Por Juan Ignacio Castien Maestro y Luis Herruzo Madrid
El final de la misión militar internacional para Afganistán, ISAF, en 2014 tuvo lugar en un ambiente agridulce para los gobiernos y los ejércitos que habían participado en ella. El alivio por la conclusión de una misión que había supuesto un elevado coste en vidas humanas y en recursos económicos se veía contrarrestado por la sensación de que los objetivos perseguidos habían sido alcanzados solamente en una medida bastante limitada. Podía aducirse el logro de mejoras sustanciales en el ámbito del desarrollo, así como el haber sentado las bases de un Estado Afgano moderno y viable, con su organización central y local, su burocracia, sus fuerzas militares y policiales y sus mecanismos de funcionamiento democrático. Sin embargo, todos estos logros se habían demostrado frágiles y sobre todo reversibles, más aún teniendo en cuenta el auge en los últimos años de la insurgencia talibán. El futuro se hallaba y se sigue hallando plagado de incertidumbres. No está claro que el nuevo Estado Afgano sea capaz de hacer frente a los rebeldes y que éstos no puedan hacerse, al menos, con el control de una parte substancial del país. Lo está todavía menos que Afganistán pueda convertirse en un país mínimamente próspero y estable, con un régimen razonablemente democrático. El riesgo de que, por el contrario, se vea atrapado en una situación crónica de pobreza y de desorden, en donde además, tras una fachada más o menos democrática, impere el dominio de camarillas vinculadas a la industria internacional del crimen, es más que real.
Un escenario semejante se presta a reacciones muy diversas. Desde luego puede tomarse como una presunta confirmación para las tesis más fatalistas y esencialistas acerca de Afganistán, de acuerdo con las cuales sería éste un país condenado a la barbarie, a causa sobre todo de su naturaleza tribal y belicosa. Dando un paso más, puede servir también como un cómodo argumento en contra de las políticas de nation-building, alegando que éstas no resultan efectivas en ciertos lugares y que, por tanto, a lo más que se puede aspirar es a una política de contención, encaminada a impedir que los males de estas regiones se propaguen en derredor suyo. Si bien esta actitud puede resultar hasta saludable, en contraposición a la anterior obsesión de los neo-con por remodelar países sobre la base de un puñado de esquemas simplistas, no deja, por otra parte, de entrañar un profundo pesimismo y una palpable indiferencia hacia la suerte de millones de seres humanos. Pero no hay por qué dejarse atrapar entre los cuernos de ningún dilema de este género. Resulta perfectamente factible, por el contrario, eludir estas posturas extremas y abogar por un enfoque que parta de la conveniencia de apoyar la modernización de otras sociedades, pero haciéndolo siempre sobre la base de un reconocimiento de la magnitud de los problemas con los que hay que enfrentarse.
Se hace preciso entonces esforzarse por profundizar en el conocimiento de estas sociedades, no solamente haciendo acopio de la necesaria información, sino, sobre todo, elaborando unos marcos teóricos que nos permitan hacer justicia a la complejidad que nos presenta esta información, sin encajarla a la fuerza dentro de unos esquemas prefijados. Pero se hace preciso igualmente reflexionar en mucha mayor medida sobre las acciones de intervención práctica ya realizadas o aún por realizar y cotejar esta reflexión con el conocimiento que se haya ido adquiriendo acerca de aquellas realidades sobre las que se desea incidir. Naturalmente, todo este tipo de actividades vienen llevándose a cabo desde hace tiempo. En el caso concreto de Afganistán, lo ocurrido en los últimos quince años, con todos sus claroscuros, se ha convertido en una rica fuente de experiencias cuyo debido aprovechamiento requerirá muchos años de esfuerzo. En lo que concierne a España en concreto, el procesamiento de toda esta experiencia ha dado ya lugar a distintos proyectos, congresos y publicaciones2, auspiciados en gran medida por el propio Ejército Español, en colaboración con distintas instituciones académicas.
El presente volumen pretende dar continuidad a estas iniciativas, intentando investir de una mayor hondura y complejidad a las reflexiones habidas hasta el momento. Nuestro trabajo se ha desarrollado en el marco de la Asociación para el Estudio y la Cooperación con Afganistán (AECAF), fundada en 2014 por los autores de esta “Introducción”, junto con una serie de personas también comprometidas con la realidad afgana. Se trata de personas de nacionalidad española, afgana e italiana, pertenecientes a ámbitos muy distintos como el académico, el militar y el de la cooperación internacional. Nuestro objetivo es agrupar esfuerzos tanto en el plano práctico como en el intelectual, trabajando tanto en el campo del conocimiento como en el de la intervención social. Asimismo, nuestra asociación trabaja en estrecha colaboración con la Comisión de Expertos y Académicos de Afganistán (Assembly of Scientists and Experts of Afghanistan) (ASEA). Esta Comisión reúne a una serie de personalidades independientes afganas, tanto dentro del propio país como de la diáspora, que buscan formular propuestas factibles para el desarrollo de su país y muy especialmente para su pacificación y su democratización.
Guiados por nuestro propósito de ahondar en el conocimiento de la realidad afgana más reciente, en noviembre de 2014 celebramos en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Comunidad de Madrid unas Jornadas tituladas Afganistán ante el repliegue de la Comunidad Internacional. Jornadas de reflexión y análisis. El resultado nos pareció muy satisfactorio y decidimos plasmarlo en un libro. Como suele ocurrir en estos casos, el proceso de recogida de los originales discurrió más despacio de lo previsto y finalmente no todos los participantes en las Jornadas enviaron sus textos, mientras que entretanto fuimos recabando otras colaboraciones que nos parecieron también merecedoras de ser publicadas El resultado ha sido el volumen que el lector tiene ahora entre sus manos. Hemos intentado ofrecer en él una visión equilibrada y diversa sobre la realidad afgana, atendiendo a sus distintas facetas. De la misma forma, hemos procurado también hallar un equilibrio entre nuestras preocupaciones más directamente aplicadas y las de índole más intelectual. Por último, hemos buscado asimismo combinar el análisis del pasado histórico con el de las cuestiones de más candente actualidad. Por supuesto, la composición de una obra de estas características resulta siempre un proceso bastante lento, incapaz de reflejar los últimos acontecimientos de una realidad tan cambiante como la afgana. Un cierto retraso con respecto a la misma resulta, por ello, inevitable.
Sobre la base de estos objetivos, hemos estructurado este volumen en varias secciones. Lo iniciamos con un estudio bastante extenso sobre el desarrollo histórico del Afganistán moderno y contemporáneo, a cargo de Juan Ignacio Castien. Consideramos necesario empezar de este modo, a fin de poder entender mejor lo ocurrido en el país en tiempos más recientes, así como para desmontar los tópicos más habituales al respecto. Se trata también de proponer, aunque sea todavía de un modo un poco tentativo, una serie de hipótesis explicativas, que evidentemente requerirán de futuras contrastaciones más rigurosas.
A continuación, pasamos a ocuparnos de las relaciones entre Afganistán y sus vecinos. De este modo, nos desplazamos desde el ámbito de la sociología histórica al de la geopolítica y la diplomacia. El trabajo de Federico Aznar aborda el papel clave que está desempeñando Irán en toda la cuestión afgana. Este análisis le conduce de forma lógica a adentrarse en el estudio de la compleja situación actual de este país y en su problemática inserción dentro de la comunidad internacional.
El artículo firmado por Emilio Sánchez de Rojas realiza la misma tarea con relación a Pakistán, examinando con especial atención las ambiguas relaciones entre este país y el movimiento talibán. Esta segunda parte del libro cuenta también con dos contribuciones de autores afganos. Así, Abdul Naim Asas se ocupa de las relaciones entre Afganistán y la Organización de Cooperación de Shanghai, un organismo que, desde su fundación hace ya más de veinte años viene adquiriendo una importancia creciente en el Asia Central. Abdullah Amirian introduce, por su parte, una mayor profundidad temporal. En un texto no exento de pasión, nos muestra hasta qué punto el drama afgano es fruto de las intromisiones extranjeras. Asimismo, Emilio Asti profundiza en la difícil vecindad entre Afganistán y Pakistán. Son dos países que, a pesar de todos sus contenciosos, se necesitan mutuamente, lo que quizá con el tiempo facilite una mejora substancial de sus relaciones.
La tercera parte del libro se halla consagrada al análisis del actual conflicto armado en Afganistán. Alejandro Apellaniz nos ofrece a este respecto un documentado estudio sobre la insurgencia afgana, poniendo de manifiesto su carácter multifacético, lo cual, por supuesto, hace muy difícil enfrentarse con ella. El siguiente texto, firmado por José Luis Antolín García, nos presenta la otra cara de la moneda. Constituye una exposición clara y sucinta acerca de la naturaleza de la ISAF y de las actividades realizadas por esta organización. La lectura comparada de ambos textos puede ayudarnos a entender mejor la compleja dinámica de enfrentamiento entre los distintos actores del conflicto afgano.
La cuarta sección de nuestro estudio está consagrada al proceso de reconstrucción de Afganistán. David Gervilla analiza el papel desempeñado al respecto por la cooperación española, en un texto muy rico en información y dotado de un notable talante para la crítica constructiva. Mohammad Humayun Mokamel aborda, por su parte, el trabajo efectuado en este ámbito por las autoridades afganas. Se centra en particular en el complicado proceso de construcción de un Estado de tipo moderno y en las dificultades con las que ha ido tropezando esta construcción. Finalmente, Luis Herruzo nos ofrece una perspectiva más de conjunto, en donde se toman en consideración las actividades realizadas por la ISAF, las ONG’s y las autoridades afganas. El balance que realiza acerca de todas estas actividades pretende ser equilibrado, tomando en cuenta los logros alcanzados, pero también los errores cometidos.
El libro concluye con una quinta sección que reúne las aportaciones de varios autores afganos acerca de los distintos desafíos a los que se enfrenta su país. Aliye Yilmaz analiza la difícil situación de la mujer afgana y las medidas tomadas por las autoridades del país para mejorarla. Pero más allá de todo ello, su aportación tiene el valor de contener también un esbozo de programa de actuación al respecto. Mohammad Shah Farkhoed estudia la historia del sistema de partidos afganos desde comienzos del siglo XX. Nos muestra cómo hasta el momento actual Afganistán ha carecido de grandes partidos reformadores de masas, en lo cual podemos encontrar quizá una de las razones de sus bloqueos actuales. Por último, Azizurrahman Hahami reflexiona sobre la necesidad de fortalecer la sociedad civil afgana y sobre los poderosos obstáculos con las que tropieza esta empresa. En el marco de esta reflexión general, nos presenta brevemente su experiencia al frente de la ya citada Comisión de Expertos y Académicos de Afganistán.
En definitiva, este volumen presenta un carácter un tanto “polifónico”. Por parte afgana, recoge las aportaciones de distintos activistas en el ámbito de la sociedad civil, pero también de un responsable político. Por parte “extranjera”, hace lo propio con las contribuciones de académicos, cooperantes y militares. La aportación de este último colectivo ha resultado de especial relevancia, dada su implicación en el proceso de pacificación y reconstrucción de Afganistán y dado también el elevado grado de compromiso y de cualificación del que han hecho gala muchos de sus integrantes a lo largo de los últimos años. Por lo demás, los distintos autores de este libro poseen bagajes profesionales muy variopintos y escriben desde posiciones ideológicas no siempre coincidentes. La polifonía así alcanzada nos ayuda a observar la realidad afgana desde distintos ángulos, rindiendo con ello una cierta justicia a su complejidad. La insistencia en la naturaleza polifacética del tema que nos ocupa, tanto en razón de sus múltiples caras como de las distintas perspectivas desde las que estas caras pueden ser contempladas, constituye además un útil antídoto contra cualquier tentación reduccionista.
No obstante, al mismo tiempo que hemos tratado de atender a esta diversidad, hemos procurado igualmente rehuir una excesiva dispersión. Polifonía no debe confundirse con eclecticismo. Existe una uniformidad de fondo entre las distintas contribuciones incluidas en este volumen. Cada una de ellas parte de una clara conciencia de la magnitud de los desafíos planteados y de la necesidad de afrontarlos con humildad, sabiendo que solamente puede aspirarse en estos momentos a una comprensión todavía muy esquemática acerca de los mismos. También coinciden todas estas aportaciones en el hecho de hallarse movidas por un claro compromiso con la mejora de la situación actual del pueblo afgano. Pero será al lector a quien corresponda calibrar hasta qué punto los resultados de tal compromiso suponen un avance genuino en nuestros conocimientos.
Introducción al libro Afganistán. Pasado y perspectivas de futuro