La propuesta de Colau de crear una nueva formación, donde se integrarían las formaciones que han participado en las confluencias de izquierdas, se inscribe en la crisis del sistema de partidos en Catalunya y con una clara voluntad de ser la fuerza hegemónica del país y gobernar sus instituciones.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, anunció el pasado lunes su proyecto de construir un nuevo partido político para aglutinar a las fuerzas a la izquierda del PSC que, con diferentes siglas y diverso éxito, han participado en las operaciones de confluencia en las elecciones municipales, autonómicas y generales.
La propuesta, que advirtió no sería “ni de coaliciones, ni de sopas de siglas”, implicaría en la práctica la disolución de Podem y de ICV-EUiA, hasta ahora los principales actores en las operaciones de confluencia, en un nuevo sujeto político, cuyo principal aglutinante lo constituiría el liderazgo de Colau.
El proyecto se produce en un momento de suma debilidad de ambas formaciones. La dimisión de Gemma Ubasart, secretaria general de Podem en octubre del año pasado, tras los malos resultados de la coalición Catalunya Sí Que Es Pot (CSQP) en las elecciones “plebiscitarias” del 27S, precipitó la disolución de la dirección catalana de Podem y la constitución de una gestora hasta que, previsiblemente en el próximo mes de marzo, se elija la nueva dirección.
Por su parte, tras las renuncias de los dirigentes de ICV, Joan Herrera y Dolors Camats, y el contestado liderazgo de Joan Josep Nuet en EUiA, el papel de la coalición ecosocialista se ha desdibujado, sin perfil propio y confundido en las citadas confluencias.
De hecho, las primeras reacciones de dirigentes de Podem, ICV e EUiA han sido favorables y no han manifestado resistencias a la propuesta de Colau, de modo que parecen dispuestos a disolverse en la formación que podría denominarse Catalunya en Comú. Las tensiones entre Podem e ICV-EUiA en el grupo parlamentario de CSQP, donde la formación lila amagó con la ruptura si no se le otorga un mayor protagonismo, favorecen aun más la operación de Colau. Además, la alcaldesa de Barcelona, animó a los sectores catalanistas del PSC, disconformes con la actual dirección del partido y que tampoco encuentran fácil acomodo en ERC, a sumarse a su proyecto. Igualmente realizó el mismo llamamiento a los sectores anticapitalistas de la CUP descontentos con el apoyo a Junts pel Sí y a la investidura del convergente Carles Puigdemont.
La recomposición del sistema de partidos
En primer término, hemos de destacar la habilidad política de Colau quien, tras triunfar en las municipales y ser investida alcaldesa, se negó a colaborar en la campaña de Catalunya Sí Que Es Pot, que cosechó unos pésimos resultados, muy por debajo de sus expectativas. Por el contrario, tras imponer sus condiciones y sus candidatos en la lista de En Comú Podem (EPC) en las pasadas generales, esta formación se alzó con la victoria como primera fuerza política catalana. De este modo se consolidó el mensaje de que su liderazgo era fundamental para el éxito de cualquier operación política a la izquierda del PSC.
Además, como manifestó Xavier Domènech, cabeza de lista de EPC en las generales, el liderato de Colau tiene una proyección estatal; es decir, que se postula como una dirigente capaz de medirse en términos de igualdad con Pablo Iglesias. Así pues, si la propuesta de Colau llega a buen puerto, el referente de la izquierda catalana no será Podemos, sino esta nueva formación, enlazando con la tradición catalana de autonomía de las fuerzas de izquierda y yendo más allá de la clásica dualidad PCE/PSUC o PSOE/PSC, en la medida que no existiría una vinculación orgánica, sino una relación de igual a igual.
En segundo término, la propuesta de Colau de recomposición de la izquierda catalana, bajo su indiscutible liderato, se inscribe en la lógica del estallido del sistema de partidos en Catalunya, acelerado por la crisis económica, el descrédito del régimen de la Transición y el proceso soberanista. La ruptura de CiU ha precipitado la inoperancia de Unió y aboca a Convergència –que tiene que ocultar sus siglas– a la refundación. Las tensiones del proceso soberanista han provocado la ruptura interna en las dos almas del PSC que no puede ejercer el papel de alternativa al catalanismo conservador que desempeñó en el periodo autonomista, en una versión catalana del bipartidismo. Por otro lado, la crisis del sistema de partidos ha propiciado el crecimiento de Ciutadans, una formación extramuros del catalanismo transversal autonomista. ERC se debate entre mantener su papel de socio subordinado de CDC y su apuesta por ser su recambio hegemónico en el movimiento nacionalista.
En este contexto de recomposición del sistema catalán de partidos la propuesta de Colau tiene todos los visos de triunfar.
Unionismo, soberanismo, independentismo
Ada Colau se ha movido con una gran ambigüedad en el eje nacional que monotemáticamente ha polarizado la política catalana. Frente al “unionismo” de PP, C’s y PSC y el independentismo de CDC, ERC y CUP, se ha situado en el ámbito de lo que podríamos denominar soberanismo. Es decir, se defiende a Catalunya como sujeto soberano o nación, pero no se apuesta de modo unilateral por la secesión –aunque no se la descarte– sino por una relación de tipo confederal con el resto de España que pasaría por un proceso constituyente propio.
En consonancia con esta línea, los dirigentes de Barcelona en Comú criticaron el voto negativo de CSQP a la declaración de desconexión del 9N, se abstuvieron en el pleno municipal que reclamaba su adhesión a la misma facilitando su aprobación, pero se negaron a que el Ayuntamiento de Barcelona se integrase en la Associació de Munipicis per la Independència (AMI), entonces presidida por Carles Puigdemont.
Por ello, frente a los “unionistas” que rechazan el referéndum de autodeterminación y los independentistas que aseguran que éste ya se realizó el 27S y que ahora debe enfilarse la ruta hacia la secesión, tanto CSQP como EPC articulan su alternativa en torno al “derecho a decidir” y la convocatoria de un referéndum vinculante. Una propuesta que, según dicen las encuestas, apoya la mayoría de la ciudadanía catalana y cuenta con el respaldo de Podemos.
Esta postura le ha granjeado duras críticas de los sectores más duros del unionismo, pero también del independentismo, que la percibe como una amenaza a su hoja ruta soberanista que habría de retroceder una pantalla y pasar de la vía rápida a la secesión a la vuelta a la reivindicación del referéndum de autodeterminación.
La nueva formación, si realmente llega a constituirse y con el liderazgo de Colau, podría postularse como un serio candidato a alzarse con la victoria en las elecciones al Parlament de Catalunya en una legislatura que se prevé corta.