Más de 300 personas murieron y más de 1.600 resultaron heridas en las repentinas y catastróficas inundaciones que arrasaron varias provincias de Afganistán el viernes 10 de mayo. Las autoridades declararon el estado de emergencia ante la situación. La provincia septentrional de Baghlan se llevó la peor parte de la devastación, con un balance de más de 300 personas muertas y miles de casas destruidas o dañadas. Las lluvias torrenciales han causado estragos en varias provincias, como Takhar, Badakhshan, Ghor y Herat.
Las inundaciones repentinas se producen cuando las fuertes lluvias desbordan el drenaje normal. Al recalentar la atmósfera, el cambio climático potencia las precipitaciones extremas, aumentando la probabilidad de que se produzcan estos fenómenos. Estas inundaciones han tenido un profundo impacto en la población ya que muchos han perdido sus hogares y sus medios de subsistencia. Los equipos de rescate están trabajando sobre el terreno, pero llegar a las zonas inundadas se ha vuelto difícil.
Mientras tanto, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, expresó su solidaridad con el pueblo de Afganistán y dio el pésame a las familias de las víctimas. Añadió que la ONU estaba colaborando con las autoridades locales para prestar asistencia.
Afganistán figura entre los 10 países más vulnerables al cambio climático y viene experimentando un aumento de las condiciones meteorológicas extremas, en particular inundaciones, sequías y tormentas de arena y polvo. Estos fenómenos han provocado la pérdida de vidas y medios de subsistencia, así como importantes daños en las infraestructuras. Sin embargo, a pesar de ser uno de los países más vulnerables al cambio climático, Afganistán no estuvo representado en la COP27, la crucial Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático de 2022 en Sharm El-Sheikh, Egipto. Las naciones reconocieron la necesidad de financiamiento para hacer frente a las pérdidas y daños relacionados con el clima, acordando establecer un fondo y acuerdos de financiación.
Sequía y condiciones climáticas extremas
En 2022, Afganistán se enfrentó a su sequía más grave en 30 años, empeorando un escenario ya de por sí difícil en una nación en la que la sequía es la catástrofe más frecuentemente denunciada entre los hogares. El aumento de las temperaturas está alterando rápidamente los patrones de precipitaciones, lo que se traduce en una menor accesibilidad al agua para la población. Esta escasez no sólo repercute en los medios de subsistencia, sino que también intensifica los brotes de enfermedades y provoca desplazamientos en las comunidades. A lo largo de los años, la temperatura media anual ha experimentado un aumento sustancial, incrementando el deshielo de los glaciares y la nieve, que sirven como fuentes de agua cruciales para los ríos durante los meses de verano. Entre 1960 y 2008, la temperatura media anual subió 0,6 grados centígrados, con un aumento adicional de 1,2 grados centígrados de 2009 a 2016, lo que amplifica los retos a los que se enfrenta el país.
Un número considerable de los principales ríos de Afganistán nacen en las tierras altas centrales, concretamente en las provincias de Bamyan y Daikundi. Sin embargo, estas fuentes críticas de agua se enfrentan actualmente a importantes desafíos debido a la imprevisibilidad de las precipitaciones y a las rápidas alteraciones en la cantidad y el momento de las nevadas en altitudes elevadas. Las persistentes condiciones de sequía están provocando el agotamiento de las fuentes de agua superficiales, como los manantiales, al tiempo que causan un descenso de los niveles de las aguas subterráneas de los pozos excavados a mano y poco profundos. En la provincia de Kabul, varios pozos se han secado provocando una aguda escasez de agua.
En medio de las graves sequías y el aumento de las temperaturas, Afganistán está experimentando importantes fluctuaciones en los patrones climáticos extremos. En agosto de 2022, Pakistán recibió más del triple de sus precipitaciones habituales, convirtiéndose en el agosto más lluvioso desde 1961. Aunque no en el mismo grado, Afganistán también sufrió lluvias torrenciales e inundaciones inusualmente intensas durante el mismo mes, que afectaron predominantemente a las regiones central, oriental, occidental y sudoriental del país.
Este tipo de clima está dificultando que la gente obtenga suficientes alimentos, lo que provoca más malnutrición y enfermedades. Es aún peor porque la economía atraviesa dificultades y los efectos de 40 años de guerra han puesto las cosas difíciles. La mitad de la población no tiene suficiente para comer, y 6 millones de personas están muy cerca de morir de hambre.
En Afganistán, la prevalencia del retraso del crecimiento infantil es alarmantemente alta, con un 41% de menores de cinco años afectados. Además, la tasa de emaciación, que representa una malnutrición aguda grave, es también notablemente elevada, del 9,5%. La anemia afecta a una de cada tres personas adolescentes del país.
Desde la toma del poder por los talibanes en 2021, la economía afgana se ha contraído un 27%, lo que ha provocado un estancamiento económico. El desempleo se ha duplicado y sólo el 40% de la población tiene acceso a la electricidad. Sectores como el financiero se han hundido esencialmente, y no existen fuentes importantes de actividad económica como las exportaciones o el gasto público, lo que deja a las pequeñas y medianas empresas y a los agricultores como sustento de la tambaleante economía.
¿Qué ha llevado a esto?
Una de las principales razones de la crisis de Afganistán fue la larga guerra que dañó el país por dentro y por fuera. Para hacer frente al cambio climático y a la crisis económica, el país necesita importantes recursos financieros. Sin embargo, las estrictas medidas de los Estados Unidos y las políticas de los talibanes han impedido que esto ocurra. Al igual que numerosas naciones afectadas por el calentamiento global, Afganistán ha hecho contribuciones mínimas al problema y necesitará una ayuda internacional sustancial para resistir sus efectos.
Antes de agosto de 2021, Afganistán dependía en gran medida de la ayuda exterior, que representaba el 75% de su economía. Cuando los talibanes tomaron el poder el 15 de agosto de 2021, los Gobiernos donantes, encabezados por los Estados Unidos, dijeron al Banco Mundial que dejarían de proporcionar unos 2.000 millones de dólares en ayuda internacional. Esta ayuda se había utilizado para pagar los salarios de millones de profesores, trabajadores sanitarios y otro personal esencial, así como para diversos proyectos financiados por organizaciones como la Asociación Internacional de Desarrollo. Estos fondos ayudaron a muchas familias afganas, incluidas las que eran muy pobres, proporcionándoles oportunidades de trabajo a cambio de dinero, distribuciones de efectivo y apoyo a sus medios de subsistencia.
Sin embargo, cuando se cortó esta ayuda, innumerables hogares afganos perdieron su principal fuente de ingresos. Además, también se interrumpió el apoyo presupuestario de organizaciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD). Como consecuencia, el Banco Central Afgano perdió su capacidad de trabajar con bancos e instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el FMI y el BAD.
Las prohibiciones de la educación femenina y de que las mujeres afganas trabajen en ONG y en la ONU han perjudicado gravemente el progreso económico y social de Afganistán a largo plazo. Han acelerado la migración de mujeres y hombres profesionales, provocando una fuga de cerebros. Además, estas restricciones han mermado la disposición de los donantes a ofrecer ayuda humanitaria continua. Además, la exitosa aplicación por parte de los talibanes de la prohibición del cultivo de la adormidera ha supuesto una pérdida de ingresos anuales de aproximadamente 1.000 millones de dólares para los hogares rurales afganos. En consecuencia, la nación depende cada vez más de las exportaciones de carbón, lo que da lugar a la minería ilegal en varias zonas y suscita preocupaciones climáticas.
Esta serie de acontecimientos en Afganistán dibuja un panorama desolador de lucha y penuria. Las devastadoras inundaciones repentinas, unidas a la actual crisis económica y a los duraderos efectos de la guerra, han dejado al país tambaleándose.