Afganistán: los perros y gatos primero

debacle de la OTAN en Afganistán

Sin duda la debacle de la OTAN en Afganistán pasará a los anales como uno de los mayores desastres militares de todos los tiempos. Mientras los medios nos entretienen simulando que los ejércitos actúan como ONGS, se pretende ocultar la hipocresía, la incompetencia y el racismo que envuelve a esta operación militar.

El cinismo de Occidente ha alcanzado cotas inimaginables, así, al mismo tiempo que miles de afganos se concentran en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul esperando huir, la denominada “sociedad civil” inglesa se movilizaba para fletar un avión privado que evacuara a 140 perros y 60 gatos del refugio de animales de Kabul. Los cuidadores no tuvieron tanta suerte; se quedaron en tierra aunque el avión volvió semivacío. La operación se hizo impulsada según se rumorea por la mujer de Boris Johnson, la responsable del desaguisado. Tal delicadeza hacia los animales contrasta con la información del diario conservador The Times; que narró los hallazgos de sus reporteros en la embajada inglesa en Kabul: los periodistas hallaron esparcidos por el suelo informes reservados de inteligencia que pueden comprometer fatalmente las redes de información. El ejército norteamericano no lo hizo mejor y en su alocada huida, dejó en manos de los talibanes los datos biométricos de “traductores” y agentes encubiertos.

La situación ha adquirido tintes aún más sombríos tras el atentado en Kabul que está abriendo enormes interrogantes que la prensa pretende enterrar. Los corresponsales de la BBC denunciaron que un elevado número de muertos no lo eran por efecto de la metralla, como cabría esperar, sino por disparos. Los informes de los testigos presenciales relatan cómo fueron las fuerzas norteamericanas y turcas, presas de pánico tras la explosión, las que abrieron fuego indiscriminado contra la multitud, el resultado: casi dos centenares de civiles muertos. En paralelo y como es habitual en estas situaciones, antiguos militares narran las atrocidades que se han llegado a cometer contra la población civil: los pilotos de drones norteamericanos tenían una prima mensual por eliminar a “determinados objetivos”, cuando no había blancos se justificaban los muertos civiles como presuntos terroristas. Los  informes se suceden, desde el uso “niños soldados afganos” por parte del ejército inglés, revelados por el diario The Daily Star y la ONG Child Soldiers International (Niños Soldados Internacional) hasta el asesinato indiscriminado de todos los varones en edad militar en varias aldeas; las denuncias fueron confirmadas por la ONG (Organización Árabe para los Derechos de hombres) quien advirtió en múltiples ocasiones que ese comportamiento, el de las tropas inglesas y norteamericanas, era la normal y no la excepción. Conforme pasan los días vamos conociendo otras atrocidades ya denunciadas con anterioridad a las que nadie prestaba atención. La guerra afgana ha sido un buen muestrario de armamentos, una auténtica feria de muestras de la muerte, donde las víctimas siempre “colaterales” eran los civiles; los informes de Wikileaks muestran cómo un gobierno tan “progresista” como el sueco, mostraba un deseo ferviente de atacar a los “malos” para mostrar en el mercado internacional las “bondades” de su bombardero Saab JAS 39 Gripen. Las tropas españolas en Herat defendían uno de los puntos de conexión del gaseoducto diseñado por la empresa estadounidense UNOCAL desde Turkmenistán hacia Pakistán y la India. Los rumores señalan a Repsol como una empresa interesada en estas explotaciones. ¿Veremos la mano del rey emérito detrás? En la época Zapatero, su ministro de exteriores Moratinos alcanzaba acuerdos con Turkmenistán y los señores de la guerra afganos para participar en el negocio del gas.[1] Con anterioridad, en la época de Aznar, habían desaparecido de los arsenales militares españoles miles de toneladas de material bélico sin que el Parlamento tuviera constancia. Son algunos ejemplos de la denominada “solidaridad occidental”.

La situación alcanza tintes aún más esperpénticos cuando el presidente Biden anuncia que había dado órdenes para atacar a los “líderes terroristas y las bases activas” de Daesh. La portavoz de la Cancillería Rusa, María Zajarova, se apresuró a señalar que el mandatario estadounidense conocía de antemano la ubicación de los dirigentes terroristas. La pregunta que queda en el aire es: ¿Por qué no actuó Biden antes para eliminar esos terroristas?

El problema migratorio

Los talibanes son ahora una coalición mucho más compleja,  multiétnica y sofisticada de lo que eran; sus intervenciones en los medios, incluso en la televisión española, revelan un nuevo lenguaje; los talibanes hablan ahora de inclusión política y miran a Irán, Rusia, China y Pakistán en busca de facilitadores políticos para ocupar su sitio en el “Gran Juego” que se libra en Asia Central. Aparentemente no se han producido represalias contra los antiguos “colaboradores” occidentales, los talibanes parecen interesados en conservar dentro del país aquellas personas de la “inteligencia” nativa que puedan ayudar en la gobernabilidad.

Mientras los países occidentales se rasgan, al menos mediáticamente, las vestiduras contra los talibanes y el maltrato a la mujer, todos negocian bajo cuerda. Occidente realmente no está interesado en la preservación de los derechos humanos en Afganistán, solo estamos asistiendo a una puesta en escena; han tenido tiempo en estos 20 años tiempo de crear las bases de un nuevo modelo social y no lo han hecho. En este momento Afganistán sigue siendo la séptima nación más pobre del mundo donde casi el 50% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. Tenía por otro lado uno de los gobiernos más corruptos, de tal forma que parte del apoyo popular de los Talibanes se debe a que su rigor religioso los hace ser “muy honestos” en comparación a los anteriores gobernantes.

Las declaraciones de personajes como Michael Rubin, representante de los sectores más belicistas del conglomerado militar/político que rige EEUU[2]  explican los objetivo reales (el personaje no tiene que ser políticamente correcto); afirmaba en un texto reciente sobre Biden: “Al permitir que China avance en sus intereses en Afganistán, Biden también le permite aislar a India y otros aliados estadounidenses de Asia Central. En otras palabras, la incompetencia de Biden ahora está poniendo en peligro todo el orden liberal de la posguerra… Dios ayude a Estados Unidos”. Por su parte el presidente del Comité de Asuntos Exteriores inglés, Tom Tugenhadt, lamentó el error estratégico de Biden y la necesidad de perseverar: “No se trata solo de Afganistán, se trata de nosotros. Estamos comprometidos en un desafío sobre cómo funciona el mundo…”. Este era en realidad el objetivo último de la “guerra eterna” del ex -presidente Bush en Afganistán.

Pero la UE tiene otros problemas más inmediatos y acuciantes. Pronto los miembros del club reforzarán fronteras y alzarán (ya lo están haciendo) nuevos muros. Los ejércitos serán usados para controlar los flujos migratorios de un problema que la UE con su torpeza ha ayudado a crear. No quieren ahora que las olas de refugiados que ha provocado la política seguidista respecto a Washington, invadan ni sus playas ni sus ciudades. Ya hay cinco millones de refugiados afganos de los que nadie se ocupa porque están lejos y se agolpan en países pobres. Europa se quiere inhibir de la tragedia que ha ayudado a crear. La sociedad europea ahora sensibilizada rechazará mañana a esos mismos refugiados. En muy poco tiempo las costuras de la UE volverán a tensarse en un continente donde el hecho migratorio es el caldo de cultivo de la Extrema Derecha. Josep Borrell lo señaló con claridad: “Tenemos que asegurarnos de que la nueva situación política creada en Afganistán por el regreso de los talibanes no conduzca a un movimiento migratorio a gran escala hacia Europa»

La clave sigue siendo el gas

La invasión de Afganistán no se produjo a consecuencia de los atentados del 11-S, se había planificado años atrás. En juego estaban elementos de geoestrategia, como hemos ido analizando, y el gaseoducto de la empresa UNOCAL que debería haber unido los campos de gas en Turkmequistán, a través de Afganistán con Pakistán y la India, aislando a Rusia e Irán. El fracaso de la operación hizo que EEUU invadiera el país e intentara revitalizar el proyecto;  mientras, intentaba controlar la expansión china, iraní y rusa en la zona. EEUU y Occidente han perdido la partida; los contactos entre los talibanes, Pakistán (que actuó de mediador) y China se han ido intensificando desde el 2015. Los talibanes se han mostrado favorables a la construcción del antiguo proyecto gasístico denominado TAPI ‎‎(Turkmenistán-Afganistán-Pakistán-India bajo otras premisas). A finales de julio de 2021, China recibió en Pekín una delegación ‎talibán para confirmar que apoyarían el proyecto; previamente habían existido contactos con Moscú y Teherán. Beijing se ha comprometido con Kabul en la construcción de la autopista Peshawar-Kabul, que conectaría Pakistán con Afganistán y convertiría a Kabul en un participante de la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China. Beijing también está construyendo una carretera importante a través del Corredor Wakhan, que conectaría la provincia más occidental de China de Xinjiang con Afganistán. Es por ello que se han dado garantías explícitas a los futuros socios de que su acceso al poder no conducirá a un baño de sangre, ajuste de cuentas ni a una guerra civil. También prometen que se respetarán las diferentes sectas religiosas y que las niñas y mujeres pueden y serán educadas.

Los talibanes llevan negociando un futuro gobierno desde hacía mucho. En el momento en que se sentaron en la mesa de las negociaciones las otras minorías, fue posible alcanzar un cierto consenso; por lo que conocemos fue China el artífice de este proceso, a la par de Irán, que lleva negociando casi desde el inicio de la ocupación norteamericana. Rusia y Pakistán vienen apoyando esa propuesta desde 2016.

El futuro próximo. ¿La guerra eterna?

En un artículo Pepe Escobar citaba uno de los clásicos discursos de Marco Tulio Cicerón (Pro Lege Manilia) hace 2000 años. El orador y legislador romano describía las consecuencias de las campañas militares romanas y sus efectos en las provincias asiáticas, en unos términos perfectamente aplicables a la “guerra eterna” afgana: “Las palabras no pueden expresar, señores, cuán amargamente somos odiados entre las naciones extranjeras por la conducta desenfrenada e indignante de los hombres que en los últimos años hemos enviado para gobernarlos. Porque, en esos países, ¿qué templo crees que había sido sagrado para nuestros oficiales, qué estado inviolable, qué hogar suficientemente custodiado por sus puertas cerradas? Vaya, buscan ciudades ricas y prósperas para encontrar la ocasión de una guerra contra ellos para satisfacer su ansia de pillaje”. EEUU ha sido arrojada no solo de Afganistán, sino que ha perdido sus posiciones en los países vecinos, ha perdido Asia Central. En 2007 era relativamente fácil ver y conversar con los pilotos de guerra de la fuerza aérea norteamericana o inglesa apostados en las bases de Uzbekistán, hoy eso es impensable, han sido sustituidos por pilotos rusos. El 23 de agosto Serguei Lavrov, ministro de exteriores ruso, declaraba que Rusia no iba a permitir el estacionamiento de tropas estadounidenses en Asia Central y menos aún en las fronteras rusas, como había insinuado el Secretario de Defensa estadounidense. Moscú con el tiempo ha ido mejorando sus relaciones con los países de la ex–URSS en su frontera. A instancias de Rusia se creó la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). El tratado firmado impide el despliegue de tropas extranjeras en un país si no es con la aprobación de todos los demás. Por otra parte si EEUU lanzara ataques contra los Talibanes desde algún país limítrofe éste se convertiría en probable objetivo de represalia. Las maniobras llevadas cabo por Rusia con varios países de la zona pretenden reforzar las capacidades militares y profundizar las relaciones con Moscú. Putin promueve la pacificación de la zona es por eso que reconocerá “implícitamente” el nuevo gobierno afgano en su toma de posesión este 11-S. EEUU, en cambio, por uno u otro método intentará mantener la conflictividad y la guerra, Washington continuará emponzoñando la situación incluso, cuando tropas talibanas han escoltado y puesto a salvo a cientos de ciudadanos estadounidenses en el propio aeropuerto de Kabul. EEUU utilizará los activos que tienen en el grupo terrorista ISIS-K y los miembros supervivientes de la “Alianza del Norte” para mantener encendido el fuego de la guerra y evitar la reconstrucción del país. Pakistán también interesada en la estabilidad ha colaborado militarmente con el nuevo gobierno afgana en eliminar la fútil resistencia en el valle de Panjschir con la autorización de China. La inestabilidad en Afganistán tiene como objetivo específico extender los conflictos en el interior de China a través de la minoría uigur[3], una etnia turcomana minoritaria de la provincia china de Xinjiang que comparte frontera con Afganistán. Se trata de la seguridad estatal del gigante chino en un área clave para el paso de la ruta de la seda, por lo que China necesitará estabilidad en Afganistán. No permitirá que los insurgentes (alentados por Occidente) se trasladen de Afganistán a Turkmenistán o Xinjiang. El segundo grupo que puede utilizar EEUU será el  “Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (ETIM)” que fue eliminado de las listas de los movimientos terroristas por la administración Trump.

El hambre como venganza

EEUU ha bloqueado las reservas del Banco Central de Afganistán (9.500 millones de dólares) y ha detenido cualquier pago que puedan hacer el FMI y el Banco Mundial; se incluyen en este bloqueo los 460 millones de dólares que forman parte de la ayuda para la lucha contra el Covid-19. Los ingresos son imprescindibles para pagar a maestros, médicos o comprar alimentos. Washington quiere provocar una catástrofe humanitaria para recortar la base social que sustenta a los talibanes. EEUU firmó en los acuerdos de Doha del 2020 que mantendría, después de su retirada, los pagos al Estado Afgano; pero ¿quién va a creer en los acuerdos suscritos por la administración norteamericana? Los talibanes se encontrarán pronto con una aguda necesidad de liquidez monetaria en un país cuyo presupuesto depende en un 75% de la ayuda exterior. La necesidad es tal que Kabul ha iniciado la venta de parte del material militar abandonado a la vecina Irán. La ayuda para la reconstrucción no vendrá de Occidente sino de los países miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái (Rusia, China, Pakistán) e incluso de los países observadores como Turquía y especialmente Irán que se convertirá en miembro de pleno derecho en la cumbre en Dushambe a mediados de septiembre fortaleciendo aún más el eje Rusia-Irán-China. El país persa ya ha asegurado su interés por invertir en Afganistán aislando por otra a su competidor turco que fue como todos sabemos aliado de la OTAN hasta el final. Afganistán solicitará ayudas a corto plazo utilizando sus recursos naturales como medio de pago. El 10 de septiembre se comunicaba que China abre una línea de crédito de 35 millones de dólares como medida humanitaria y donará 3 millones de vacunas gratuitas contra el Covid-19. En toda esta maniobra, (la incautación de las reservas de oro por la Fed de Nueva York, o el robo de divisas) vemos el mismo “modus operandi” que en Libia o Venezuela.

El dominó que puede caer

Las consecuencias de la huida de EEUU de Kabul pueden tener repercusiones importantes en otras fichas del dominó internacional. La primera es la relación EEUU- Europa. La UE ha visto como a pesar de todos los intentos pergeñados por Washington el gaseoducto Gultf Stream 2 se ha completado. La retirada de las tropas en Afganistán despreciando a sus socios europeos ha generado un malestar enorme, que relanzó nuevamente la idea de un ejército europeo. Las relaciones con el “amigo americano” no están en su mejor momento pero no se espera ningún cambio de actitud más que maulliditos de protesta. Cuando Biden asumió el cargo se suponía un alineamiento mayor con los aliados europeos bajo liderazgo norteamericano. La UE ha quedado en estado de “shock” y temerosa de las consecuencias de las migraciones masivas desde Asia Central. La política de Merkel de puertas abiertas no se repetirá; las consecuencias para la UE serían devastadoras. Dentro de pocos días cuando el tema talibán quede relegado a una nota a pie de página veremos cómo los países de la UE levantan muros y alambradas y competirán entre ellos para echar a fuera al diferente.

Ucrania es la segunda

Especial interés tiene el caso ucraniano. Si EEUU tras invertir 20 años, miles de muertos y billones de dólares en la campaña afgana ha salido huyendo, no arriesgará un conflicto abierto contra Rusia y China (un conflicto militar de envergadura implicaría una alianza militar entre esos dos países) por un territorio como el ucraniano. Kiev será abandonada; nadie puede creer ya en la ayuda europea-norteamericana. La integración en la OTAN de Ucrania será pospuesta o significará la línea roja que Moscú no permitirá que se pise, la situación económica de este país se ve enormemente agravada por la pérdida de los recursos económicos promovidos por el tránsito del gas ruso por su territorio. Se completan las tesis de Brzeziński cuando afirmaba “…sin Ucrania, Rusia deja de ser un imperio, pero con Ucrania sobornada y luego subordinada, Rusia se convierte automáticamente en un imperio«. Todo el trabajo hecho durante años en el Maidan se ve ahora muy comprometido. La renuncia de Washington a Kiev en caso de conflicto de alta o baja intensidad provocaría la división de Ucrania y la mayor parte se orientaría hacia Rusia.

Taiwán, Hong Kong y / o Corea del Sur

El esfuerzo invertido en la era Obama/Trump por impulsar el conflicto en Hong Kong se desvanece. Taiwan ya sabe que nadie acudirá al rescate. China verá como esos puntos débiles desaparecen, así como Corea del Sur volverá a centrar los ojos en el gigante asiático. Sin el apoyo militar estadounidense Corea del Sur como nación no duraría ni dos meses.

Acaba la época Biden

La imagen interna del presidente Biden ha quedado hecha añicos. Biden ha mostrado su incompetencia y además ha destruido una de sus ideas fuerza: demostrar que su gobierno lo hace mejor que el tumultuoso de Trump. El orgullo nacional basado en unas fuerzas armadas invencibles tan íntimamente arraigado en la psique del americano medio ha quedado muy tocado, aún más cuando el propio presidente señala que no habrá más guerras para imponer regímenes en otros países. El discurso presidencial autoproclamándose como campeón de la causa feminista ha sufrido un gran deterioro, el abandono de las mujeres afganas y los “colaboradores” también golpea la imagen del presidente que cada día muestra mayores rasgos de debilidad física y cognitiva. Biden, lo hemos escrito otras veces, posiblemente no acabe mandato, el estamento militar está denunciado la precipitada huida de las tropas, responsabilizando al presidente y en parte para no tener que asumir su propia ineficacia. Si bien las elecciones generales están muy lejos no así las elecciones para el Congreso, faltan 14 meses aún, la presión republicana será enorme y si cambia la correlación de fuerzas en el Senado el tiemplo de Biden como presidente o su sustituta habrán acabado. En campaña electoral el presidente Joe Biden prometió que «Estados Unidos había vuelto», en realidad es que ya se ha ido.

Hay días que hacen historia, jornadas que son decisivas. Este mes de agosto ha sido testigo de acontecimientos extraordinarios que tienen enormes ramificaciones; hay quien anuncia que el colapso de la ocupación militar de Afganistán implica el fin de un Imperio; pero a pesar de estos hechos seguimos necesitando más evidencias, más derrotas importantes para decir con certeza que el «Nuevo Siglo Estadounidense» ha terminado.

Notas
[1] https://www.elperiodico.com/es/politica/20090703/moratinos-abre-camino-empresas-espanolas-180346
[2] https://www.aei.org/profile/michael-rubin/
[3] La minoría uigur ocupa el 12% de la provincia china de Xinjiang clave en la ruta de la seda. China no quiere que los insurgentes de origen turco (alentados por Occidente) se trasladen de Afganistán a Turkmenistán o Xinjiang.

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