La votación del jueves 23 de junio fue un momento histórico, de importancia capital. Fue también un gran momento para la democracia. Al votar salir de la Unión Europea, el 51,9% de los británicos dieron una lección de democracia al mundo, y probablemente han cambiado nuestro futuro.
Una lección de democracia
Lección de democracia, antes que nada, que se aprecia en varios niveles. Es preciso saludar aquí la decisión del primer ministro británico, David Cameron, que admitió que posiciones divergentes se expresarán en su propio partido y en su propio gobierno. Del mismo modo hay que saludar la madurez de los votantes británicos, que legítimamente conmocionados por la tragedia que representó el asesinato de la diputada laborista Jo Cox, no se dejaron abrumar por la emoción y mantuvieron sus posiciones a favor de la salida de la UE.
Por supuesto, no todo fue perfecto en esta campaña. Ha habido excesos y mentiras, tanto de unos como de otros, como las del Ministro de Hacienda George Osborne [1] o las de todos los catastrofistas de Bruselas. Aunque la cobertura de los medios estuvo sesgada a favor de la “permanencia”, fue menos de lo que habría ocurrido si dicha votación se hubiera llevado a cabo en Francia [2].
Es notable cómo la comunidad financiera realizó una campaña histérica para que el Reino Unido siguiera perteneciendo a la UE. Estos círculos tienen un solo interés, el dinero. Pero los votantes no se dejaron impresionar ni por el dinero ni por los argumentos de autoridad que se vertían en los medios de comunicación.
El éxito de la “salida” en el referéndum puede ser comparado con el éxito del “no” en el referéndum sobre el proyecto de Constitución Europea en Francia en 2005. En ambos casos, un electorado popular y obrero se sublevó contra las autoproclamadas “elites” y sus periodistas a sueldo. Y el nuevo líder laborista del Reino Unido, Jeremy Corbyn, que hizo campaña para seguir en la UE, ha sido repudiado por una parte significativa de sus votantes.
Los dos referéndums reflejan la vitalidad de los sentimientos democráticos en ambos lados del canal. Por otra parte, el referéndum británico es un verdadero golpe para el Presidente de los Estados Unidos, que viajó a Gran Bretaña hace unas semanas para invitar a los electores a permanecer en la Unión Europea; este hecho refleja cuál es la verdadera naturaleza de la UE.
Por último, en esta lección de democracia, David Cameron, se ha comprometido a respetar la decisión del pueblo británico, y a que se inicie el procedimiento legal de la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Una vez más, este hecho contrasta vivamente con el comportamiento de las élites políticas francesas que se han negado constantemente a ejecutar la decisión de los votantes por el NO a la Constitución europea.
El regreso de las Naciones y la negación de la realidad
Esta lección de democracia tendrá consecuencias importantes para el futuro. No tanto consecuencias financieras. Las turbulencias en los mercados financieros tendrán una duración de unos pocos días, y luego se calmarán cuando los operadores adviertan que la votación no interrumpirá el flujo de mercancías ni la producción. Si uno cree las estadísticas económicas relacionadas con Noruega y Suiza, que no son miembros de la UE, se advierte que no les va nada mal. Las consecuencias más importantes son, obviamente, políticas.
Hay que recordar que esta es la primera vez que un país miembro de la UE, y antes de la Comunidad Económica Europea, eso que llamamos el mercado común, toma la decisión democrática de separarse de estas instituciones. El impacto de esta medida será considerable. Como precedente, pero también por su posible efecto de imitación. Ese efecto ya lo podemos ver que en otros países, como Dinamarca , Francia o los Países Bajos, donde la votación está dando ideas a los diferentes partidos euroescépticos.
Más allá de eso, la victoria de los llamados “populistas” (el M5S de Beppe Grillo) en las elecciones locales italianas, o el fracaso del candidato del partido de la libertad en las elecciones presidenciales en Austria, muestran que hay de hecho una suerte de rebelión contra la Unión Europea. Este sentimiento está acreditado por un estudio realizado por el Centro de Investigación PEW, que nos mostró cómo las opiniones adversas a la UE superan a las opiniones favorables en 4 países: España, Grecia, Francia y el Reino Unido [3].
El voto británico no se produce por casualidad, pone en evidencia la magnitud de la negación de la realidad que practican las élites europeístas, para quienes el resultado de la votación no debería haber sido una sorpresa. La política de la negación, siendo lo que es, no va a ser cuestionada por aquellos que la han puesto en marcha. Por tanto, es probable que asistamos, en las próximas semanas, a una intensificación de esa política. Pero los hechos son tozudos: ningún compromiso que pretenda un poco más de “federalismo”, o que plantee nuevas opciones “supranacionales”, tendrá otro resultado que aumentar la resistencia por parte de los pueblos. Es de esperar que estos sean rápidamente consultados, ya que en caso contrario esta resistencia podría tomar formas violentas.
El voto británico lleva implícita la condena de una forma de proyecto europeo. La lógica y el sentido común nos dicen que tomemos nota; es necesario el retorno a formas más respetuosas de la soberanía y de la democracia en el marco de las naciones que conforman Europa.
Callejones sin salida e importancia de la “izquierda” en la lucha por la soberanía
Hay una última lección que extraer. La victoria de la opción “salida” fue posible en Gran Bretaña porque una parte del electorado del Partido Laborista ha votado en contra de las consignas dadas por la dirección de su partido. Esto conduce a dos observaciones.
La primera concierne al grado de ceguera de las direcciones de los partidos socialdemócratas, que se niegan a admitir que las consecuencias concretas de la unidad europea son negativas para las clases populares. Los acuerdos europeos han sido el caballo de Troya de la desregulación y la financiarización de las economías nacionales.
Continuar hoy pretendiendo cambiar la UE desde el interior, manteniendo un discurso sobre la “Europa social”, es una mentira a la vez que un impasse estratégico. Esta mentira debe ser denunciada sin descanso si queremos que un día la izquierda salga del callejón sin salida en el que ella misma se ha metido.
El segundo punto atañe a la importancia de un voto que se puede llamar “soberanista”, de un electorado tradicionalmente situado en la izquierda. Este electorado no puede activarse si no es a través de mediaciones políticas específicas. En Gran Bretaña, los comités “Laboristas por la salida” han sido determinantes para el éxito final del “Leave”. Se deduce de ello la importancia de formas autónomas de organización capaces de dotar de una estructura al electorado de izquierda para que puedan expresarse las opciones soberanistas
[1] https://russeurope.hypotheses.org/5030
[2] https://russeurope.hypotheses.org/5022
[3] http://www.pewglobal.org/2016/06/07/euroskepticism-beyond-brexit/
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