Banqueros

Stop desahucios
Durante la campaña turística de este tórrido verano he observado perpleja y casi emocionada cómo algunos visitantes procedentes de Hispania me lanzaban miradas que, en lugar de ser de admiración y pasmo, como suele ocurrir, denotaban una profunda melancolía. Como diciendo: “¡Ay, Esfinge, nunca más te volveré a ver!”

Andaba yo devanándome los pétreos sesos en busca de una explicación de tan insólito fenómeno, cuando los comentarios airados de uno de esos turistas me han puesto sobre la pista: al parecer, un importante banco hispánico cuyo nombre rebosa consonantes bilabiales se ha pronunciado a favor de nuevas rebajas salariales y reducciones de las prestaciones sociales. Mi involuntario informante se mostraba tanto más indignado cuanto que dicho banco, junto con varios de sus presuntos competidores, ha recibido en los últimos años cuantiosas ayudas públicas con cargo a los presupuestos del Estado y en inevitable detrimento de los fondos públicos disponibles para servicios sanitarios, educativos y sociales en general.

La verdad es que, si una piensa en cómo se ponían mis queridos tebanos (queridos, desde luego, porque me divertía mucho con ellos) cuando el arconte de turno mostraba parcialidad a favor de los ricos del lugar, no puedo dejar de sorprenderme a la vista de que sólo uno de los visitantes hispanos haya dado hasta ahora muestras de indignación por hechos como el citado. No parece, pues, que Hispania pueda dar de sí muchas Antígonas.

Banqueros

El presidente del BBVA, Francisco González.

Por lo demás, yo que sólo he conocido un uso elemental del dinero como intermediario en la circulación de mercancías, y en una época en que la riqueza agregada y per cápita era incomparablemente menor que hoy día, estoy atónita ante el virtuosismo (nada “virtuoso”, por cierto) de los actuales “ingenieros financieros” (creo que ellos prefieren ser llamados así mejor que “banqueros”): han conseguido algo que, según Parménides, Platón, Aristóteles y la práctica totalidad de los filósofos hasta nuestros días, era absolutamente imposible: que de la nada surgiera algo. En efecto: ellos invierten (es decir, anotan en una cuenta) un dinero que no tienen para que alguien que tampoco tiene dinero alguno diga que ha recibido de ellos ese dinero inexistente y, con él (es decir, mediante la simple exhibición de la mencionada anotación contable, o sea, sin nada), pueda adquirir (sin adquirirlo realmente, porque de entrada pertenecerá al banco prestamista) un bien cualquiera, por cuya “posesión” (no confundir con “propiedad”) deberá abonar a dicho banco unos jugosos intereses (también sin existencia física) que se le descontarán de la cuenta donde tiene anotados sus inexistentes fondos. Et voilà: ya tenemos un irrefutable ejemplo de creación ex nihilo, y sin necesidad de recurrir a dios alguno. Lo siento, Eleata: consuélate pensando que tú no enviaste tus trirremes lógicas a luchar contra los elementos… financieros.

Bien pensado, pues, siendo ésa la naturaleza de las modernas finanzas, y siendo ellas, como parece, las que dirigen de hecho la economía mundial, nada tiene de anómalo que el banco antes aludido haya decidido invitar a todos los currantes a “ponerse al día” en materia económica y renunciar al vil metal (y a la no menos vil liquidez) a fin de gozar del paraíso virtual prometido a quienes estén dispuestos a trabajar por salarios infinitesimales. Sólo así podrán ingresar decididos, la mirada clara, lejos, y la frente levantada, como dóciles y probos ciudadanos, en el mundo feliz de la República Capitalista Ascética de la Nada.

(Entre paréntesis: parece que el turista protestón ha sido devuelto al hotel por los organizadores del viaje para evitar la desmoralización de otros miembros del grupo y la eventual cancelación, por algunos de ellos, de las excursiones pendientes por temor a encontrarse, a la vuelta de vacaciones, con la cuenta bancaria en números rojos.)

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