La victoria de Donald Trump es consecuencia de muchos factores. La incapacidad para seguir imponiéndose como potencia hegemónica es uno de ellos, so pena, claro está, de arrastrar a todo el planeta a un conflicto directo contra Rusia y China. Es una opción que han valorado en múltiples ocasiones los asesores directos de la candidata derrotada Hillary Clinton. Algunos de estos personajes, como el actual secretario general de la OTAN o el jefe del Estado Mayor Conjunto, Joseph Dunford, han teorizado sobre esa posibilidad valorándola como deseable, partiendo del supuesto de que ni Rusia ni EEUU llegarían a utilizar armamento nuclear.
El conflicto en Oriente Medio es poliédrico; sólo se puede abarcar relacionando la guerra en Siria, la ocupación de Irak, la invasión de Afganistán y el conflicto en Yemen. Todo este entramado forma parte de un gran escenario donde las diferentes potencias intervinientes (Israel, Arabia Saudita, Turquía, Francia, Reino Unido o los EEUU) intentan limitar la expansión económica y política de Rusia y China que a su vez cuentan con aliados como Siria, Hezbolá e Irán, Líbano o Egipto. EEUU pretende seguir haciendo de la unilateralidad política, como había sucedido desde 1945, su forma de entender las relaciones internacionales. Siempre ha sido la superioridad militar por parte de Washington su carta de negociación. Esa concepción es cada vez más difícil de sostener. El creciente peso político y económico de China y el resurgimiento de Rusia como potencia nuclear cuestionan esa visión del mundo. La situación de pérdida de control por parte de Estados Unidos es tan evidente que algunos países se permiten abandonar sus zonas de influencia y se reorientan hacia otros actores internacionales. Argelia se está convirtiendo en una base de apoyo para la flota rusa del Mediterráneo; así mismo, y en un claro desafío a EEUU y la UE, ha estado suministrando gas y petróleo a la asediada Siria. Egipto ha roto sus relaciones con Arabia Saudita (no apoyará a este país en su guerra genocida contra el Yemen) y permitirá que Rusia tenga una base naval cerca del delta del Nilo. Especialistas militares egipcios se entrenan con oficiales rusos en Alepo. Rusia adiestra a oficiales egipcios en su lucha contra los grupos terroristas que proliferan en el Sinaí. Todo ello, unido a la ampliación de la base naval de Tartus en la costa siria, permitirá que la flota rusa del Mar Negro se posicione en todo el Mediterráneo. Por otra parte, la presencia de navíos chinos en la costa siria y su intención de crear una base naval envía un mensaje muy claro a Estados Unidos: la zona no pertenece, como antaño, a la Sexta Flota americana. China intervendrá directamente en la zona. Contrarrestará la presión que reciba en el Mar de China Oriental por parte de los ejércitos de EEUU.
Como hemos venido señalando en numerosos escritos, la piedra angular del enfrentamiento por la hegemonía es Siria. El presidente Al Assad está en vías de vencer militarmente a los grupos terroristas en Alepo donde se concentran masivamente los esfuerzos militares de una y otra parte. El 12 de noviembre el subsecretario general de Hezbolá, jeque Naim Qasem, declaraba en una entrevista con la cadena siria SAMA que se había tomado la decisión de comenzar la gran batalla para liberar los barrios del este de Alepo. La zona oeste de la ciudad ya estaría controlada militarmente por las fuerzas gubernamentales. Las contraofensivas de los grupos terroristas han utilizado refuerzos provenientes de la zona iraquí de Faluya o Mosul. Tanto Al Nusra como el Grupo Yaish Al Fateh (los grupos terroristas más activos en la zona) habrían decidido usar masivamente a suicidas de la etnia china uigur pertenecientes al Partido Islámico del Turquestán como arietes para romper las primeras líneas defensivas del ejército sirio o Hezbolá. A pesar de todo no han podido romper el cerco impuesto a los grupos terroristas. El dogal se ha ido estrechando en la misma medida que se ha podido cortar los abastecimientos a estos grupos armados. Han sido comerciantes kurdos durante años los encargados de suministrar a los grupos terroristas. El cerco que ha ido cerrando el ejército sirio ha estrangulado estas vías quedando únicamente los túneles como única vía de suministro de armas y combatientes.
En este contexto , donde se anuncia la pronta liberación de Alepo, sólo la intervención militar directa de EEUU puede revertir la situación. Como hemos señalado en anteriores ocasiones, la administración saliente norteamericana no era más que un navío de locos patroneados por un necio. Los militares estadounidenses decidieron marginar al propio presidente e intervenir en Siria, contando con que Hillary Clinton, a la que daban como ganadora segura, los apoyaría. El objetivo era atacar y conquistar para el Daesh la ciudad de Deir ez-Zor a orillas del Éufrates, ciudad que soporta un asedio de más de 4 años. Los oficiales norteamericanos decidieron romper la última tregua bombardeando esa ciudad el 17 de septiembre. El objetivo era aislarla del resto de Siria. Si el Daesh tomaba Deir ez-Zor se podría establecer una zona libre donde dar cobijo a un estado islámico cuya capital fuera Al Raqqa, unos 140 km al norte, y que se extendiera hasta la provincia de Mosul en Irak. La resistencia del ejército sirio en la zona y los avances en Alepo, han puesto en cuestión este objetivo.
Donald Trump es una enorme incógnita en el escenario sirio-iraquí aunque sus declaraciones apuntan hacia una desescalada en los conflictos que EEUU mantiene con Rusia y China. No así en el caso iraní, presionado por el “lobby” israelí. En la administración saliente los militares más belicistas que rodeaban a Barak Obama, bastantes de los cuales se postulaban para ocupar altos cargos en la nueva administración demócrata de Clinton, precisaban de una victoria mediática que les permitiera a su vez influir en la campaña electoral a favor de la candidata demócrata. Se ha organizado mediáticamente una ofensiva contra la “capital” del Daesh en el norte, Al Raqqa, que ha desaparecido de las pantallas de televisión como por ensalmo. Ni las fuerzas kurdas iraquíes ni mucho menos los “asistentes militares estadounidenses” tienen capacidad para reconquistar esa ciudad. Hillary Clinton necesitaba un golpe de efecto militar en Irak que diera un impulso a su campaña. Es por ello por lo que se retrasó la «liberación» de Mosul. La campaña a pesar de lo que diga la propaganda no será larga. En estos momentos las fuerzas populares iraquíes combaten en los barrios centrales de la ciudad. Los terroristas que defienden la zona están siendo rearmados y enviados a Deir ez-Zor hacia el este de Siria, tal como denunciaba el líder de Hezbolá Sayed Nasrallah el 11 de octubre «… los Estados Unidos quieren abrir el camino para los takfiristas del Daesh huyendo hacia al este de Siria», puesto que los propios terroristas daban ya desde finales de septiembre a Alepo por perdida. A mediados de septiembre el Pentágono anunciaba la ofensiva sobre Mosul. La aproximación militar a la ciudad permitió la huída de 9.000 combatientes del Daesh. El 19 de octubre el ex general Turki al-Hassan declaraba que alrededor de 800 terroristas habían llegado a Raqqa desde Mosul sólo en dos días. Estos se dispersarán por una zona que se extiende ente los dos grandes ríos, el Éufrates y el Tigris y que abarca unos 70.000 km², tiene poca densidad de población, pero con importantes recursos petrolíferos y agrícolas. Funcionarán, según el diseño del Pentágono y la antigua administración demócrata, como un ejército de reserva para mantener los golpes y atentados contra Irak o Siria en un futuro. El 1 de noviembre el ministro de Defensa británico, Michael Fallon, posicionado claramente a favor de Clinton, anunciaba que el Reino Unido reformará y entrenará al Ejército Sirio Libre que ahora bombardea las zonas civiles controladas por el gobierno sirio en Alepo y es responsable directo de enormes matanzas en el país. Tres días antes altos oficiales iraquíes denunciaban que helicópteros estadounidenses estaban suministrando armas a los grupos terroristas en la zona. La reconquista de Mosul será mucho más rápida de lo esperado, como sucedió con la victoria en Faluya: mientras los comandantes norteamericanos aseguraban una batalla de meses, la ciudad cayó en pocos días. Los grupos defensores habían podido huir sin ser molestados por la aviación estadounidense hacia el este de Siria y especialmente acudieron a reforzar las defensas de los grupos terroristas en Alepo.
En este momento las fuerzas populares iraquíes (que agrupan a militantes de muchas confesiones religiosas diferentes, desde chiítas, sunnitas, asedíes, católicos…) cercan a los grupos terroristas desde cuatro lados. Esta última vía se pudo cerrar hace pocos días, pero EEUU impuso que se mantuviera abierta, lo que permitió la huída de miles de “armados”, incluido según se ha podido saber el propio autodenominado Califa Ibrahim al-Samarrai, alias Abu Bakr al-Bagdadi. La prensa libanesa recogió hace días la existencia de un acuerdo entre Estados Unidos y Arabia Saudita que ha permitido la huída de esos combatientes.
Por otra parte, se comenta que los peshmerga iraquíes del clan del corrupto Barzani, aliados de Israel y Estados Unidos, pretendían participar en la toma de Mosul, así como fuerzas turcas, a pesar de la oposición del gobierno iraquí. Las fuerzas kurdas pretenden anexionarse una parte de la provincia de Nínive en Irak. Erdogan, por otra parte, pretende posicionarse en la zona para reivindicar la anexión a Turquía de Mosul, Arbil y Kirkuk de Irak y Alepo de Siria, rememorando el imperio otomano que fue derrotado en 1918 y disgregado en 1923 por el tratado de Lausana. En paralelo los contendientes dan por extinto el acuerdo Sykes-Picot de 1916 que dibujaba las fronteras de los países de la zona. En esta maniobra cuenta con el apoyo de los peshmergas kurdos, mientras se combate ferozmente a los otros grupos kurdos del PKK.
Si tenemos en cuenta la propia orografía de la zona podemos entender cómo la liberación de las grandes ciudades en Siria o Irak no implicará la desaparición del Daesh. En Siria, cuando sean liberadas Raqqa, Tabaka, Deir ez-Zor y Bou Kamal aun quedará una zona vacía de cerca de 60.000 km² al este del Éufrates cuya escasa población se concentra básicamente en las ciudades de Hasaka y Qamishli. Es por ello por lo que Estados Unidos no está preocupada por la pérdida de Mosul.
El objetivo, como venimos diciendo, una vez perdidas las grandes ciudades, es reasentar a los grupos terroristas sobre áreas muy poco pobladas en una zona que se establecerá entre los dos grandes ríos de la antigüedad, el llamado en la época del imperio mesopotámico el «país de los dos ríos», una zona rica en petróleo, gas y productos agrícolas. De nuevo Estados Unidos reservará el Frankenstein terrorista que ha creado y pretenderá darle múltiples usos. Los dirigentes norteamericanos no entienden que la criatura que han creado más tarde o más temprano acabará volviéndose contra ellos.
Este artículo ha sido escrito en colaboración con Bashar Barazi, corresponsal en Siria de HispanTV
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