
En Le capital algorithmique (Écosociété, colección «Théorie»), los economistas Jonathan Durand Folco y Jonathan Martineau analizan el auge distópico del mercado de datos, con sus Gafams triunfantes a costa de nuestra privacidad.
TOPO EXPRESS
Sociedad: otro concepto que lo abarca casi todo, pero que en el Topo se destina preferentemente a aquellas cuestiones y temas que afectan directamente a las personas, más allá de que puedan incluirse también bajo epígrafes como economía, feminismo, derechos humanos, etc.
En Le capital algorithmique (Écosociété, colección «Théorie»), los economistas Jonathan Durand Folco y Jonathan Martineau analizan el auge distópico del mercado de datos, con sus Gafams triunfantes a costa de nuestra privacidad.
El pecado de TikTok es tener millones de usuarios jóvenes que critican a Israel. Y en año electoral usamericano, con un genocidio terrible en Gaza que hay que intentar ignorar. Y, para más inri, está supuestamente controlado por China. ¡Vade retro!
¿Quién dijo que el sentido común era el menos común de los sentidos? Eso a veces se ve en ensayos pseudo académicos en los que su autor/a quiere ser vanguardia de un pensamiento que no por ser absurdo es menos dañino, pues acaba por seducir a algunos/as
El capital nunca le ha hecho ascos a ningún negocio. El invertido en sexo y drogas es un buen ejemplo de que no tiene barreras, y la complicidad de algunas entidades financieras dan buena fe de ello. Ahora, las citas por internet son su objetivo.
Lograr el bienestar del conjunto social y salvar el planeta. Dos objetivos por los que merece la pena luchar. Dos objetivos a los que se opone el capitalismo realmente existente.
La innovación, la inteligencia artificial favorecen a una minoría y degradan la condición de los trabajadores, que sólo podrán contar consigo mismos en caso de accidente, enfermedad, embarazo; sin asistencia sanitaria, sin pensión, sólo con una competencia feroz.
El Parlamento Europeo, que debería ser la cuna de los derechos de libertad, ha resucitado increíblemente el maccartismo, pisoteando los principios solemnemente consagrados en la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea.
En enero los mayores tiburones del capitalismo mundial se reunían en Davos. Buenos hoteles, buenas fiestas y mucho avión privado. Son los amos del mundo. Algunos políticos de izquierda también confraternizaron (hasta donde les dejaron).
El mundo ha entrado en zona de peligro, y la posibilidad de un conflicto que nos involucre a todos (y nuclear, por añadidura, si se tercia) es bien real. La espoleta la conocemos desde Tucídides y la guerra entre Esparta y Atenas. La trampa está dispuesta.
Tenemos ante nuestros ojos un genocidio, un nuevo holocausto… ¿no debemos tratar de ello en nuestras aulas? Si la educación debe formar hombres y mujeres en los que predominen la ética y la verdad, ¿podemos ignorar en las escuelas lo que está sucediendo en Gaza?
Tenía que salirnos gratis, eso nos dijeron, pero al final lo pagamos. Con nocturnidad y alevosía, nos vaciaron la caja. La de la Seguridad Social, al menos. Los responsables siguen ahí, disfrutando de sus altos –y bien remunerados– cargos.
Reproducimos aquí la segunda parte del texto de Boaventura Sousa Santos, cuya primera parte se colgó ayer en estas páginas. La conclusión no cierra las puertas a la esperanza, pero habrá que currárselo.