24 de junio de 1944
Queridísimo Doctorcito Eloesser:
Realmente tienes razón de sobra para regañarme porque nunca te escribo, pero ya sabes que a pesar de todo, te quiero hartísimo y nunca te olvido.
Ahora te estoy escribiendo desde la cama porque sigo “fregada” de la espina. Cada día estoy peor. Vi al Dr. Alejandro Velazco Zimbrón que es un famoso cirujano de huesos aquí. Me ordenó un “corset” que llevo desde hace cinco meses. Al principio me costó mucho trabajo acostumbrarme, pues es de la chingada aguantar esa clase de aparatos, pero no puedes imaginarte cómo me sentía de mal antes de ponerme ese aparato. Ya no podía materialmente trabajar pues me cansaba de todos los movimientos por insignificantes que fueran. Me mejoré un poco con el “corset” pero ahora vuelvo a sentirme igual de mal, y estoy ya muy desesperada pues veo que nada mejora la condición de la espina. Me dicen los médicos que tengo inflamadas las meninges, pero yo no me acabo de explicar cómo está el asunto, pues si la causa es que la espina debe estar inmovilizada para evitar la irritación de los nervios ¿cómo es que con todo y corset vuelvo a sentir los mismos dolores y las mismas friegas?
Oye lindo, esta vez que vengas por lo que más quieras en la vida, explícame qué clase de chingadera tengo y si tiene algún alivio o me va a llevar la tostada de cualquier manera. Algunos médicos vuelven a insistir en operarme pero no me dejaría operar si no fueras tú quien lo hiciera en caso de que sea necesario.
Del caballete yo quisiera que fueras tan bueno de echarlo en un tren que me lo traiga acá, pues ahora lo necesito mucho porque les presto a veces los dos míos a los muchachos de mi clase. Yo pagaré aquí lo que cueste el transporte por express. ¿Quieres hacerme ese gran favor?
Tengo mucho gusto de que vengas pues tú sabes cómo te quiero. Perdóname que no te escriba mucho ni te cuente cosas porque aún de escribir me canso rete harto.
Te mando miles de besos y mi corazón.
Tuya, Frida.
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