artículos. Cuando en el Artículo 2 se afirma que el fundamento de la Constitución se basa “en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles” se está afirmando la existencia de una esencia “la Nación española” anterior y superior a la libre voluntad de los españoles. Parece por consiguiente que el nacionalismo que transpira la Constitución está más cercano al esencialismo y fundamentalismo que al de “Nación resultado de un pacto libre entre individuos”. Y asimismo cuando en el Artículo 3 se afirma “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho de usarla. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos”, se consagra un trato discriminatorio, no se acepta que todas las lenguas son igualmente oficiales en el territorio español. Se es beligerantemente monolingüe en el conjunto del Estado y se “permite” que la gente sea bilingüe allí donde no hay más remedio (Catalunya, Euskadi, Galicia). De ahí que catalán, euskera y gallego no se perciben como propias para el conjunto de los españoles y a lo más se perciben como una especie de engorro molesto que hay que respetar. De haber tenido el trato igual todas las lenguas –con la obligación de conocer la propia sólo en la comunidad respectiva– se hubiera evitado el conflicto lingüístico permanente. Sabido es que estos decisivos párrafos nacen de una imposición extraparlamentaria, casi con seguridad de procedencia militar (según explica el propio Jordi Solé Tura presidente en aquel momento de la Ponencia encargada de la redacción 4). Pero también es sabido que parte de los problemas actuales nacen de ahí y que no han facilitado la convivencia en el conjunto de España. Por desgracia, tampoco en esto nuestra Constitución es decididamente laica.
3 – Derecho a la consulta y a la autodeterminación
Resulta incomprensible que desde un estado democrático y de derecho se impida que el pueblo pueda pronunciarse sobre un tema que le afecta de manera fundamental y sólo él puede determinar, en nombre de lo dicho en la Constitución. Es el ejemplo más contundente del tipo de nacionalismo esencialista que se impuso y se pretende seguir imponiendo. Pero está condenado al fracaso. Cuando los Derechos Sociales que consagra la Constitución están siendo vulnerados uno a uno y no hay problemas para una reforma-exprés de la misma para limitarlos más todava hacer Izquierda Unidaa V Buey orma-expry asistiendo a manifestaciones “or 45º amento de Catalunya se expresen sin complejos niía, pretender en esto convertir la Constitución en un cerrojo es un intento vano.
Me remito a la opinión que Francisco Fernández Buey manifestó en una carta dirigida a Víctor Ríos respecto lo que debería hacer Izquierda Unida. La lejana fecha de 1994 en la que se escribió pone más de manifiesto si cabe su profundo respeto por la democracia “..3º, dar la razón a los partidarios de la autodeterminación en las nacionalidades históricas (no por burgueses sino porque les asiste la razón democrática: la verdad es la verdad la diga Agamenón o su porquero); 4º, concretar el propio punto de vista a favor de la autodeterminación de Catalunya, Euskadi y Galicia, la defensa de las minorías en cada una de las comunidades y el carácter federal o confederal del Estado resultante” 5.
4 – Por una lectura laica del pasado
Todos los pueblos pretenden reescribir su pasado en función de los intereses del presente porque “la historia como arma de futuro” como decía Moreno Fraginals. Al final se constata la imposibilidad de compaginar la explicación crítica de los hechos con la mitología y hagiografía de los que escriben la historia patriótica.
La configuración política de la España actual nace en 1714 con el Decreto de Nueva Planta después de la anexión de Catalunya a la Corona de Castilla. Hasta entonces Catalunya había sido un estado independiente, con sus instituciones políticas, Cortes, gobierno, legislación, justicia, moneda, fiscalidad, hacienda, organismos económicos, lengua propia. La única cosa en común con Castilla era el monarca, que estaba obligado a respetar tales instituciones. El Decreto de Nueva Planta las suprime como derecho de conquista y establece un régimen obsesivamente centralista, a imitación del francés. El propósito del nuevo régimen quedaba claro desde los primeros párrafos del Decreto: “Reducir todos mis Reynos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, gobernándose todos por las leyes de Castilla, tan loables y plausibles en todo el universo”. Se establece que sean los fidelísimos vasallos castellanos quienes “desempeñen los oficios y empleos en Aragón, Valencia y Catalunya”. Se impone la castellanización por conquista…
Durante el XVIII, Catalunya, privada de derechos políticos y culturales, progresa económicamente. Pero los Borbones fueron un freno al proceso de modernización de España, que abocó a la revolución de septiembre del 686. Durante todo el XIX y la primera parte del XX la convivencia de Cataluña con el resto del Estado fue siempre difícil, jalonada de conflictos de toda clase (bombardeos en 1842 de Barcelona por Espartero, Semana Trágica, actuación de Primo de Rivera, etc.).
5 – Nacionalismo españolista y utilización mitológica de la historia
Es en el siglo XIX, a partir de la generalización de la monarquía-parlamentaria cuando en el conjunto de Europa se asume la idea de “nación”, y en consecuencia también la de “España-Nación” y es cuando comienza la “interpretación” de la historia en función de esta idea.
Se elabora la leyenda con los tópicos de los orígenes de España como la nación más antigua de Europa, como producto de la Reconquista iniciada por Dn. Pelayo desde Covadonga, sobre los Reyes Católicos, la Conquista de América, la importancia de la fe católica, se alimenta el orgullo de la España “martillo de herejes” frente al protestantismo, enfatizando la Unidad y la Grandeza de España, etc..7 La idea de “España” se sitúa así como un bien a defender por encima de cualquier otro interés, de clase, étnico, etc. y en función de estos supuestos comienza una lucha sin cuartel contra los nacionalismos periféricos. El nacionalcatolicismo, integrismo religioso-político fue el modelo ideológico de la historia durante el franquismo alimentado por la Jerarquía de la Iglesia y la Falange. Los ideólogos del franquismo sabían la enorme relevancia política de la identidad católica en la concepción de España como estado unitario. Y el nacionalcatolicismo legitimó, a cambio de privilegios, la política de dominación y el modelo centralista del estado franquista.
Después de Franco, este nacionalismo vinculado sobre todo a Falange y Fuerza Nueva se vio obligado a su reformulación. Pronto empezaron a acusar a los nacionalismos periféricos de ser proclives a adoptar posiciones totalitarias. Al servicio de esta nueva “españolidad” se pusieron periodistas, políticos, eclesiásticos o autodenominados intelectuales descollando Federico Jiménez Losantos desde la COPE, o Pío Moa, que en un “riguroso” (!) trabajo de investigación descubrió que la unidad de España se remonta al año 589 en el III Concilio de Toledo con ocasión de la consagración del rey Leovigildo, “verdadero creador político de la nación española” (sic).
Aparecía la nostalgia del nacionalcatolicismo, la identificación mística entre España y la fe católica y en definitiva la consideración de la “unidad de España” como un bien moral. Rouco y Cañizares hacen suya la mitología, desde la idea de Leovigildo o del encuentro de Santiago con la virgen del Pilar en Zaragoza hasta la incorporación de la Corona de Aragón y la bondad del sometimiento por la fuerza de Catalunya, etc.
Sólo podrá haber diálogo desde una lectura laica y crítica del pasado. Pero por desgracia el nacionalismo españolista o la voluntad de “españolizar” la historia, o convertirla en un instrumento de adoctrinamiento en competencia con los nacionalismos periféricos, no ha dejado de estar presente.
6 – El tema de la lengua y la cultura
Los elementos de identificación cultural son difíciles de explicar sólo por la razón, pero son fundamentales en el proceso de las luchas sociales. Se trata de símbolos, valores, pautas de comportamiento o de expresión, signos, el más importante de los cuales es la lengua. Todo aquello que configura una determinada manera de ver y de vivir en el mundo –economía y trabajo, instituciones políticas, expresiones culturales, etc.– forman una indisoluble unidad. Tener presentes sólo los aspectos culturales o folklóricos aislándolos de los demás fue la burla franquista de “la España de las regiones”.
Con su reconocimiento en la Constitución y en el Estatut parecía que el tema del catalán podría finalmente encauzarse. Sin embargo, después de treinta y cinco años, aun reconociendo los avances que se han hecho en el uso del catalán, el tema de fondo sigue sin resolver: el centro no acepta la diversidad lingüística en el conjunto de España como una riqueza. Ya se ha aludido a que la diferencia de trato que la Constitución da a las lenguas del estado es una fuente permanente de conflicto. La realidad es que el 40 % de la población vive en territorios bilingües, pero el 60 %, que es monolingüe castellanoparlante, siente el uso de las otras lenguas como una agresión. El problema es que la Constitución territorializa el bilingüismo. Con lo cual se despoja a los bilingües de su derecho a usar su lengua cuando salen de su territorio. Esto se hubiera evitado convirtiendo a todas las lenguas del estado en oficiales, como en Canadá o Finlandia, aunque su conocimiento se exige sólo a los del territorio respectivo.
La territorialización facilita la utilización de la lengua como campo de batalla de los nacionalismos y especialmente la imposición del nacionalismo de la lengua mayoritaria. En una situación de conflicto, tanto los grupos minoritarios como los mayoritarios incorporan en el uso de la lengua una dimensión identitaria. Pero el grupo dominante intenta presentar como natural, de interés universal, no-étnicos, los intereses de su grupo y colgar el sambenito de lo identitario o lo étnico a los intereses de los grupos minoritarios. Sus actuaciones son tildadas de nacionalistas, mientras que las de los grupos mayoritarios se califican de actuaciones dentro del orden. En cambio, el discurso nacionalista español intenta justificar la pretensión de que la lengua española está desligada de su identidad originaria de Castilla, y que por tanto está libre de toda tentación nacionalista. En el “si todos entendemos el castellano, ¿para qué preocuparnos?” hay obviamente el elemento de comodidad vehicular, pero usado con ligereza hay también el elemento de irrespeto al diferente y sobre todo la implícita consideración que su lengua, que forma parte de su identidad, es prescindible.
Para comenzar el diálogo, es un deber reconocer sin prejuicios:
1- La persecución y represión ejercida sobre el catalán. Sólo es posible levantar algo en común desde el reconocimiento de lo ocurrido. Se trata del principio elemental que rige los procesos de la Memoria Histórica: Franco persiguió el catalán y lo catalán por el sólo hecho de serlo, igual que persiguió el comunismo por el sólo hecho de serlo. Recordar esto es tanto más necesario porque cuando el nacionalismo español ha ido dejando los complejos ha asumido el camino de la franca negación de la represión padecida por el catalán, el euskera o el gallego8. Así, por ejemplo, el Rey Juan Carlos en el discurso del 24 de abril 2001: “Nunca fue la nuestra lengua de imposición sino de encuentro. A nadie se le obligó nunca a hablar en castellano. Fueron los pueblos más diversos quienes hicieron suya, por voluntad libérrima, la lengua de Cervantes”.
2 – La actual situación del catalán: su uso en la calle, en los medios de comunicación, los resultados pedagógicos de la inmersión, etc. A pesar de los esfuerzos realizados, en Catalunya el uso del catalán sigue estando en desventaja respecto del uso del castellano en una relación de 45/55. La afirmación que el castellano está “discriminado”, “perseguido” o “marginado” es una burla o fruto del sectarismo. El reconocimiento sociológico de la actual situación de desventaja debería estimular programas para incrementar y favorecer su uso.
Habría que aceptar el sabio consejo de Paco Fernández Buey en el mismo escrito citado “(la izquierda)… defenderá en cada caso los intereses de las minorías lingüístico-culturales y la igualdad de derecho de las lenguas peninsulares y actuará sobre esto positivamente (o sea, educará a los chicos de Valladolid y Palencia para que no insulten a los chavales de su edad que hablan en catalán cuando se instalan allí (…) y hará igualmente propaganda para que los obreros que hayan salido elegidos en el Parlamento de Catalunya se expresen sin complejos ni resistencias en castellano si así lo desean)”.
7 – Definir con mayor precisión la propuesta económica y política
En los últimos 150 años ha habido tres ocasiones importantes para encontrar una fórmula de encaje entre Catalunya y España: la primera y la segunda repúblicas y la transición. Pero el peso del creciente nacionalismo reaccionario español en el aparato de estado y entre las clases dirigentes y sectores de la sociedad española (caciquismo, ejército, iglesia) derrotaron cualquier intento en los dos primeros casos y condicionaron en el tercer al resto de las fuerzas políticas, hacia un proyecto que negaba la plurinacionalidad en beneficio del nacionalismo españolista.
Lo malo de hoy no es que dadas las circunstancias no sea posible prever nada, sino que no hay caminos trazados. En muy pocos días hemos pasado de la reivindicación del Pacto Fiscal, a la de la soberanía y a la del manifiesto por la independencia sin que en ninguno de los casos se sepa exactamente qué está en juego. Todas las expresiones están cargadas de emotividad. No da garantía de seriedad tener que caminar en cada momento a remolque de las últimas declaraciones 9.
Notas
- “Sobre la valoración moral del terrorismo en España” 3 de noviembre del 2002, identificando “nacionalismo” con “totalitarismo”, sin ninguna referencia al franquismo como totalitarismo ni al nacionalismo españolista y centralista de nuevo cuño
- Ver Nacionalismo Español. Esencias, memoria e instituciones. Carlos Taibo (dir.). La Catarata, Madrid 2007.
- La autodeterminación de los pueblos, pg. 17, Icaria 2008.
- Nacionalidades y nacionalismos en España. Autonomías, federalismo, autodeterminación. Alianza, Madrid 1985, pg. 100).
- Carta de Francisco Fernández Buey a Víctor Ríos, 1ª. de octubre de 1994.
- Catalunya dins l’Espanya moderna, Pierre Vilar. Ed. 62, 1968, Barcelona. Historia de España, vol. 6: La época del liberalismo. Josep Fontana. Crítica, 2007, Barcelona
- Hasta la recuperación mitificada de figuras como Prim pero se esconde parte de su pensamiento. “Los catalanes, son o no son españoles? (…), Son nuestros colonos o nuestros esclavos? Si no los queréis como españoles, levantad de allí vuestras tiendas, dejadlos, que no os necesitamos para nada. Pero si siendo españoles los queréis esclavos, si queréis continuar la política de Felipe V, de ominoso recuerdo, que sea en buena hora, pero que lo sea del todo, amarrad el cuchillo a su mesa como hizo aquel rey, cerrad un círculo de bronce a su alrededor, y si esto no basta que Catalunya sea talada y destruida y sembrada de sal como la ciudad maldita, porque así, y sólo así doblareis nuestro cuello, porque así y sólo así venceréis nuestra altivez”. (cita Hilari Raguer, La Vanguardia, 3 desembre 2012)
- Acerca de la persecución del catalán y la cultura catalana durante el franquismo, ver L’intent franquista de genocidi cultural contra Catalunya. Josep Benet. Abadia de Montserrat, 2009, Barcelona
- El trabajo de Ramón Franquesa y Antoni Montserrat Solidaridad interterritorial y financiación, presentado en las jornada sobre Fiscalidad, Gasto público y Bienestar Social celebradas en 2009 en la Facultad de Relaciones Laborales de la Universidad de Córdoba, es un modelo de rigurosidad en el intento de acotar propuestas viables desde la perspectiva del modelo Federal.
Texto publicado en el nº 301 de El Viejo Topo, febrero de 2013
Dos libros muy apreciados por Jaume: