Los resultados de las elecciones al Parlament de Catalunya del 21D han supuesto una auténtica debacle para la izquierda independentista y no independentista. ERC no ha conseguido su objetivo histórico de lograr el sorpasso respecto a los herederos de Convergència y CUP ha cedido la mitad de sus apoyos electorales. PSC quedó muy por debajo de sus expectativas electorales, con sólo un pequeño incremento del 0.9% y un diputado y ni siquiera fue capaz de sumar el 2% de los votos que Unió obtuvo en las “plebiscitarias” del 2015. Más grave fue aún el resultado del espacio de los Comunes que cedió 1,5 puntos porcentuales y tres de sus once diputados; además, la correlación de fuerzas no les otorgó como esperaban la llave de la gobernabilidad del país que hubiera compensado su caída electoral.
Los comicios, extremadamente polarizados en el eje nacional, favorecieron a las dos fuerzas situados en el ámbito del centro-derecha neoliberal, Junts per Catalunya (JxCat) y Ciudadanos (C’s), ambos integrados en el grupo liberal ALDE del Parlamento europeo. Corroborando la tesis de que cuando la cuestión nacional centra el debate político, las derechas, de uno u otro signo nacionalitario, resultan las grandes beneficiadas en perjuicio de las izquierdas.
Uno de los grandes éxitos del proceso soberanista ha sido precisamente provocar la división de las izquierdas no independentistas. El primer damnificado fue el PSC que sufrió una profunda fractura, así la élite catalanista que había dirigido los destinos del partido lo abandonó y fundó distintas plataformas que acabaron integrándose en ERC. Los socialistas pagaron un severo precio electoral pasando del 27,3% de los votos en los comicios del 2006 y 37 diputados, al 18,3% y 28 diputados en 2010 y llegando a su punto más bajo en el 2015 con el 12,7% y 16 diputados.
La debacle de los Comunes
El espacio de los Comunes obtuvo en las elecciones plebiscitarias del 27 de septiembre 2015, bajo las siglas de Catalunya Si Que Es Pot (CSQP) un discreto resultado electoral, tanto es así que sólo logró 11 diputados, dos menos que los obtenidos por ICV en 2012. No obstante, tres meses después logró una gran victoria en las generales del 20 diciembre 2015 cuando se impuso como primera fuerza política del país con 24,7% de los votos y con casi diez puntos de ventaja respecto a ERC la segunda formación más votada con el 15,9% de los votos. Un resultado semejante, con pequeñas variaciones, en las generales repetidas de 2016.
Estos datos indican que cuando el eje social centra el debate electoral, los Comunes son la opción preferida, pero que tienen un serio problema ideológico y político cuando la contienda electoral gira monotemática sobre el eje nacional. De hecho, en la campaña de las plebiscitarias, CSQP se mantuvo en una ambigüedad estructural respecto a la cuestión de la independencia, en unos comicios que dieron el primer aviso sobre el ascenso de C’s en los barrios de la periferia con un discurso antisecesionista, convirtiéndose en la segunda fuerza parlamentaria con el 17,9% de los votos y 25 diputados, 16 más que los anteriores comicios.
En el curso de la convulsa pasada legislatura, en que las fuerzas independentistas enfilaron la ruta unilateral hacia la separación, el grupo parlamentario de CSQP experimentó agudísimas tensiones que comportaron su estallido en directo ante las cámaras de televisión en las aciagas sesiones del 6 y 7 de septiembre donde se aprobaron las leyes del referéndum y transitoriedad; también en la 27 de octubre cuando se produjo la extraña proclamación de independencia. Mientras Joan Coscubiela, procedente de ICV, entonó un discurso extremadamente crítico con los planteamientos independentistas, que le convirtió en la bestia negra de los separatistas y arrancó los aplausos de la bancada constitucionalista, el líder de Podem Albano Dante Fachín se alineaba con los independentistas. Una actitud que finalmente le condujo a ser destituido tras una consulta entre las bases y acabar haciendo campaña con ERC y CUP. Paralelamente, la líder indiscutible de este espacio la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, rompía su pacto de gobierno en el Ayuntamiento con el PSC por el apoyo de esta formación al artículo 155. Un error estratégico pues fue percibido por amplios sectores de la opinión pública como un apoyo a los independentistas que imposibilita un eventual pacto de izquierdas tras los comicios.
La confección de la lista electoral encabezada por Xavier Domènech, que provenía del espacio independentista de Procés Constituent y que se había significado por sus alegatos autodeterministas y con Elisenda Alamany como número dos que se proclama abiertamente independentista contrastó con la salida de la candidatura de Joan Coscubiela y Lluís Rabell que en el grupo parlamentario habían sido sumamente críticos con los secesionistas. Además, los dirigentes de los Comunes no supieron interpretar el significado de las dos grandes manifestaciones contra la independencia promovidas por Societat Civil Catalana que contaron con la masiva participación de muchos de sus electores en los barrios.
Los resultados electorales dictaron una dura sentencia contra los Comunes en el Área Metropolitana de Barcelona. En Santa Coloma de Gramanet donde los Comunes obtuvieron 31,8% de los votos en las generales del 2015, pasaron a un modesto 10,8%, cediendo cuatro puntos porcentuales respecto a las plebiscitarias del 2105. Por el contrario, C’s obtenía el 35,4 % y aumentando 10,6 puntos sus apoyos electorales. En Sant Andrià del Besòs, donde las generales del 2015 los Comunes lograron el 32% de los votos, sólo obtuvieron un 9,9%, cediendo 3,6 puntos respecto a las plebiscitarias del 2105, mientras que C’s se alzaba con el 34.6% de los votos, incrementando sus apoyos en 12 puntos.
Esta pauta se repite en otras localidades como L’Hospitalet de Llobregat donde los Comunes obtuvieron en la generales del 2015 el 30% de los votos, y ahora solo arrancaron un 9,7%, perdiendo cuatro puntos respecto a las plebiscitarias del 2015, aquí C’s obtuvo el 33,4% de los votos, aumentando en casi diez puntos su apoyos electorales. En Badia del Vallès, uno de los municipios con la renta más baja de Catalunya, los Comunes lograron en las generales del 2015 el 36,9% de los votos, mientras que las recientes autonómicas se quedaron con un 10,8%, perdiendo casi ocho puntos respecto a las plebiscitarias del 2015; por el contrario, C’s sacó un espectacular 39,2% de los votos, aumentando en 14 puntos sus sufragios respecto a las plebiscitarias del 2015.
El perfil sociológico de Ciudadanos
Una de las paradojas de los comicios del 21D radica en que por primera vez una formación situada extramuros del catalanismo político se ha alzado como la primera fuerza del país en votos y escaños con 1,1 millones de votos (25,35%) y 36 escaños. Una victoria pírrica debido a la mayoría absoluta de las tres candidaturas independentistas.
El digital Crític, próximo al espacio de los Comunes, elaboró un interesante informe sobre el perfil sociológico de los electores de C’s, en base a los datos del Departament de Governació de la Generalitat y la encuesta del proyecto MEDW. El voto a C’s se concentra en las comarcas costeras de Barcelona y Tarragona, pero también en el Valle de Aran. Se trata de un voto fundamentalmente urbano, así C’s es la fuerza más votada en las diez ciudades más pobladas de Catalunya y en 23 municipios del Área Metropolitana de Barcelona, arrebatándole al PSC la posición de primera fuerza política en localidades como Cornellà de Llobregat, Badia del Vallès o Santa Coloma de Gramanet.
Según los datos del Departament de Governació de la Generalitat, C’s concentró el voto contrario a la secesión de Catalunya. Así el 44% de los votantes del PP en las plebiscitarias del 2015 se decantó ahora por el partido naranja, así como el 36% de los electores del PSC, el 31% de los de Unió, el 24% de los votantes de los Comunes y un 35% de los abstencionistas.
Por otro lado, la encuesta elaborada por el proyecto MEDW revela que el 78% de los votantes de C’s se consideran tan catalanes como españoles y que el 62% son castellanohablantes. La formación liderada por Inés Arrimadas cuenta con el porcentaje superior de castellanohablantes entre sus electores, pues sólo 1 de cada diez de sus electores son catalanohablantes, una cifra superior a la de PP y PSC con un 14% y 15% de votantes de lengua catalana respectivamente. En el otro extremo identario se sitúa JxCat/PDeCat con un 25% de electores de lengua castellana. Unos datos que confirman el retrato-robot del votante de C’s: residente en los barrios y municipios de la periferia de las áreas metropolitanas, con bajo nivel de renta y formación y de lengua castellana.
El análisis de Vicenç Navarro Llama poderosamente la atención que desde los Comunes no se haya realizado un análisis autocrítico de este paisaje electoral. Únicamente, el catedrático Vicenç Navarro, miembro de la nueva dirección de Podem tras la defenestración de Fachín, ensayó una explicación en el artículo titulado ¿Porqué la clase trabajadora catalana cambia de voto en las elecciones españolas y en las catalanas?
A su juicio, mientras en las generales las clases populares perciben al PP como su principal enemigo y a Podemos como la opción más útil para combatirlo, en las catalanas la derecha catalanista de Convergència/JxCat y sus aliados de ERC y CUP son vistos como el principal enemigo a batir y Ciudadanos la alternativa más útil para combatirlo. El giro independentista de la derecha catalana “ha dividido de manera muy marcada a la población catalana según su identidad nacional, lo que, obviamente, representa una amenaza hacia la clase trabajadora, la mayor parte de la cual es de habla castellana”.
Navarro apunta, atinadamente, a que el éxito de C’s implica una crítica a las izquierdas catalanas, incluyendo a Catalunya en Comú y Podem, especialmente por la deriva de esta última formación hacia el independentismo. Asimismo observa certeramente, cómo la incapacidad de las izquierdas catalana y española para propugnar una visión alternativa a la España monárquica ha favorecido que a la clase trabajadora no le quedase otra opción que alinearse tras la bandera de la monarquía. “El reto de las izquierdas era presentar otra visión de España, contraponiendo la España de la austeridad con la España social, y la visión monárquica con la visión republicana. La ausencia de esta última alternativa permitió a las derechas monopolizar el símbolo, confirmando así el famoso dicho de Gramsci, de que quien controla la bandera, lo controla prácticamente todo”.
Aquí, señala, que la ausencia de la recuperación de la memoria histórica ha tenido un coste enorme. Este vacío ha situado a las izquierdas en un “callejón sin salida”, pues no ha sabido proyectar una alternativa a la visión monárquica de España. Por ello, concluye Navarro, a las izquierdas española y catalana se le plantean dos tareas en la línea de “construir una nueva concepción de España”. Por un lado, “la recuperación de la memoria histórica y de la cultura republicana”; por otro, la “redefinición de lo que es patria y nación”.
El vacío federal
La polarización identitaria de los comicios del 21D arrojó unos resultados que impiden una salida de izquierdas a la crisis, como se había especulado durante la campaña electoral, en torno a un gobierno de coalición nucleado por ERC y los Comunes que podría contar con los apoyos exteriores del PSC e incluso de la CUP. Los magros resultados de ambas formaciones, que suman sólo 36 diputados, imposibilitan esta opción, pues incluso si contaran con los improbables apoyos de PSC y CUP, únicamente tendrían 61 diputados, lejos de la mayoría absoluta.
El análisis de Vicenç Navarro apunta en la dirección correcta respecto a la ausencia de una alternativa republicana y federal en contraposición a la España monárquica frente al proyecto independentista. Sin embargo, elude afrontar una lectura crítica del apoyo de los Comunes al denominado “derecho a decidir” que ha operado como el factor de subordinación de este espacio político respecto a las tesis de los partidos independentistas o al menos ha funcionado como la fuente de sus ambigüedades en la crisis catalana. De este modo, sus dirigentes participaron en el “referéndum” del 1 de octubre, pero considerándolo una “movilización ciudadana” y negando valor jurídico a su resultado. Igualmente, ensayaron un imposible equilibrio entre la crítica a la Declaración Unilateral de Independencia ((DUI) y la aplicación del 155, ignorando que el 155 era el efecto directo de la DUI.
Los Comunes han malbaratado las enormes expectativas que levantaron con sus buenos resultados en las dos elecciones generales que indicaban que una fuerza de izquierdas y nítidamente contraria a la secesión tenía todas las opciones para convertirse en la formación hegemónica entre las clases populares de Catalunya. Su convivencia y ambigüedades respecto a los planteamientos independentistas ha propiciado el triunfo de C’s. Quizás si en vez de Domènech, el cabeza de lista hubiera sido Coscubiela no hubieran experimentado de modo tan agudo la debacle electoral.
De momento, no se atisban signos en el horizonte que el eje social recupere un papel central en la agenda política que favorecería el avance de las izquierdas catalanas. Incluso, en el improbable caso que eso sucedería, aun deberían articular una respuesta programática a los retos planteados por el movimiento independentista catalán que no se diluirá ni en el corto, ni el medio plazo. Tanto desde el PSC como desde los Comunes deberían concretar con rigor y convicción una alternativa federal que, hasta el momento, no han sabido ni elaborar, ni comunicar, como alternativa a la dinámica frentista a los nacionalismos español y catalán.
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