Ayer leí esta noticia: «El Instituto para el Turismo y el Desarrollo (Studienkreis für Tourismus und Entwicklung) otorgará el premio TO DO Human Rights in Tourism 2019 a la asociación española “Las Kellys”.
Sobre el titular se podía ver la fotografía de seis trabajadoras que caminaban juntas por la calle, sonreían, llevaban camisetas verdes con un eslogan: organízate. Parecían mujeres orgullosas y pensé que eso era el feminismo, ellas representan la lucha por la igualdad y los derechos de las mujeres. Ellas, mujeres cansadas de trabajar por dos euros la hora, ellas que rompen el mito de que los trabajos físicos son para los hombres, ellas que tienen que subir camas supletorias por las escaleras de los hoteles mientras los hombres atienden la recepción o ponen copas en la barra. Ellas, las mujeres de las camisetas verdes de la foto, ellas que lucen la belleza de sus barrigas marcadas bajo la tela, tripas que representan las consecuencias y el orgullo de la maternidad, la lucha de clases. Ellas, el lumpen, digámoslo claro, son las kellys y han ganado un premio y han logrado que en muchos hoteles dejen de pagar una miseria a las camareras de piso, pero hay otras ellas, más de dos millones de españolas desempleadas en nuestro país, o inmigrantes que también trabajan por dos euros la hora y que pintan las uñas de otras ellas. Todas explotadas, pocas clientes con conciencia de género. Ellas, las mujeres que no creen en el feminismo, ellas serán también nuestras aliadas, y sí, ahora sonrío, no se trata de convencerlas, se trata de concienciarlas, y sí, se puede tener conciencia de género, y quizá a eso se refería la pensadora y activista Simone de Beauvoir cuando escribió: “no se nace mujer, se llega a serlo”. Ella también entendió mejor el feminismo cuando recibió el aplauso de otras ellas años después de escribir El segundo sexo. Hay otras ellas, sí, otro feminismo antirracista y anticapitalista, y ellas escuchan a las otras y asumen que hubo errores, y juntas se manifiestan el 8 de marzo en todas las ciudades del mundo, mujeres que se han organizado para protagonizar el movimiento más grande que se ha conocido en la historia de la humanidad, millones de mujeres ocuparán las calles del planeta para exigir que dejen de violarlas, asesinarlas, mutilarlas, descuartizarlas, pegarlas, insultarlas, explotarlas sexualmente, acosarlas, pagarles un 30% menos de sueldo que a los hombres, mujeres que están hartas, en el mejor de los casos, de que las traten con condescendencia, niñas que crecen sin referentes y no saben que ellas pueden ser lo que les dé la gana y que pueden crecer sin que algún familiar o amigo abuse sexualmente de ellas. Mientras a mí como mujer me cuesta escribir estas palabras, hay una parte de la humanidad negacionista que tiene que escuchar algo: se acabó, ya no hay un camino que desandar, cada paso, cada pancarta, cada grito de mujer es un triunfo, no vamos a dejar de usar el lenguaje inclusivo, ni vamos a dejar de hablar del patriarcado aniquilador, ni de usar términos como empoderamiento, una palabra fea, sí, pero voy a repetirla despacio: empoderamiento. Tengo otra preciosa: sororidad, y diremos niñas y niños todas las veces que nos dé la gana, porque cuando tienes tres años, no te das por aludida si llaman solo a los niños, y si se hace en las escuelas, debe hacerse en los parlamentos y en cualquier lugar, no nos vamos a cansar de repetir que lo que no se nombra, no existe.
Las organizaciones feministas del mundo se preparan para el acontecimiento que cambiará la historia de la humanidad, cada mujer que se sume a la huelga significará una voz imprescindible, un testimonio para otras mujeres, el reconocimiento para todas las sufragistas que pelearon por el derecho al voto, las que fueron quemadas un 8 de marzo en una fábrica, por ellas, por las que creyeron que la revolución era posible. Seamos todas Feminismo.